La tragedia nigromante del doctor Fausto

May 7 • Reflexiones • 2104 Views • No hay comentarios en La tragedia nigromante del doctor Fausto

 

El famoso poema de Goethe en el que un sabio pone en predicamento su fe por una apuesta entre Dios y el Diablo, pertenece a una larga tradición que retrata la fábula de este mago negro, quien vende su alma para tener poder ilimitado y, en otras ocasiones, para saciar los deseos de su carne

 

POR RAÚL ROJAS
Seguramente que pocos creyentes pueden concebir a Dios Creador en las alturas cruzando apuestas con el diablo. Pero así sucede en la incomparable tragedia Fausto de Johan Wolfgang von Goethe (1749-1832). En el “Prólogo en el Cielo”, al inicio del largo poema, Mefistófeles, uno de los ángeles caídos, le agradece a Dios haberle preguntado “cómo va todo” en la tierra. El Señor le reprocha que no vea nada bueno en la humanidad y le pone de ejemplo a Fausto, “mi siervo”. Es ahí que Mefistófeles apuesta a que él puede conducir al docto Fausto a la perdición, reto que Dios acepta de inmediato, agregando lacónicamente: “el hombre yerra mientras aspira”. Sólo otro texto de la literatura universal comienza con una apuesta tan extravagante y herética: el Libro de Job, que es parte de la Biblia. Ahí Lucifer pone en duda la fe del pío Job, que insinúa sería sólo debida a que Dios lo ha agraciado con múltiples bienes y riqueza. El Todopoderoso le apuesta a Lucifer que Job se mantendrá fiel, aun privado de su riqueza. Para demostrarlo, Dios hace que Job pierda todos sus bienes materiales y sus hijos perezcan en un siniestro. Pero mientras el Job bíblico sufre lo indecible, en el poema de Goethe Fausto se divierte. Viajará por el espacio y el tiempo, gozando de todo aquello a lo que en sus años de estudio había renunciado.

 

Fausto, escrito en verso, es la obra más conocida del poeta alemán. Se trata de una tragedia publicada en dos partes y en la que Goethe se mantuvo trabajando durante casi 60 años. Se dice que es el libro más citado en el idioma alemán. Por lo menos muchas de sus frases aladas se han convertido en conocidos proverbios. Curiosamente, el material de la historia (o el Stoff, como se diría en alemán) lo tomó Goethe prestado, algo válido en aquellos tiempos, carentes de derecho de autor. Para cuando Goethe escribe sobre la leyenda del Dr. Fausto, ésta tenía ya una larga tradición en la región cultural alemana. No se sabe a ciencia cierta si la saga se basa en algún personaje histórico o no, pero el caso es que el Fausto de la fábula decide dedicarse a la magia negra, la nigromancia, para adquirir poder absoluto sobre el mundo. La historia adquirió gran difusión desde el siglo XIV, antes de la introducción de la imprenta. En 1587, el impresor Johann Spies publicó la Historia del Dr. Johann Fausten, donde ya se describe a Fausto como un médico y teólogo que cierra un pacto con el diablo. Pocos años después, el dramaturgo inglés Christopher Marlowe retrabajó el material y produjo para el teatro La trágica historia del Dr. Faustus. En el texto de Marlowe, Fausto también vende su alma al diablo a cambio de gozar de 24 años de poder ilimitado.

 

¿Cuál es en el fondo la temática de ambas apuestas, la de Job y la de Fausto? El gran problema de fondo es la posibilidad de la existencia del mal en un mundo creado por un ser benefactor. Es lo que Leibniz llamó el problema de la teodicea, la contradicción evidente entre un Dios omnipotente y bondadoso, que, sin embargo , crea un universo donde la maldad puede ocupar su propio espacio. Desde la antigüedad, filósofo tras filósofo ha tratado de resolver esta contradicción —sin mucho éxito. Si la filosofía no puede dar respuestas, queda la vía literaria: poner a Mefistófeles, el mal, conversando plácidamente en la corte celestial en la que Dios le tiene un lugar asignado. Pero mientras el Fausto de la leyenda y el de Marlowe descienden al infierno, por haber vendido su alma, el de Goethe se salva en el último momento, lo que sólo subraya que, si bien el mal existe, también coexiste la gracia de Dios. Martín Lutero hubiera estado de acuerdo: para el monje protestante, la salvación humana estaría supeditada y dependería sólo de la misericordia de Dios.

 

La historia de Fausto es bien conocida: en su laboratorio comienza a tener dudas y a experimentar con la magia negra. Recibe la visita de Mefistófeles, quien lo conmina a cerrar un ominoso pacto que le conferirá poder y juventud a cambio de su alma. Fausto acepta, pero él mismo escoge el momento de su muerte. Eso sólo ocurrirá cuando llegue a sentirse tan feliz que pida que el tiempo se detenga: “Si le dijera al instante, mantente aquí, eres tan hermoso, entonces me puedes encadenar, ya quiero despeñarme”.

 

Lo que sigue, en la primera parte de Fausto, es una cadena de aventuras y crímenes. Ya desde el episodio en las Cavas de Auerbach, un local en Leipzig que aún existe, Mefistófeles interviene con su magia siempre que la situación se vuelve amenazante para Fausto. El singular par acude con las brujas, que le entregan a Fausto una pócima para hacerlo rejuvenecer. Ahí mismo, en un espejo, Fausto se enamora de la imagen de Margarete, o Gretchen, una joven que juega un papel central en toda la primera parte de la tragedia. Dice Fausto: “¿Qué es lo que veo? Qué imagen celestial… Amor, facilítame las más rápidas de tus alas y condúceme hacia ella”. Pero es Mefistófeles quien lo hace posible y así Fausto puede encontrarse con Margarete, quien inicialmente lo rechaza. Con diversos subterfugios, Fausto logra finalmente que la virtuosa doncella se le entregue, en una noche en la que hacen dormir a su madre con ayuda de una pócima de Mefistófeles. Al día siguiente, Margarete ha sido deshonrada, su madre ha muerto y Fausto ha desaparecido.

 

Gretchen queda embarazada y tiene que soportar las insinuaciones sobre el desdichado destino de otra joven en las mismas condiciones. Sin que en la tragedia quede realmente claro cómo se difunde la noticia de su desgracia, su hermano Valentín regresa al hogar materno y descubre a Fausto y a Mefistófeles, que se acercan a la puerta. Los tres se enfrascan en un duelo y Valentín muere tras una estocada de Fausto. Éste huye con Mefistófeles y las siguientes escenas ocurren en el Harz, el lugar donde las brujas se reúnen cada año en la noche de Walpurgis, una orgía anual del mal, la “esfera de los sueños y la magia”.

 

El desenlace está cerca. Agobiada por el remordimiento y la soledad, Gretchen ha dado a luz a un bebé que ahoga en el río, al haber perdido la razón. Es atrapada y es confinada a una celda a la que Mefistófeles conduce a Fausto con ayuda de caballos encantados. Pero Margarete no permite que Fausto la salve, al reconocer a Mefistófeles como el demonio que es. Margarete decide entregarse a su destino exclamando: “¡Soy tuya padre, sálvame! ¡Ángeles, ejércitos divinos, rodéenme para protegerme!”, y mientras Mefistófeles exclama: “¡Está perdida!”, los ángeles lo contradicen: “¡Se ha salvado!”

 

Hasta ahí la primera parte de la tragedia, publicada en 1808. Pasarían 24 años más hasta la aparición de la segunda parte, que ha sido menos leída y conocida que la primera. Pero si la primera parte concluye con la muerte de Gretchen, la segunda lo hace con la de Fausto, son dos destinos paralelos. Y a pesar de todas las culpas acumuladas por Fausto, cuando por fin se entrega a su destino y pide morir, un coro de ángeles lo salva, como ya había sucedido con Gretchen. El coral final, en el que participa Gretchen, proclama en sus últimas líneas: “Lo indescriptible aquí ha sucedido, lo eterno femenino elévanos tras sí”.

 

En las escuelas alemanas la lectura del primer volumen de Fausto es obligatoria. Se dice que Goethe comenzó a trabajar el tema desde 1772, cuando leyó sobre el juicio a una madre que había asesinado a su hijo. El primer manuscrito, de 1775, es llamado el Urfaust (Fausto primigenio) y ya contiene la historia de Gretchen, aunque la tragedia no comienza aún con el “Prólogo en el Cielo”. Trece años más tarde, en 1788, Goethe ya había extendido el manuscrito con diálogos adicionales entre Fausto y Mefistófeles. Lo publicó en 1790, bajo el título Fausto, un fragmento. Es en 1797 que Goethe vuelve a trabajar en el manuscrito, añadiendo las escenas en el cielo y durante la Noche de Walpurgis hasta que, finalmente, la primera parte de Fausto aparece completa en 1808. ¡Habían transcurrido 36 años desde el inicio del proyecto! La segunda parte la estuvo escribiendo Goethe hasta prácticamente el año de su muerte, otros 24 años adicionales.

 

La segunda parte de Fausto ha sido llamada un “caleidoscopio” de escenas. Goethe retoma algunos de los motivos de novelas previas sobre el Dr. Fausto, por ejemplo, el tema de la legendaria Helena de Troya. En esta parte el poeta despliega todo su virtuosismo y conecta a Fausto con la antigüedad clásica y la historia europea. Ahora Fausto se desplaza libremente en el espacio y en el tiempo, visitando lo mismo la corte de Menelao en Esparta y seduciendo a Helena, con la que tiene un hijo, que volando de Arcadia hasta la punta de montañas donde se entrevista con Mefistófeles. Hacia el final de su vida, después de muchas y diversas aventuras, Fausto es de nuevo un anciano, lleno de remordimiento, y escoge morir. Los ángeles lo rescatan antes de que Mefistófeles lo pueda reclamar como suyo.

 

Se ha dicho que uno de los motivos centrales de Fausto es el aspiracionismo ilimitado de los hombres. El filósofo Oswald Spengler acuñó el término “pacto fáustico”, refiriéndose al empeño humano por controlar completamente a la naturaleza, independientemente de las consecuencias. En ese sentido, por ejemplo, los físicos que en el siglo XX estudiaron a los átomos y la fisión nuclear entraron en un pacto fáustico, porque de ahí se derivarían las bombas nucleares. De ahí que Fausto sea, desde el principio, una figura trágica, porque se esfuerza por arrancarle a la naturaleza sus últimos secretos sin importar los desastres que eso pueda provocar. Gretchen, por su parte, podría figurar como la personificación de la inocencia de la naturaleza, violentada por Fausto.

 

Después del Fausto de Goethe se ha seguido retrabajando la historia de diversas maneras. Thomas Mann publicó, en 1947, su novela Doktor Faustus, en la cual el pacto fáustico lo cierra un compositor, quien vende su alma a cambio de 24 años de creatividad, mientras a su alrededor Alemania desciende en el caos del fascismo. Otra versión sui generis de la tragedia es el libro Professor Unrat, de Heinrich Mann, hermano de Thomas Mann. En este libro, un viejo y severo profesor de liceo se enamora de una joven cabaretera que lo seduce y convierte en su valet. La historia fue llevada a la pantalla por Fritz Lang en la película con el título Blauer Engel (el ángel alcoholizado), la primera con sonido en Alemania. Marlene Dietrich juega el papel de cantante y cabaretera, la bella Lola, una moderna y taimada Mefistófeles femenina, quien hace caer al profesor Unrat en el abismo del vicio. Al final, el profesor se salva al rechazar a Lola y muere, reconciliado con el mundo, aferrado al podio desde donde dictaba clases en el liceo.

 

Esa es la esencia inmortal y al mismo tiempo la modernidad de Fausto. El mundo de todos los días nos revela la profundidad del pacto fáustico en el que hemos incurrido, con epidemias, cambio climático y conflictos sin fin, que muestran además lo lejos que estamos, y estaremos quizá siempre, de dominar a la naturaleza y poder controlar los daños colaterales de todos nuestros actos.

 

FOTO: Fausto und Mephisto, del pintor Anton Kaulbach/ Especial

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