La fotografía de El Universal Ilustrado: entre la tradición y la vanguardia
POR ARTURO ÁVILA CANO Y JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ
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Aquella fue una época de apertura y de gran sensibilidad estética. Las propuestas discursivas de retratistas clásicos y modernos, de pictorialistas y vanguardistas fueron ampliamente acogidas en las páginas de los semanarios ilustrados de algunos de los diarios más importantes de este país. A nadie se excluyó, fue así como a lo largo de varios años las fotografías de creadores tan disímbolos como Rafael García y Rafael Carrillo, dos fotógrafos por demás inquietos e ingeniosos, encontraron eco en publicaciones como El Universal Ilustrado, suplemento de EL UNIVERSAL.
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Aunque en algún momento de su trayectoria estos fotógrafos compartieron las mismas búsquedas e intereses estéticos, un estudio pormenorizado de sus imágenes permite observar el tránsito de un discurso que en un principio intentaba emular a la pintura mediante ciertos artilugios y temáticas, como el enfoque suave o borroso del cuerpo y los paisajes, hacia un discurso que buscaba destacar la particularidad y la independencia de lo propiamente fotográfico; esto se aprecia sobre todo en el caso de Rafael Carrillo.
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El acervo hemerográfico de El Universal Ilustrado contiene una gran cantidad de fotografías de Rafael Carrillo y Rafael García. Ambos gozaron de la simpatía de los editores, sobre todo García, a quien denominaban como su pequeño corresponsal gráfico. Con motivo del centenario de EL UNIVERSAL recobramos las creaciones de estos personajes que participaron en los derroteros de la fotografía mexicana del siglo XX.
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Del pictorialismo a la vanguardia
Rafael Carrillo fue un fotógrafo multifacético, fue redactor gráfico, pictorialista y vanguardista. Así lo demuestran algunos desnudos, distintos paisajes campiranos y sendos reportajes publicados en las páginas de El Universal Ilustrado. Los redactores de esta publicación afirmaban que pese a ser un fotógrafo “puramente comercial”, Carrillo lograba arrancar el alma a las cosas nuestras. “Por eso es ante todo un excelente fotógrafo mexicano”. Las fotografías publicadas en la edición del 8 de agosto de 1929, bajo el título “Algunos aspectos en suave penumbra de nuestras viejas iglesias perfumadas de leyenda”, confirman que este creador gustaba de enfoques delicados y sutiles, como era el gusto de la corriente pictorialista.
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En el texto “Los borrosos desnudos”, publicado en la revista Alquimia de enero-abril de 2011, el historiador Rubén Claro (seudónimo del investigador Carlos A. Córdova) inscribe los desnudos elaborados por Carrillo, publicados por El Universal Ilustrado entre junio y julio de 1930, como trabajos de notable linaje pictorialista. Claro, afirma que muchos fotógrafos se acercaban a los medios impresos para reproducir sus averiguaciones estéticas y naturalmente promover sus estudios. “Así lo hacía Rafael Carrillo, quién bautizó al suyo como Shadowland ”.
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Algunas fotografías de estudio elaboradas por Carrillo encontraron cabida en las páginas de este semanario. En las imágenes que forman parte de “Las nuevas danzarinas” del 26 de septiembre de 1929 observamos una complicidad entre fotógrafo y modelo. Carrillo fotografió a la actriz y bailarina Carmen Strabeau con un atuendo de “muchacha moderna”. El atuendo de Carmen consistía en lentes redondos, camisa blanca, corbata, saco, pantalón a cuadros y sombrero; entre este conjunto destaca otra imagen en la que Carmen luce un atuendo muy sensual y con diligencia para la lente de Carrillo.
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Rafael Carrillo se interesó también por la vanguardia. En determinadas imágenes es posible apreciar una geometrización del espacio mediante el predominio de las líneas diagonales y horizontales, como en las fotografías publicadas en la edición del 16 de octubre de 1930. Al parecer, al ir expirando la segunda década del siglo XX, Carrillo fue alejándose del pictorialismo para adentrarse en la búsqueda de las formas, hecho que lo acercaría a las propuestas de la vanguardia. Las naturalezas muertas publicadas el 4 de diciembre de 1930, constituyen una muestra de las experimentaciones con formas, luces y sombras; asimismo el conjunto de fotografías publicadas bajo el titular “El suave encanto de la ciudad de México”, del 19 de febrero de 1931, confirman que la mirada de Carrillo se había concentrado en la búsqueda de las formas, líneas y un ritmo visual que ambas proporcionaban a sus imágenes.
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La calidad del trabajo de Rafael Carrillo motivó al novelista y periodista español Alejandro Núñez Alonso, quien colaboró para importantes diarios de México, la escritura de un artículo en cuyo primer párrafo se destacaba que si la fotografía debía estimarse como un arte era debido no al mejoramiento mecánico ni al progreso técnico de “lentes, diafragmas y los resortes”, sino al equilibrio clásico y al sentido artístico del fotógrafo. Para Núñez Alonso, el fotógrafo debía situarse ante la modelo con la misma actitud de un buen pintor.
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En el texto, publicado el 8 de septiembre de 1932, afirmaba que el fotógrafo debía tener una “intención clásica” para recoger con su cámara aquello que veía, sin ninguna truculencia; sin embargo, la multiplicidad de los ángulos fotográficos ha puesto un desconcierto y generado una desorientación, lo que provocaba que la mayoría de los fotógrafos buscaran en sus modelos una parte exótica apelando a la originalidad como mérito artístico. “El fotógrafo actual que cuenta ya con un máximun de ventajas mecánicas para su arte, debe poner éstas al servicio de su sentimiento artístico y actuar con ellas con aquella humildad y aquella devoción conque actuaba el fotógrafo de fin de siglo…”.
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De acuerdo con Alonso, Rafael Carrillo era un fotógrafo clásico. “Tiene en su estudio los mejores lentes, las mejores lámparas y los más modernos aparatos para la consecución de excelentes fotografías. Y sin embargo Carrillo, que sabe que el fotógrafo es él y no la cámara, obtiene sus mejores fotografías con las más diversas cámaras, sean buenas o malas. Y es que él fotografía con esa actitud de humildad y devoción de los antiguos fotógrafos”. No obstante lo anterior, al momento de evaluar los retratos fotográficos de Carrillo, Núñez Alonso afirmaba que este era “irregular”; “no poseía un concepto determinado del retrato.” Al observar algunos estudios fotográficos que Rafael Carrillo publicó en las páginas de El Universal Ilustrado nos percatamos que Alejandro Núñez Alonso estaba juzgando las fotografías de este creador con parámetros estéticos del siglo XIX.
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Carrillo también ejerció el oficio de reportero gráfico. En particular, 1932 fue un año fundamental para sus imágenes. Sendos reportajes firmados por Casa Beltrán, y acompañados por las fotografías de este talentoso artista de la lente fueron publicados en los números de abril y diciembre del suplemento. En particular, en el trabajo intitulado “Cuando usted duerme”, podemos apreciar la técnica depurada de Carrillo para conducirse en escenas de escasa iluminación, así como la elección de ángulos y encuadres que otorgaron a sus fotografías un énfasis en las formas.
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En el artículo “Las manos en la fotografía de R. Carrillo”, del primero de diciembre de 1932, Casa Beltrán reflexiona sobre el arte de la fotografía y utiliza las imágenes de este creador para afirmar que de manera cautelosa, la fotografía ha ido introduciéndose en el terreno pictórico. “La fotografía concreta más cada día sus verdades y aunque trata de idealizar, de poetizar, de superrealizar a éstas, siempre en el peor de los casos se apega a la realidad inmediata, sin visión profética o abstracta”. Para este autor, el trabajo de Carrillo entraba en el terreno de lo pictórico y sus imágenes sobre las manos femeninas adquiría un carácter místico, una composición religiosa y una armonización maestra en el conjunto. Aparentemente Rafael Carrillo no abandonó del todo las propuestas estéticas del pictorialismo; sin embargo, sería un error juzgar su trabajo únicamente bajo los parámetros de esa corriente.
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El pequeño “Raflex”
Los redactores de El Universal Ilustrado no escatimaban elogios al momento de publicar las fotografías de Rafael García, conocido como “Raflex” o “el fotógrafo de más porvenir.” De acuerdo con ellos, las obras del “chaparrito fotógrafo mexicano” lo ubicaban ya en un lugar envidiable entre los “cultivadores de la lente en México”. García fue un fotógrafo viajero y un “amante de la naturaleza”, así lo demuestran las distintas imágenes de lugares como Mérida, Michoacán, Puebla, Taxco y Toluca, muchos otros más. Además, fue uno de los primeros fotógrafos en retratar las cumbres del Nevado de Toluca, del Popocatépetl y del Ixtlaciuahtl.
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Itala Schemelz, directora del Centro de la Imagen, destaca que Rafael García llegó a realizar viajes de más de 15 horas. “Cargaba consigo un pesado equipo fotográfico: una cámara 5×7, placas de magnesio para varios flashes, un tripie, etcétera”. En su faceta de “explorador y fotógrafo” García logró imágenes impresionantes como las captadas en el Popocatepetl y el Ixtlacihuatl, publicadas en la edición del 21 de febrero de 1929 del suplemento. En esas fotografías podemos apreciar las cumbres de ambos volcanes, enmarcadas por un paisaje nevado. Otras fotografías memorables son las que elaboró en la cumbra del Nevado de Toluca, que se publicaron el 29 de enero de 1931.
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Rafael García desarrolló un interés particular por la estética pictorialista, por los paisajes oníricos y los escenarios bucólicos. Mediante la elección estudiada de ciertos escenarios, el “fotógrafo artístico” buscaba destacar “bellos aspectos mexicanos” con el fin de resaltar las cualidades de calles, fuentes, arcos de haciendas o los frontispicios y las torres de distintas iglesia de pueblos y ciudades a lo largo de la república mexicana.
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En la edición del 28 de marzo de 1929 destacan dos fotografías en las que se concentra gran parte del discurso del chaparrito Rafael García. Esas imágenes sirvieron de pretexto para que los redactores evocaran “la vida clara y profunda de este desdichado país” que se estremecía por una nueva revuelta. En la primera de ellas observamos un grupo de mujeres lavando ropa a la vera de un río. García utilizó un grupo de árboles para imprimir ritmo a la imagen y además buscó el reflejo tanto de las mujeres como de los propios árboles. La fachada de una iglesia colonial, “perdida en cualquier pueblo de cualquier estado, fragante y humilde”, fue utilizada por los editores para rememorar a ese país apacible que se debatía entre conflictos sociales y políticos.
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/El asiduo colaborador de El Universal Ilustrado gustaba también de elaborar imágenes en claroscuro y experimentar con escorzos, tal como podemos apreciar en las fotografías publicadas en las ediciones del 11 de julio y el primero de agosto de 1929. Así en las fotografías del 26 de agosto de 1929, sobresale el claroscuro de los arcos de Querétaro, “la dulce ciudad colonial, cuyos puentes parecen trazar un suspiro de piedra entre las épocas idas y los tiempos que vienen”.
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El trabajo de Rafael García fue valorado por el jurado del concurso de fotografía artística organizado por la Secretaría de Educación Pública, que decidió otorgarle el segundo premio al “joven y pequeño fotógrafo”. De acuerdo con el redactor de la pequeña nota publicada el 13 de noviembre de 1930, la sensibilidad que García había desarrollado en las “muchas y constantes excursiones a los más bellos lugares del país, le ha hecho capaz de recibir tan honroso homenaje”. Aquella breve nota está acompañada por dos fotografías de García, elaboradas en “cualquier lugar, en cualquier tiempo”, es decir, no se hace mención concreta del número de obras con las que participó el “chaparrito” ni las obras que le permitieron obtener el mencionado reconocimiento.
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Las obras de Rafael Carrillo y Rafael García están a la espera de estudios más sosegados que permitan tener datos más certeros de sus inquietudes estéticas y de sus habilidades en la técnica fotográfica; para ello, el archivo hemerográfico de El Universal Ilustrado, semanario de EL UNIVERSAL, se constituye como un gran punto de arranque para los historiadores de la fotografía mexicana.
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FOTO: Rafael Carrillo fue un fotógrafo multifacético que explotó desde el desnudo hasta la foto de paisaje. / Archivo EL UNIVERSAL