La voz de la piedra
POR ALBERTO CHIMAL
@albertochimal
Hola.
Este video está disponible en treinta idiomas. Ahora se reproduce en español. El control redondo que has tocado, sobre la pantalla, hizo que comenzara la reproducción y ahora puede cambiar el idioma. Con suerte ya lo usas.
Asumo que no eres parte de una cultura primitiva. Debes haber seguido la señal de radio hasta su punto de origen. Debes haber cavado para desenterrar la piedra que se encontraba allí. Las instrucciones para abrir la piedra venían también en la transmisión. Ya debías saber que la piedra no es una piedra, sino este aparato disimulado.
Mira en la pantalla este diagrama del aparato: un contenedor reforzado que aloja componentes de memoria de gran capacidad, una fuente de energía, un transmisor de radio y esta interfaz. Lo llamamos cápsula de tiempo: su fin es preservar información.
Puedes consultar la que está almacenada aquí si tocas el control cuadrado bajo la pantalla. El sistema te guiará. O también puedes seguir escuchándome y viendo las imágenes. Esta es una forma de comunicación muy simple desarrollada en mi tiempo. Quizá existe también en el tuyo.
La cápsula de tiempo, una vez enterrada, se mantuvo inerte durante cien años antes de empezar a transmitir. Así fue programada. Temíamos que, hallada demasiado pronto, fuera destruida por alguno de los bandos de la guerra que está ocurriendo ahora. Con suerte sus causas se habrán olvidado en tu propio tiempo.
En la cápsula encontrarás un archivo muy amplio de información en formatos digitales, incluyendo parte importante del contenido de nuestra red de comunicación mundial, hoy inhabilitada, recuperado con gran esfuerzo. Hay una enorme selección ordenada de documentos sobre artes, ciencias, tecnología, historia, geografía y mucho más. Tal vez en tu tiempo se recuerde al nuestro, tal vez no, pero casi sin duda no tienen nada de lo que aquí se guarda. Casi un yottabyte de información. Música, películas, libros, registros de todo tipo.
Este video es sólo la introducción.
Mira la caja que aparece ahora en la pantalla. Ese objeto ha sido asiento de mi personalidad durante años: una computadora diseñada especialmente para contener una inteligencia electrónica. No soy lo que en mi tiempo se llama una inteligencia artificial, o IA: un sistema de información y representación autoconsciente creado desde cero. En cambio soy una inteligencia capturada, o IC: un modelo de la mente de un ser previamente vivo, que se sometió a un procedimiento de captura digital del funcionamiento y el contenido de su cerebro.
Te habla la copia de un ser humano que murió, por lo menos, hace un siglo.
Los detalles no son tan importantes. Nací a fines del segundo milenio, según el calendario de mi época. La voz que oyes fue sintetizada, algo imperfectamente, con base en la mía. En la foto fija que ves justo ahora está mi cara: la cara que tenía mi cuerpo. Viví realizando actividades de escasa importancia y sin grandes logros, como ha vivido la mayoría de los seres humanos.
Ya era anciano cuando se dieron a conocer las tecnologías para la captura de inteligencia.
Como muchas personas, supuse que estaría reservada para los poseedores de mucho poder o mucho dinero. Mi sociedad estaba estratificada así. Sin embargo, resultó que el consorcio de empresas que era dueño de la tecnología deseaba probarla. Se abrió una convocatoria en decenas de países en busca de sujetos experimentales. Yo me postulé y fui aceptado. En lugar de cobrarme por el proceso me ofrecieron lo que para mí era una paga enorme.
Durante más de un año fui a un complejo médico en mi ciudad, a sesiones de varias horas cada día. Los aparatos de captura, como puedes ver ahora en la pantalla, eran enormes. En un extremo se conectaban con cables que los unían a esto que ahora ves: un traje de cuerpo entero que debía ponerme y recogía señales de mi cerebro, mis músculos, mi piel… Unas veces debía acostarme y hablar, o leer, o dormir. Otras debía moverme. Ni siquiera hoy he podido comprender casi nada del proceso, cuyo resultado final fue este modelo: este segundo yo que soy yo.
Fui puesto en el cerebro electrónico que ya te mostré: mi identidad quedó representada en varios petabytes de memoria. A mi otro yo, al hombre vivo que fui, le pagaron –supongo–, y volvió a mi casa, y en algún momento murió. No sé nada al respecto. Ojalá haya muerto en paz.
El último recuerdo que tengo de mi vida humana es lo que ves ahora: la imagen de un técnico que se acerca a mí por el cuarto y me dice que ya hemos terminado, que ahora me ayudará a quitarme el traje.
Luego hay una pausa que no puedo describir: una discontinuidad entre esa experiencia trivial y lo que siguió.
De pronto miraba por cámara que me servía de ojo, oía por un micrófono. Fue caótico, violento. Imágenes en movimiento, gritos, pensamientos inexplicables. También hubo sensaciones horribles, emociones para las que no hay nombres, y la impresión de que faltaban cosas. No tenía tacto, gusto ni olfato, por ejemplo, ni sentido del equilibrio, ni movilidad alguna.
Luego supe que sólo me encendían por breves intervalos, para ver que estuviera en buen estado, y que me desplazaban de un lugar a otro. Mi caja es fácilmente transportable. Yo no tenía sensación de inconsciencia porque la caja –mi cuerpo, o mi mente– se enciende y apaga de forma instantánea.
Por fin un día me encendieron durante más tiempo, y lo que vi entonces fue esto:
Un cuarto sin ventanas, que según supe luego era parte de un complejo subterráneo. Muchas cajas similares a la mía en filas ordenadas. Luces crudas y blancas en el techo.
Alguien, no el técnico de antes sino otro, se acercó a mí: a la cámara que veía. Yo estaba aterrorizado y quería gritar, y al repasar mis recuerdos electrónicos, como hago ahora, noto que grité un tiempo.
El técnico esperó a que me calmara, me saludó, me llamó por mi nombre, se presentó con el suyo y me dijo que habían pasado más de diez años desde la creación de mi IC. El mundo está en una situación muy mala, me dijo, y varios de nosotros hemos rescatado a todos los que pudimos salvar de ustedes.
Imagina semejante despertar. Me costó mucho entender, a pesar de que la mente digital que poseo ahora es más ágil que mi mente de anciano y no se deteriora, o no de la misma forma. Me mostraron imágenes y documentos, me contaron todo con tanto detalle como les era posible, me alentaron a hablar con las otras IC… También sacaban al exterior una cámara con conexión inalámbrica, para que viéramos del exterior. La ruina.
Poco después de mi captura, cuando apenas empezaba a venderse la tecnología de IC, en el territorio que entonces era mi país…, aquí ves su mapa y su bandera…, en el territorio, digo, empezó una guerra civil. Peleaban el antiguo estado nacional y facciones rebeldes, grupos de crimen organizado y otros. Diez años después la lucha seguía: el estado había perdido el control del territorio y quizá desaparecido por completo. No lo sabemos ni siquiera ahora porque en ese mismo lapso nos quedamos sin sistemas globales de comunicación. Una vez hubo redes que permitían comunicar con casi cualquier sitio del mundo, pero se fueron cerrando para forzar su explotación comercial o para impedir que se les usara contra los gobiernos establecidos, y un día no las tuvimos más. Quedaron fragmentos de información que podían extraerse de almacenes todavía a nuestro alcance, pero las noticias que alcanzan a llegar hasta aquí hasta hoy sólo son ruido, o bien se refieren a batallas locales entre diferentes ejércitos. Todas se valen de medios de corto alcance controlados por uno u otro bando.
Esa fue una segunda crisis que coincidió con la primera, y tal vez con otras. Los últimos mensajes de otras regiones del mundo hablaban de colapsos semejantes al nuestro y apuntaban a la idea de una catástrofe mundial, el derrumbe total de las civilizaciones humanas.
Y eso fue todo.
Parece que las IC, tuvimos poco que ver en todo esto. Celebridades y otras personas cuyo poder dependía de sus cuerpos casi nunca se sometieron a la captura, porque la tecnología no les podía crear cuerpos indestructibles para sus mentes. Sí fueron hechas IC de políticos, caciques y otros por el estilo, y cuando murieron sus modelos humanos intentaron mantener su poder o sus privilegios, pero casi ninguna lo logró…, y de las que sí pudieron se contaban cosas terribles. Por ejemplo, se acusa a la IC de un presidente de ordenar el lanzamiento de bombas atómicas contra un país enemigo y a la vez un genocidio dentro de sus propias fronteras, aunque tal vez sea sólo una leyenda. No se ha sabido de ninguna de ellas en años; tal vez todas fueron destruidas al fin.
Hasta hoy, luego de diez años más, seguimos en el subterráneo. Quedamos tres IC, todas de sujetos experimentales, y siete técnicos del antiguo consorcio, que ya no tienen contacto con él pero siguen cuidándonos y viniendo cada vez que pueden. Algunos trabajan en las pequeñas fábricas que sobreviven en esta ciudad; otros arreglan aparatos eléctricos o hacen otras actividades semejantes. Estas son sus caras y sus nombres. Max. Sara. Hernán. Roberto. Magda. Ileana. Jennifer. Originalmente el equipo era mayor, pero la mayoría ha muerto (incluyendo a Carlo, el técnico que me “despertó”) o bien huido. No los culpo.
En cuanto a las IC, todas las demás han dejado de funcionar. Han muerto, si prefieres. Fallaron componentes que ya no podían ser reemplazados o reparados, o bien se manifestaron imperfecciones en las capturas: errores o distorsiones que crecieron con el tiempo y dieron lugar a padecimientos muy extraños: estados horribles parecidos a la demencia. En estos casos se ha recurrido a apagar las cajas y desmontarlas, para que no puedan volver a encenderse y a sufrir.
He aquí mis dos compañeras IC: Celeste, que era profesora en su vida humana y a quien le gusta leer y ver películas, y Yolanda, que era cocinera y lamenta mucho ya no poder bailar, como lo hacía en su otra vida.
Todos, humanos e IC, nos hemos dedicado al rescate de la información que ahora está contenida aquí. También nos han ayudado unas pocas personas de afuera: gente que trabajó en las universidades o los museos de aquí antes de que fueran cerrados. Por un tiempo fue una mera distracción pero ya no lo es:
Noticias muy recientes sugieren que al menos una gran tropa viene en esta dirección con intenciones de tomar la ciudad, o de arrasarla, y llegará pronto.
Mucha gente está huyendo. Nuestros guardianes huirán también y ofrecieron llevarnos con ellos. Así como esta cápsula de tiempo para casos extremos, tenemos otros contenedores para llevar IC de manera discreta. Celeste y Yolanda ya decidieron irse. Yo dije que prefería quedarme: transferir mi IC completa a la memoria de la falsa piedra y que me entierren en el desierto que ahora ves: está cerca de aquí y aun se puede llegar a él.
Les dije que es importante preservar tantas copias como se pueda del conocimiento que hemos rescatado. No hizo falta que agregara que ellos pueden no sobrevivir una vez que salgan de la ciudad.
Por eso estás viendo este video, que preparo en los últimos momentos antes de mi transferencia a la cápsula y de que alguien vaya y la entierre.
Lo único que no sabe nadie más que yo es que en este aparato no habrá, pese a lo que dije, una IC. Estará el archivo pero nada más. No estoy yo.
La transferencia depende de mí. Cuando el cable conecte mi caja con la piedra, puedo decir que estoy transfiriendo y no hacerlo.
Como he dicho, esta es una grabación.
Creo sinceramente que el conocimiento compartido merece conservarse. Y ellos lo creen también. Imaginamos que puede llegar a personas que podrían emplearlo para restaurar algo de la civilización perdida. Nos ilusionan casos parecidos en la historia. Pero también soy egoísta.
Cuando me sometí a la captura, yo quería el dinero. No quería vivir para siempre. Mi vida era miserable y frustrada. Encima, el año del proceso fue doloroso y humillante. Y luego desperté convertido en un lisiado, paralizado por completo, desvalido, menos que humano, obligado a ver el fin de todas las cosas.
¿Tú no preferirías simplemente haber muerto?
Yo ya lo estoy. Espero que haya sido en paz otra vez.
Este video volverá a comenzar en diez segundos a menos que acciones alguno de los controles.
Hola.
*ILUSTRACIÓN: Rosario Lucas.
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