La importancia de las librerías

Oct 22 • Lecturas, Miradas • 3397 Views • No hay comentarios en La importancia de las librerías

A pesar de su relevancia, en México no hay un censo preciso sobre las librerías del país, apunta el autor

 

POR HUGO SETZER

Los libros nos han acompañado una buena parte de la historia de la humanidad y han sido fundamentales para la preservación y la diseminación del conocimiento en toda sociedad alfabetizada.

Tenemos registro de las primeras librerías desde el año 300 antes de Cristo, en Roma y Atenas. En la Roma antigua florecieron las tabernae librariae, que vendían libros en forma de hojas de pergamino encuadernado. Aunque una biblioteca en casa era un lujo que solo podían darse las familias más acomodadas, las primeras librerías tuvieron un gran auge.

Pero el verdadero desarrollo de las librerías, así como de la industria editorial, se dio tras la invención de la imprenta moderna con tipos móviles, por parte del inventor alemán Johannes Gutenberg, hacia 1450.

Es posible afirmar que los dos factores, uno tecnológico y el otro legal, que incidieron en forma determinante para una industria editorial y un comercio del libro sin precedentes hasta entonces, son la invención de la imprenta y la regulación sobre el derecho de autor.

En el México contemporáneo, uno de los eslabones más débiles de la cadena del libro son las librerías. La verdad es que hace falta un censo adecuado de librerías, porque los números de las diferentes fuentes varían de 600 hasta alrededor de 2 mil 500. Para quienes cuentan 2 mil 500, a los editores nos interesaría saber dónde están.

En Alemania, un país de una extensión territorial de aproximadamente el tamaño del estado de Chihuahua y con una población de dos terceras partes de la de México, hay como 3 mil 500 librerías. No por nada Alemania es una de las potencias editoriales del mundo.

Uno de los principales impedimentos para que pudiera haber más librerías en México es la falta de políticas públicas en favor del libro y la lectura, como motores de desarrollo cultural y económico del país.

A lo largo de los últimos 30 años he podido revisar diversos planes de fomento a la lectura de gobiernos de todos los colores. La mayoría de las veces, el “plan” no es más que el establecimiento de más librerías operadas por el gobierno, como las de Educal y las del Fondo de Cultura.

Es muy atractivo para un gobierno poder afirmar que publica y distribuye libros, sin embargo, el alejarse de las tareas esenciales de un gobierno para entrar a competir en actividades que los particulares sabemos hacer mejor, es un grave error.

Algo que sí funcionó muy bien en su momento, fue el establecimiento de bibliotecas escolares y de aula, hace como 20 años. Fue un programa ejemplar mientras duró, pero muy pronto los recursos presupuestales se agotaron y el programa prácticamente falleció de inanición. Es una pena. Pero así nos pasa con las políticas públicas en nuestro país, que son sexenales. Y cada nueva administración que llega critica todo lo anterior y comienza de cero.

Un motivo de optimismo es que, mientras escribo estas líneas desde la Feria del Libro de Frankfurt, en la tierra de Gutenberg, recibo la gran noticia de que el Senado de la República acaba de aprobar por unanimidad el Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, en materia de precio único y libro electrónico.

El precio único es un sistema que funciona en infinidad de países, como Alemania, España y Francia, entre otros, y que hace posible una mayor biblio-diversidad. Las librerías de barrio cumplen una tarea esencial en llevar al público lector obras de todos los géneros literarios, de tiros cortos, de editoriales independientes, de autores poco conocidos.

Las pequeñas librerías no podrían subsistir sin este esquema, pues no pueden competir con los grandes jugadores, quienes con frecuencia se concentran en las novedades y los “best-sellers” editoriales. Desde un punto de vista puramente económico, uno podría argumentar que quien no pueda competir debe cerrar sus puertas. Pero resulta que las librerías no venden refrescos de cola. Tienen un acervo increíble de títulos y autores diferentes, que debemos de fomentar.

Por eso es que el precio único funciona tan bien en tantos países y es defendido por todos los participantes en el mercado del libro, pues contribuye de manera indiscutible a una mayor biblio-diversidad. Finalmente se establecen reglas claras para su operación en México.

Uno de los puntos que quedan pendientes es el tratamiento de la tasa cero de IVA para el libro. Por alguna extraña razón, la tasa cero para el libro en México únicamente aplica para quienes producimos libros y revistas, pero no para quienes los comercializan.

Resulta que, al elaborar y comercializar libros y revistas, se deben hacer pagos de muchos gastos que para editores y libreros causan IVA. Las reglas de la tasa cero establecen, por lo general, que a las empresas que crean y venden productos gravados con tasa cero, se les devuelve el IVA que pagaron en el proceso. De lo contrario todo el esquema no serviría para nada, puesto que ese IVA se convertiría en un costo que al final se vería reflejado en el precio de venta de esos productos.

Pues para el libro, quienes resultan castigadas de manera inexplicable son las librerías, pues deben registrar como un gasto y absorber todo el IVA que deben de pagar.

En todo el mundo se ha comprobado que los países que tienen una tasa reducida o incluso cero de IVA fomentan el libro y la lectura. Pero, desde el punto de vista de las librerías, les convendría más que los libros causaran la tasa normal de IVA, que las cosas como están. Las librerías están en el peor de los mundos posibles. Es algo que debe de cambiar pronto.

Erasmo de Rotterdam (1466-1536), filósofo humanista, filólogo y teólogo cristiano neerlandés, es considerado como uno de los más grandes eruditos del Renacimiento nórdico. Dijo que “Cuando tengo un poco de dinero, compro libros y, si me queda algo, compro comida y ropa”.

Necesitamos más librerías, para que, como Erasmo, podamos comprar más libros y que, a través de la lectura y el conocimiento, logremos combatir al fantasma de la ignorancia y aprendamos, en los libros, empatía y tolerancia, cada vez más importantes en un mundo convulsionado como el actual.

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