Las Panteras Rosas: homoterrorismo insurgente
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En el marco del desfile del orgullo LGBTTTI, celebrado este fin de semana en la Ciudad de México, el escritor y guionista cinematográfico Luis Usabiaga ha escrito este texto (acompañado por un grupo de imágenes seleccionadas especialmente por él) a medio camino entre la crónica, el ensayo y la ficción sobre qué es ser gay en un país clasista, racista, machista y con marcada doble moral como lo es México
Ideología de Género y la Agenda Rosa de Dominación Global
POR LUIS USABIAGA
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A continuación, reproducimos íntegramente un mensaje SMS obtenido de manera ilegal por el spyware Pegasus y filtrado a nuestras oficinas por una fuente anónima. Se trata de una conversación privada entre un escritor sodomita y su joven amante. Si hemos decidido publicarlo es porque contiene información de interés público. Revela, entre otros asuntos de vital importancia, que sí existe una Agenda Gay, que Las Panteras Rosas es un grupo homoterrorista activo en nuestro país que intenta a toda costa imponer su ideología de género, y que el oscuro escritor era en realidad la cabeza del movimiento radical. El contenido es altamente subversivo y a muchos podrá parecerles obsceno, cruel, blasfemo, repulsivo o hasta pornográfico. Ese es su problema, no el nuestro. La Redacción se niega a asumir cualquier responsabilidad si sus valores morales se sienten ofendidos. Queda usted advertido.
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“Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, y tú un culito que se mueve, cuando bailas esta rumba…” —¿Te acuerdas, Chikis? ¿Te acuerdas de aquel primer beso que nos dimos mientras grafiteabas estos versos con los colores del arcoíris en la fachada del colegio Miraflores? Yo no lo olvidaré nunca. Acababas de afiliarte al NABO (Núcleo de Adiestramiento para Brigadas Omosexuales), eras muy joven aún para comprender que a veces es necesario sacrificar la ortografía en pos de una noble causa, y ese grafiti fue tu primera prueba, tu debut en la militancia, un rito iniciático para ingresar a Las Panteras Rosas. Ese fue tu primer acto de resistencia, Chikis de mi corazón: aquel beso furtivo y un escupitajo multicolor de poesía revolucionaria en la meritita mátrix del sistema.
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¿Qué fue, Chikis de mi alma, mi fruto prohibido, lo que me atrajo hasta ti? ¿La firmeza de tus convicciones, el brío de tu mirada, tus pompitas de melocotón…? Sabe, pero desde el primer momento en que te vi, mientras pasaba revista a las decenas de jóvenes reclutas gay enganchados a la salida del Metro Insurgentes, supe que eras especial. Y esa misma tarde, cuando saliste victorioso en el torneo de espadazos en los baños del Sanborns (otra prueba de iniciación) tuve al fin la certeza de que eras (redoble de tambor) … ¡El elegido!
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Mi intuición me lo dijo mucho antes de que la pitonisa confirmara que estabas destinado, por mandato celestial, a terminar con la despiadada y brutal dictadura heteronormativa impuesta por El Imperio del Mal de la Confederación Buga. Eras tú. Por fin habías llegado. Mi fe había sido recompensada. Sólo me resta decirte, en mi doble papel de gay-lover y Comandante en Jefe de Las Panteras Rosas, que ha sido un honor para mí entregarme en cuerpo y alma (en un 75/25%) a tu formación ideológica en la lucha de género.
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Mi trabajo contigo no ha terminado, quelite mío. Mi misión no ha concluido. Hay tantas cosas que debes aprender todavía sobre Las Panteras Rosas, sobre la causa homoterrorista, y sobre tu papel manifiesto en la batalla decisiva. Por desgracia —y lamento tener que decírtelo por inbox—me veo obligado a abandonarte. Así es, chaparrín. Te dejo. Me voy para siempre. Esta es la última vez que sabrás de mí. Se acabó lo nuestro. Ahí te ves. Kaputt. Arrivederci.
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(Tómate esta breve pausa para cambiar tu estatus en Facebook. No tardo. Voy aquí al Oxxo por un café Andatti con crema de vainilla…)
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Ya regresé, Chikis. Disculpa que me haya tardado, pero ¡había una colota! Y ya sabes, como dirigente de Las Panteras Rosas nunca permití que ninguna cola, particularmente del tipo al que me refiero, se me fuera viva. Es más, aquel que crea que los hombres no sufren también un acoso brutal no me ha visto nunca chingarme unos tequilas… En fin. ¿En qué estábamos? Ah, sí. Te decía que me voy para siempre, que desaparezco de tu vida y que esta es la última vez que me comunico contigo. Este mensaje es mi testamento espiritual, mi legado, la experiencia de toda una vida de jotería condensada en 20 mil caracteres, mínimo. Así que pon atención.
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Ten mucho cuidado. Estoy por revelarte los Top 10 Secrets de la Agenda Rosa para la Dominación Global y por ningún motivo pueden caer en manos del enemigo. Si nuestros opresores llegaran a hackear este mensaje, si lo filtraran a la opinión pública, quedaríamos totalmente expuestos. Sería el fracaso irremediable y total de todos nuestros planes. Nuestra derrota sería definitiva. Te lo reitero, Chikis: ten muchísimo cuidado. Nos están espiando. Si no, ¿quién le fue con el chisme a los del Netflix, que nos recomiendan puras de jotos?
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Avertencia de Malware: Si recibes un mensaje SMS con un link para ver “Fotos de Pepillo Origel en calzones”, NO LO ABRAS: Sí son fotos de Pepillo Origel en calzones. (Iugh!)
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Chikis, en el poco tiempo que nos tratamos supe que estábamos hechos el uno para el otro. Que, si fuéramos estilos musicales, tú serías El Perreo, y yo, La Quebradita. (O al revés; benditas sean las partes, somos flexibles y versátiles.) Ya hablaré más tarde de religión, pero te adelanto una pincelada bíblica: somos la Sobona y Gorrona de una historia fantástica que hoy termina. Pero, aparte de esto, sé muy poco de ti.
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Sé, porque tú mismo me lo dijiste en el cuarto oscuro del Popper’s (sí eras tú, ¿verdad?), que abandonaste Chupícuaro, tu terruño natal, escapando de una sociedad mojigata y castrosa que se persignaba tres veces cada que a alguien se le salía, por maldad o descuido, la palabra “envergadura”. Sé también que llegaste a la Ciudad de México; más concretamente, a la delegación Benito Juárez; específicamente, al Kinky bar de la calle Amberes en la Zona Rosa, cargado de resentimiento y sintiéndote un maldito inadaptado. Bitch, hellooo! Como si la culpable no fuera esa misma sociedad culebra que nos hace la vida de cuadritos desde niños.
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Y aprovecho que ya voy encarrilado para dejarte algo bien claro. Así que prepárate para torear estas palabras, Chikis, porque te voy a hablar al chile (siempre te encantó el chile toreado). Ya sabes lo que pienso: más vale un verdolagazo a tiempo que toda la obra de Paulo Coelho. Así que tú, flojito y cooperando. ¿Listo? Ahí te va:
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El problema homosexual es más bien un problema heterosexual. Ni tú ni yo, Chikis, tenemos bronca casada con nuestra homosexualidad. Bueno, sólo una: el rechazo y la mala leche de una sociedad homófoba. A nosotros nos toca defendernos y no pasar por alto las agresiones de cualquiera que se sienta con el derecho, terrenal o divino, de tratarnos como ciudadanos de segunda. Mientras no podamos tomarnos de la mano y caminar tranquilos por las calles como cualquier pareja heterosexual que expresa libremente su amor, su erotismo y su emotividad, tienes el deber de mantenerte en pie de lucha combatiendo la estupidez y la ignorancia con un par de destos bien puestos, con todo el coraje y la determinación que te han convertido en… (segundo redoble de tambor) … ¡El Elegido! Esa es tu misión, Chikis. La mía ya terminó. Adiós. Me voy para siempre. No me busques. Me dirijo al punto más alejado y anodino del planeta y nunca absolutamente nadie sabrá jamás dónde encontrarme.
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(…)
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¿Ahí sigues? Mi autobús a Celaya está retrasado y podemos matar el tiempo charlando otro rato. Por cierto, Chikis, ¿qué será peor?, ¿las pláticas de nuestros amigos heteros sobre sus hijos o las de nuestros compañeros en la diversidá (sic) sobre sus perritos schnauzer?… Whatever. ¿Dónde nos quedamos? Ah, sí. En que me voy, pero lo del retraso ya quedó aclarado. No quiero irme sin hablarte un poco de mí, antes de que se me venga encima el juicio implacable de la Historia.
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Empecemos por el principio. Antes de optar por la vía radical, antes de convertirme en homoterrorista y en el líder de Las Panteras Rosas, mucho antes de todo eso quise ser futbolista, pero ya sabes, la vieja historia: me chingué la rodilla. Tenía siete años cuando me vi obligado a retirarme definitivamente del futbol y, consecuentemente, me volví jotito. Desde entonces no puedo evitar sentirme aludido cada que oigo el grito de ¡Ehhh… puto! en el estadio; aunque, aquí entre nos, te confieso que también me hace sentir muy popular. Es como si todos me reconocieran. Pero no divaguemos. ¿Cómo me volví homosexual? ¿Cómo fue que elegí consciente y voluntariamente entre una nutrida variedad de opciones de género (LGBTTTIQ, más las que se acumulen esta semana), a una edad en la que decidir de qué sabor vas a querer tu nieve ya es un pedo mayúsculo? Así de fácil:
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Una mañanita soleada de primavera, caminando de la escuela a la casa en uniforme de primaria y zapatitos Mickey de charol, me paré debajo de una buganvilia, volteé alrededor, decidí que el Bajío cristero era el lugar ideal para volverme homosexual, di tres vueltas como La Mujer Maravilla y, ¡ZAZ!, me transformé en una princesita vestida de rosa.
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¡Ehhh… puto! ¿Apoco te la tragaste, Chikis? ¿En serio creíste que alguien se puede volver homosexual?… Ya sé que no, mi amor. Tendrías que ser irremediablemente obtuso para creer que es una “preferencia” lo que evidentemente es una orientación… a menos de que los heterosexuales (y no pongas esa cara que siempre pones cuando los menciono) también hayan decidido algún día que se inclinarían por el sexo opuesto como si tuvieran otra opción.
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En todo caso, sigamos adelante. Crecí en el seno de una familia típica de clase media en el corazón de la República Mexicana. Ahora bien, crecer en una familia normal no garantiza tu estabilidad psíquica ni tu equilibrio emocional. Por fortuna, no existen las familias normales. Esa es una falsa impresión que da la distancia y la apariencia. Pero acércate, Chikis, y en todos los hogares hay un cadáver bajo la cama.
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En todas las familias hay un loco, un pendejo, un drogadicto y un maricón. ¡Y a todos los queremos, carajo! Así que no te vuelvas a creer el cuentito ese de la familia normal, o natural, porque lo natural es todo, absolutamente todo lo que se da en la naturaleza. Y si bien recuerdo, mi Chikis, tú y yo nos llegamos a dar entre los huizapoles. Mi familia era tan caótica y demencial como la tuya, como la de cualquier otro, como la de la gran mayoría. Y ahí la íbamos pasando, tratando de no ahogarnos en las marismas de nuestras creencias, prejuicios y atavismos, como Diosito Santo nos daba a entender.
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Ya sé que no te gusta que meta a Dios en lo nuestro. Te aseguraste de que lo supiera desde que me partiste el corazón, ¿te acuerdas?, cuando me dijiste que eras ateo y que me fuera olvidando de boda en la Parroquia de San Miguel Arcángel. Caray, Chikis. Después de los trabajos que pasé para convencer a mis padres: primero, de que aceptaran el matrimonio homosexual; y luego, de que dejaran de presionarme para que me casara con un abogado o un médico exitoso. Para entonces, yo también me había alejado de la iglesia, pero el ajuar ya estaba encargado y pagué por adelantado las flores y el coro.
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El colmo fue tener que cancelar nuestro matrimonio civil porque doña Frígida, una beata de Guadalajara, salió a manifestarse en las calles para hacernos saber que no estaba de acuerdo con nuestra unión. Caramba, ni que estuviéramos pensando invitarla al guateque.
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Fue la única vez que discutimos, para luego reconciliamos en la playa. ¿Te acuerdas, Chiki-Baby? Lo mejor de aquel viaje de aniversario a la costa brava de Michoacán fue que logramos regresar con vida (y con el guato intacto que nos encargó tu madrina clavado en la cajuela del carro). Qué inocencia la nuestra, qué pintorescos los retenes militares. Pero eso ya pasó, Chikis. Todo eso ya es parte de nuestro remoto pasado… Y yo ni siquiera he llegado aún a esa parte del relato. Me quedé antes, parado bajo una bugambilia, vestido de rosa y sin saber en quién confiar ni a quién revelarle mi secreto…
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La primera persona con la que me atreví a salir del clóset fue mi madre, una mujer excepcional. Para que te des una idea, un día vio a un grupo de viejas fodongas salir de los baños de un restaurante, cuando las tuvo más cerca descubrió horrorizada que era un grupo de travestis oaxaqueños y los volvió a meter al baño para darles unas clasecitas gratis de maquillaje. Ahí nomás.
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Ya alguna vez te conté cómo reaccionó cuando supo que su hijo adolescente era gay: “Haz lo que tengas que hacer para ser feliz —me dijo mientras me revisaba de pies a cabeza: sandalias blancas, pantalón pescador y playerita ajustada— pero ser gay, mi niño, no te obliga a vestirte como marica”. Que esto quede entre tú y yo, Chikis. Se va a ofender más de una jota. Pero yo aprendí mi lección a tiempo y la agradezco: la libertad de género no se encuentra en el disfraz ni en la copia.
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Digo, Chikis: teniendo de modelos a Sócrates, a Julio César, a Alejandro Magno, a Platón, a San Agustín, a da Vinci, a Miguel Ángel, a Shakespeare, a Cervantes, a Goethe, a Maquiavelo, a Montaigne, a Francis Bacon, a Sir Isaac Newton, a Oscar Wilde, a Monsiváis… y a tantas otras jotas ilustres… ¿De veras, mi Chikis? Ya, en serio: ¿Es mandatorio que les andemos copiando los modos a las peluqueras?
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Cof-cof… Perdón. Creo que me estoy resfriando. Sigo escondido en el ducto del aire acondicionado de la Central del Norte, vomitando palabras hasta completar 20 mil caracteres, mínimo, antes de que un Primera Plus me conduzca al exilio, a la muerte y al olvido. Pero retomemos el relato familiar:
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Mi papá, por otro lado, era el clásico jefe de familia mexicana. El Día del Padre siempre me ha parecido una fecha discriminatoria. Habría que instaurar el Día del Padre Ausente para incluirlos a todos. Así era el mío. Rara vez se le vio por la casa. Siempre me pareció un extraño y por muchos años resentí su ausencia. Ahora me reconcilio con él cada que me miro en un espejo. (Voy a echar una carrerita al baño, medita mientras tanto en la profundidad de esta última frase.)
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Sigamos: Durante mi juventud, y con el pretexto de que era maricón, les conocí las chichis y las nalgas a todas mis amigas. Pero eso nunca fue suficiente. Me sentía ansioso y deprimido. Estaba confundido y angustiado. Tenía una enorme sensación de vacío. Algo faltaba en mi vida (algo así, más o menos, como de 21 centímetros). No terminaba de abrazar mi verdadera naturaleza. Me resistía a aceptar mis más profundos deseos.
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En aquellos días rentaba un departamento en la colonia Cuauhtémoc. Tenía 21 años y acababa de llegar a la capital buscando ensanchar mis horizontes (if you know what I mean). Un día me topé en las escaleras con una loca vieja. Reuní el poco valor que me quedaba, la miré a los ojos y le dije: “Estoy confundido, tengo dudas sobre mi sexualidad”. Su respuesta cambió mi vida para siempre: “Eres el único. Todos en el edificio sabemos que eres puto.” ¿Cómo lo supieron? ¿Qué me delataba? Su conclusión fue tajante: “Se te nota, mija. Ya lo dijo Juan Gabriel: Lo que se ve no se pregunta”.
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Desde ese encuentro fortuito pero trascendental traté de adaptarme a mi nueva vida. Desde ese día venturoso, a cualquier mujer que me salía con que quería curarme lo homosexual yo le presentaba a una lesbiana del mercado de abastos para que le quitara lo heterosexual y lo ofrecida. Hice esto y más para ser feliz, pero la homofobia es rampante y despiadada. Con el tiempo aprenderás, querido Chikis, que hay gente que si le quitas lo pendejo se queda sin nada.
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Nunca bajes la guardia. A pesar de los avances en materia legislativa, el 70 por ciento de la población no nos quiere y son muy pocos los que se atreverían a agacharse por el jabón si compartiéramos la regadera. ¿Por qué no nos quieren, Chikis? ¿Por qué? Sus razones son tan ilógicas como incomprensibles. ¿Somos una amenaza real para el plan divino que les manda reproducirse a lo baboso y poblar toda la Tierra? Bitch, please! Que se den una vueltecita por el Metro La Raza en horas pico. ¡Misión cumplida! Nomás no entienden. Y muchos insisten en seguirnos privando de nuestros derechos constitucionales. Aquí me veo obligado a regresar a un punto que quedó pendiente: la iglesia católica.
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“Hay dos razones por las que los sacerdotes no deben inmiscuirse en la vida sexual de las demás personas. Primera, porque no tienen relaciones sexuales. Y segunda, porque sí las tienen” —Madonna.
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Lucas 41: Aquel que no tenga un joto en la familia, que tire la primera piedra. —Así rezaba el versículo del evangelista que fue suprimido por la jerarquía católica en tiempos de San Bonifacio. Y ahora, después de que vino a alborotar a la ultra, después de siglos de persecución, don Francisco nos sale conque él si acoge (sin albur, espero) a los homosexuales. Con todo respeto, me vale lo que diga el Papa. No soy católico y vivo en un Estado laico. Que sus arengas y las de sus seguidores se queden en los templos, de donde nunca debieron salir.
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Pero ahí siguen, dándole duro a la machaca y aprovechándose de que a los mexicanos sólo parecen interesarles dos cosas: la vida privada de los demás y de qué vive el Peje. Esto último yo también me lo preguntaría, pero soy escritor y sé que se puede vivir de milagro. Mi vida íntima, por otro lado, es muy mi papalote.
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Esta realidad ya es como un video porno gay: nos están dando a todos por el… Wuuu!
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Unas 150 mil personas marcharon sólo en Guadalajara en contra de la diversidad y la tolerancia. Son muchas más que las que se manifestaron en todo el país contra los ataques de Trump, por ejemplo. Eso somos y así estamos. Para esto nos nacieron. Si estas marchas fueran contra los derechos civiles de mujeres, negros, judíos, musulmanes o indígenas, el mundo entero se escandalizaría. ¿Puedes creerlo, Chikis? ¿Marchar en el nombre de Dios para privar a una minoría de sus derechos civiles?
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Y luego se andan quejando de nuestras marchas, que más que marchas son carnavales. Estamos de acuerdo en que a los dos nos gustaría tener una comunidad más politizada, y que la jotiza asistiera más consciente de sus demandas y de las conquistas del gremio; pero bueno, por ahora tendremos que conformarnos con que se sientan orgullosos de menear el rabo con los beats de DJ Campuzano. Con todo y esto, ¿por qué les resultan a muchos tan amenazantes y ofensivas nuestras marchas?
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Ya sabes, les molestan las jotas exhibicionistas que descubren sus cuerpos e insinúan posiciones sexuales. Oh, my God! Esto en una sociedad donde en cualquier puesto de periódicos se exhiben imágenes pornográficas (la mayoría mostrando a mujeres como objetos de consumo y desecho), donde los más bizarros actos sexuales están a dos clics en el dispositivo de cualquier niño, donde basta prender la televisión un sábado cualquiera por la mañana para ver edecanes en (muy) poca ropa meneando el trasero a ritmo de reguetón… Me pregunto si estas almas puras también se ofenden y protestan contra el Carnaval de Río de Janeiro; o el de Veracruz, para no ir tan lejos. Porque ahí abundan tetas, curvas y tangas, y todos tan felices. ¿O no, Chikis?
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Me imagino que en el fondo están asustados. Ya lo dijo Bukowsky: “Todos tenemos miedo a ser maricas. Estoy harto de eso. Quizá deberíamos volvernos todos maricas y tranquilizarnos”.
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Nunca olvides esto, amore mio: Las primeras víctimas del machismo en México son los hombres heterosexuales (o como yo les llamo, los minotauros castrados). Incapaces de expresar plenamente sus emociones, viven vidas reprimidas, mutiladas, ajenas a la ternura y el afecto íntimo de otros hombres. Pobres. Piensan que los gays no somos hombres porque nunca se las han dejado ir completita. Mira que se necesita valor, entereza y aguante… Y en cuanto a la jerarquía católica, hagamos una Cadena de Oración para que el clero considere que la violación de un menor es un sacrilegio mayor que el matrimonio civil entre dos adultos homosexuales.
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¡Joto por joto, tortilla por tortilla!
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Hablemos ahora de Las Panteras Rosas. Lo primero que necesitas comprender es que nuestra fuerza está en la unión. Necesitas reconciliarte con las lesbianas. Sé que te agarraste a caguamazos con varias militantes del Grupo Lesbos en los villares de Garibaldi. Mal hecho, Chikis. Es verdad que al feminismo le urge un cambio de imagen. Necesita deshacerse de la lesbiana amargada y cambiarla por una muchachita mona, de buen cuerpo y con un poquito de sentido del humor.
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Quizá el error fue ése, dejar que un grupo de lesbianas abanderara el movimiento feminista. ¿Te imaginas a una bola de locas definiendo la masculinidad? Sea como sea, las lesbianas son nuestras aliadas, hermanas en la batalla, compañeras de armas… Aunque basta verlas fajando en un video de Los Ángeles Azules para saber que la Arquidiócesis y el Frente Nacional por la Familia ya perdieron.
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Ya casi termino, pero ahora viene lo más importante. Llegó el momento de actuar, Chikis. Es preciso que demos por terminado tu adoctrinamiento ideológico para que tomes mi lugar. Te toca a ti imponer, con cualquier medio a tu alcance, la ideología de género según los lineamientos secretos estipulados en la Agenda Rosa de Dominación Global. Debemos acelerar nuestros planes. Se nos murió Juanga. Cayó El Divo, el tótem sagrado. Se aproxima el apocalipsis gay, Chikis. Agárrate.
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La primera señal del Apocalipsis Gay fue ver a un pueblo católico y homófobo enlutado por la más jota y clamando por su eterno descanso. ¿Apoco no da para una tesis de doctorado en esquizofrenia colectiva?
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Fíjate: Alguna vez un amigo heterosexual me comentó que (1) los gays habíamos avanzado mucho en la lucha por nuestros derechos y que, muestra de ello, (2) alguien como Juan Gabriel podía pararse en un escenario y actuar con “naturalidad”. Con lo primero estuve parcialmente de acuerdo, pero lo segundo sí me sacó la risa. No había nada natural en el amaneramiento de Juanga; la suya era una pose culturalmente aprendida que encajaba perfectamente en dos estereotipos: el de la jota y la diva.
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Aparte de su indudable genio musical, el Divo de Juárez fue aceptado por las masas no a pesar de su jotería sino por ella misma. La jota es como un billete marcado: identificable, segregable y, por lo tanto, inofensivo; una caricatura replicada y ridiculizada ad nauseam por la industria del entretenimiento que refuerza los roles fijos de una cultura machista: la jota es inferior al macho porque se le identifica con lo femenino.
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Pues bien, ni todos los gays somos jotas ni la libertad de género, como ya te dije antes, se encuentra en los estereotipos. Ahora hablan de que Juanga fue aceptado por un público homófobo a pesar de su jotería sin percatarse de que su jotería fue precisamente el producto de una cultura homofóbica. Celebremos al compositor y al cantante, al extraordinario showman. Y punto. Lo demás son fobias y prejuicios de un pueblo atorado. Y sigámosle rindiendo culto hasta que el Divo resucite. Así es, Chikis: hasta que Juanga vuelva a la vida. Te explico:
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La Agenda Rosa de Dominación Global
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La Agenda Gay contiene los planos secretos de la Convención de Puerto Vallarta para el Plan de Dominio Global de la Ideología de Género. Lamentablemente, se me perdió en un antro gay clandestino de Yakarta y puedes comprender lo peligroso que sería que cayera en manos del opresor. Se me extravió en un after-party, tras la protesta contra los 100 bastonazos con que castigan en Indonesia las relaciones homosexuales. Perdí la Agenda Rosa pero, eso sí, regresé debiéndoles como 1,700 bastonazos.
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Debes recuperarla a toda costa. Contiene una descripción detallada de los usos y costumbres de los homosexuales (Ejemplo: “Cuando ordenan sus tacos para llevar, hay homosexuales que los piden con salsa; otros, con la salsa aparte; y un tercer grupo, sin salsa. Según el gusto.”). Ahí están nuestras listas de contactos y planes detallados de los atentados homoterroristas que llevarás a cabo como nuevo líder de Las Panteras Rosas. El primero de ellos será extorsionar a todos los machos calados para financiar futuras operaciones.
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En lo que aparece la Agenda Rosa, el plan no varía: seguir distrayendo a los católicos con la “muerte” de Juanga hasta el Día “J” en que el Divo de Juárez “resucite” (Juanga no está muerto, lo tenemos escondido en la bodega de una fábrica de chocolates), y ligar evangelistas en los baños de los cines para su readoctrinamiento. ¡Muerte o Moñoñongo!
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No temas, Chikis. Confía en la honorabilidad de nuestra causa. Estás plenamente preparado para lo que viene. No olvides que conoces México de rabo a rabo, que has pasado mil noches completas con obreros, campesinos, estudiantes, maestros, soldados, oficinistas, burócratas, comerciantes y empresarios, que te formaste en las filas de los antros gay, y no hay nada más democrático que un putero.
/Ahora sí me voy, Chikis. Te dejo al frente de la organización y te deseo la mejor de las suertes. El futuro de Las Panteras Rosas está en tus manos. Yo ya estoy cansado. Mi misión aquí termina. Voy a refugiarme en el más triste y gris de los anonimatos. Regreso al clóset, amor mío. Y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.
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Siempre tuyo,
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Luis Usabiaga
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Posdata: Te dejo con estas palabras de Nucky Thompson: “Nunca dejes que la verdad se interponga en una buena historia.”
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ILUSTRACIÓN: ROSARIO LUCAS
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