Las palabras invisibles
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POR JOSÉ LUÍS PEIXOTO
Busco mi bloc de notas en lugares donde ya escudriñé. Tengo la esperanza de que esta vez, por algún milagro, pudiera estar ahí. No es un bloc extravagante, es negro y sencillo, lo veo en mi mente mientras lo busco. Todo lo que miro aparece frente a mí con todas sus formas, pero está este bloc de pasta negra que quiero encontrar y que aparece concreto en mi memoria, como una imagen proyectada sobre lo que existe, como una imagen antigua; y no sirve de nada extender la mano para alcanzarlo, no está ahí, mis dedos atravesarían la luz de esa colorida e inmaterial proyección.
Intento recordar la última vez que sostuve el bloc de notas, ayer. Sé que estaba en casa, eso es real, pero sólo recuerdo la sensación viva de haber descubierto un buen lugar para guardarlo. Tal vez dentro de un cajón, tal vez debajo de algún objeto, tal vez entre dos libros que en aquel instante me parecieron especialmente simbólicos. Lo escondí tan bien que ahora ni yo mismo logro encontrarlo.
Conozco blocs de notas de grandes escritores, ediciones facsímiles, póstumas. Mis cuadernos no son así. Me lleno de pudor con la simple referencia mental de las anotaciones que hago: frases muy lejos de parecerse a un verso, listas de tareas, ideas sin forma, fragmentos míos, desnudos, inocentes, exponiendo aquello que no quiero mostrar. No son restos de misterio, no tienen aquella imperfección cuidadosa, perfecta. Aquellas páginas son yo en ropa interior, acabado de levantar, zombie; soy yo despeinado, camiseta deslavada, calcetines sin resorte; soy yo dormido en el sofá frente a la televisión encendida, babeando.
La semana pasada, estacioné el carro en un lugar diferente. Entré a la casa, me llené la cabeza con sus asuntos, dormí esa noche y al día siguiente, cuando salí a la calle, me sobresalté por no encontrarlo en el lugar de siempre. Comencé a buscarlo. La posibilidad más insistente era: me robaron el carro. Aceleré el paso y cuando ya tenía el teléfono en la mano, recordé aquel instante del día anterior en que decidí estacionarme en un lugar diferente.
Oculto de mí, mi bloc de notas, inmóvil, discreto, abriga aquel pequeño mundo. Bastará hojearlo para que estas palabras se liberen; están ahí, esperando, son como un secreto corpóreo. Mi bloc de notas es como la sustancia de ese secreto.
Aun así, hay diferencias fundamentales: esconder algo para siempre es pretender que nunca existió. En consonancia, la única forma de llevar ese raciocinio hasta el final es morir. Comparado con esas decisiones, mi bloc de notas, hecho de papel barato, no es realmente la sustancia de un secreto, es sólo un biombo que cubre este cuerpo y, no obstante, es un biombo que permite transparencias. A su vez, morir con secretos, cargarlos en el pecho la vida entera y morir, nunca haberlos compartido con los hermanos o los hijos, es un acto que cuestiona la propia muerte. ¿Logrará la muerte ser lo suficientemente opaca para esconder esos secretos para siempre?
Una nota hallada en el interior de un libro antiguo puede cambiar todo lo que pensábamos sobre nuestro abuelo. Una gran parte del pasado todavía está por suceder.
Además, los secretos le quitan lógica al mundo. Aquello que se omite priva a los otros de comprender las razones de los episodios que observan. ¿Por qué estás de mal humor? Por nada. ¿Qué pasa? No, no pasa nada. ¿Hay algún problema? No, no es nada.
Tal vez encuentre el bloc de notas cuando menos me lo espere. Entonces, casi seguramente, se iluminará el instante en el que decidí guardarlo y las razones que me llevaron a escoger ese lugar que, ahora, me parece insospechado. Será como cuando no logro recordar un nombre o una fecha, hago un gran esfuerzo por recordar, pero nada. Después, cuando ya no estoy pensando en ello, de repente, como un objeto que regresa a la superficie, se revela en mi cabeza. Incluso despierto por la noche con la fuerza de ese recuerdo.
Me resigno, estoy cansado de buscar, pero siento lástima. En ese bloc había anotado la idea que iba a desarrollar en este texto. No logro recordar cómo era, sólo recuerdo que me entusiasmó, me pareció buena idea, me alegré cuando la tuve.
FOTO: Especial
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