La Garrapata, última gran revista de caricatura y humor
Fundada hace 50 años por Naranjo, Rius, Helioflores y AB, esta publicación rescató la tradición satírica de la prensa mexicana, silenciada durante décadas por el presidencialismo posrevolucionario
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
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La tradición de la caricatura en México ha tenido grandes altibajos durante los últimos cien años. Su época de oro fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando un grupo de caricaturistas liberales ejercieron la crítica abierta, sin consideraciones de militancia, ni mucho menos justificando los grandes errores que Benito Juárez cometía, o sus intenciones reeleccionistas.
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Durante esta época destacan dos de las mejores publicaciones de humor que se han realizado en nuestro país: La Orquesta, que tuvo cuatro épocas y se publicó desde 1861 hasta 1877, y El Ahuizote. Estas son parte de una constelación de publicaciones como El Impolítico, El Padre Cobos, La Carabina de Ambrosio, etc. Más de veinte publicaciones se realizaron durante esa segunda parte del siglo XIX.
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Ya en la primera década del XX, con los últimos años del Porfiriato, mostraron también una gran calidad, con El Hijo del Ahuizote, El Ahuizote Jacobino o el Colmillo Público; esta singularidad se refrendó durante el gobierno maderista cuando Multicolor, Ypiranga, El Hijo del Ahuizote y otras más hicieron trizas al presidente Francisco I. Madero.
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Pero el presidencialismo que emergió tras el nacimiento del Partido Nacional de la Revolución, en 1929, como un proyecto que buscaba consolidar la no reelección tras el asesinato de Álvaro Obregón, comenzó un estricto control de los medios de comunicación en donde la irreverencia de la caricatura no tenía cabida, mucho menos la caricatura política y, menos aún, la crítica al presidente en turno. El presidente Calles aglutinó a todos los partidos y ejerció un autoritarismo que gestó el llamado Maximato.
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Comenzó entonces una larga sequía de crítica política. Las revistas de humor empezaron a desvanecerse. Fueron escasas y efímeras a tal extremo que durante muchos años sólo aparecieron dibujos de humor blanco, caricaturas personales y costumbristas, todo alejado de la política y censurando cualquier caricatura dedicada al presidente en turno. (Un claro ejemplo es el libro Miguel Alemán. Cartones y caricaturas en donde la zalamería y el halago fácil componen prácticamente la mayor parte del libro).
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Debió empezar la década de los sesenta cuando el sistema político mexicano apretaba más y más para que aparecieran, aunque fuera marginalmente, diversas caricaturas criticando al presidente Díaz Ordaz. Eduardo del Río, Rius, tuvo una destacada participación en esta ruptura, lo que le costaría innumerables despidos en casi todos los diarios de entonces.
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En 1968, año fatídico en México, comenzó una nueva etapa de nuestra historia, la caricatura lo reflejó al mostrar una lectura crítica de un grupo de caricaturistas que abrían una brecha. La revista Por qué?, de Mario Menéndez, insertó una sección que era editada por Rogelio Naranjo y que contó con la presencia de Rius, Helioflores y Vadillo, pero sólo aparecieron cuatro números y el grupo se diluyó.
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Los meses duros que vivió la sociedad mexicana por el Movimiento estudiantil reavivaron las ganas de irrumpir en el escenario periodístico. Apenas había transcurrido un mes de la masacre del 2 de octubre, cuando el 8 de noviembre apareció La Garrapata. El azote de los bueyes en puestos de periódicos, la que ha sido, sin lugar a duda, la última gran revista de humor que sobrevivió sin publicidad y bajo una gran presión de parte del gobierno de Díaz Ordaz, que tenía como cancerbero a quien dos años después ocuparía la presidencia de la república: Luis Echeverría.
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Dirigida por un genial cuarteto, AB (Emilio Abdalá), Rogelio Naranjo, Helioflores y Rius, se presentaron ante los lectores con un homenaje al genial Posada en tres ámbitos: al jugar en la portada con uno de sus grabados (Los siete vicios), en el llamado final de la presentación editorial que señala que La Garrapata circularía “bajo la sombra protectora del ilustre aunque subversivo gordo José Guadalupe Posada…” y, por último, un pequeño cráneo (dibujado por Posada) que ilustraba la página.
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Durante la primera etapa de La Garrapata, con el cuarteto de moneros dirigiendo, se publicaron 32 números (casi un año) en donde hubo, como se tituló una de sus secciones, escrita por el cantante Óscar Chávez, “de chile de dulce y de manteca”.
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Cabe destacar que desde el primer número aparecieron verdaderas joyas de nuestra caricatura: La historia de Nanylko-Tatanilko, de Naranjo, que retrataba la masacre del 2 de octubre; la incursión de El hombre de negro, de Helioflores; AB, por su parte, presentó una historieta llamada Zócalo panteones. Justamente este número se publicó en fechas del Día de muertos y por eso dibujaron una sección denominada “A cada quien su tumba”, con un espléndido ejercicio de monumento mortuorio acorde a varios personajes de la política nacional. También apareció aquí El Pequeño Rius Ilustrado, que años después convertiría en libro.
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La Garrapata fue, además de una maravilla de obra de arte de la caricatura, una revista temeraria, capaz de enfrentar con gran inteligencia a un gobierno represor cuya tradición de control de medios fue uno de los gritos de protesta en las manifestaciones en el 68.
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Mucho que decir de la última gran revista de humor en nuestra historia. Números memorables como cuando dibujaron a Fidel Velázquez visto por los grandes pintores, o la publicación de una memorable entrevista a Octavio Paz realizada por Jean Wetz, corresponsal de Le Monde que nadie más publicó en México.
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Importantes intelectuales y artistas como Carlos Monsiváis, Oscar Chávez y Eduardo Lizalde, entre otros, tuvieron presencia en estas páginas.
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Se extraña ese catorcenario de humor y malas mañas que terminó en octubre de 1969 cuando caricaturizó a dos de los prominentes tapados (Luis Echeverría y Antonio Ortiz Mena). Ese número fue fundamental, sin duda, para que en los meses posteriores, ya con el primero en la presidencia, empezara a romperse el tabú y se iniciara una fuerte crítica al presidente en turno. Hubo dos épocas más, que en otro momento comentaremos.
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Después de La Garrapata no ha vuelto a existir una revista de esos tamaños estéticos y políticos —y con un carácter independiente—, ajeno a la publicidad oficial o a la militancia partidista y que viva de sus lectores. Su otro logro fue romper con muchos tabúes al criticar al ejército y a la policía. El presidente aún siguió incólume, pero como señalé, en el penúltimo número, con doble portada, se dio el primer aviso, sin duda, de lo que vendría.
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FOTO: Portada del número 3 de La garrapata. El azote de los bueyes./ Colección: Agustín Sánchez González.
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