Lecciones de la epidemia: entrevista con Verónica Murguía

Ene 22 • Conexiones, destacamos, principales • 5842 Views • No hay comentarios en Lecciones de la epidemia: entrevista con Verónica Murguía

 

En entrevista, la escritora habla sobre su nuevo libro El cuarto jinete, en el cual recrea la situación apocalíptica que vivió Europa durante la peste bubónica de 1348, un episodio en la historia de la humanidad que recuerda las formas que tenemos para encarar la tragedia, el miedo y la muerte

 

POR YANET AGUILAR SOSA 
“Qué más hubiera querido uno que la violencia en el mundo bajara, sumergidos como estábamos en una situación que pone en peligro la vida de todo el mundo, pero no lo vimos en ninguna parte”, señala Verónica Murguía al mirar a la humanidad todavía en tiempos del Covid-19 desde los ojos de la Francia del siglo XIV, en los años que a Europa llegó la peste bubónica y arrasó con más de un tercio de la población y terminó con las certezas que tenían las sociedades hasta entonces. “Lo más triste es que hoy con la pandemia hemos visto la repetición de conductas viejísimas que además están condicionadas”.

 

Verónica Murguía (Ciudad de México, 1960) asume la escritura como herramienta para plantear preguntas sobre cómo reacciona la humanidad frente la tragedia, sobre el temor al contagio y el dolor ante la muerte. Habla de la mortandad y el infierno que arribó a Europa dentro de los cadáveres infectados arrojados a la ciudad de Caffa a pesar de sus murallas, de la misericordia y la falta de humanidad, de la compasión encarnada en monjas y médicos, de la espiritualidad asumida en musulmanes y en cristianos; habla del apocalipsis de 1348, al que sobrevivió Europa, y lo hace desde el apocalipsis que desde hace más de dos años comenzó en el mundo con el Covid-19.

 

“Con incredulidad reconozco conductas, patrones de pensamiento que creía superadas: la propensión a creer en conspiraciones absurdas, a culpar a los ‘otros’, la xenofobia, la misoginia, el miedo a la ciencia, el recrudecimiento de la superstición. Las ideas de grupos violentos como QAnon o las de ISIS se parecen a las de los Flagelantes. ¿Qué decir de los maltratos a médicos y enfermeras de los que fuimos testigos el año pasado, aquí en México?”, apunta la narradora en su novela El cuarto jinete (Era, 2021), una aventura protagonizada por dos médicos: uno cristiano, Guy de Chauliac, quien es sabio y atiende al Papa en Avignon; y el otro musulmán, Abu Alí Ibn Mohamed de Ronda, que se hace llamar Pedro de Hispania, un médico compasivo y sabio, que se acompaña de su joven discípulo que aprenderá a sobrevivir a la tragedia y sobre todo que la compasión es un ardua conquista del alma.

 

En entrevista, la también autora de Loba (2013) y Los niños voladores (2008) recrea esa historia que comenzó a escribir en 2003, que abandonó en un cajón y que retomó al llegar la pandemia de este siglo XXI. Esta novela con la que se suma a voces como la de Jean de Venette, el prior del monasterio de la orden carmelita de París, que dejó una crónica de la mortandad de hombres y mujeres en el reino de Francia, es también un homenaje a Marcel Schwob, uno de sus autores de cabecera, y por él, quiso escribir un libro corto sobre un asunto infinito, y hacerlo con una historia polifónica —mezcla las voces de personajes históricos reales con personajes de ficción— y una atmosfera medieval total.

 

Así, situada en la Edad Media —un universo que Murguía estudia y conoce como pocos— están las dudas que atormentan a la escritora hoy ante el Covid-19, un virus que llegó aparejado con el cambio climático y que tiene sumido al mundo en un apocalipsis sanitario y ambiental, pero también está su desazón por las violencias que acechan al mundo y que se han acrecentado en esta larga cuarentena de dos años. Sin embargo, está también su llamado a la solidaridad humana y a la conciencia para frenar la explotación irracional del mundo.

 

Entre la peste negra que está en tu novela y la pandemia actual hay más de 650 años, pero parecemos los mismos.

 

Estoy totalmente de acuerdo, qué más hubiera querido uno qué la violencia en todo el mundo bajara, sumergidos como estábamos en una situación que pone en peligro la vida de todo el mundo, pero no lo vimos en ninguna parte. En Estados Unidos hubo muchísimas muertes de ciudadanos negros a manos de la policía, Trump se negó a escuchar cualquier argumento científico porque creo que no los entiende, le resultan auténticamente incomprensibles, y lo peor es que no le interesa; los talibanes en un acuerdo que habían hecho con Trump se apoderaron de Afganistán en cuestión de días y, a pesar de que no han encontrado resistencia, han endurecido muchísimo las condiciones de vida de los afganos.

 

Aquí en México los despliegues de violencia de los carteles no bajaron, incluso la violencia familiar subió muchísimo. Y todo esto teniendo como fondo la decisión de quitarle recursos a la medicina, de perseguir a los científicos, de la hostilidad contra las enfermeras, todo esto es la repetición de conductas viejísimas que están condicionadas.

 

¿Estamos condicionados a la falta de solidaridad, a no pensar en el otro?

 

En la novela yo traté que se viera reflejado ese condicionamiento en las actitudes tan diferentes del médico musulmán con el médico cristiano. El médico cristiano estaba dispuesto a salir corriendo en la dirección opuesta y dejar a sus enfermos, y el musulmán no, el musulmán pensaba que la peste venía de Alá, los musulmanes eran muy fatalistas y partían de la idea de que “si te toca, aunque te quites”; los cristianos se supone que tenían una postura parecida pero muchos abandonaron a sus seres queridos; por supuesto también pasó entre los musulmanes, pero el condicionamiento sí es muy fuerte. En un país como México dónde durante varios sexenios se le han estado quitando recursos y atención al sector salud, la pandemia nos agarró en un mal momento, no había plan “b” para los medicamentos, vimos muy pronto qué la cifra de 60 mil muertos no iba a ser para nada la cifra real, incluso 60 mil era una cifra pueril.

 

¿La ciencia en materia de salud ha avanzado a pasos agigantados, pero en lo humano nos hemos quedado muy rezagados?

 

Vivimos en un tiempo singularmente egoísta, yo tengo una hipótesis que supongo que es imposible de comprobar, tiene que ver con que las redes sociales al mismo tiempo que crean comunidad en algunos sectores, también han creado una especie de usuario que está completamente vuelto sobre sí mismo, estamos en el reinado del selfie que me tiene verdaderamente harta, y las redes sociales crean la ilusión de la conexión pero es una ilusión; eso más la pandemia nos ha convertido en una versión del ser humano muy rara. Creo que es momento de que volvamos la mirada al pasado y veamos qué pasa, qué sucede cuando hay una pandemia y cómo hicieron esas sociedades antes que nosotros para superarlo.

 

¿Cargamos muchos atavismos de la Edad Media?

 

La Edad Media no es tan ajena a nosotros. Nos han dicho que era el oscurantismo y no sé cuántas cosas más, y sí, por supuesto el conocimiento científico en la Edad Media era nulo, vivían en un mundo absolutamente mágico y sobrenatural, pero muchas de nuestras actitudes fueron sembradas en la Edad Media, es una época tan larga que abarcó tanto territorio geográfico, y hay que reconocer que en Europa quienes eran más sensatos y más abiertos ante la ciencia eran los árabes españoles. No nos damos cuenta que es una herencia mexicana que no la tomamos en cuenta, no sabemos que cuando decimos “me bajó el oro y el moro”, “ve a ver si hay moros con tranchete”, “de la Ceca a la Meca”, “fulano y zutano”, son arabismos y ahí está esa herencia y es nuestra. Nosotros sabemos que hubo una conquista pero cuántos mexicanos saben que hubo antes de la conquista una reconquista que tuvo lugar muy poco antes de la conquista, que el pleito México-España es un pleito de lo más absurdo porque ni México eran puros aztecas ni España puros señores extremeños, deberíamos estar un poco más atentos a nuestra propia historia, prestar un poco de atención a que la ciencia esté más protegida, que los médicos, los trabajadores de salud, desde la enfermera hasta el señor de intendencia hay que atenderlos y ser solidarios con ellos.

 

¿Muchos atavismos contra las mujeres?

 

Claro, las mujeres que ejercen el cuidado de los demás están completamente marcadas por los prejuicios medievales, las mujeres que ayudaban a parir a otras mujeres las castigaban cuando leían, las castigaban por administrar remedios, y aquí se les echó cloro a las enfermeras cuando en otros países se les aplaudía. En el mundo musulmán de ahorita, que no es tan distinto al medieval, o sea, se parece pero en lo feo, el 70% de las mujeres son analfabetas; si nosotros vamos a Afganistán no vamos a encontrar mujeres que sepan leer, pero México es un país donde también se obstaculiza mucho la educación de las mujeres, mucho, la idea de que la mujer se tiene que quedar en su casa y atender sin ser pagada, hay una gran violencia contra la mujeres y otros prejuicios que son muy viejos y habría que ya desecharlos.

 

Tenemos que estar atentas y cuando pase la pandemia salir a la calle y decir “oigan, qué pasó con la violencia, qué ha pasado con todo esto, qué está pasando con la educación, que está pasando con las bibliotecas, qué está pasando con las editoriales”, y que las leyes sean revisadas, pero no para que el gobierno tenga más poder, sino para que los ciudadanos y las ciudadanas tengan más poder.

 

¿La muerte, la peste, es el gran personaje de El cuarto jinete?

 

Yo digo que son Pedro y Guy porque la peste es una fuerza que no podemos imaginar, pero la solidaridad y la imaginación y la persistencia de las palabras de esos hombres que llegaron hasta nosotros son lo que a mí me llena de asombro y de amor. Guy de Chouliac, el médico que puso al Papa entre dos hogueras existió, se salvó de la peste, la superó y se quedó en Avignon cuidando a los enfermos, eso es lo que a mí me exalta, los que se quedaron a cuidar a los enfermos cuando la sentencia de muerte que pesaba sobre ellos era terrible porque los síntomas son mucho más crueles de la peste negra que del Covid. Murieron muchísimas monjas, esas son las personas que me conmueven muchísimo y quienes escribieron esos momentos tuvieron la necesidad de dejar constancia, eso me hacía llorar cuando estaba leyendo, se me partía el corazón. Estaban escribiendo como consuelo, “por si la humanidad se salva para que sepan de nuestros dolores”, es muy conmovedor.

 

¿Relatas esta historia para que atravesado el dolor hallemos la compasión?

 

Pienso en el futuro de quienes son más chicos que nosotros, yo no tengo hijos, pero tengo ojos y veo un montón de niños en la calle y hay que pensar en ellos, no les podemos dejar un planeta que sea una ruina, sin agua, con un clima verdaderamente enloquecido, con desastres ambientales de todo tipo, no podemos, no debemos, si algo está en nuestras manos hay que tomar decisiones más conscientes por los demás. Estoy hablando del individuo de a pie que tiene pocas oportunidades de incidir pero tiene un mundo adentro. Yo no soy presidente, no soy secretario de salud, ni de educación, soy un ciudadano de a pie, pero puedo fijarme en los demás y en los animales y en las plantas.

 

Mi esperanza con esto que está pasando del Covid que viene tan pegado al calentamiento global sería, aunque parece que es una esperanza pueril, que podemos ser conscientes del cambio. Aquí hay un predominio del petróleo sobre cualquier otra forma de energía y hay muy poca atención a la cuestión ambiental, somos el segundo país más peligroso para ser un ambientalista o luchador por los derechos del ambiente. Hay que prestar atención a eso. Como particulares lo que podemos hacer es protestar con nuestro voto, con cartas, con salir a marchar, con todo lo que tiene una sociedad democrática a la mano, y soltar el celular un segundito y ver qué está pasando; pero también entre nuestras obligaciones está informarnos bien.

 

¿Seguirás en la Edad Media, ahí mantienes tu universo literario?

 

Yo después de 1350 ya no puedo más con el siglo XIV, porque luego viene Juana de Arco y Francia queda verdaderamente devastada y el mundo europeo después de la peste es duro, vienen revueltas populares, hambre. ¿Sabes qué? ya me voy a ir al siglo VIII, es un siglo que no conozco bien pero que adoro porque hay mucha vida, muchas cosas en construcción, está Carlomagno, en Bagdad está Harún Al-Rashid, los árabes españoles se están asentando en España, hay un montón de cosas que están pasando; claro, pasan unas horribles también, llegan invasiones bárbaras y sangrientas, pero yo me voy al VIII, ya con el XIV no puedo.

 

De la Edad Media no sé si voy a poder salir nunca y no sé si quiera; es una época completamente trenzada con mi personalidad, porque yo empecé a leer cosas sobre la Edad Media cuando era niña, por pura casualidad, y ya nunca me fui, pero te lo prometo, no me dan ni siquiera ganas.A veces pienso, “ya, qué fastidio”, pero abro un libro del siglo IX de las invasiones vikingas y súper interesante. Entonces sólo me voy a un siglo más atrás donde todo está por construirse, todo está en una ebullición increíble, ya en el siglo XII sería como el pequeño Renacimiento que es precioso. Pero antes todo está por crearse.

 

Fotografía: la escritora Verónica Murguía ha también escrito literatura dirigida al público juvenil e infantil/Crédito de foto: Berenice Fregoso/El Universal

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