“La memoria se construye a partir de retazos”
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Novela ganadora del XV Premio Internacional de Narrativa UNAM-Siglo XXI- Colegio de Sinaloa, Chernóbil es un rompecabezas de la catástrofe nuclear de esta ciudad ex soviética con resonancias en una familia mexicana marcada por la desaparición del padre y el suicidio de una de las hijas
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POR YANET AGUILAR SOSA
En Chernóbil, la escritora Iliana Olmedo edificó una novela que es una educación sentimental; la historia de una generación que creció en un mundo que ya no era bipolar, al final de la era soviética, y atestigua la destrucción gradual y sostenida de un México que sobrevive al terremoto del 85 y a la explosión de San Juanico; una generación que tiene que hallar la manera de encontrar un lugar en ese mundo.
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Chernóbil, novela ganadora del XV Premio Internacional de Narrativa 2017 que otorga la UNAM con Siglo XXI Editores y El Colegio de Sinaloa, opera como un rompecabezas de la memoria, una historia que se arma con retazos de vidas pasadas y en donde el suicidio termina por hacer explotar la historia de una familia mexicana que se vio impactada años atrás por la explosión del reactor cuatro de la planta nuclear de Chernóbil.
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“Lo que intentaba era ver los efectos de la historia grande sobre la historia individual, sobre la historia pequeña, la historia de la familia y de las personas; por eso encontré que el diario me servía mucho para explicar a este personaje y explicar a su familia, que al final es una historia de familia pero enfocada en tres personajes: la protagonista, la hermana y el padre”, afirma la doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona y autora de Itinerarios de exilio. La obra narrativa de Luisa Carnés (Renacimiento, 2014).
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Olmedo quiso indagar en el efecto que tiene que el padre creyera en la energía nuclear y cómo su sueño termina con la explosión de la planta nuclear en Ucrania, en 1986, pero va más allá y explora todo lo que viene después de ese hecho mundial que ha sido bien abordado por muchos, como Svetlana Alexievich, Premio Nobel de Literatura 2015.
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En entrevista, la narradora habla de Chernóbil, una historia reconstruida por la protagonista Daniela Arenas, fotógrafa de pájaros que vuelve a su casa de la infancia obligada por el suicidio de su hermana Paula.
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¿Por qué es necesario ver qué tanto somos afectados por las tragedias universales?
Es necesario porque además en esos años, finales de los ochenta, pasaron varias catástrofes: el temblor del 85, San Juanico, Chernóbil, pero como yo quería hablar sobre la energía nuclear, una historia que en México no es muy conocida —y también que tocaba directamente a mi familia porque mi papá era investigador en energía nuclear y tenía todo un grupo de investigación que quería desarrollar la producción de energía—, por eso elegí Chernóbil: es un tema que se repetía y me interesaba también para describir a la generación de nuestros padres que creían en el comunismo. Era un mundo muy dividido, nada que ver con el de ahora, totalmente caótico. La propaganda electoral nos lo confirma. Antes parecía todo muy claro, pero un buen día pasa lo de Chernóbil y luego viene la caída del Muro de Berlín, la Perestroika, y se termina el comunismo, pero entonces ¿qué nos heredaron nuestros padres, salvo este ideal?
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¿Una generación vulnerable?
Somos una generación que tuvo que reconstruir un ideal y los efectos que tuvo alguna vez; una generación un poco aniñada, por eso quería que hablara la niña —personaje de la novela—, porque es una niña que intenta crecer y no puede y tiene muchas dificultades en la adolescencia para entender este mundo que se reconfiguró y sus hermanos son el ejemplo de que todo es caótico. Es una familia muy caótica.
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Hay aquí, en la historia de la familia Arenas, muchas historias fragmentadas.
Es que la memoria se construye a partir de retazos, no es lineal. Siempre hay una reconstrucción que se hace en el presente. Yo originalmente la había escrito lineal. Era el pasado y el presente, pero cuando empecé a tratar de construir esta memoria del padre pensé que lo mejor era dividirla porque cuando tú recuerdas y pasas de 1986 a 1991, por ejemplo, y cuando quieres reconstruir la memoria de alguien que murió, piensas en esa persona en distintas etapas de su vida y en la relación que tenías con ella.
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Tenía que ser un relato fragmentado, una especie de rompecabezas, que al final el lector construyera esa propia imagen que él quería de la historia, de lo que le había pasado a la hermana que termina suicidándose; por eso empieza hablando de la hermana, quiere construirla. Daniela piensa que es la historia de su hermana Paula pero en realidad es la historia del padre y de toda la familia.
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Daniela y Paula son polos opuestos como en el mundo de entonces que era bipolar.
Paula es el alter ego de la protagonista desde que era niña. Es más frívola. Está más en el mundo y parece que es más apta para sobrevivir, parece que lleva mejor su vida, pero en realidad va conteniendo todo, así como en Chernóbil, donde la radiación está contenida, donde se estaba tratando de mantener un orden que explota. Así está la locura que tiene la hermana hasta que llega el suicidio que modifica a toda la familia.
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¿Tu novela Chernóbil representa la explosión más cercana al suicidio?
Lo que sucede en Chernóbil es un daño físico que modifica la vida de la protagonista porque termina el proyecto del padre y esto les cambia a ellos el destino; muchas veces pensamos que lo que pasa fuera no nos toca, pero en realidad hay episodios que aunque parezcan lejanos siempre modifican la estructura del mundo. La estructura es a corto y a largo plazo, y aquí fue el final de la Unión Soviética, que también es el final de los ideales de un mundo que podía tener otra manera de crecer que no fuera el capitalismo; y se acaba al mismo tiempo en la familia de ella esa esperanza.
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Iliana Olmedo concluye su exploración sobre Chernóbil, un trabajo que comenzó a esbozar en 2006. Ha comenzado a indagar y a documentarse para su siguiente proyecto. Le interesa el tema de la adolescencia: quiere saber cómo se construye ésta al tiempo que comienza a trabajar historias del Holocausto.
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“Tengo la teoría de que un espacio tan cerrado como la escuela empieza a estructurarse como un campo de concentración: hay jerarquías y personas que cumplen órdenes, y la adolescencia es seguir lo que hacen los demás”, dice.
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Foto: Iliana Olmedo, autora de una novela en donde un fatal suceso lejano, en la antigua Unión Soviética, termina siendo clave para una familia mexicana. / Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL
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