La novela, los diálogos, las cartas

Nov 25 • destacamos, principales, Reflexiones • 1908 Views • No hay comentarios en La novela, los diálogos, las cartas

 

En esta segunda entrega, la autora explica cómo los Fragmentos del Diario, de Marie Bashkirtseff, la motivó a proponer una conversación literaria

 

POR ETHEL KRAUZE

Cosecha de mujeres

Las tres que nombran este título, como dije en la primera parte, son fruto de la cosecha de mujeres que me he propuesto como activismo literario de los tiempos presentes, a la que me he dedicado todo este año. La vez pasada, conté la historia detrás de la novela, Samovar (Alfaguara, 2023). Ahora, exploremos los diálogos y en una tercera parte, lo haremos con las cartas.

 

Diálogos poéticos: creadoras y académicas (UNAM, 2023). Todo libro nace de otro libro que nace de otro libro. Éste no es la excepción sino su fundamento. Las cosas aparecen de pronto. Sin embargo, seguramente los encuentros son fruto de una larga maduración de los instintos, las necesidades y las afinidades. Así, un día de 2020 descubro el poema Autodefinición, de Teresa Wilms Mont, escrito en 1920 y dirigido a la mujer que habrá de leerlo 100 años después:

 

Soy Teresa Wilms Montt
y aunque nací cien años antes que tú,
mi vida no fue tan distinta a la tuya.

Yo también tuve el privilegio de ser mujer.
Es difícil ser mujer en este mundo.
Tú lo sabes mejor que nadie.
Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida.
Destilé mujer.
Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.

Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada,
por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú
sin embargo te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt

 

No quedé incólume. Sobra explicar por qué, si eres poeta y eres mujer. Lo llevé a uno de mis talleres literarios, para que cada autora le respondiera a Teresa con un poema propio. La primera en hacerlo fue Gela Manzano, profesora de la Universidad Autónoma de Guerrero y miembro del SNI, se da su tiempo para pulir su obra en mi taller.
La posibilidad de dialogar con una poeta a través del tiempo nos envolvió. Empezamos a buscar a otras, hicimos listas, imaginamos un proyecto donde seguiríamos este camino juntas. ¿Por qué sólo nosotras? Hagamos diálogos extendidos, invitemos a otras poetas. ¿Y qué tal si añadimos ensayos sobre estos diálogos? Claro, invitemos a académicas. Seguramente encontraremos quienes quieran sumarse a esta aventura. Las mujeres nos necesitamos unas a otras, sabemos que juntas podemos hacer el cambio que en solitario ha sido tan tristemente limitado.
En el transcurso de esta travesía ocurrió otro descubrimiento, podría decir una sacudida que me quitó el aliento: la publicación de Fragmentos del Diario, de Marie Bashkirtseff, edición de la UNAM, 2020, con selección, introducción y prólogo de María Teresa Priego Tapia. Esta maravillosa obra inicia con un epígrafe de la propia Marie: “Pero, si no soy nada, si no debo ser nada, ¿por qué esos sueños de gloria desde que pienso? Llegará un día en que por toda la tierra mi nombre de oirá a la manera de un trueno”.

 

Y dice María Teresa en el prólogo, prefigurando este diálogo tan imposible y necesario con mujeres de otros tiempos:

 

Su nombre como un trueno. Heme aquí, más de un siglo después, pensando en Marie. (…) Imaginando una Marie del siglo XXI, con una lata de aerosol en la mano, grafiteando muros. Una Marie sin corsé. Dando la pelea en la plaza pública. La escritura de Marie, su vida breve, su ruego repetido por no ser olvidada. La rebeldía. Su cuerpo adolescente condenado a la muerte. (…) Hay voces femeninas, sin embargo, que atraviesan los siglos. Nostalgia y gratitud por ellas. Esas mujeres hicieron la travesía, como escribe Colette Cosnier: “De la aguja a la pluma”. Marie dio la pelea en ese ambiente suyo de encajes, gestos retenidos y samovares de plata. Con su escritura y con su pintura.

 

Me hundí como en un precipicio en el mar de estos fragmentos de diario, Marie tenía prácticamente la misma edad que Anna Frank cuando escribía el suyo desde el tapanco de Amsterdam donde se refugiaba de la Gestapo, poco más de un siglo después. Desde que leí a Anna Frank, justo a los trece años de edad cuando mi madre supo que yo escribía profusamente un diario, puso el libro en mis manos, diciéndome “tienes que leer esto”, no he dejado de dialogar con la jovencísima Anna que sigue alimentándome como si me hubiera pasado una estafeta con el lema: tú sobreviviste, escribe, escribe, escribe. Ya nos ha lanzado Virginia Woolf el mensaje: “Mujeres, escriban, escriban, que han estado silenciadas durante siglos”. Cuando Marie llegó a mis manos, gracias al enorme trabajo de María Teresa Priego Tapia, otra flor nació dentro de mí, otra voz que clama en el desierto del tiempo para que seamos las mujeres de hoy quienes reguemos y revivifiquemos el jardín de las mujeres que se soñaban escribiendo.

 

Algunas de las frases de Marie fueron el impulso impostergable para hacer realidad estos diálogos poéticos entre creadoras y académicas:

 

“Me haré tan fea que seré libre como un hombre”, “Me siento más enojada que nunca de estar condenada a la oscuridad de la carrera femenina”, “Encontrarán mi diario, mi familia lo destruirá después de haberlo leído y pronto no quedará nada de mí, nada…”, “La mujer antes del matrimonio es Pompeya antes de la erupción, y la mujer después del matrimonio es Pompeya después de la destrucción”, “No tengo de mujer sino la envoltura y esa envoltura es endiabladamente femenina; en cuando al resto, es endiabladamente otra cosa”, “¡Las mujeres no serán jamás sino mujeres! Sin embargo… Si fueran educadas de la misma manera que los hombres, la desigualdad que deploro sería nula y no quedaría sino aquella que es inherente a la naturaleza misma. Y bien, diga yo lo que diga, hay que gritar y ponerse en ridículo (dejaré ese cuidado a otras) para obtener esa igualdad en cien años”.

 

En medio de estas imprecaciones, Marie va contando su pasión por leer, por escribir, asistir a museos, a conciertos, dialoga con sus autores, hace crítica, crónica, ensayo, mientras la familia y la sociedad que la rodea la empujan a elegir un buen partido y a los cotilleos domésticos. La última frase que escribe en su diario es tan literal como simbólica: “Me es demasiado difícil subir la escalera”.

 

Todas las autoras con las que aquí dialogamos podrían haber firmado esta frase, dramática e increíblemente actual. Es necesario responderles y mirarnos desde ese pasado que sigue acechándonos para que podamos construir el futuro que queremos legar.

 

Escribir con ellas y sobre ellas. Reescribir una historia en común. Éste es el objetivo que Gela Manzano y yo nos propusimos al invitar a algunas de nuestras colegas, admiradas y leídas, a las que pudimos acercarnos. Cada una eligió a su autora y no hubo más criterio que el de la pasión, como creemos que debe hacerse el trabajo literario. La cosecha es este libro recién estrenado.

 

Kyra Galván y Myriam Moscona coinciden en la inevitable Sor Juana Inés de la Cruz, con retornos diferentes y sugerentes al Primero sueño. Kyra hace propios varios versos de su autora para escribir su sueño, ese “otro sueño” en el mundo imposible del presente; mientras que Myriam lee el poema con sus notas y apuntes para reconstituirlo en su intelección. Sandra Lorenzano nos lleva al universo de Ana Ajmátova que es, de muchos modos, su propio universo de origen, con aromas rusos, cómo, si no, habría de escribir “Anna me lleva de la mano y yo tomo la de mi abuela niña”; y Dainerys Machado Vento retoma a la enorme Gertrudis Gómez de Avellaneda, pues, como su autora, ha nacido en Cuba y ha emigrado, dicen que “la poesía de la Avellaneda es cubana e imprescindible, tanto como su teatro es profesional y español”, pero Dainerys nos confiesa: “Si tantos años después me siento a escribir sobre ella y me llegan todos estos recuerdos es también porque quiero cuestionar todo lo que me han contado”; Angelina Muñiz-Huberman se decanta por la inteligencia de María Zambrano y desde el arranque confiesa el porqué: “Parte de su obra, nació por gracia y desgracia del exilio. Ese toque de circunstancia, nacida yo en el exilio, nos unió”, y, Carmen Nozal, por el verso “que no se quiebra” de Dolores Castro, quien fue jurado en un premio que obtuvo, y le aprendió que “la energía poética te toma o te abandona”; Claudia Salvia dialoga con las visiones de Clarice Lispector, quien “busca una identidad líquida, libre en su expresión y liberada de modelos” y, Julia Santibáñez, con la sonoridad de Idea Villariño, su poeta predilecta, de quien nos revela que sus textos “son edificios de construcción cuidada y de una cabalidad simétrica que el azar no regala”; Rosario Swanson vuelve a la fuente incesante de Rosario Castellanos y cómo “la búsqueda de significado propio en cuanto a escritora va de la mano con sus raíces profundas”, y Marisa Trejo Sirvent nos presenta su visión aguda de Alaíde Foppa, quien fue su maestra: “Nos hizo ver no solamente la historia del feminismo, sino también nos hizo reflexionar sobre nuestra propia realidad como mujeres latinoamericanas, y de esta forma, comprender también el mundo en que vivimos”; finalmente, Paulina Vieitez Sabater nos regala una triple trenza de versos con los que anuda a Emiliy Dickinson y Alejandra Pizarnik.

 

 

 

FOTO: Pintura En el estudio de Marie Bashkirtseff, 1881, colección Museo de Bellas Artes de Dnipropetrovsk, Dnipro, Ucrania. /Bridgeman Art Library

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