La redención por la música: Nick Cave

Ene 6 • destacamos, Lecturas, Miradas • 2658 Views • No hay comentarios en La redención por la música: Nick Cave

 

El músico australiano publica Fe, esperanza y carnicería, un libro testimonial de su dolor ante la pérdida, donde se entrelaza la religión y la música

 

POR JOSÉ HOMERO
“Me parece que en tus canciones, Nick, has emprendido un viaje al estilo Jung para examinar tu sombra y todas las cosas oscuras que no quieres ser… Son como viajes al subconsciente y por eso su carácter pesadillesco”, le dijo Shane MacGowan a Nick Cave en febrero de 1989, durante una entrevista que el New Musical Express, el influyente semanario musical británico, realizó con ellos y Mark E. Smith (de The Fall).

 

No deja de ser curioso que esta observación casual cifre todavía la esencia de la narrativa de Cave, incluso en su trayecto personal; ni que uno de aquellos periodistas fuera Seán O’ Hagan —el otro fue James Brown, homónimo del cantante—, coautor de Fe, esperanza y carnicería. Aunque en este libro de conversaciones el músico declare su fe y su convicción de la naturaleza positiva de la religión, y razone la importancia que atribuye al dolor y el papel del arte en la sociedad, lo cierto es que para Cave, según asienta en varios momentos, la vida es esencialmente un viaje. Recapitulando sus conceptos, dicho recorrido cumple con las etapas del viaje heroico apuntado por Jung y desarrollado por Joseph Campbell en El héroe de las mil caras.

 

Con el modelo de las entrevistas realizadas por The Paris Review, O’Hagan le propuso al compositor elaborar un libro que explorara los principales temas de su cancionero a través del diálogo. Al principio había pensado escribir un libro de ensayos sobre la concepción de la religión y la forma en que Cave escribe sus canciones. Y aunque las charlas rozan muchísimos asuntos, incluido el momento cultural y el puritanismo implícito en varias manifestaciones de la cultura de la cancelación, finalmente son esos dos temas los que encauzan los dos primeros capítulos y permean todas las conversaciones, por lo que podría aseverarse que la religión y la música orientan esta introspección coloquial. Más aún, no se encuentran aislados sino en intrínseca relación porque Cave otorga a la música una condición sacra. El bardo se ha transformado en sacerdote.

 

Fe, esperanza y carnicería expresa una afección doble, una personal y otra colectiva. Durante la pandemia del Covid-19 en 2020, O’Hagan y Cave solían conversar largamente por teléfono. Si bien la “nueva normalidad” del aislamiento favoreció estas confesiones, desde el principio Nick comprendió que el acontecimiento más decisivo había sido la muerte de su hijo: “Arthur murió y eso cambió todo. La sensación de trastorno de una vida trastornada, lo permeaba todo”. (17) De este modo, esa “sensación de final de los tiempos” (Cave) se complementaría con el agobio causado por el duelo.

 

Música y religión son los polos magnéticos, pero el elemento axial en la filosofía del compositor es el papel del dolor en la vida humana. En una sentencia iluminadora, llama a Dios “el trauma mismo” (49). Las conversaciones se desarrollan en una atmósfera lúgubre, acorde al momento colectivo y a la situación personal, que le permite a Cave reconocer la importancia del dolor porque nos sitúa en nuestra dimensión temporal y nos enmarca dentro de la precariedad de la existencia. Por entonces, él y Warren Ellis se encontraban componiendo las canciones de Ghosteen, el extraordinario álbum de Nick Cave and the Bad Seeds que recapitula la muerte de Arthur. Por ello, la reflexión sobre la mortalidad, el duelo y la brevedad de la existencia determina el derrotero de las pláticas.

 

Para el arquetípico y religioso Nick, el trauma cumple una función transformadora. Por la experiencia de la muerte, cada individuo comparte una condición común a la humanidad: el duelo, el lamento por la pérdida. En su visión, este elemento es fundamental para la personalidad; vínculo con los otros y con la divinidad. Dado que Cave se percibe como un sobreviviente, y, hasta cierto punto, como alguien que ha retornado de la tumba, se cumpliría aquí una de las etapas del viaje heroico, aquella necesaria para que el protagonista retorne de su periplo y emerja como un hombre sabio. El antiguo iconoclasta reitera una y otra vez su madurez pero también su crecimiento individual. Entre las lecciones aprendidas con la edad se encuentra la noción de que el arte posee una utilidad y que transforma la comunidad. La dimensión sagrada de la música nos permite re/ligarnos, unirnos entre nosotros, y mediante dicha comunión se convoca la presencia. Con términos que muy bien pudo aprender de Heidegger —o de Kierkegaard, con quien parece tener más puntos en común, pues como él Cave ha pasado de una esfera estética a una ética—, explica el carácter religioso de las canciones y la preponderancia que ocupan en nuestras vidas. Arte y música elevan una suerte de oración o plegaria para nuestra redención.

 

Investido en predicador de la función lenitiva del arte, Nick ha explorado nuevas facetas. Novato escultor de figurillas de cerámica, elaboró un retablo, The Devil-A Life, que trama la vida del antagonista por excelencia, el Diablo, recurriendo nuevamente al viaje como esquema narrativo; y en The Red Hand Files, su red social particular, ha asumido un papel de consejero espiritual. Más que discutir su obra, comparte el dolor; convertido en un humano más —lejos del aura de estrella de rock— dialoga con personas dolientes. Esta actividad, en apariencia tan lejana a su posición musical, le permite ofrecer consuelo, compañía y sanación. Los mismos elementos por los que considera a la música una manifestación sagrada

 

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Fe, esperanza y carnicería es el conmovedor testimonio de un ser humano que a través de la pérdida y el dolor, ha encontrado un sentido a la vida. O’Hagan no sólo acierta cuando dice que pocos compositores podrían reflexionar con profundidad sobre su obra, sino que debemos agradecerle que haya sabido extraerle a Cave sus ideas y pensamientos acerca del arte, la presencia divina y nuestro lugar en la Tierra. A menudo se escucha más como un filósofo moral que como un músico. Y eso, en una época de superficialidades, es de agradecerse. Un libro inspirador y conmovedor que estimula a examinar nuestros actos.

 

 

 

FOTO: El cantante de rock en una presentación, en junio de 2009, durante el Music Openair Festival en St.Gallen (Suiza). /EFE

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