La voluntad de ser artista: entrevista con el creador Johan Falkman

Feb 4 • destacamos, principales, Reflexiones • 2333 Views • No hay comentarios en La voluntad de ser artista: entrevista con el creador Johan Falkman

 

La exposición Desde la esfera del vacío, cartas de reyes y sus antagonistas en el reino de los sueños, en el Museo de la Cancillería, reúne las obras del pintor sueco producidas durante su estancia en Sudáfrica, donde realizó reinterpretaciones de las historias bíblicas con elementos de la aldea zulú

 

POR ADRIANA MALVIDO 
Johan Falkman recorre su exposición en el Museo de la Cancillería y cada vez lo hace con más pasión mientras acompaña a los visitantes. Comparte su experiencia en Sudáfrica mientras vivió en una aldea zulú y vio que “en el encuentro con el otro también nos encontramos a nosotros mismos”, que todos somos tragedia y esperanza, gloria y derrota, heroísmo y dolor; cuenta del origen de cada una de sus piezas, la historia de reyes y reinas y de cómo integró a su vida esas miradas, esas danzas, cantos y poemas de toda una comunidad que a lo largo de casi tres años fue su modelo y mucho más.

 

El pintor sueco (1967) accede a la entrevista alrededor de ese universo visual reunido en la muestra Desde la esfera del vacío, cartas de reyes y sus antagonistas en el reino de los sueños.

 

¿Quién o qué hizo a Johan Falkman lo que es hoy?

 

“Primero la ambición y la voluntad de ser artista. Tienes que estar empujándote a ti mismo todo el tiempo; si tú no lo haces, nadie llegará a hacerlo por ti. Llegas a un punto cuando dices: ‘Está bien, tengo talento y habilidad para pintar y dibujar, pero ¿tengo algo que decir? Y si es así, ¿por qué es relevante?”.

 

Cuenta que desde niño tenía la pasión por el dibujo y la pintura, pero hay un momento definitivo. Tenía unos ocho años cuando encontró, entre los libros de arte de sus padres, una pintura: El caballero sonriente, de Frans Hals. “Esa obra es la razón por la que soy retratista”. Se extiende: “Me atrajo sobremanera, me intrigó el realismo de la cara, el gris y el negro, lo que comunica. Mi padre se dio cuenta del impacto y me hizo una gran caja de madera en el garage de la casa para que pudiera hacer una copia de esa obra. Vivía en Malmö y adoraba dibujar”.

 

 

Hay, dice, algo mágico en los libros de arte. “Tuve suerte porque crecí en una familia rodeada de literatura. Mi mamá amaba la lectura, la poesía y el arte; de ella vienen mis más fuertes influencias en la vida. Descubrí a Goya gracias a que un día me dio unos panfletitos de una exhibición de Los desastres de la guerra y Las pesadillas, y me marcaron. Ella y mi padre viajaban mucho y siempre me traían libros de arte, además en casa había una gran colección de música clásica, así que mis fantasías, cuando jugaba con mis amigos, siempre tenían como fondo esa música. Jugábamos a que éramos personajes de la Biblia o a que estábamos en la II Guerra Mundial, siempre con música”.

 

Otro momento sucede años después. Él había estudiado Historia del Arte en Nueva York, en el Instituto Pratt, pero “nadie, nunca, me habló en Estados Unidos del muralismo mexicano”. Y, de nuevo, fue un libro el que provocó el hechizo. Estaba en Malmö, en casa de su amiga mexicana Cristina Fernández, cuando abrió un tomo de su gran biblioteca de arte y descubrió a José Clemente Orozco. “¡Dios mío, este soy yo!”, dijo y se lanzó a México, para encontrar su propia voz, dice, en la obra de ese muralista en San Ildefonso, en la de Diego Rivera en Palacio Nacional y en la de Siqueiros en la Sala de Arte Público y el Polyforum. Así que, asegura, “yo en México me hice pintor”.

 

Pero también están Madrid y el Museo del Prado, donde descubrió en sus inicios como pintor los originales de Goya y Velázquez, y ahora va dos veces al año para encerrarse en las salas durante todo el día y salir sólo para visitar el Museo Reina Sofía y mirar Guernica, de Picasso, “al que le debo mi obra Nabucodonosor mata a los hijos de Sedequías”. De otras influencias, menciona al expresionismo alemán, a los pintores suecos Hilma af Klint y Anders Zorn y a la finlandesa Helen Schjerfbeck.

 

 

Otro libro definitivo para él es la Biblia. Sí bien la de Doré inspiró gran parte de su exposición, algo más lo marcó: “Mis padres no eran religiosos, pero sí conservaban tradiciones como la Navidad y otros días festivos. Lo importante es que mi madre trabajaba como contadora en la iglesia. Todos los días saliendo de la escuela tenía que esperarla ahí para irnos juntos a casa, así que me sentaba en una banca y siempre había alguien ensayando el órgano. Entonces tenía las pinturas de la iglesia a mi alrededor, a Cristo, a María, a Jesús en la cruz… me aprendí las historias bíblicas; y tenía a Bach y a Haendel, que escuchaba una o dos horas diarias y se me quedaron dentro. Amaba todo eso”.

 

Cuenta Falkman que cuando los empresarios y filántropos Dan y Christin Olofsson lo invitaron a realizar un proyecto en Sudáfrica, fue y encontró que aquel paisaje era bíblico, que “era el original” y se enamoró del entorno. En 2016 dos amigos le regalaron la Biblia con grabados de Gustave Doré. Ese año morían su madre y su mejor amigo, el poeta Jaques Werup, cuyos retratos están presentes en la exposición. Como el busto del Papa Francisco, que realizó para el domo de la Catedral de Lund, de culto luterano, así como el de Martín Lutero, que hizo para un templo católico, para conmemorar una visita del Papa a esa ciudad, con la propuesta de reconciliar las dos iglesias.

 

“Así que fueron los libros, mis padres y mis amigos quienes me han hecho lo que soy”.

 

El proyecto desarrollado en Sudáfrica, de 2018 a 2021 en la provincia de Kwazulu-Natal , dio como resultado pintura, fotografía, escultura, performance, video, poesía, instalación, grabaciones de coros, hip hoy, danzas tradicionales zulúes, un libro… Falkman recurre a todos los lenguajes para expresar la riqueza de la experiencia. Apoyado por los Oloffson, el artista involucró a cientos de creadores en su titánico proyecto multicultural. Y uno de los aspectos más interesantes fue la manera cómo se adentró en el pueblo zulú y lo involucró en el proceso creativo.

 

 

Cuenta: “Encontré un grupo fantástico de bailarines zulúes muy talentosos. Se trata de mujeres y hombres muy jóvenes que quieren aprender, hacen sus vestuarios, producen fantasías. Si bien no hay una historia escrita muy exacta acerca del pueblo zulú, la tradición oral es muy fuerte, como la danza. Fui a las aldeas y encontré 50 modelos jóvenes y viejos, hombres y mujeres, y los invité a la granja que renté, había cuartos donde dormir, un gran atelier, cientos de disfraces de la Ópera de Malmö que nos hicieron llegar, había coronas, barbas y pelucas, capas fantásticas… y con todo eso empezamos a recrear escenas de la Biblia. Luego usé los vestuarios tradicionales zulués. Ellos no conocían aquellas historias bíblicas, ni yo, fue gracias a Doré.”

 

Continúa: “Fue algo grande para todos, hacer pintura, crear música y grabarla, escribir juntos las letras, es decir, hicimos todo aquello para lo que los zulúes son muy buenos. Las tragedias de los reyes y las reinas de la Biblia corresponden muy seguido a sus propias vidas. Recibía mensajes en mi teléfono: ‘Ya no aguanto, me voy a colgar, no soporto esta vida’. Carencias, pobreza, miles de huérfanos por el VIH y el SIDA. Un joven me llamó un día: ‘Mis padres están muertos, mi hermana está en el hospital, mis tres hermanos pequeños necesitan de mi para alimentarse, ya no quiero vivir así ¿para qué seguir?’ En las historias bíblicas, los reyes también eran colgados o colgaban a otros, así que los relacioné con los zulúes. Es un símbolo de la derrota, de la falta de autoestima y confianza en la vida. Pero también hay esperanza. Siempre vi la tragedia como el comienzo de algo nuevo. Hacen teatro, literatura, poesía, música y todo eso realmente te eleva. Hasta la fantasía es una elevación, te mueve de donde estás ¡para eso es! Para levantarnos, para darle un significado a tu vida”.

 

En su lienzo Adoración de los Magos, José, María… y todos los personajes bíblicos están representados por zulúes y en el pesebre aparece una bebé mujer negra. En su instalación Sudáfrica arde, el pueblo zulú es guiado hacia su liberación por una mujer sorda. Sí, dice, “creamos una Biblia zulú”.

 

 

El arte le da significado a la vida, insiste. Los aztecas, los griegos, los judíos de la tradición cristiana… crearon su historia y sus mitologías para darle un sentido a su historia. Agrega: “Me interesa mucho el arte conectado a la vida de la gente. Estamos hechos de dramas y de guerras, tragedias y esperanzas desde tiempos inmemoriales. Pensábamos que no habría otro Hitler y ahí está Putin, pero hay una línea paralela, con literatura, música, poesía, pintura, una línea mitológica que camina junto a la de los hechos históricos, esa me interesa. Los reyes y reinas, desde los bíblicos hasta Moctezuma, también son padres, madres, poetas, asesinos, amantes, por eso son relevantes, y no podemos entenderlos si no nos vemos en ellos”.

 

¿El arte crea utopías? Responde: “Si quieres llamarle de esa manera, quizá, pero siempre y cuando tenga sentido y no se use como propaganda de un ideario. Los zulués a veces terminan empujando carritos del super, o se prostituyen, hay mucho abuso intrafamiliar y jovencitas embarazadas. Pero quieren educación y tienen dignidad, entonces hay esperanza”.

 

Si hablamos de darle sentido a los hechos, continúa Falkman, Jennifer Clement lo hace al escribir sobre esas historias. “Cuando escuché en la radio pública sueca su novela Ladydi, la busqué y la llevé a Sudáfrica; entrevistó a chicas y chicos de allá, trabajamos juntos. Luego le pedí que regresara y escribiera poesía. Hizo los 21 Cantos basados en sueños bíblicos y en Sudáfrica. Es una colaboración preciosa. Y no es una coincidencia nada más”.

 

“No soy religioso, pero creo que Dios y Cristo son ideales maravillosos. Tampoco creo que tenga sentido preguntarte ¿crees en Dios? ¿existe? Vivimos y morimos, lo importante es que hemos sido parte de un alma colectiva y eso es un ideal. Yo trabajaba en Malmö, Jennifer escribía, de pronto escucho su novela, la contacto, acepta la colaboración y tenemos esto. Es la belleza en la historia de la humanidad. Lo mismo la religión en su sentido más positivo. Jesús tenía una ideal, hizo arte. Alguien habla de Jesús, otro lo escucha, los judíos construyen una mitología, se crean estas historias y se dispersan por el mundo de boca en boca, así se construye. Es creer en la humanidad, creer en nosotros. Es la belleza. Para mí eso es Dios.”

 

Canto 21 (de Jennifer Clement)

 

En el caballete/un suceso en lino al óleo/sostiene al mundo.

Sale la Luna/y una pintura es una ceremonia de alabanza/ cuando la noche

cubre la noche pintada.

 

 

FOTO: Falkman creó sus escenas bíblicas con vestuario de la Ópera de Malmö y ropa hecha por sus modelos./ Cortesía Johan Falkman

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