Las luchas estudiantiles me marcaron: Orlando Ortiz

Mar 28 • Conexiones, destacamos, principales • 4125 Views • No hay comentarios en Las luchas estudiantiles me marcaron: Orlando Ortiz

 

POR VICENTE ALFONSO

 

 

 

El 10 de junio de 1971, en la cercanía de la Escuela Nacional de Maestros, en la Ciudad de México, fue disuelta una manifestación con más de diez mil estudiantes provenientes de distintos planteles del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Se trataba de la primera manifestación estudiantil que se realizaba desde octubre de 1968. Testimonios de la época consignan que, durante cinco horas, la zona se convirtió en tierra de nadie: un grupo de choque, los Halcones, agredió a los jóvenes manifestantes mientras en las azoteas de varios edificios había francotiradores apostados. Se habló de decenas de muertos y desaparecidos. Si bien existía evidencia de las acciones represivas, pues en la zona se encontraban fotógrafos y reporteros de diferentes medios nacionales y extranjeros, las autoridades de distintos niveles de gobierno negaron la existencia de los Halcones.

 

A las pocas semanas comenzó a circular un libro titulado Jueves de Corpus que, basándose en notas de prensa, testimonios y otros elementos, reconstruía lo ocurrido. El autor era un joven estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras llamado Orlando Ortiz, quien animado por Emmanuel Carballo decidió suspender su incipiente carrera como novelista para armar la crónica de aquel jueves aciago. Las ediciones se sucedieron rápidamente, pero después ningún editor quiso incorporar el manuscrito a su catálogo.

 

Tras décadas de olvido por parte de las editoriales, el libro ha sido rescatado por editorial Jus, que acaba de presentar una edición corregida y aumentada de aquel volumen. Por ese motivo conversamos con el autor, Orlando Ortiz, cuya obra suma hoy decenas de títulos entre novelas, cuentos, crónicas, ensayos e incluso narrativa infantil.

 

 

¿Cómo vivió los hechos de 1968 y 1971, considerando que usted tenía entonces veintitantos años?

No sólo eso, además estaba en la FyL de la UNAM, pues hice dos veces la Preparatoria y estuve un año en la Facultad de Ciencias. En Tampico nunca me tocó vivir una experiencia similar a la del movimiento estudiantil del 68 y del 71. Ya te imaginarás lo que representó para mí, al grado de que abandoné la escritura de ficción (estaba por aparecer mi primera novela), comencé a incorporarme un poco al activismo, pues en ese periodo estuve investigando para La violencia en México, que me había encargado Emmanuel Carballo. Viví muy de cerca los hechos y si no estuve en Tlatelolco en 2 de octubre, ni en San Cosme el 10 de junio, sí puedo decirte que estuve en la orillita. Para decirlo de otra manera, por cuestiones de trabajo llegué, o mejor, iba a llegar tarde y por eso me quedé afuerita. Los sentimientos que tuve no podría describírtelos. Rabia, impotencia, coraje, desolación… no sabría decírtelo.

 

Cuál fue la recepción de la primera edición, y a qué atribuye que haya pasado tanto tiempo para que el libro volviese a las librerías?

La recepción de este libro fue excelente, aunque no nació de un impulso de bestselerismo. La violencia en México, en la que trataba de hacer una exposición de lo que ha sido la violencia desde la época prehispánica hasta el 2 de octubre, salió a la venta justamente el día 7 u 8 de junio, es decir, cuando vi a Carballo el día 11 o 12, me dijo: creo que La violencia… ya quedó rebasada; ¿por qué no preparas lo que pueda ser un capitulito más sobre el jueves de Corpus, que se añada a la segunda edición, si llega a ser necesario? Me puse a trabajar de inmediato, recopilando diarios, revistas, volantes, publicaciones estudiantiles, todo lo que encontraba sobre lo ocurrido, así como las reacciones de columnistas, comentaristas, etcétera. La violencia… se agotó en alrededor de un mes, me parece, y el material para Jueves de Corpus que le entregaba sobre la marcha a Carballo lo mandaba de inmediato a formación. Pero fue tal la cantidad que Carballo me dijo: esto tiene que ser otro libro, es demasiado para agregarlo. De manera que es el único libro que me ha tocado estar trabajándolo mientras se está formando. Por eso salió a las pocas semanas. La primera edición se agotó también (y entonces eran de 3 mil ejemplares) en un mes, aproximadamente, y se hizo la segunda y… a lo largo de unos años llegó a la séptima u octava edición. Mejor dicho, reimpresión. Esta es en realidad la segunda edición, porque revisé, corregí algunas fallitas de edición y escribí tanto el prólogo como las conclusiones o epílogo. Cuando se agotó la séptima edición y Carballo traspasó editorial Diógenes, les propuse la obra a otros editores pero a ninguno le importó. Muchas personas me preguntaban cuándo sale una nueva edición, o véndeme un ejemplar que tengas por ahí porque estoy haciendo esto o aquello y sólo podía darles una fotocopia. Ese frecuente reclamo me decidió a publicar de nuevo el libro y JUS me dio la oportunidad de hacerlo.

 

En su momento varios periódicos documentaron la existencia de los Halcones, no obstante, todavía a inicios de este milenio había voces que se atrevían a calificar de mito urbano la existencia de este grupo de choque. 

Precisamente en el libro hablo del cinismo de Echeverría y sus achichincles para negar lo que no podía negarse, pues la evidencias eran múltiples: fotografías, testimonios de todo tipo, información documental, grabaciones… en fin, era imposible negar su existencia, pero lo hicieron. Y lo que es peor, ese crimen quedó impune.

 

¿Con qué dificultades tropezó para documentar este libro? ¿Cómo fue la experiencia de escribirlo en el mismo año en que ocurrió la matanza?

Fue una experiencia muy valiosa para mí, porque me hizo ver y vivir la capacidad de la policía política de entonces. Nunca me golpearon ni me detuvieron, pero me seguían a todas partes y por las noches y las madrugadas llamaban por teléfono, no decían nada, su intención, supongo, era la de asustarme y decirme “te estamos vigilando, buey”. Lo mismo ocurrió con el siguiente libro, Genaro Vázquez.

 

¿Cuáles son los cambios más significativos entre ambas ediciones? ¿Qué diferencias hay en su dinámica de trabajo para armar un libro de ficción y una crónica de sucesos reales, como Jueves de Corpus o Genaro Vázquez?

Los que ya te mencioné y que en esta eliminé las fotografías que traía el otro, algunas bastante conocidas, y los cartones o caricaturas. Estos son lo que lamento haber quitado, pues nuestros moneros siempre han sido espléndidos, muy ingeniosos, buenísimos, pero temí que en este caso hubiera tenido que recabar la autorización de ellos para reproducir sus trabajos, lo cual rebasaba mis posibilidades. Por otra parte, nunca me he preguntado cómo hago esa distinción que me señalas, por lo tanto no sabría responderte. Sólo podría decirte que cuando me encargan un trabajo o me interesa hacerlo de motu proprio, me fijo un objetivo, pienso, planeo, y trabajo entusiasmado para alcanzar el objetivo que me fijé. Y, desde luego, siendo fiel a mis principios como hombre y autor.

 

Varios de sus libros, incluido Jueves de Corpus siguen una estrategia similar a la del cuento de Akutagawa o la crónica del siglo XIX: armar un contrapunto de versiones y dejar al lector la posibilidad de decidir.

Así es, nunca me ha gustado adoctrinar o ideologizar.   Detesto los dogmatismos, el adoctrinamiento.

 

Jueves de Corpus consigna textos escritos por José Emilio Pacheco y Ricardo Garibay entre otros escritores e incluso menciona que Emmanuel Carballo le dio la grabación de radio. ¿Cuál fue el papel de los intelectuales en los hechos de 1971?

Fue una época rara. Por un lado tenías a Carlos Fuentes, Octavio Paz, Fernando Benítez y otros intelectuales esgrimiendo la consigna “Echeverría o el fascismo”. Incluso después de lo ocurrido en San Cosme. El mismo Echeverría, cuando estaba en campaña, tuvo el cinismo en un mitin realizado en la universidad de Guadalajara, creo, de pedir un minuto de silencio por los caídos el 2 de octubre. La reacción inmediata de los intelectuales creo que fue de condena, luego, algunos prefirieron callar o ya no insistir porque el presidente mismo declaraba que los culpables serían castigados, cosa que nunca sucedió. Los gobiernos priistas siempre hicieron a un lado el asunto. Y cuando Fox prometió que se haría justicia, a fin de cuentas el juez dijo que Echeverría no era genocida que cuando mucho podría ser juzgado por homicidio, pero como ya habían pasado muchos años, ya tampoco se le podía juzgar por ese delito.

 

Desde algunos cuentos de Sólo se que así fue hasta la novela Vidrios rotos, las luchas sociales y los personajes que se mueven en la clandestinidad parecen ser una constante en su obra.

Eso se liga perfectamente con algo que me preguntaste antes. Tanto el movimiento estudiantil del 68 como el de los 70 dejaron una profunda huella en mí, y traté de recoger esas experiencias y lo que me contaban amigos de las suyas, en textos literarios; no en panfletos, sino en narraciones. No recuerdo si lo dije antes, pero el hecho es que cuando dejé de escribir ficción, en el 68, seguí escribiendo, pero en periódicos tanto de corte partidista como de circulación nacional, siempre de cuestiones políticas y desde una perspectiva de izquierda. No fueron pocos, también, los documentos redactados para las organizaciones en las que participé. Cuando se logró la unidad de una izquierda que quedó muy atrás, decidí que ya era hora de regresar a lo que había sido siempre mi interés: la literatura. Me costó mucho trabajo hacerlo, pues escribir literatura no es como andar en bicicleta. Tuve que pasar uno o dos años aprendiendo de nuevo el oficio.

 

Hablemos de su experiencia dirigiendo talleres literarios. Hay quienes dicen que saber dejar un taller es tan importante como entrar en él. Miguel Donoso Pareja “despedía” a los miembros a quienes veía desarrollar una dependencia de las opiniones de los demás talleristas. ¿Cuál fue su experiencia al respecto (primero como participante, después como conductor de talleres)?

La verdad es que nunca fui a un taller. La primera vez que asistí a uno, fue cuando Sergio Gómez Montero me llamó por teléfono para invitarme a dar el taller de cuento en la universidad de Puebla, eso fue allá por 1972. Al igual que muchas otras cosas, aprendí a coordinar un taller, coordinándolo y preguntando, pues en ese momento era amigo de Miguel Donoso, de Carballo, de Pacheco… Después, alrededor de 1979, Donoso me llamó para que me hiciera cargo del taller de cuento que auspiciaba Bellas Artes, en la Dirección a cargo del poeta Víctor Sandoval, pues Tito Monterroso lo dejaría. Acepté porque siempre me han gustado los desafíos. Y de entonces a la fecha sigo en eso. Miguel sí tenía un programa con bibliografía y todo, producto, tal vez, de su contacto con los talleres de creación literaria que funcionaban en Cuba. Nunca me apegué mucho a esas directrices, pero sí coincidía plenamente con Miguel en cuanto a que no era saludable tener de por vida a los talleristas. Incluso han llegado algunos que veo completamente formados y después de dos o tres sesiones los invito a que se vayan, que ya no tengo nada que enseñarles.

 

 

 

Orlando Ortiz, Jueves de Corpus, Jus, México, 2014, 268 pp.

 

*En Jueves de Corpus, Orlando Ortiz hace una crónica de la represión al movimiento estudiantil mexicano del 10 de junio de 1971 / Foto: EL UNIVERSAL

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