La revolución será lesbiana

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En entrevista, la activista y creadora Yan María Yaoyólotl abre las puertas del Archivo Histórico del Movimiento de Lesbianas Feministas en México. Más de 9 mil documentos, que incluyen fotos, videos, publicaciones y manifiestos, dan cuenta de 40 años de lucha

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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

Entrevista con Yan María Yaoyólotl

Yan María Yaoyólotl es artista plástica y activista por los derechos de las lesbianas. Desde hace 40 años su trabajo se ha enfocado en recuperar para esta comunidad los espacios que les han sido negados: en la escuela, en el trabajo, en la familia. No hay ámbito en el que no han sido discriminadas. Fundadora junto con otras compañeras –que han preferido el anonimato– de las organizaciones Oikabeth, Lesbos y Lambda, Yan María recalca el carácter revolucionario que hay en la lucha por los derechos sexuales y sociales de las lesbianas.

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El departamento donde vive, en la colonia del Lago, muy cerca de la estación del Metro Nativitas, resguarda el Archivo Histórico del Movimiento de Lesbianas Feministas en México. Son 9 mil documentos, entre carteles, videos, fotografías, audios, videos, manifiestos, propaganda y publicaciones que dan cuenta de 40 años de lucha por los derechos de las lesbianas. Desde el 19 de mayo hasta el 1 de julio de este año, parte de este archivo se exhibe en la Galería José María Velasco (Peralvillo 55, Colonia Morelos). Esta muestra da parte de cuatro décadas en las que la comunidad lésbica se ha enfrentado a la incomprensión y el acoso de una sociedad intolerante.

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En las carpetas en las que resguarda la historia del movimiento lésbico-feminista aparecen desde los carteles para las primeras manifestaciones que esta comunidad hizo en el Hemiciclo a Juárez y ejemplares de la revista LeSVOZ hasta volantes de la campaña de Víctor Amezcua, candidato a diputado por PRI en 1978 –su suplente era la actriz Verónica Castro–, quien buscó ganarse la simpatía de esta comunidad. También es un recorrido por la intolerancia de los medios de comunicación, que titulaban sus notas de formas denigrantes como “Mitin de maricas”, “Los lilos quieren ser rojos”, hasta la que Yan María considera la primera entrevista seria que un medio hizo a representantes del movimiento lésbico-feminista, firmada por Fernando Vigoritto para la revista Sucesos en septiembre de 1978: “Se forma en México el primer frente homosexual”.

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Durante esta entrevista Yan María Yaoyólotl arremete contra el oportunismo de algunos partidos políticos por apropiarse de este movimiento y contra la existencia de un mercado rosa que banaliza los derechos de la comunidad LGBTI con propósitos mercantiles y hedonistas. A esto suma la apatía de una parte de esta comunidad hacia el problema del feminicidio, al que define como la “cuota de sangre que el patriarcado cobra a las mujeres por el empoderamiento”.

Documentos que forman parte del archivo de la activista. /Iván Stephens / EL UNIVERSAL

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¿Cómo inició tu trabajo y cómo ha sido la evolución de este movimiento?

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En 1977 participé en la fundación del primer grupo, que se llamó Lesbos. Un año antes de que empezara el movimiento homosexual. Ya en 1976 Marcela Olavarrieta y otras feministas extranjeras habían fundado el grupo Ácrata, que estableció las bases de este movimiento y estableció una comuna en Tepoztlán, donde surgieron muchas comunas feministas. De hecho, a Tepoztlán le llamaban, y le llaman todavía, “Lesboztlán”. Todo este movimiento de comunas fue muy importante en las décadas de los 60 y 70.

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¿Cuáles fueron los retos que debieron enfrentar hace 40 años?

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Ácratas se definió como feminista-lésbico. No quiso entrar a la vida pública. Trabajaba en algo que se llamó Pequeños Grupos de Autoconsciencia (PGA). El segundo grupo de lesbianas feministas fue Oikabeth I, porque hubo otros dos grupos con el mismo nombre. Éste fue el primero que hizo un manifiesto público-político en 1978. Desde el inicio, Oikabeth se declaró socialista y se vinculó con el Partido Comunista Mexicano, organizaciones trotskistas y sindicatos independientes de aquel entonces: STUNAM y SITUAM. Fue un grupo muy politizado, con posturas muy radicales. El mismo año que surge Oikabeth surge el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) y Lambda (Grupo de Mujeres y Hombres Homosexuales). Las tres organizaciones formaron la Coordinadora de Grupos Homosexuales (CGH). Las tres dimos la batalla en 1978. El 24 de junio celebraremos esta lucha de 40 años con el foro Transformaciones del sujeto y el poder: del movimiento de liberación homosexual al movimiento LGBT+ en el Museo Memoria y Tolerancia.

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¿A qué sociedad se enfrentaron ustedes y cuál es la sociedad en la que viven ahora?

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Muchos jóvenes creen que cuando nacieron sus derechos lésbicos y homosexuales ya los habían ganado. No fue fácil. Cuando salimos en 1978 había una represión brutal y salvaje para la comunidades de lesbianas y homosexuales. La policía atacaba sistemáticamente los sitios de reunión que eran clandestinos e ilegales; echaba gases lacrimógenos, golpeaba a las personas. A los homosexuales y lesbianas nos llevaban a los separos de la policía. Muchas veces, en el camino nos extorsionaban. Nos amenazaban con exhibirnos en las revistas amarillistas Alarma! o Alerta! si no les dabamos una “lana” mensual. En los separos también muchas preferían someterse a vejaciones a que la policía avisara a sus familiares que ellos eran lesbianas u homosexuales. A la mayoría la llevaban con psiquiatras a que las hormonizaran. Cuando supieron que yo era lesbiana me hormonizaron con hormonas femeninas supuestamente para hacerme mujer. Eran cosas terribles. Muchos de nuestros compañeros homosexuales fueron internados en hospitales psiquiátricos. Muchos eran llevados a la cárcel por “daños a la moral pública”, otros éramos golpeados por la policía.

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“Muchos de estos bares estaban en la periferia de la Ciudad de México. Ahí te encontrabas a chichifos, voyeuristas, exhibicionistas, vestidas, machinas. Teníamos que convivir con todo tipo de gente, incluso con hombres muy perversos, como tratantes de blancas que sólo iban a excitarse mientras veían a las lesbianas besarse. Se llamaban El 41, El Topo, El Don, Espartacus, Safari y había uno que era de clase alta, se ubicaba en la Zona Rosa: El 9. Ahí había hombres y mujeres. Si llegaba la policía hacían parejas heterosexuales para disimular.

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“En 1978, cuando constituimos la Coordinadora de Grupos Homosexuales (CGH) logramos frenar todas las formas de represión tan brutales que vivíamos. Nos llevó varios años. Yo creo que fue hasta 1980 cuando pudimos frenar esta violencia. Esto lo desconocen muchos jóvenes que ahora tienen bares, antros, hoteles, todo el mercado rosa. Incluso algunas lesbianas fueron violadas por sus padres con la idea de ‘hacerlas mujeres’. Sus papás les decían: ‘No me vas a salir volteada o marimacha’. Y las violaron. La represión era en la familia, con los vecinos, en el barrio, en los centros de trabajo, en la escuela. En todos lados había represión. Entonces, hablar de un movimiento que surgió en 1978 es muy importante. Otro problema era que el 95 por ciento de las lesbianas padecía alcoholismo porque la única forma de socializar entre ellas era en los bares. Cuando surgió el movimiento de las lesbianas, una de las primeras actividades que hicimos fue sacarlas del alcohol. Hoy el problema que vivimos es el feminicidio, al que defino como la cuota de sangre que el patriarcado cobra a las mujeres por el empoderamiento”.

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Hace cuatro años se publicó el libro Mujercitos, de Susana Vargas, que recoge la forma en que una parte de la prensa trató a esta comunidad. La autora explica cómo gradualmente entre las décadas de los 70 y 90 hubo un cambio en la cobertura que muchos de estos medios hacían sobre la comunidad LGBTI. ¿Cómo se vio reflejada la lucha que ustedes hicieron, no sólo en el trato de la prensa, sino en la percepción de la sociedad?

/Ha cambiado totalmente. Antes en ningún lado te daban trabajo si sospechaban que eras homosexual o lesbiana. Éramos expulsadas de las escuelas, echadas de las familias. Había represión de todos lados. Simplemente no podías ser lesbiana. No se podía. Yo me eduqué en los bares. Fueron los primeros lugares a los que ingresé en donde hubiera mujeres que no fueran heterosexuales. Ha cambiado totalmente en muchos aspectos, pero el cambio lo hicimos en la lucha política en las calles. La prensa nos nombraba de una manera insultante en todo momento, desde la prensa seria hasta la amarillista. Sin embargo, seguimos dando la lucha y ganando espacios. Ahora el mercado rosa ha borrado la historia. Se le debería dar prioridad al rescate histórico, ahora que son los 40 años de la primera marcha. Porque la mayoría de los que abrieron los espacios ya murió. La mayoría de los hombres ya murió y la mayoría de las fundadoras está en el clóset. No quieren que se sepa públicamente que son lesbianas.

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¿Qué pasa actualmente en otras ciudades del país?

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Son muy malas las condiciones. Yo pretendí vivir en Guadalajara. Como mujer “masculina” no me pude desenvolver. ¡Qué horror! ¡Qué atraso hay en Guadalajara! Ahora, imaginémonos lo que pasa en otros lugares. Es peor. Lo que se ha logrado hacer en la Ciudad de México se traslada a los estados. En las grandes ciudades hay cierta tolerancia en algunos ámbitos y en ciertos espacios. Pero no se ha logrado mucho. Acabo de llegar de Yucatán, donde hay un atraso terrible. Las mujeres tienen miedo de decirse lesbianas públicamente. Pueden perder su trabajo, ser expulsadas de sus familias, de sus escuelas, de su religión. El trato de los vecinos es terrible. Cuando los vecinos saben que hay una lesbiana en un departamento le hacen la vida imposible. Eso nos pasaba a nosotras. Ahora es menos, pero todavía. El avance es relativo, no veo un avance sustancial. No veo que la sociedad haya entendido qué es la sexualidad humana. Hay ciertas instituciones, como la academia, algunos medios de comunicación, donde hay cierta apertura, pero en términos generales no. El hecho de que las compañeras con las que iniciamos esta lucha hace 40 años no hayan querido mostrar su rostro de aquel entonces en la exhibición de la galería José María Velasco nos dice que no van a exponer sus trabajos o su vivienda por exhibirse como lesbianas en una galería. Eso fue aquí en la Ciudad de México. Eran fundadoras del movimiento.

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 Foto: Yan María Yaoyólotl, en su casa de la Ciudad de México, mostrando el archivo que ha acopiado en su trayectoria como activista. Iván Stephens/ EL UNIVERSAL

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