Las partituras del Oscar: los nominados musicales al Premio de la Academia
Mientras que los posibles ganadores podrían ser Jonny Greenwood por su partitura para El poder del perro o Nicholas Brittel por su aportación a Don’t look up, Hans Zimmer vuelve a repetir una fórmula prefabricada y vacua para Dune
POR IVÁN MARTÍNEZ
Este domingo 27, se llevará a cabo en Los Angeles la entrega 94 del premio de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de los Estados Unidos, el Oscar. En su categoría de mejor música original, se han incluido como candidatas cinco partituras muy características entre sí, aunque, a diferencia de años anteriores donde la diversidad era más palpable, todas de la misma naturaleza: una de escritura más bien tradicional.
Sin ser especialista en cine, logro encontrar también que las propias cintas, aunque nunca más diferentes entre ellas, pertenecen todas al grupo de películas “grandes”, notables, aquellas que trascienden y logran más de una nominación en distintas categorías, a diferencia de años anteriores cuando a esta categoría se colaban películas, por decirlo de alguna forma, menos llamativas. Hoy tenemos a Don’t look up (Adam McKay), Dune (Denis Villeneuve), la animada Encanto (Jared Bush, Byron Howard, Charise Castro Smith), la española Madres paralelas (Pedro Almodóvar) y El poder del perro (Jane Campion). Cada cinéfilo les encontrará sus cualidades; pero no a todas les encontró mi oído las suficientes.
Mi sensibilidad me tiene enamorado desde hace muchos años del estilo de Alberto Iglesias, el compositor que ha vestido muy característicamente con sus sonidos la mayoría de los filmes de Almodóvar. Algunos dirán que es el distintivo clarinete que se cuela constantemente en sus partituras y los más avezados intuirán que es su combinación con las cuerdas. Sus partituras han ganado once premios Goya y estado nominadas en cuatro ocasiones anteriores al Oscar; pero es curioso que, siendo su mundo sonoro uno ya indisociable al mundo visual del director manchego, sea hasta ahora que una partitura para una película suya sea reconocida en estos premios.
Pensando en quinielas, creo que sucederá lo mismo que a la actriz Penélope Cruz con su nominación a mejor actriz por este mismo filme: si no fuera uno en español, ambos tendrían asegurado el premio, y, como los votantes, también creo que se trata de la mejor partitura que Iglesias ha escrito para Almodóvar. Su lenguaje es plenamente universal, y su alma y su instinto, profundamente españoles: eso es lo obvio. Pero su bordado es excepcionalmente fino, su contrapunto se ha vuelto más sofisticado y sus texturas son logradas con mayor economía mientras permanece fiel a la abundancia de colores, que siguen vistiendo ya indisolubles los otros elementos visuales y dramáticos del filme, confundiendo la línea que separa al autor del texto, de la escenografía y del sonido. Es en Madres paralelas donde ambos cerebros creativos se han amalgamado con mayor contundencia.
No fui entusiasta de Encanto, y no creo que se encuentre ahí el mejor trabajo de Lin-Manuel Miranda, el genio renacentista que, como director, ofreció este año la nominada versión del musical Tick, tick… boom! y que aquí se encargó de escribir un grupo de canciones que se pretenden volver material para una obra de teatro; una de ellas nominada en la categoría de mejor canción, el homenaje a Alan Menken “Dos oruguitas”. (Nota aparte: es probable que, con este Oscar, logre convertirse en el tercer PEGOT de la historia del entretenimiento: creadores con premios Pulitzer, Emmy, Grammy y Tony).
Sí lo soy de Germaine Franco y de la música, nunca mejor llamada incidental, que escribió para vestirla. No es “notable” porque en el sentido natural de la película, las protagonistas son las canciones, pero el trabajo de Franco es estupendo en el sentido estricto de lo que buscan las partituras de cine (vestir sin alumbrar, acompañar sin estorbar, estar sin estar), y su escritura, aunque puede ser clasificada de manual, es muy elegante: su sinfonismo es clásico, pero su instrumentación la dota de colores naturales al material visual y narrativo. Lo más inteligente es el uso limitado, pero preciso, robusto y orgánico, de la percusión y el acordeón en el aparato orquestal, que es lo que lo dota de personalidad; y a la película toda de alma. No sobra mencionar que es una de las pocas mujeres en estar nominada en esta categoría, y ciertamente la primera latina; además de ser la primera mujer en acompañar en esta capacidad una película animada de Disney.
Creo que el premio lo ganará Jonny Greenwood por su partitura para El poder del perro. Conocido por su carrera con el grupo Radiohead, ésta es su segunda nominación a un Oscar y de entre sus competidoras, es la que encuentro más inteligente. O quizá debería decir más perspicaz. Su música, escrita y presentada en pequeños fragmentos, sirven de motor al filme, no sólo vistiéndolo, sino estableciendo tonos, ritmos, y a veces sus mismas texturas. Comienza con un solo de guitarra muy elocuente, al que se une una armónica, y a cada inciso en que interviene, va moldeando y desarrollando tanto su contenido, como la combinación de instrumentos, especificando con ella los valores de cada fragmento. Como su ambientación, nunca satura, es original y familiar a la vez. Tan elocuente estéticamente como la de Iglesias, es la otra de la que esperaría pronto una suite para escucharla independiente en una sala de concierto.
O quizá lo logre Nicholas Brittel en su tercera nominación, ahora por su aportación a Don’t look up: comparte muchas cualidades, técnicas y estilísticas con Greenwood, pero a cada inciso y cambio de combinación, pareciera querer establecer otros tonos y ambientes, no desarrollarlos; hasta parecería un compositor diferente en cada intervención. Es quien utiliza más la electrónica y sus sonidos, a veces combinados muy amable y atractivamente con las cuerdas; también la que tiene una presencia menor.
Lo que no espero que suceda, es que se premie al quinto candidato: Hans Zimmer, por Dune, de cuyo efectismo vacuo, sin contenido discursivo ni carne sonora, y sus fórmulas prefabricadas, habría que escribir un ensayo destructivo: ya chole.
FOTO: Don´t look up, musicalizada por Nicholas Brittel / Netflix
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