La discreta madurez de Enrique Serna
POR JAVIER MUNGUÍA
“En mis comienzos yo quería hacerme notar en mis narraciones; ahora he madurado y prefiero desaparecer tras bambalinas”, ha dicho Enrique Serna en una entrevista de hace cuatro años. En efecto, el Serna de hoy tiene entre sus designios como narrador la sobriedad técnica, mientras que en sus inicios coqueteó con cierta experimentación estructural en sus novelas: Señorita México (1987) tiene dos planos narrativos que se contradicen, y uno está narrado de forma cronológicamente inversa; Uno soñaba que era rey (1987) presenta múltiples perspectivas y se vale de transcripciones de programas de radios y estructuras de guión de cine, entre otros recursos vistosos; El seductor de la patria (1999) recupera la oposición de planos contradictorios de Señorita México y amplía sus alcances.
Es verdad que en sus novelas posteriores a El seductor de la patria, aunque alternen líneas narrativas, lo que prima es el designio de que la forma sea discreta, invisible, indivisible de la historia que se narra. Pero solo su novela policial El miedo a los animales (1995) puede compararse en discreción formal con La doble vida de Jesús, su nueva y octava novela.
Luego del auge del experimentalismo en la novela latinoamericana de los sesenta del siglo pasado, ese impulso renovador ha ido perdiendo vigor hasta casi extinguirse. Como a nuestra novela le falta correr riesgos, cuando ciertos autores los toman (Bolaño, Bellatin) el entusiasmo resulta un tanto excesivo: a la audacia, aun inocua, se le da valor en sí misma, sin calibrar con mesura y justeza sus resultados. Sería deseable que la experimentación y la vasta ambición no fuesen desalentadas por la industria editorial o soslayadas por los propios autores por temor a reducir su audiencia, pero no que se plantearan como la obligación que no son. Serna no es menos relevante por optar, como Borges y Vargas Llosa en su madurez, por la sencillez y la claridad.
La doble vida de Jesús cuenta la historia de Jesús Pastrana, político cuarentón de intachable trayectoria con 20 años de militancia en su partido, el conservador PAD, que funge como síndico en Cuernavaca. Luchando a contracorriente y en calidad de fiscal del uso de los recursos públicos de su ciudad, Pastrana ha sido el azote de sus colegas sobornables, sean o no de su partido. Convencido de que tanto Cuernavaca como México entero, aquejados por una ola de ejecuciones, asesinatos, extorsiones, intensa corrupción y pactos entre el narco y los gobiernos, deben sacudirse su clase política para refundar el estado, aspira a alcanzar, primero, la alcaldía y después, por qué no, la presidencia de la república.
Narrada en tercera persona y ubicada siempre en la perspectiva de Jesús, la novela da cuenta de los arduos esfuerzos del protagonista por lograr una candidatura exitosa sin contar siquiera con el apoyo de la organización política que lo postula y en medio del enfrentamiento entre dos bandas criminales que pretenden utilizarlo, a la vez que atraviesa una metamorfosis personal que lo lleva de ser un esposo y padre respetado al impresentable amante clandestino de una prostituta transexual.
La doble vida de Jesús es una novela política: aunque ambientada en Cuernavaca, la ciudad funciona como sinécdoque de un país en descomposición, cuyos gobernantes no tienen escrúpulos en aliarse con el crimen y en repartir prebendas para obtener beneficios personales. La corrupción está tan arraigada que, aun con las mejores intenciones, un político honesto y abocado a servir a su comunidad, casi un fenómeno de circo en tal contexto, tiene pocas posibilidades de triunfar contra un sistema avieso que extiende sus tentáculos más allá de la administración y el partido en turno, y que incluye a los ciudadanos.
Pero el libro también es una novela de autoconocimiento, volcada hacia la intimidad del personaje. El epígrafe de Ortega y Gasset –“Podemos perfectamente desertar de nuestro destino más auténtico, pero es para caer prisioneros en los pisos inferiores de nuestro destino”– no puede ser más oportuno para cifrar la trayectoria vital de Jesús Pastrana, quien en una etapa temprana de su vida renuncia a satisfacer sus deseos profundos en favor del deber, de lo que la sociedad espera de él, por temor de ser un marginado. El planteamiento recuerda a Fruta verde (2006), donde los protagonistas se debaten también entre la tentación de un deseo poderoso y los imperativos sociales que los limitan.
Tanto la estructura como el lenguaje de La doble vida de Jesús hacen pensar en el dominio reposado de un arte de narrar austero y muy eficaz. Aunque lineal, la estructura está trazada de forma cuidadosa, de modo que los dos conflictos centrales de la novela –la batalla por arrebatar el poder a los políticos venales y el rescate de una vida más auténtica– entren pronto en juego y capten la atención del lector. Hay una sabia distribución de la información, mucha tensión, giros inesperados y cero episodios fortuitos. Serna controla los elementos característicos del thriller y los utiliza en favor de una historia con mucha mayor espesura que la ofrecida por la novela de suspenso común, y muestra una vez más que la novela “seria” no está peleada de ninguna forma con el legítimo placer lector.
En cuanto al lenguaje, no olvida que su cometido es contar y dejar que sea el lector quien saque sus propias conclusiones sobre lo narrado, pero tampoco que el lenguaje figurado de la poesía, empleado con oportunidad y mesura, puede dar mayor contundencia a la prosa: véase, como ejemplo, el bello final del libro, que cifra y potencia su centro. Alejado de esos prosistas que a fuerza de ser elevados o sublimes en todo momento y de buscar “la densidad de la poesía para la prosa” caen en la afectación y restan persuasión a sus imágenes por reiterativos, Serna hace avanzar la acción y guarda sus mejores vuelos líricos para el momento oportuno.
Si hay que hacerle un reproche al libro, se impone mencionar la relación de sangre entre dos personajes importantes que desafía un tanto nuestra credulidad y sobre todo el rescate militar digno de película de acción hollywoodense de las últimas páginas (evito dar más detalles para no perjudicar el argumento): defectos menores en una novela que cumple en varios frentes: el del mero esparcimiento, el de la crítica social, el de la indagación en nuestros dobles escondidos, maniatados, heridos, ávidos siempre por asomar el rostro y respirar aire puro.
La doble vida de Jesús, Enrique Serna, México, Alfaguara, 2014, 344 pp.
*Fotografía: “La doble vida de Jesús” es la octava novela de Enrique Serna/ Foto: Yadín Xolalpa/EL UNIVERSAL