La piedra fundacional

Sep 6 • principales, Reflexiones • 4688 Views • No hay comentarios en La piedra fundacional

 

POR FAUSTO HERNÁNDEZ TRILLO 

 

El origen del Fondo de Cultura Económica no se entendería sin revisar el desarrollo de la economía como disciplina en México.

 

Para inicios del siglo XX, la economía tenía ya cerca de cien años de existencia y, con ello, de profunda discusión de los problemas más apremiantes. El primer departamento académico de economía del mundo había sido fundado en 1827 en Inglaterra, en memoria de David Ricardo, por la University College de Londres (aunque para 1752 Adam Smith enseñaba ya economía política como parte de su curso de filosofía moral en la Universidad de Glasgow, en Escocia). Por su parte, la primera revista académica del mundo se publicó por vez primera en 1886 en Estados Unidos, el famoso Quarterly Journal of Economics (del que se dice que inspiró el nombre de El Trimestre Económico). Dos años después los ingleses fundan su primera revista, The Economic Journal, en 1888. El siglo XIX, pues, presenció el inicio de la economía como disciplina y la discusión de grandes problemas económicos de la época en sus páginas, lo que incluyó a pensadores como Ricardo, Marx y Marshall.

 

Por otra parte, en Estados Unidos los departamentos universitarios de economía ya habían sido fundados: Harvard (1872), Stanford (1891) y Chicago (1892), entre otras. Ello significaba que en su interior se ofrecían argumentos para la toma de decisiones en materia de política económica. Para inicios del XX, la disciplina se consolidaba como tal. Recuérdese que en 1911 se publica la que hoy se considera la más reputada revista académica del mundo, American Economic Review. En toda esa amplia gama de revistas se discutían ya los grandes problemas económicos.

 

Mientras tanto, México atravesaba una época azarosa en materia social, política y económica, que comienza incipientemente a apaciguarse hacia la segunda mitad de la década de los años veinte. Para esas fechas se realizan avances económicos significativos. Por ejemplo, se crea el Banco de México y se introduce por vez primera el impuesto sobre la renta, ambos en 1925. Desafortunadamente, en 1929 estalla la crisis financiera más grande de la historia y México no escapó a sus estragos.

 

¿Qué debía hacerse en términos económicos? ¿Cuál debería ser la respuesta de México ante tal hecho? Si bien los funcionarios mexicanos estaban al tanto de lo que se debatía y hacía en otros países, no existía un canal para la discusión y difusión de las ideas y de las posibles soluciones y acciones a seguir. Aquí es donde Daniel Cosío Villegas jugó un papel fundamental para diseminar el conocimiento en economía y reconocerla en el país como una disciplina en sí misma.

 

Así, en 1929 instaura una cátedra en economía en la antigua escuela de jurisprudencia de la UNAM y publica la revista Economía, que pronto desaparecería. Cinco años más tarde crea El Trimestre Económico, junto Eduardo Villaseñor, otro ilustre economista mexicano. Esta revista tuvo un éxito inusitado ya que no solamente difundió, con traducciones, el conocimiento que se generaba allende las fronteras sino que también se ocupó de problemas que la economía mexicana atravesaba, algo que fue pionero en toda América Latina. Por ello, posteriormente se convertiría en la revista académica considerada más “latinoamericana” por la fuerte promoción de lo que algunos comenzaron a llamar el pensamiento económico latinoamericano.

 

 

Fue tal el éxito que en septiembre de ese mismo 1934 se anuncia en el tercer número del Trimestre (en su contraportada) la creación de un fondo (fideicomiso) para promover la cultura en economía; de aquí el nombre de Fondo de Cultura Económica (FCE). Para inicios de 1935 se publican los primeros dos libros: El dólar plata de William P. Shea y Karl Marx de Harold J. Laski, con sendas traducciones de los reconocidos escritores Salvador Novo y Antonio Castro Leal, respectivamente. Se inicia así un proyecto para preparar a jóvenes técnicos capaces de comprender los complejos problemas que iba a representar la conformación de una economía moderna. Por otra parte, el FCE se impuso como objetivo mantener informados a sus lectores sobre los problemas económicos y las aportaciones técnicas de mayor significación.

 

 

En suma, el fin original de El Trimestre y del propio FCE era “remediar la falta de un conjunto sistemático, educativo, de libros y escritos en economía en español”, como explicó Óscar Soberón en el volumen 50 de El Trimeste Económico, en 1984.

 

Desde entonces el FCE ha publicado un buen número de obras sobre economía de autores de lengua extranjera que incluyen La riqueza de las naciones de Adam Smith, El capital de Karl Marx, Principios de economía política y tributación de David Ricardo, la Teoría general del empleo, el interés y el dinero de Keynes, Ensayos sobre bienestar social de Arrow, La desigualdad económica de Amartya Sen, varios títulos de Hirschman, entre muchos otros, y de latinoamericanos como Cosío Villegas, Aníbal Pinto, Celso Furtado, Raúl Prebisch, Víctor Urquidi, Fernando Henrique Cardoso , Rolando Cordera, entre muchos otros.

 

Con el crecimiento del FCE su oferta editorial se extendió primero a otras áreas de las ciencias sociales como sociología, política (se publicó sin éxito una revista llamada El Trimestre Político), historia, filosofía y antropología; muy poco después alcanzó la literatura. Hoy día se cuenta con una importante colección de libros para niños y de divulgación de la ciencia.

 

Este inusitado éxito editorial ha naturalmente impactado en la importancia de la colección de libros sobre economía en el catálogo general. Por ejemplo, el número de esa clase de obras en la primera edición del catálogo, sin considerar El Trimestre ni la colección Lecturas de El Trimestre Económico, alcanzó un promedio de 11.4 libros por año para el periodo que va de 1935 a 1981. El pico de la economía en la historia del FCE se alcanzó en el periodo 1961-65 con 15.4 títulos nuevos en promedio anual. Desde los inicios de la década de 1980, el promedio difícilmente rebasa las 3 novedades por año. Incluso hubo años en que sólo se publicó un título. En cuanto a Lecturas de El Trimestre Económico, desde su creación en 1974 y hasta 1981 se publicaron más de 60 títulos, un promedio de 7.5 libros por año. Hoy día se publican sólo uno o dos anualmente.

 

Eso debe interpretarse en su justa dimensión. Primero, a partir de los ochenta la disciplina se tecnificó mucho y el oficio de los economistas se desvió en mayor medida a la producción de artículos académicos por sobre los libros. Segundo, y relacionado con el anterior, esta cuantificación/sobreespecialización alejó a los lectores de otras disciplinas afines, como la sociología y la política, lo que hizo menos atractivo para el FCE la publicación de obras de economía. También en Estados Unidos la publicación de libros de economía, excluyendo los textos universitarios, se redujo considerablemente entre 1980 y 2000. Tercero, los inicios de la década de 1980 recibió al país con una crisis de deuda que vio reducido el presupuesto de la editorial; con el cambio de estrategia de la década de 1990, el nivel presupuestal no volvió a proporciones previas a la crisis. Por último, inevitablemente la propia política editorial de la institución cambió en favor de otras temáticas.

 

El último factor no necesariamente es malo: como dicen los economistas, pudo ser endógeno a los primeros dos. Sin embargo, debe decirse, es completamente aceptable y válido (y en algunos casos hasta deseable) que alguna administración editorial prefiriera otros campos editoriales. No es el objetivo aquí hablar de ello. Lo que es cierto es que a la propia economía, a nivel mundial, le interesó poco captar lectores no afines al campo. Las obras de economía en el mundo se concentraron en aquellas destinadas a la enseñanza (libros de texto) y aquellas que se dirigían a un lector que necesitaba una sobreespecialización para entenderlo. No creo que estos deban desaparecer, pero algo tiene que cambiar.

 

No es coincidencia, pues, que a partir del presente milenio la propia disciplina haya ido retransformándose a sí misma en algún sentido. Por ejemplo, recientemente los economistas han vuelto a la difusión del conocimiento de la disciplina, sin abandonar su investigación más científica. Muchos investigadores connotados en la academia mundial escriben ahora también obras para alcanzar públicos más amplios. Sólo por citar dos casos exitosos —de muchos—: Freakonomics de Steven Levitt (escrito con el periodista Stephen J. Dubner) alcanzó la categoría de bestseller de The New York Times y Development as Freedom de Amartya Sen (Nobel de Economía) es uno de los más consultados por lectores no entrenados en economía pero con intereses en desarrollo económico. Aclaro, hay una nueva corriente por difundir más la investigación en la disciplina mediante la reescritura (digamos la “traducción”) de sus resultados en un lenguaje más llano para públicos no especializados. Incluso ahora podemos apreciar investigación (sin la reescritura) de más fácil acceso publicada en formato de libro y en editoriales con amplia distribución (tal es el caso de los libros de Reinhart y Rogoff, o de Piketty, a los que me refiero más adelante).

 

Este incipiente cambio cultural de los economistas ha renovado el interés de las casas editoriales por publicar en español más novedades sobre economía. El FCE no es ajeno a ello y ha relanzado con un respetable ímpetu la publicación de libros de la disciplina. Por citar algunos ejemplos representativos: se publicaron ya los libros de El ascenso del sector público de Peter Lindert, Esta vez es distinto de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, Más allá de la mano invisible de Kaushik Basu, y están por aparecer más: primero el libro más vendido recientemente en las ciencias sociales, El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty y, segundo, Escasez de Sendhil Mullainathan y Eldar Schaffir, que constituye un resumen muy accesible de su teoría, que previamente fue publicada en revistas científicas.

 

El reto editorial ahora es, entonces, publicar también libros de difusión de la disciplina (pero basados en conocimiento científico para mostrar que el estudio serio y riguroso puede tener aplicabilidad y a la vez ser asequible), escritos por economistas de habla hispana. La corriente está ya en marcha en el extranjero, donde va consolidándose, y debiera seguir en la región para responder a este nuevo impulso en la promoción de las ciencias sociales entre un público joven, menos acostumbrado a los libros de papel y más a la tecnología. Es deber de los economistas y los científicos sociales en general escribir libros que motiven y atraigan a las nuevas generaciones. Baste recordar que en el mundo entero la matrícula en ciencias sociales (y no solo de economía) en las universidades ha experimentado un retroceso importante. Esto se debe en parte a que no nos preocupa difundir la utilidad de nuestra investigación, mediante escritos más accesibles para un público que está cambiando por diversos motivos.

 

Eso no significa que el FCE renuncie a los libros que tradicionalmente ha publicado, pero sí que explore este nuevo mercado que está creciendo en el resto del mundo. Para ello es importante que el FCE se relacione más activamente con las universidades de América Latina y el resto del mundo (existe un buen número de economistas de la región en las universidades del mundo) y converse más con sus integrantes para sumarse a sus proyectos y con ello a la publicación de los mismos.

 

Nuevamente, es necesario que los economistas de la región produzcan más conocimiento científico pero que sean capaces de difundirlos a un público más amplio, y que se resalte la importancia de la creación de ese conocimiento. Esto ayudaría a recuperar en parte la misión original del FCE. Pero ello implica un cambio cultural e institucional importante, que para el caso mexicano incluye no sólo al FCE sino también al Conacyt y a las propias instituciones de educación superior. (Agradezco los comentarios de Tomás Granados).

 

Visiting Fellow en el Kellogg Institute for International Studies de la Universidad de Notre Dame y director de El Trimestre Económico.

 

*Fotografía: Daniel Cosío Villegas / Fotos del libro “Historia en cubierta. El FCE a través de sus portadas”.

 

 

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