Las coaliciones políticas y la cultura

May 12 • Conexiones, destacamos, principales • 3484 Views • No hay comentarios en Las coaliciones políticas y la cultura

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Los discursos, programas culturales y diagnósticos que han hecho públicas las distintas coaliciones que compiten por la Presidencia de la República reflejan sus posicionamientos y visiones sobre la cultura: desde su papel para la construcción de paz, su importancia como eje de la economía nacional a su utilidad para la proyección de México en el mundo

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POR EDUARDO NIVÓN BOLÁN (UAM)

El pasado diciembre, cuando dieron inicio las precampañas, José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador se hicieron presentes en comunidades indígenas de distintas regiones del país: Chamula, Amealco y Huautla de Jiménez. La coincidencia, desde luego, no fue azarosa sino debió reflejar un interés por presentarse ante los más afectados por la desigualdad y la discriminación. Ante ellos, los precandidatos se pronunciaron por superar la situación de marginación que se vivía en esas comunidades a través de la educación o el desarrollo social y económico, pero la cultura de los grupos indígenas en sí misma no fue el centro de sus intervenciones. En mi opinión éste es el curso que ha tenido el tema de la cultura durante los meses de precampaña y campaña del actual proceso político: referencias tangenciales a la cultura sin ninguna entrada directa en torno a su importancia o problemática específica.

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A principios de febrero las coaliciones electorales registraron las plataformas políticas a partir de las cuales pretenden gobernar este país. El Proyecto Alternativo de Nación de la coalición Juntos Haremos Historia despertaba gran interés por haber sido la plataforma más difundida con anterioridad. El documento presentado ante el INE es una pequeña sección del original con muy pocas menciones a la cultura. Si acudimos al documento completo podemos encontrar pistas más precisas, aunque no son fáciles de identificar. El Proyecto Alternativo de Nación es sumamente extenso (415 páginas), sin índice temático ni numeración de capítulos y parágrafos, que intenta ser al mismo tiempo declaración de principios, diagnóstico y programa. Al inicio ofrece un mapa conceptual donde identifica cuatro ejes: Economía y Desarrollo, Política y Gobierno, Desarrollo Social y Educación Ciencia Valores y Cultura. En este último el centro es la educación, de la que se desprenden cuatro ramas: Proyecto Nacional de Educación que trata de la educación básica y de la superior, Bono Educativo, Cultura Comunitaria e Inclusión de Jóvenes. En el desarrollo del documento no hay un apartado exclusivo dedicado a Cultura, ni siquiera del anunciado programa de Cultura Comunitaria. En general, el documento es notablemente pobre en cuanto a sus definiciones sobre política cultural.

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La plataforma de la coalición por México al Frente tiene una presentación más próxima a lo que podemos considerar un programa. Contiene un apartado de Política Cultural de estado “que estimule la producción y consumo de bienes y servicios culturales nacionales, que afiance nuestra identidad cultural y proyecte la producción cultural de México en el mundo” y expone nueve puntos estratégicos en los que propone democratizar el acceso a los bienes y servicios culturales como derechos humanos, incorporar el enfoque de industrias culturales en las políticas públicas sobre cultura, fortalecer la diversidad cultural regional del país y la descentralización, promover la identidad nacional, el desarrollo cultural, la recuperación de los espacios públicos, establecer programas de inversión en cultura y favorecer la cultura local. Son líneas generales en donde no se enuncian proyectos específicos.

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La plataforma de la coalición Todos por México se organiza a partir de 5 ejes centrales: Economía abierta y dinámica, Seguridad pública, Educación de excelencia, Inclusión social y Apertura al mundo y 3 “causas” transversales: Desarrollo sostenible, Igualdad de género y Apuesta por la juventud. A pesar de que contiene varias referencias al tema de la cultura, no hay en el documento un solo punto que trate directamente de la política cultural, a excepción del inciso 10 del Eje 5 sobre política en el exterior, donde se habla de la proyección de un “poder suave” que se expresa en “impulsar formas de diplomacia más allá de la tradicional, tales como la cultural, la científica, la académica y la parlamentaria”. En general es un programa que pasa de la cultura y se centra en los temas de educación.

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Si sólo observamos el contenido de las plataformas electorales de las coaliciones el tema cultural está bastante reducido o aparece tangencialmente. Tampoco ha estado presente en las declaraciones de los candidatos y no se ve como uno de los temas a tratar en los dos debates electorales que restan. Sin embargo, hay que recordar un cambio en las campañas electorales que ha impuesto el partido Morena. Veamos.

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En los mismos primeros días de la precampaña, López Obrador anticipó una propuesta de gabinete de gobierno que buscaba impactar el devenir de la campaña. La consecuencia fue que, a partir de ese momento, la propuesta del partido Morena fue juzgada no sólo por el candidato presidencial, sino también por los presuntos secretarios de estado. Por otra parte, con la presentación del gabinete, las políticas públicas subían a un nivel central en el debate, pues los eventuales secretarios no podrían circunscribirse a promesas electorales generales, sino que su aparición pública debía traducirse a ofertas prácticas, concretas, de interés real para la sociedad. Luego de la presentación del posible gabinete de Morena, otros candidatos han designado enlaces o representantes en temas sectoriales. Para cultura Raúl Padilla por parte de Ricardo Anaya y Consuelo Sáizar por Margarita Zavala se unen a Alejandra Frausto, la candidata de López Obrador a presidir la Secretaría de Cultura.

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De los nombramientos mismos y de las declaraciones de los presuntos secretarios o enlaces se desprenden al menos dos hechos relevantes. El primero es que los candidatos asumen el nuevo orden cultural desarrollado en los últimos años: constitucionalización del derecho a la cultura, existencia de la Secretaría de Cultura, Ley General de Cultura y Derechos Culturales, Reglamento Interno de la Secretaría de Cultura, etcétera. El segundo hecho es que hay que elaborar un plan de cultura con el concurso del sector cultural y, por ello, los representantes de los candidatos se han tenido que movilizar para acercarse a los actores culturales y dibujar con ellos los puntos esenciales de sus proyectos. Apenas la semana pasada Alejandra Frausto definió la visión de Morena como “un proyecto que pone a la cultura en un papel fundamental para dar alternativas en las comunidades, para regenerar confianza, para regenerar paz, para regenerar comunidad y para hacer un proyecto común de Estado”. Raúl Padilla construye “Una propuesta que aprecie y valore las manifestaciones culturales no sólo en su dimensión humana, que de por sí es lo más valioso de la cultura, sino también como instrumento para el desarrollo económico de nuestro país”. Dos visiones que pueden ser complementarias pero que también suponen alianzas y preocupaciones distintas. Quizá la mayor diferencia se encuentra entre mirar como eje la Secretaría de Cultura o, en cambio, centrarse en el más amplio “Sector cultural”, ahora más claramente definido a partir de la cuenta satélite de cultura y de otros varios estudios sobre su impacto en la vida social.
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Foto: En la imagen, fila de visitantes al Museo del Palacio de Bellas Artes durante el maratón de la exposiciones “Leonardo Da Vinci y la idea de la belleza” y “Miguel Ángel Bounarroti, un artista entre dos mundos” en agosto de 2015. Yadín Xolalpa / EL UNIVERSAL

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