La decisión de Yusuf. Sobre Paraíso de Abdulrazak Gurnah

Oct 9 • destacamos, principales, Reflexiones • 5922 Views • No hay comentarios en La decisión de Yusuf. Sobre Paraíso de Abdulrazak Gurnah

 

Paradise nos hace conscientes de las dimensiones intelectuales y culturales del espacio socioeconómico al que llegaron los colonizadores alemanes. Al poner bajo los reflectores varias tradiciones centrales para las civilizaciones islámicas y del Océano Índico, la novela conecta a la sociedad de África Oriental con el vasto conocimiento ancestral que define la imaginación cultural de la región

 

POR NINA BERMAN 

Traducción: Ariadna Molinari

I

 

En las últimas cuatro páginas de Paradise (1994), novela escrita por Abdulrazak Gurnah,1 se describe una escena en la que una columna de askaris —soldados nativos que fueron reclutados por los alemanes en África Oriental— entra a un poblado sobre la costa de África Oriental en busca de reclutas para la guerra inminente contra los británicos. Mientras el protagonista de la novela, Yusuf, y su amigo Khalil observan la escena desde la seguridad de su tienda tapiada, los askaris, dirigidos por un único oficial alemán, reúnen a jóvenes que sacaron a rastras de distintas casas. Organizan a los hombres capturados —algunos descritos como aterrados, otros que “se veían un tanto contentos” — en dos filas y se van marchando. Conforme la columna se aleja, Yusuf de pronto sale corriendo para unirse a ella.

 

La decisión de Yusuf, que, según se entiende a lo largo de la novela, es deliberada, desafía al público académico que intenta encontrarle sentido al final de esta novela. Por ejemplo, el crítico Amin Malak considera que la decisión de Yusuf es un acto de “derrota y desesperación” (64). De igual modo, Charles Sarvan afirma que la novela “no brinda una conclusión al final, cuando Yusuf, desesperado, corre para unirse a los hombres que las autoridades coloniales alemanas secuestraron para que trabajen o luchen por ellos” (210). Dianne Schwerdt concluye que lo que Yusuf “decide no es liberador ni redentor, sino sólo una alianza entre amo y esclavo con los opresores coloniales en turno” (101; véase también Jacobs 87). Sharae Deckard contempla dos interpretaciones del final de la novela: por un lado, presenta la decisión de Yusuf como algo indicativo de su “mera complicidad con una forma más nueva y brutal de dominación económica y política”; por otro, da a entender que el final “puede leerse también como la negativa a aceptar la degradación de su estado actual, el rechazo de una forma de servilismo a través de la negociación de cierta agencia limitada en otra esfera” (119). El análisis que presento aquí explora la segunda de estas dos opciones; es decir, la posibilidad de que la decisión de Yusuf le haya infundido agencialidad y una mejoría potencial de su situación. Con base en investigaciones recientes sobre la gran cantidad de africanos orientales que se unieron a las filas del ejército alemán en la región, ya fuera de forma voluntaria o involuntaria, argumento que la novela de Gurnah nos desafía a especular sobre los motivos que impulsaron al joven a unirse al ejército alemán, así como las posibles consecuencias de su elección. En su cautivadora novela, Gurnah nos da una respuesta sutil a los cuestionamientos sobre la colaboración de la población africana oriental con las potencias coloniales, además de hacer una crónica del crecimiento de Yusuf y su posterior deserción del contexto cultural y las relaciones sociales de su infancia y juventud.

 

Independientemente de las problemáticas específicas del colonialismo alemán, la novela de Gurnah nos inspira a enfocarnos en las complejas estructuras sociales de la sociedad africana oriental de principios del siglo XX. Gurnah hace un boceto impecable de la sociedad africana oriental que resalta las relaciones sociales y económicas entre la población africana, la árabe, la india y la europea; entre musulmanes, cristianos e hindúes; entre hombres y mujeres; entre individuos libres e individuos subyugados; entre colonizadores e individuos colonizados. Gurnah aborda el amplio horizonte cultural de la civilización islámica y de la del Océano Índico, pero sobre todo ajusta la mirilla para enfocarse en prácticas de interacción socioeconómica y en las condiciones materiales de la gente. Paradise se desarrolla en el contexto del comercio caravanero, que fue una de las instituciones esenciales para la estructuración del multifacético espacio social, político, cultural y económico de África Oriental en esa época. Con base en investigaciones sobre el comercio caravanero, la esclavitud y la constitución étnica y religiosa de la sociedad de África Oriental, mi análisis demuestra que el reflexivo texto de Gurnah logra capturar a la perfección el complejo espacio socioeconómico que el colonialismo alemán trastocó, además de resaltar que las condiciones y la agencialidad en África Oriental configuraron en gran medida la estructura que adoptó el dominio colonial en la región. Asimismo, concluyo la discusión presentando puntos de vista basados en investigaciones recientes sobre africanos orientales que trabajaron para el régimen colonial alemán y su ejército, los cuales corroboran que la decisión de Yusuf es comprensible y se basa en el sentido común —según lo concibe Gramsci—, más que en un buen criterio.

 

II

 

Al comienzo de Paradise, Yusuf, el protagonista, es un muchacho de 12 años que, a lo largo de la historia, va madurando hasta convertirse en un atractivo joven de 18, por lo que este relato de maduración se puede clasificar como un Bildungsroman. Cuando lo conocemos, vive con sus padres en Kawa, una estación de correos erigida por los alemanes a lo largo de la línea de ferrocarril de Tanganica.2 El padre de Yusuf, quien dirige un hotel en Kawa, se endeuda con un mercader árabe a quien Yusuf llama afectuosamente “Tío Aziz”. Al no poder cumplir con los pagos, el padre le cede su hijo al mercader para que sea su sirviente. Yusuf viaja entonces con Aziz a la costa y empieza su vida como rehani; es decir, como esclavo temporal del mercader. Su compañero más cercano es Khalil, un muchacho swahili unos cinco o seis años mayor que él, que también es parte de la servidumbre de Aziz. Los ingresos del tío Aziz provienen sobre todo del comercio en la periferia, por lo que sus enormes caravanas salen de la tienda donde Yusuf y Khalil trabajan y que ambos administran mientras su amo viaja por el interior de la colonia. Un par de años después, le encomiendan a Yusuf que acompañe a la caravana, pero se queda varado más de un año en otro punto comercial a lo largo de la línea ferroviaria. Entonces le ordenan que trabaje para una pareja, Hamid Suleiman y su esposa Maimuna, que es originaria de la costa. Este nuevo entorno le abre los ojos a la cultura, la religión, el comercio y la política. Hamid manda a Yusuf a que aprenda el Corán, tras lo cual Yusuf empieza a frecuentar la mezquita. Aprende mucho de Harbans Singh, también conocido como Kalasinga, un mecánico sij muy culto que pertenece a la comunidad india que vive en la zona. Al año siguiente, Aziz vuelve con una caravana aún más grande, y esta vez Yusuf, a sus diecisiete años, acompaña a la caravana a otras regiones del interior. El viaje trae consigo tremendas dificultades, como enfermedades y refriegas con pobladores y guerreros, y tiene resonancias de otros viajes al “corazón de las tinieblas”, descritos en textos tanto de ficción como de no ficción.3

 

El último cuarto de la novela gira en torno a la siguiente fase de la maduración de Yusuf: el desarrollo de su conciencia crítica. El viaje al interior le enseñó mucho sobre las estructuras de poder que interactúan y compiten: la árabe, la india, la africana y la europea. A partir de entonces, empieza a cuestionar su propio destino y el de Khalil. Al aprender más sobre el mundo de las mujeres de la casa, empieza a ser consciente de la magnitud de las diversas dependencias: la suya, la de Khalil, la del jardinero, las de las dos esposas del mercader y las de los hombres que trabajan en el comercio caravanero. Incluso aquellos a los que se les ha concedido la libertad —como el jardinero, quien fue esclavo, pero luego fue manumitido; y Khalil, a quien se le perdonó la deuda de su padre luego de que el mercader se casara con su hermana Amina— están atrapados de facto y en realidad no tienen una alternativa de vida distinta. A medida que Yusuf va reconociendo poco a poco el efecto devastador que tiene el poder del mercader sobre quienes lo rodean, empieza a contemplar la posibilidad de forjarse una vida distinta. Pero ¿qué alternativas tiene? Una respuesta a esa pregunta se presenta el día que la columna de askaris dirigidos por un oficial alemán entra al poblado en busca de reclutas para la guerra contra los británicos, lo cual representa el comienzo de la Primera Guerra Mundial en la región. El final da a entender con bastante claridad que unirse al ejército alemán es una alternativa preferible para Yusuf que la predecible vida de la servidumbre y el trabajo no abonado.

 

Las elecciones narratológicas de Gurnah enfatizan que el aspecto afectivo es esencial para entender el desarrollo de Yusuf. El narrador omnisciente en tercera persona suele citar directamente los diálogos de los personajes centrales para resaltar la dimensión afectiva de sus interacciones. Se hacen preguntas, se declaran deseos y se dan órdenes que, a su vez, se cuestionan. La gran cantidad de oraciones afirmativas, interrogativas e imperativas reflejan la intensidad emotiva de la trama de la novela y enfatiza la necesidad de entender que las emociones son una fuerza central para impulsar las acciones. Por otro lado, los pasajes introspectivos dan acceso a los procesos de pensamiento de Yusuf a lo largo de la novela y permiten que el público lector siga su proceso de maduración y desarrollo para obtener agencialidad.

 

Aunque en términos generales es posible interpretar esta obra como un relato de la lucha por la dignidad humana en circunstancias desfavorables —o como un relato de supervivencia frente al abandono y el trabajo forzado, articulado de forma muy acertada por medio de los diversos vínculos entre el protagonista y el Yusuf coránico/el José bíblico—, la novela de Gurnah ilustra en especial la red histórica de dependencias y explotaciones que existían en África Oriental antes y durante el colonialismo alemán. Como bien señala Jacqueline Bardolph, la narrativa de Gurnah “no idealiza cómo eran los africanos antes del impacto generalizado de la colonización. Aquí está en juego una extensa jerarquía de dominancia entre grupos y al interior de las familias” (81; véase también Valdivieso 131). Investigaciones históricas y hechas desde otras disciplinas —que tomo aquí como interpretaciones académicas de la información disponible y no como fuentes que proveen fácil acceso a una “realidad” poco comprendida— corroboran en gran medida el retrato que hace Gurnah de la sociedad de África Oriental. A finales de los años sesenta, John Iliffe insistía en lo mucho que la sociedad y la agencialidad africanas habían determinado las políticas coloniales alemanas (Tanganyka 7). Estudios más recientes han refinado de forma significativa nuestro conocimiento sobre las sociedades precoloniales y coloniales de África Oriental, en especial en lo relativo al comercio caravanero, la esclavitud y la agencialidad de la población africana oriental, además de ilustrar cuestiones centrales que plantea la novela de Gurnah.

 

La novela se sitúa un lustro antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, durante los últimos años del dominio colonial alemán. No obstante, los alemanes desempeñan un papel mínimo en ella. Aunque a lo largo del texto hay referencias a los colonizadores alemanes, sólo hay dos encuentros directos con personas alemanas, en el poblado de Chatu y al final de la novela, cuando el oficial y sus askaris reclutan nuevos soldados. Por lo demás, sólo se les menciona en diálogos, y estas alusiones suelen ser exageraciones que dejan entrever una dimensión mítica: además de las crónicas de su severidad y crueldad (que se refuerzan con las descripciones de su apariencia repelente), se dice que los alemanes son inmunes al fuego (7), comen metal (170) y tienen cabezas de hierro y otros poderes sobrenaturales (140). Aun así, los relatos de su crueldad se quedan en el nivel anecdótico, pues nunca atestiguamos en la novela un acto de crueldad por parte de algún alemán. De hecho, pareciera que el dominio colonial alemán apenas comienza, que la gente apenas empieza a darse cuenta de que las cosas están cambiando. Aunque se les reconoce como los nuevos gobernantes, a la luz de los distintos niveles de poder y la rotación frecuente de gobernantes, los alemanes parecen ser uno de los múltiples jugadores que compiten por controlar la región. Además, es común que en la novela no se haga distinción entre los alemanes y otros europeos; de hecho, se hacen muchas referencias genéricas a los “europeos”, lo que sería congruente con las convenciones del kiswahili, donde la palabra mzungu y su plural, wazungu, se refieren a personas blancas en general. Sólo en contadas ocasiones encontramos el término wadachi, la palabra en kiswahili que se usaba en ese entonces para referirse a los alemanes.

 

Esta inusual mención de los alemanes es reflejo de su ínfima presencia histórica en la región alemana de África Oriental. Por ejemplo, en 1905, sólo había 180 colonos alemanes viviendo ahí (Koponen 254), y para 1913 la “cifra de europeos ascendía a un total de 5 mil 336… en comparación con los más o menos cuatro millones de habitantes oriundos” (Koponen 562); de esos europeos, unos 4 mil 100 (79.6%) eran alemanes (Koponen 567). Con una cantidad tan ínfima de alemanes, es difícil hacer estudios que permitan entender los mecanismos de dominio colonial en el área (Pesek, Koloniale Herrschaft 17-18), aunque investigaciones recientes han aportado información valiosa sobre el papel que desempeñaron los intermediarios nativos en la implementación y ejecución del dominio alemán (Pesek 2005; Pesek 2010; Moyd; Michels; Morlang; Wirz, Eckert y Bromber). Como mostraré a detalle más adelante, este aspecto es esencial para comprender las decisiones que toma el protagonista de Paradise, y es que la narración sólo aborda el colonialismo alemán de forma indirecta —la mayoría de las alusiones a los alemanes figuran como rumores o chismes— y se enfoca más bien en el espacio social económico que precedió, coexistió y estructuró el colonialismo alemán. Por ende, según mi interpretación, el final de la novela vincula el espacio precolonial con el colonial y nos invita a pensar en la relación que hay entre ambos.

 

Los personajes principales de la novela, que de una y otra forma están relacionados con la economía del comercio caravanero, son de distintos orígenes étnicos y religiones. El tío Aziz, el mercader, está descrito como un comerciante árabe, y se comunica en árabe con algunas personas, entre ellas su capataz, el mnyapara Mohammed Abdalla. Otros personajes, como Yusuf y sus familiares, Khalil y otros individuos que viven en los puntos comerciales de las rutas de las caravanas, se presentan como waswahili, personas de ascendencia mixta (árabe y africana) que vienen de la costa de África Oriental y otras regiones del interior de la colonia. Los indios desempeñan un papel importante como prestamistas y otras cosas; por ejemplo, son quienes están a cargo de las estaciones de tren a lo largo de la ruta de las caravanas, y Kalasinga, el mecánico, se identifica como sij. La novela ofrece múltiples detalles sobre diversas comunidades, y hace distinciones, por ejemplo, entre la gente de Gujarat y la de Punyab. Se reconoce el papel de los omaníes en Zanzíbar (130), y hasta se hace mención del Aga Khan, quien hasta la fecha desempeña un papel crucial en África Oriental (80). Sólo a veces se hace mención de algún europeo o descendiente de europeos que participe en el comercio caravanero; por ejemplo, un pasaje habla de “un chofer de camión llamado Baco, que era mitad griego y mitad indio” (53). Los cargadores de las caravanas provienen de diversos grupos étnicos, ya sea que vengan de lugares tan lejanos como Somalia o de las profundidades de África Oriental. Asimismo, la novela reconoce la existencia de los reinos y las jefaturas que producían los artículos que los comerciantes caravaneros buscaban adquirir durante sus viajes al interior.

 

Los límites entre las comunidades swahili, árabe, india y africana son fluidas, y buena parte de la novela se dedica a describir las interacciones íntimas entre miembros de distintas comunidades étnicas y religiosas, además de exponer el tipo de conocimiento que tienen unas de otras. Vemos que Yusuf y Khalil asisten a una boda india, pero “no como invitados, sino como parte de la desaseada multitud que se reunió a observar el despliegue de prosperidad y la celebración del afecto” (50-51); además, Yusuf entabla una amistad cercana con Kalasinga, el mecánico sij, y también se enamora de una chica en la corte de Chatu. Las diferencias culturales y religiosas jamás impiden la interacción económica (no obstante, sí lo hace la transgresión a las normas de participación económica, como lo demuestra la venganza de Chatu), y, como lo evidencia la novela, este aspecto define en esencia la cultura swahili de la época. Asimismo, las referencias al imaginario cultural y religioso de las distintas comunidades le muestra al lector hasta qué grado la sociedad de África Oriental compartía el bagaje cultural de las civilizaciones islámicas y del Océano Índico. Por ejemplo, la novela hace varias alusiones a las tribus míticas de Gog y Magog, las cuales se mencionan en el Corán y, al provenir de las regiones del norte, se asocian con el desencadenamiento del fin del mundo (41, 83, 105; Donzel y Schmidt). Las referencias a Alejandro Magno, quien también aparece en el Corán, conectan la novela con uno de los lugares comunes literarios más populares y con una tradición cultural que modeló literaturas y leyendas a lo largo y ancho Europa, Asia, Medio Oriente y África (41); al igual que la figura de Yusuf, Alejandro Magno representa un enlace entre culturas y religiones diversas (Stoneman; Ray y Potts). Además de las alusiones coránicas, literarias y folclóricas, la novela de Gurnah incorpora también elementos de la literatura de viajes escrita en árabe y de compendios geográficos. Por ejemplo, una de las historias que le cuenta “un hombre de Mombasa” a Yusuf habla de un alemán que se dice que viajó a ver a los rusos; en el recuento que hace aquel hombre de la experiencia del viajero ante el frío inclemente y los “rusis” incivilizados (104-105) hay fuertes resonancias del recuento que hizo Ahmad ibn Fadlan sobre su viaje número 922 de Bagdad a las tierras de los protobúlgaros del Volga (al-Dahhan) y que luego se incorporó al famoso libro de viajes de Ibn Battuta (Ibn Battuta 490-492). Asimismo, las descripciones que encontramos en Paradise de las ciudades de Bukhara, Tashkent y Herat (105), y del petróleo que sale a borbotones de una zona al otro lado del Mar Caspio (106) nos recuerdan, por ejemplo, a los manuales geográficos de Ibn Hawqal (184; 217-258). Estas reelaboraciones creativas de obras de ficción y de no ficción escritas en árabe delinean el amplio horizonte que han compartido las civilizaciones islámicas y del Océano Índico a lo largo de la historia. Además, Gurnah nos hace prestar atención al inmenso marco de referencia literario y cultural que une a las distintas comunidades árabes, indias, africanas y europeas que conforman la cultura swahili (Mazrui).

 

El inglés de Gurnah incorpora palabras del swahili, del árabe y del punyabi, lo que refleja aspectos clave del espacio social intercultural y multirreligioso de la costa de África Oriental. De hecho, durante una entrevista, Gurnah comentó que buscaba encontrar una voz que reflejara el tono del universo multilingüe de la costa swahili: “Mientras escribía, pensaba en las historias que me habían contado durante mis viajes y las traduje al swahili y luego de nuevo al inglés. No quería un inglés que sonara claro o impoluto” (citado en Deckard 110). La novela no viene acompañada de un glosario ni tiene notas al pie, y, aunque algunos de los términos están explicados o traducidos, otros no vienen acompañados de comentarios y se presentan así para conflictuar al lector. Los cambios de registro y dicción recurrentes en la obra de Gurnah capturan las diversas dimensiones de las prácticas multilingües de las interacciones cotidianas entre diferentes actores sociales (Mirmotahari 31).

 

¿Qué efecto tiene el intento que hace Gurnah de transmitir el universo intercultural, multilingüe y multirreligioso de la cultura swahili? Paradise nos hace conscientes de las dimensiones intelectuales y culturales del espacio socioeconómico al que llegaron los colonizadores alemanes. Al poner bajo los reflectores varias tradiciones centrales para las civilizaciones islámicas y del Océano Índico, la novela conecta a la sociedad de África Oriental con el vasto conocimiento ancestral que define la imaginación cultural de la región. No obstante, coincido con Shanti Moorthy cuando argumenta que la novela de Gurnah expone las limitaciones y contradicciones intrínsecas al “cosmopolitismo costeño” de la época, y desvía nuestra atención del ámbito de las prácticas culturales y religiosas para enfocarse en el de las prácticas sociales, económicas, políticas y materiales, y así demostrar que la comodidad de la pertenencia cultural y religiosa no anula la carga de las opresiones económicas y legales. A medida que la novela resalta (y en última instancia critica) el punto de vista de los swahilis musulmanes, algunos de los personajes principales se esfuerzan mucho por distinguirse de los “salvajes”: “Vendrás y comerciarás con nosotros, y aprenderás la diferencia entre los modos de la civilización y los modos de los salvajes” (52), declara el capataz Mohammed Abdalla cuando Yusuf acompaña a la caravana por primera vez. Pero las confrontaciones con Chatu y su gente revelan la insistencia en un código de honor que un grupo de mercaderes que precedió la caravana del tío Aziz transgredió. A Mohammed Abdalla, quien enuncia la mayoría de las opiniones despectivas sobre los “salvajes”, se le critica a través de un retrato de su propio comportamiento opresor, una cualidad de la novela que, junto con las referencias recurrentes al comercio de esclavos y otras formas de indemnidad y opresión, cuestiona las nociones de salvajismo y civilización propias de la época. En Paradise, la configuración diversa de la sociedad de África Oriental no se sostiene por el islam ni por otras creencias compartidas, sino por el comercio caravanero. Las relaciones sociales están estructuradas por las interacciones económicas, por el comercio, por la posesión de personas y por los distintos grados de control sobre la capacidad de agencia económica. ¿Cómo evolucionó entonces el espacio económico de África Oriental hasta convertirse en la economía descrita en la novela de Gurnah?

 

A partir de finales del siglo XVIII, la economía de África Oriental creció en gran medida gracias a las inversiones y actividades comerciales de los africanos, árabes, indios y europeos, quienes conectaron a la región con la economía mundial, más allá del comercio en el Océano Índico, el cual, hasta entonces, había dominado la economía regional. El comercio de esclavos y de marfil fue considerable durante la primera mitad del siglo XIX, mientras que, durante la segunda mitad, la creación de plantaciones, en especial de algodón y de clavo en Zanzíbar y Pemba, tuvo un auge sustancial (Coquery-Vidrovitch 88-90). El establecimiento de plantaciones y otros factores provocaron un incremento en el comercio de esclavos en una época en la que el comercio de esclavos del oeste de África iba en declive (Austen; Clarence-Smith, “The Economics”). Es importante señalar que, como menciona el historiador Jan-Georg Deutsch, hasta mediados del siglo XIX, “los comerciantes yao, makonde y nyamwezi del interior de la región controlaban el suministro de marfil y esclavos hacia la costa y Zanzíbar. En ese entonces, en el interior apenas si se toleraba a los mercaderes ‘árabes’ o ‘swahili’, pero fue gracias a su acceso a créditos comerciales a largo plazo y a la expansión del poder político de Zanzíbar en la costa que por fin lograron imponerse a sus competidores ‘africanos’” (Deutsch 36). Aunque los comerciantes basados en Zanzíbar y otros mercaderes de la costa fueron dominando el comercio caravanero durante la segunda mitad del siglo, la novela de Gurnah nos permite tener una buena idea de la postura aún frágil de los comerciantes árabes y swahili frente a sus contrapartes del interior.

 

Aunque antes los historiadores se enfocaban en general en el comercio de esclavos y sus efectos, las investigaciones recientes han mejorado mucho nuestra comprensión de otros aspectos de la economía de África Oriental durante el siglo XIX y principios del XX, algunos de los cuales son centrales para el estudio de esta novela (de hecho, Paradise antecede buena parte de las investigaciones históricas mencionadas aquí). Por ejemplo, el trabajo asalariado se volvió común en el transcurso del siglo XIX y se desarrolló en particular en el contexto del comercio caravanero, con la “fuerza laboral de las caravanas, los cargadores profesionales de caravanas que viajaban largas distancias … y sobre cuyas cabezas y hombros reposaban literalmente las transacciones comerciales y las comunicaciones de África Oriental” (Rockel 4). Stephen Rockel explica que, en gran medida, durante el siglo XIX, la labor de los cargadores la desempeñaban hombres libres. Este sistema de “trabajo asalariado surgió en África Oriental … antes del desarrollo de la economía capitalista colonial” (5-6). Estas evidencias ponen en duda argumentos previos de que el colonialismo fue responsable de introducir el trabajo asalariado en la región. Como han demostrado Rockel y otros, los patrones económicos existentes, en especial el del comercio caravanero, influyó significativamente en la configuración del estado colonial emergente. Los cargadores recibían pagos mensuales o por viaje, y “trabajaban para grandes mercaderes de origen nyamwezi, costero o árabe” (Rockel 6). Fueron muchos individuos de ambos sexos los que trabajaron como cargadores; por ejemplo, los historiadores estiman que, cada año, un tercio de los hombres nyamwezi trabajaba como cargadores (33).

 

La comprensión de estas minucias de la economía de África Oriental durante el siglo XIX es relevante en el contexto de las campañas antiesclavistas de los colonizadores europeos. Para emprender su misión supuestamente civilizadora y emancipadora, la intervención colonial debía pasar por alto el hecho de que buena parte de la economía de la región se basaba ya en el trabajo asalariado. Claro que existía la esclavitud, sobre todo en las plantaciones, pero, aunque en el comercio caravanero existiera una variación de la imagen del africano esclavizado a quien se le obligaba a cargar marfil, en realidad no era un reflejo de las prácticas dominantes de ese sistema económico. Tras la introducción de la economía colonial, aumentaron las oportunidades de trabajo asalariado que trajeron consigo mayores posibilidades de agencia. Thaddeus Sunseri, quien ha estudiado la inmensa fuerza laboral migrante que se trasladó del interior a la costa en respuesta al aumento de oportunidades provocado por la expansión de la economía colonial, explica que, a finales del siglo XIX, los colonos alemanes enfrentaron una sustancial falta de mano de obra en África Oriental. Por ende, “nunca había suficientes trabajadores para emprender los proyectos coloniales de la época, lo que permitió a muchos africanos amoldar su entorno laboral” (xxi).

 

Muchos aspectos de Paradise resuenan con las descripciones que han hecho los historiadores de estos sucesos. Los cargadores que Aziz emplea son asalariados, y buena parte de las negociaciones hacia el final de la novela, después de la expedición fallida a Chatu, giran en torno al pago de los cargadores y los prestamistas. Pero, aunque el tío Aziz contratara a los cargadores, Yusuf, Khalil y otros personajes claramente no eran libres, lo que al final nos obliga a hablar del tema de la esclavitud. Dado que la esclavitud adopta formas un tanto diferentes en distintos lugares, algunos estudiosos sugieren “usar los términos locales y explicar su significado” (Miers 11). Deutsch afirma que “la línea divisoria entre ‘esclavos’ y ‘hombres libres’ solía ser borrosa … e investigaciones recientes han concluido que la esclavitud en África no era una institución fija dentro de una estructura social, sino más bien un proceso social arraigado, cuyas implicaciones y significados se reconfiguraban con el tiempo, en el contexto social de una sociedad muy cambiante” (5). En África Oriental, las distintas formas de esclavitud se mezclaron con las nociones islámicas de esclavitud; en el islam, la esclavitud es un tema complejo cuyo significado difiere del de la esclavitud de las plantaciones en el mundo occidental y de otras formas de esclavitud que se han observado en el mundo a lo largo de la historia. Aunque la esclavitud fue una institución aceptable en buena parte del mundo islámico hasta el siglo XX, como indica Clarence-Smith, “no se da por sentado ni se prohíbe de forma explícita en el Corán” (Clarence-Smith, Islam and the Abolition of Slavery 22). Los esclavos eran personas con reconocimiento legal que, dependiendo de su estatus social, tenían distintos derechos y deberes. Los esclavos militares, los esclavos domésticos y quienes hacían trabajo agrícola desempeñaban papeles distintos y tenían oportunidades de movilidad social distintas (Clarence-Smith, Islam and the Abolition of Slavery 22-48). Pero había brechas sustanciales entre la teoría y la práctica en los distintos imperios islámicos (Clarence-Smith, Islam and the Abolition of Slavery 66-97), lo cual también se observa en África Oriental. Como señala Deutsch, “decir que la sociedad costera islámica era homogénea sin hacer más distinciones es muy simplista, sin duda… La mayoría de la gente de la costa se apegaba a una versión local de las creencias y las doctrinas legales islámicas tradicionales que se transmitía de forma oral” (30-31). Distintas convenciones culturales contribuyeron a la configuración de las diversas formas del trabajo forzado o no abonado y de la esclavitud; de hecho, Deutsch esboza “cuatro modos centrales de esclavización: uso de la fuerza bruta y la coerción, procesos judiciales, consecuencia de circunstancias adversas (como carestía o deuda familiar) y nacimiento” (53-54).4

 

La novela de Gurnah ilustra varias de estas formas de esclavitud y trabajo no abonado. Por ejemplo, Yusuf, Khalil y su hermana Amina llegan a las manos de Aziz como rehani (individuos empeñados), pues fueron cedidos por sus padres para saldar sus deudas con el mercader (lo cual corresponde al tercer modo de esclavitud descrito por Deutsch). Los rehanis del mercader llevan una vida similar a la del personaje Mzee Hamdani, quien fungía como esclavo doméstico. No obstante, la esclavitud y la servidumbre forzada coexistían con otras formas de dependencia económica; por ejemplo, a finales del siglo XIX en el contexto africano oriental, para un esclavo doméstico a quien se le había concedido la libertad, la diferencia entre su estatus de esclavismo previo y su dependencia económica como trabajador manual solía ser insignificante. La novela brinda un ejemplo de esto: aunque a Mzee Hamdani se le otorga la manumisión, no se va de la casa, lo cual ilustra la dependencia de este tipo de individuos en una sociedad que está estructurada en gran medida a partir de la dependencia económica personalizada y las escasas opciones existentes para los individuos que son dependientes a nivel económico. De hecho, los registros históricos suelen confirmar que “en especial los esclavos de mayor edad deseaban quedarse con sus amos para asegurarse una mejor vejez” (Koponen 333).

 

Como señala Deutsch, mucha gente ignora que “las autoridades alemanas no abolieron legalmente la esclavitud en sus colonias”, sino sólo la participación de ciudadanos alemanes en el comercio de esclavos (2; Koponen 331). En consecuencia, a pesar de su postura abolicionista, los colonos alemanes en África Oriental no sólo toleraban la esclavitud, sino que se beneficiaban de la infraestructura existente de trabajo forzado. Aun así, sí disminuyó el comercio de esclavos y, de hecho, la novela se esfuerza por hacer notar que ya pasaron los tiempos de la venta de esclavos. Durante la interacción entre Aziz y Chatu, este último evoca los días de cacería de esclavos como motivo para confiscar con violencia los productos de la caravana, aunque Aziz insista en que “sólo han ido ahí a comerciar” (160). De hecho, a lo largo de la narración, varios personajes afirman con amargura que la historia no rendirá tributo a las complejidades de la vida en África Oriental: “Cuando escriban sobre nosotros, ¿qué dirán? Que hacíamos esclavos” (87; véase también 72, 88).

 

Aunque la novela procure resistirse a hacer una asociación reduccionista entre África Oriental y el comercio de esclavos, expone de forma implacable la ubicuidad persistente de la esclavitud y la dependencia económica en la región antes de la guerra. Conforme Yusuf se hace consciente de los distintos modos de dependencia, empieza a considerar escapar. En este sentido, la novela también alude a cierto desarrollo histórico. Deutsch ha encontrado evidencia sustancial de la agencialidad de individuos esclavizados o sometidos a la servidumbre forzada durante esa época al demostrar que “a pesar de la protección y el apoyo notorios que gozaron los dueños de esclavos durante el régimen colonial alemán, la esclavitud disminuyó de forma tajante tras el establecimiento del dominio colonial en 1890” (3). Lo que Deutsch denomina “autoemancipación” desempeñó un papel central en este sentido. Esta autoemancipación ocurrió en el contexto del auge de la economía colonial que se benefició de la infraestructura existente del comercio caravanero y de la economía de las plantaciones (37-40), y “eliminó obstáculos sustanciales que previamente evitaban la movilidad de los esclavos” (245). Deutsch afirma que “el fin de la esclavitud, al menos en el África Oriental alemana, dependió muy poco de las políticas gubernamentales y las actividades de los oficiales alemanes ‘ilustres’, sino más bien de los intentos persistentes de los esclavos de obtener un control más significativo de su vida y de sus asuntos cotidianos” (3).
Podríamos ver a Yusuf como uno de estos individuos que se autoemanciparon y entender que su decisión estuvo influida por su interacción con los trabajadores asalariados de la caravana y con otros que recientemente habían trascendido del trabajo forzado y la esclavitud a un estatus legal y económico distinto, así como por su experiencia de la opresión que acabó con algunos miembros del hogar de Aziz, la violencia brutal del capataz Abdalla y la crueldad del jefe Chatu y sus hombres. Como ya mencioné, varios críticos han considerado que la decisión que toma Yusuf al final de la novela es un error funesto, lo cual podría ser cierto si pensamos en las consecuencias que tuvieron acciones como la suya en la población africana oriental en general; no obstante, al tematizar este tipo de situaciones posibles, la novela de Gurnah logra desestabilizar el “mito de la colectividad”, como sugiere Callahan (57). Aun así, cabe preguntarnos: ¿a qué le apostó Yusuf? ¿Qué ventajas le ofrecía unirse a las filas de los askaris?

 

Como ya vimos, los colonos alemanes llegaron a un espacio que desde antes ponía en desventaja a buena parte de la sociedad, en especial a individuos pobres, esclavizados o económicamente dependientes. Para algunos de ellos, el colonialismo alemán representó una oportunidad. Además de los askaris, otros grupos que trabajaban para los alemanes eran los ruga-ruga, los wapagazi y los empleados agrícolas. Como ya sabemos, los askaris eran soldados rasos que originalmente fueron reclutados en Sudán, el norte de África y otras partes del continente, pero cuyas filas se fueron engrosando cada vez más con jóvenes originarios de África Oriental (Pesek, Koloniale Herrschaft 302-7). Además de su papel como militares, tenían otras responsabilidades en los bomas (los puestos militares coloniales); por ejemplo, fungían como intermediarios entre el régimen colonial alemán y la población local en actividades cotidianas, como el cobro de impuestos y la transmisión de mensajes. Y se les pagaba relativamente bien; por ejemplo, en comparación con la remuneración que recibían sus contrapartes que trabajaban para el ejército británico, los King’s African Rifles, los askaris ganaban más o menos el doble (Pesek, Das Ende eines Kolonialreiches 135). En términos generales, se les trataba mejor de lo que se suele suponer, aunque el reclutamiento forzado, la deserción y las transgresiones violentas sin duda formaban parte de esa realidad colonial (Pesek, Das Ende eines Kolonialreiches 131-53; Morlang 72-92). Durante la Primera Guerra Mundial, se estima que pelearon más de 13 mil askaris (Iliffe, A Modern History, 248; cf. Pesek, Das Ende eines Kolonialreiches 148, Morlang 92), y su lealtad al general von Lettow-Vorbeck es legendaria.

 

Los ruga-ruga eran, en su mayoría, “soldados jóvenes, solteros y profesionales… un grupo heterogéneo de cautivos de guerra, desertores de caravanas, esclavos fugitivos, etcétera” (Shorter 1968: 240-41). En sí eran mercenarios que asumieron diversas responsabilidades en nombre de los alemanes, pues fungían como soldados que apoyaban a las tropas normales, pero también como mensajeros, líderes de caravanas y embajadores. Se estima que, durante la Primera Guerra Mundial, hubo unos 12 mil ruga-ruga (Pesek, Das Ende eines Kolonialreiches 190). Los wapagazi eran casi todos cargadores que también habían trabajado previamente en el comercio caravanero. Al principio, los cargadores que trabajaban para los alemanes no habían hecho más que cambiar de empleador de forma voluntaria. No obstante, en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, los alemanes recurrieron a medidas de reclutamiento brutales y obligaron a estos individuos a servir en la milicia (Pesek, Das Ende eines Kolonialreiches 159). Se estima que, durante este periodo, hubo unos 45 mil ruga-ruga (Iliffe, A Modern History 249). Con el tiempo (en especial después de 1905), surgió otro grupo numeroso, conformado por empleados que trabajaban en las plantaciones por salarios que estaban asentados en contratos (Koponen 348-53; Sunseri). En comparación con las cantidades significativas de africanos orientales que trabajaron para los colonos alemanes (siendo que fueron muchos más los que trabajaron para los británicos; Pesek, Das Ende eines Kolonialreiches 156), no hay que olvidar la mínima presencia de alemanes en África Oriental que mencioné antes. Aunque el grado de agencialidad y el estatus diferían entre estos distintos grupos, y también a nivel individual, en especial los askaris y los ruga-ruga (y sus familias) aprovecharon los privilegios sustanciales que conllevaba trabajar para los alemanes.

 

III

 

A falta de mejores alternativas, Yusuf, al igual que otros askaris, ruga-ruga, wapagazi y empleados agrícolas, optó por trabajar para los alemanes. Aunque la novela de Gurnah no ahonda en el destino de Yusuf como participante de la estructura de poder colonial alemana, su decisión nos obliga a ver las decisiones que tomaron miles de africanos orientales y que tuvieron consecuencias significativas para la población en general. Como bien describe Amadou Hampaté Ba en L’Etrange destin de Wangrin (1973), la colaboración trae consigo oportunidades tremendas, pero también riesgos para los individuos y sus familias. La novela de Gurnah no reduce la complejidad de esta situación histórica a “un mero fragmento del espectro de relaciones humanas jerárquicas e impulsadas por dinámicas de poder” (Callahan 55). En vez de eso, Paradise nos empuja a ser empáticos con las decisiones que tomaron muchos individuos en ese entonces; la oportunidad económica y el deseo de agencialidad motivaron a esos jóvenes a abandonar los espacios sociales tradicionales que los oprimían. En este sentido, concuerdo con Jacqueline Bardolph en su análisis de la novela de Gurnah cuando dice que “los hombres africanos aparecen creando su propia historia todo el tiempo y no sólo siendo objetos para los exploradores extranjeros” (80).

 

Aún así, la agencia de esos hombres africanos está determinada por una red compleja de predicamentos y presiones. El texto de Gurnah nos permite experimentar la sociedad de África Oriental desde la perspectiva de un individuo que lleva una vida precaria, desde la perspectiva de un subalterno, en el sentido que le da Antonio Gramsci al concepto. Al unirse a la milicia alemana, Yusuf, al final de un proceso que se presenta como un Bildungsroman y que por ende hace énfasis en el resultado del crecimiento del protagonista, toma una decisión espontánea que Gramsci achacaría al sentido común, en contraste con el “buen criterio” (o “nuevo sentido común”) de la acción colectiva (Gramsci 48-52; Green e Ives).5 La decisión que toma Yusuf de decantarse por la milicia alemana les plantea a los lectores un dilema que refleja la naturaleza contradictoria de las condiciones en las que vive el protagonista. Su decisión resuena con la de incontables subalternos que han actuado y siguen actuando de formas perjudiciales para los intereses de sus comunidades y, con frecuencia (aunque no siempre), para sí mismos.

 

Este texto fue publicado originalmente en “Yusuf’s Choice: East African Agency During the German Colonial Period in Abdulrazak Gurnah’s Novel Paradise.” Special issue on Abdulrazak Gurnah, edited by Tina Steiner and Maria Olaussen. English Studies in Africa 56.1 (2013): 51-64.

 

NOTAS
1. La obra de Gurnah es notoria, en parte, porque es uno de los pocos autores contemporáneos de África Oriental que escriben sobre el breve periodo del colonialismo alemán, aunque ha de decirse que M. G. Vassanji también aborda esta época en su novela The Book of Secrets (1994). Algunos poemas historiográficos sobre los colonos alemanes que se escribieron durante el periodo colonial también ofrecen puntos de vista diversos sobre varios aspectos de la ocupación colonial, pero no han recibido la atención necesaria por parte de la crítica literaria (Miehe et al.; Saavedra Casco).

 

2. Esta línea ferroviaria, conocida como la Línea Central, se construyó entre 1905 y 1914, y conecta Dar es Salaam con Kigoma, en el litoral del lago Tanganica. No encontré indicios de un asentamiento llamado Kawa, pero, a lo largo de la novela, Gurnah mezcla nombres de lugares y personas tanto reales como ficticios.

 

3. Además de las referencias literarias obvias (El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, Época de migración al Norte de Tayeb Salih y Todo se desmorona de Chinua Achebe), la autobiografía del famoso comerciante de África Oriental Tippu Tip (pseudónimo de Hamed bin Muhammed el Murjebi) aporta muchos detalles con respecto a las caravanas que viajaban al interior de la región. Entre los críticos que discuten la novela de Gurnah a la luz de la obra de Joseph Conrad están Deckard, Jacobs (77-82, 87), Mirmotahari (27-50) y Schwerdt (97, 98).

 

4. Puesto que los límites entre la esclavitud y otras formas de dependencia eran fluidas, las cifras de esclavos quizá no incluyan toda la gama de dependencias. Sunseri afirma que “incluso en 1914, oficiales de la colonia estimaban que seguía habiendo más de 180 000 esclavos en la colonia … lo que superaba los 172 000 empleados asalariados en la África Oriental alemana de ese entonces” (27).

 

5. Green e Ives proveen una discusión de los términos “subalterno”, “espontaneidad” y “sentido común” en la obra de Gramsci.

 

 

Bibliografía

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FOTO: Portada del libro Paradise, en su edición al español publicada por Muchnik Editores/ Crédito: Especial

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