La vida, ese misterio secular
A lo largo de estos ensayos, Antonio Lazcano Araujo desacraliza el origen de la vida y marca la ruta que ha seguido la biología, desde los trabajos de Darwin hasta los estudios genómicos
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POR BERENICE GONZÁLEZ DURAND
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En el Frankestein de Mary Shelley un monstruo hecho de fragmentos de cadáveres logra tener vida gracias a una fuerza física: la electricidad. En su ensayo “El origen de la vida”, que forma parte del libro Tres Ensayos Darwinistas, publicado recientemente en la “Colección Opúsculos” de El Colegio Nacional, el doctor Antonio Lazcano Araujo, Premio Charles Darwin al Científico Distinguido, toma como ejemplo la influencia científica en esta novela publicada en 1816 para hablar de la secularización de la biología mediante la que se ha intentado explicar la esencia de la vida más allá de la mística que la rodea.
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Con tres doctorados honoris causa bajo el brazo, Lazcano Araujo es uno de los principales investigadores sobre biología evolutiva en México. Científico con reconocimiento internacional, como también lo evidencia su cargo como director honorario del Centro Lynn Margulis de Biologia Evolutiva en las Islas Galápagos, ha logrado no sólo especializarse en el estudio del origen y evolución temprana de la vida, sino en traducir sus investigaciones a través de las más certeras armas de la divulgación científica. En este libro reescribe una serie de ensayos para contar la historia de algunos de los científicos que han marcado pautas históricas precisamente sobre su tema de estudio.
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Del prefacio de la novela de Shelley, Araujo retoma una frase que considera reveladora: “Los hechos en los cuales descansa el relato ficticio de este libro han sido considerados por el doctor Darwin y algunos fisiólogos alemanes como no del todo improbables”. El científico al que se hace referencia es al doctor Erasmus Darwin, abuelo paterno de Charles Darwin. La frase es considerada reveladora no por la posibilidad de formar un ser vivo con trozos de cadáveres, sino por el proceso de secularización de la biología que al alejarse de la idea de la divinidad como el origen de la vida, le fue abriendo las puertas al desarrollo de una ciencia con múltiples ramificaciones como en la actualidad son la biología molecular o la genómica.
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Más allá de la complejidad de una fórmula o del tortuoso estigma de una inteligencia superior, las historias que describe Lazcano en menos de cien páginas, son episodios de quienes han encontrado en la cotidianeidad las herramientas más efectivas para trazar sus teorías. Charles Darwin, según relata el autor, coleccionaba desde pequeño piedras, plantas e insectos que se escondía hasta en la boca para evitar suspicacias; pero el mismo naturalista contaba sin ningún pudor que le costó mucho trabajo aprender a leer y escribir, y los fracasos escolares eran constantes. Ni la Escuela de Medicina de Edimburgo, ni los estudios sobre teología en Cambridge lograron conquistar sus verdaderos talentos, pero finalmente los contactos establecidos en su paso académico lo hicieron sumarse a la expedición del famoso bergantín “Beagle”, cuya misión era cartografiar la costa de América del Sur, un viaje que le cambiaría la vida a Darwin y el rumbo de la ciencia en general.
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El impredecible futuro de las especies
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Aunque “aborrecía todas y cada una de las olas del océano”, la satisfacción de tocar tierra firme y recoger plantas y animales que enviaba de inmediato a Inglaterra, le fue marcando el camino para gestar El Origen de las Especies, el más grande precursor de la literatura científica. Los fundamentos de la teoría de la biología evolutiva que alberga este libro se cimentarían en realidad tiempo después de su viaje, a través de los estudios realizados en su finca campestre en Down, a las afueras de Londres.
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Cuando Darwin falleció, sus restos fueron enterrados en la Abadía de Westminster, donde también se encuentran los de Isaac Newton. Lazcano Araujo hace una reflexión sobre las diferencias entre las visiones científicas de estas dos figuras, cuyas tumbas, a pesar de reposar en la cercanía, están marcadas por notables diferencias: la exuberancia, en el caso de Newton, y la casi invisibilidad, en el caso de Darwin.
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“Para Newton el universo no era sino un enorme mecanismo de relojería en donde el movimiento de los planetas era corregido de cuando en cuando por ángeles encargados de vigilar la buena marcha creada por Dios al principio de los tiempos”. El autor explica que para Newton todo estaba predeterminado, mientras que para Darwin la variabilidad puede darse en términos aleatorios: “El orden biológico surge en un universo secular gracias a la selección natural”. Darwin valida el azar a través del universo de lo vivo en donde se hace evidente el cambio e impredecible futuro evolutivo de las especies.
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Los ensayos darwinistas continúan. Hay otro personaje que se une a la causa, un monje llamado Gregor Mendel, quien gracias a la fertilización artificial y la formación de híbridos sacó a la luz los secretos de la genética y las leyes de la herencia que ni el mismo Darwin pudo descubrir. Es así que al cruzar plantas de semillas con superficies lisas o rugosas, o al producir flores rojas o blancas, logró pasar a la historia, sin que en su momento se hubieran apreciado los alcances de sus observaciones científicas.
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Para Lazcano Araujo “la biología contemporánea no necesita, como no lo necesitó el doctor Frankestein, de fuerzas divinas o efluvios místicos para explicar la esencia de la vida”. Sin embargo, las explicaciones no son sencillas, pues el autor reconoce que a pesar del avance de las ciencias biológicas no hay una definición estricta y universalmente aceptada de lo que está vivo. Es así que el debate se posa tras una extensa variedad de temas, como los organismos transgénicos, los límites sobre los trasplantes, la eutanasia y el aborto, entre muchos otros. “Nietzsche escribió que ‘hay conceptos que se pueden definir, y otros que tienen una historia’. Éste es, por supuesto, el caso de la definición de vida, cuyas características listamos a sabiendas de que ninguna de ellas basta por sí sola para diferenciar lo vivo de lo inerte”, subraya Lazcano Araujo.
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FOTO: El origen de las especies surgió de los apuntes de Darwin a bordo del Beagle. Especial
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