La tormenta de Nick Cave

Oct 15 • destacamos, principales, Reflexiones • 4679 Views • No hay comentarios en La tormenta de Nick Cave

POR MAURICIO GONZÁLEZ LARA

@mauroforever

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La última vez que alguien vio con vida a Arthur Cave, de 15 años de edad, fue poco antes de las 18 horas del 14 de julio de 2015. Tras haber consumido tres sellos de LSD y una alta cantidad de marihuana con un amigo, Arthur, hijo de Nick Cave, el compositor y cantante australiano, deambuló por la zona de Ovingdean Gap, una comunidad agrícola a cinco kilómetros de Brighton, Inglaterra, antes de saltar la valla que impedía el paso a un precipicio de 60 pies de altura. De acuerdo con reportes de motociclistas que lo observaron caminar en zigzag hacia el vacío, el adolescente estaba perdido y fuera de control. “¿Dónde estoy?”, fueron, según las autoridades locales, las últimas palabras de Arthur.

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Cuando algo así de catastrófico sucede, simplemente cambias –confesaría Nick Cave meses después–. Cambias de una persona conocida a una persona desconocida. Pasan los días, te miras al espejo, reconoces al individuo que alguna vez fuiste, pero debajo de la piel habita alguien completamente distinto. Ya nada es igual”.

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Aceptar la muerte de un ser querido es un proceso devastador para cualquiera; lidiar con esa tragedia bajo el escrutinio del ojo público debe ser algo prácticamente insoportable, en especial cuando la persona en cuestión es un artista sobre quien pesa la expectativa de expresar ese dolor. El pop contemporáneo cuenta con algunos referentes. El 20 de marzo de 1991, Connor Clapton, de cuatro años de edad, cayó por accidente del piso 53 de un edificio en Nueva York. Su muerte inspiró “Tears in heaven”, canción que le daría a su padre, Eric Clapton, el único hit en ventas que tendría en los años por venir. Lou Reed compuso dos obras conceptuales sobre la muerte de personajes cercanos: Songs for Drella (1990), una narrativa musical coescrita con John Cage sobre la vida y obra de Andy Warhol, y Magic and Loss (1991), una serie de reflexiones sobre el absurdo de la enfermedad y la decadencia inspirada en la muerte del cantante Doc Pomus y “Rotten Rita”, una amiga del “poeta de Nueva York”. En Tonights the Night, de 1975, Neil Young confronta con acidez la muerte de Danny Whitten y Bruce Berry, amigos y compañeros de ruta que murieron a causa de sobredosis de drogas. The Wind, último disco de Warren Zevon, está basado en su propia enfermedad terminal: un cáncer pulmonar que finalizó con su vida en 2003. La muerte de la madre de Kanye West fue una influencia determinante en 808s and Heartbreak, disco que estableció al “auto tune” como una herramienta omnipresente en el hip hop actual. Otro ejemplo más reciente es Blackstar, de David Bowie, el adiós de un artista cuya obsesión en las máscaras y los espejos lo llevo a concebir la muerte como su representación final.

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El 9 de septiembre, Nick Cave y The Bad Seeds presentaron Skeleton Tree. El lanzamiento estuvo acompañado del estreno de One More Time with Feeling, cinta de Andrew Dominik que documenta la influencia que ejerció la muerte de Arthur en el proceso de grabación. Lejos de la cursilería que imagina reconciliaciones y encuentros en el cielo, como en el caso de Clapton, pero también distante de la ambición panorámica y triunfal de West o Bowie, Skeleton Tree reconcilia la naturaleza íntima de la elegía con la contundencia expresiva del autor de los discos Let Love In, From Her to Eternity, Henry´s Dream y No More Shall We Part. La muerte ha sido un tema central a lo largo de la discografía de Cave; no obstante, casi siempre ha funcionado como una figura retórica para construir un universo fantástico de asesinos y pobres diablos condenados a la pena máxima. Morir casi ha sido un recurso estético para el artista australiano de 59 años de edad. En este trabajo, sin embargo, la intención es diametralmente distinta.

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Respira, sólo respira

Bajo la producción de Warren Ellis, carnal eterno de Nick, Skeleton Tree fue grabado durante varias sesiones entre finales de 2014 y comienzos de 2016. Los primeros trabajos fueron realizados en los Retreat Recording Studios, localizados en Brighton, hogar de Cave desde hace ya algunos lustros. La tragedia provocó la interrupción de estas sesiones, las cuales fueron retomadas en Francia y finalizadas en Londres. Es decir, buena parte de la estructura del disco ya estaba conformada antes del fallecimiento de Arthur, por lo que buscar referencias literales a su muerte es un proceso engañoso y fútil. El lugar común nos dice que todo poeta es un vampiro, y Cave no es la excepción, pero como explica él mismo en el documental 20,000 días sobre la tierra, nunca ha sido entusiasta de la literalidad. Por el contrario, cada postal de vida es una alteración romántica de lo que absorbe:

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La mayor parte de las veces me siento como un caníbal, ya saben, uno parecido al de las caricaturas, de labios grandes, con pelo chistoso y un hueso en la nariz. Siempre en busca de alguien para cocinar en la olla. Pueden corroborarlo con Susie, mi esposa. Ella es generalmente la que termina siendo cocinada. Hay un entendimiento entre nosotros, un pacto donde cada secreto y momento sagrado que existe entre una esposa y un esposo es canibalizado para devenir en canción. Cada momento. Inflado, distorsionado y monstruoso. Al escribir le doy forma a un mundo lleno de monstruos y héroes, buenos y malos. Es un mundo absurdo, demencial y violento donde la gente se enfurece y Dios de hecho existe. Mientras más escribo, el mundo se vuelve más elaborado y detallado, y todos los personajes que viven, mueren, o se desvanecen son versiones deformadas de mí mismo. Cuando entro de nuevo al mundo real, me siento desconcertado: como, veo televisión, juego con los niños, atormento a mi esposa y reúno experiencias para volver a refugiarme en la escritura”.

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Cave tampoco cree en el mito de la inspiración. “A veces hay revelaciones, pero sin trabajo detrás, no sirven para nada. Encontré muchos artistas más inspirados que yo, pero ¿qué hicieron de esas epifanías? Nada. Las dejaron morir. No fueron a la oficina. Yo no espero a que las ideas vengan: yo las fuerzo. En mi agenda, anoto una fecha: es el día en que empezaremos a trabajar en el disco. Una vez escrita, no se puede cambiar, está grabada en mármol”. De apenas 39 minutos de duración, Skeleton Tree no es un exorcismo, sino un testimonio del poder de la disciplina creativa frente al dolor. El disco abre con “Jesus Alone”, pieza por la que desfilan un joven bañado en sangre ajena, un drogadicto que mira al techo de un cuarto de hotel en Tijuana, una adolescente llena de energía prohibida y un hombre que sabe que su Dios lo ha olvidado, entre otras almas condenadas. Todos, empero, escuchan una voz que los convoca para no dejarlos solos en el momento final (“With my voice/I am calling you/Let us sit together until the moment comes”). La desorientación persiste en Rings of Saturn (“I’m there and also not there”), cuyas percusiones y texturas suaves rayan en el pop radial. La pieza descubre uno de los logros más notables de Skeleton Tree: pese a su oscuridad, nunca es intimidante, ni siquiera en sus piezas más lúgubres y atmosféricas (el tríptico “Girl in Amber”/ “Magneto”/ “Anthrocene”). Por momentos, incluso, casi es pegajoso, como en “I Need You”, la balada central del disco. En apariencia la canción es lamento y desolación, pero vista con detalle se revela como un acto de coraje: “Nada realmente importa cuando la persona que amas se ha ido, sin embargo, te necesito… en mi corazón, te necesito, respira, sólo respira, te necesito”, canta Cave con una voz quebrada que, intuimos, nunca más será la del supremo sacerdote que convocaba al aquelarre de “Jack The Ripper” o “Red Right Hand”. Pensamos en “O Children”, la canción de Abbatoir Blues/The Lyre of Orpheus que gira en torno a imágenes de niños en peligro y los esfuerzos para protegerlos. Nick en el improbable papel salingeriano de “guardián entre el centeno”, incapaz de impedir que los niños se despeñen por el barranco. El disco cierra con “Distant Sky” y “Skeleton Tree”. La primera es un dueto con la soprano danés Else Torp que invita a escapar a un estadio superior donde “los niños se levantarán”, pero con la conciencia plena de que los sueños y los dioses son mentiras que se agotan en poco tiempo. La segunda canción cierra el ciclo de “Jesus Alone”. La voz que llama a las almas perdidas al inicio del álbum queda sin respuesta (“llamé, a través del mar, pero el eco regresó vacío, nada es gratis”). Pero “está bien ahora”, remata Cave. La pieza podría elevarse a niveles épicos, pero se desvanece, inacabada, como los sentimientos encontrados que caracterizan al periodo de duelo y la aceptación subsecuente.

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Días de tormenta

¿Quieren saber cómo escribir una canción?”, pregunta Cave al inicio de 20,000 días en la tierra. “La clave es el contrapunto: enfrentar dos imágenes diferentes y esperar a que salgan chispas. Es como imaginar a un niño en una pequeña habitación junto a un psicópata mongol. Luego a eso le añades un payaso en un triciclo y esperas a ver qué sucede. Si ese escenario no deriva en nada, asesinas al payaso”.

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Más adelante, en el mismo documental, Nick revela que su principal ambición es la búsqueda de una experiencia transformadora, una sublimación que le permita convertirse en alguien más a través del “poder de la canción”. Es por eso que, como él mismo señala, la leyenda que pisa el escenario es una creación muy diferente al ser humano que la inventó. Las estrellas de rock son como dioses, columnas que deben ser visibles a la distancia. Su verdad emana del artificio. Mantener el misterio que anima el mito genera costos. “La máscara se calcifica, no es algo que puedas prender o apagar”, declaró alguna vez en el New Musical Express. En Skeleton Tree, Cave sigue una estrategia distinta y se presenta como un “monumento derruido”, sin ambición de mutarse en otra cosa. Nick ha sido gurú, asesino, brujo, forajido e ilusionista. Skeleton Tree lo presenta tan frágil como cualquiera de nosotros. El resultado es hermoso y entrañabl.

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En los días de tormenta, requerimos empatía inmediata, un hogar que ofrezca refugio y calidez. Sin victimismo ni respuestas fáciles, Cave entrega un cancionero en las antípodas de la confesión vulgar y la pornografía sentimental. Sin traicionar nada, ha disuelto su personaje para seguir adelante.

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FOTO: El documental 20,000 días sobre la tierra (2014) describe un día en la vida de este cantante, compositor y músico australiano durante la grabación del disco Push the Sky Away.

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