Pérez Gay, lejos del olvido
POR ROLANDO CORDERA CAMPOS
(Ya sus amigos queridos de toda la vida (Héctor Aguilar, Luis Linares, José Antonio Alvarez Lima y tantos más), junto con su hermano Rafael, lo han recordado y celebrado, llorado y reído y nos donaron mil y un recuerdos sobre nuestro añorado amigo. Gracias por haberlo hecho.)
Desde ahí volvemos hoy a José María Pérez Gay mexicano-germánico, como su imperio. Él y Bolívar Echeverría, otro de nuestros beneméritos de la Orden Latinoamericana de los Caballeros Teutones, nos tendieron puentes generosos entre las dos culturas. Los años que José María vivió en Berlín, de inquietud y rebeldía, su paso por la Universidad Libre y, sobre todo la experiencia al lado de Rudi Dushke, precursor intelectual de la gran rebelión estudiantil de 1968 en Europa, contribuyeron para su formación académica, y a la forja de su carácter y vocación. Educación sentimental a orillas del Spree.
Weber, Elias, Horkheimer, Adorno, Marcuse, Habermas, pero también Goethe, Mann, Kafka, Musil, Canetti, Broch, Benjamin, Kraus, Broch, Enzensberger a todo lo largo, entre otros, son nombres e ideas, ideogramas diría yo, que pueblan las centenas de páginas de ensayos, novelas, artículos, traducciones de Chema. Pensadores que, cada uno a su manera, lo y nos llevaron a una nueva interpretación de la historia, del marxismo y la revolución, del psicoanálisis, de cómo aprehender el mundo y prepararnos para sus horrores, abismos, fantasías, el gran silabario de nuestro inolvidable fabulador.
Mínimo inventario: El imperio perdido; Hermann Broch, una pasión desdichada; El príncipe y sus guerrilleros: La destrucción de Camboya; La supremacía de los abismos o La profecía de la memoria, inagotable abanico de sus ensueños, reflexiones, pesadillas.
Lector interminable, guerrero de las letras, las ideas y la desolación de los imperios y las memorias perdidas; siempre dolorosamente recuperadas, retando a Proust, como en “El Príncipe de los Amaneceres” (de la que se puede leer un fragmento en el número de julio de la Revista de la Universidad de México), donde, a partir de retazos de nuestra historia política reciente, recrea los “años de plomo” mexicanos. Quizás este relato inconcluso también fue para él una forma de ver y enfrentar a la muerte. Ante la muerte del hermano guerrillero: “El duelo”, dice el narrador, “fue una despedida imposible, una sensación de tiempo amortajado. Mis padres se hundieron con su muerte, al poco tiempo ambos fallecieron de una honda tristeza”.
Hombre sensible y abierto al conocimiento, al término de sus estudios en la Ibero buscó y obtuvo una beca para iniciarse en la filosofía germanística en la Universidad Libre de Berlín, ciudad en la que permanece 15 años: los ya lejanos años sesenta, época cargada de contenido, sentido y emoción para muchos de nosotros. Son los sixties, el rock y los Beatles; los ecos sonoros de la Revolución cubana, su trayectoria y contradicciones, de la muerte del Che Guevara pero, también, de la efervescencia en y del Tercer Mundo. De la heroica resistencia del pueblo vietnamita frente a los criminales bombardeos norteamericanos y, todavía, de Mao. Tiempo de búsqueda, de caminos que dieran paso a nuevas utopías y que lo y nos llevaron a la orilla de horrorosas distopías.
Años después, Chema contrastaba sus recuerdos: “Si a finales de los años sesenta Berlín occidental era un escaparate del poderío de la República Federal de Alemania, a principios de los noventa la ciudad es la expresión de un país cuya balanza comercial tuvo el año pasado un superávit de setenta mil millones de dólares.
“Si en los setenta uno encontraba todavía edificios llenos de cicatrices de balas, ahora florecen los centros comerciales. Los antiguos barrios obreros […], escenarios de las batallas campales entre nazis y comunistas en los años treinta, lucen como las colonias de una clase media armada con restaurantes y cines luminosos”.
“Quizás un futuro historiador del siglo XXI hable del comunismo como uno de los mitos más poderosos del siglo, de la cristiana y obstinada ambición de redimir al mundo, de la búsqueda de la felicidad como uno de los proyectos más sangrientos […] Quizá pueda explicar por qué en los países socialistas la política se tornó burocracia y la burocracia terror, y por qué todo debate conducía a la sangre y el homicidio fue el mejor de los recursos”. (Nexos, abril de 1990)
Agregado cultural de la embajada mexicana en la RFA, consejero cultural en las embajadas de México en Austria y Francia, y embajador de México en Portugal. Subdirector de Radio Educación, articulista del periódico Unomásuno y de “La cultura en México”, de la revista Siempre!, miembro del consejo editorial de la revista Nexos. Novelista audaz, ensayista, traductor. Editor, cinéfilo, maestro, hombre público, primer director —gran impulsor— del Canal 22. Al final, político y militante del reclamo popular y cultural a y por la democracia, que encabezara Andrés Manuel López Obrador.
Hombre con gran sentido del humor; conversador de reflejos rápidos. Recuerdo cuando generosamente aceptó presentar en octubre de 2009 el libro de Cal y Arena Volver con la memoria, que recoge una aventura televisiva que fue posible gracias a él cuando, siendo director de Canal 22, aceptó apoyar la serie Memoria de calidad, allá por fines de los años noventa.
En aquella ocasión se preguntaba: “¿Para qué sirve la tradición histórica?, si, como se afirma, se vive en una sociedad posnacional reacia a incorporar mitos, donde los profetas del exterminio de la tradición seleccionan con criterio de mercadotecnia. Por eso”, prosiguió, “quiero celebrar de Volver con la memoria la forma como nos revela que todavía carecemos de una historia cultural del país, en que cobre su relieve la división entre capital y provincia, entre la concentración extrema de ofrecimientos y la práctica de la escasez”.
Años antes de estrechar su vínculo de amistad y solidaridad con López Obrador las preguntas de Chema dejan claro de qué lado están su razón y su corazón: “¿Somos obsoletos sobre el planeta los cuarentones y sólo buenos para recordar que leímos El capital y El malestar en la cultura en las universidades, dueños de una alegría de vivir y de un caudal de íntima ternura sólo rotos al descubrir que no éramos políticos?
“¿Somos obsoletos los que salimos a las calles en el Mayo de nuestros veinticinco años para protestar contra el genocidio en Vietnam y nos aterramos cuando los tanques soviéticos ocuparon Checoslovaquia?
“¿Quién quita, sin embargo, a los cuarentones el instante perpetuo de la Marcha del Silencio por el Paseo de la Reforma, la noche en las barricadas del Boulevard Saint Michel o el amanecer en las escaleras del Pentágono? ¿Quién nos puede regatear al final de este milenio la más larga de las resurrecciones?” (Nexos, diciembre de 1987)
Ante la muerte que, como afirmaba Canetti, es odiosa, nos quedan el recuerdo y el gusto de haber vivido muchas cosas, gozosas y tristes, juntos. En los últimos años, primero en el André o el café de Bellas Artes, luego en la casa de la querida y generosa Lilia, con Elena, Raquel, Marta, Bolívar, Genaro, Jesús, nuestro llorado y extrañado Carlos.
Por ello termino uniéndome a Celan, traducido lealmente por Chema, algunos de cuyos inmensos versos recoge en Tu nombre en el silencio: “Pon tu bandera a media asta, Memoria, a media asta, hoy y siempre”. Tu nombre siempre estará con nosotros; lejos, muy lejos, del olvido.
*Fotografía: A lo largo de su vida, Pérez Gay ocupó varios cargos diplomáticos y colaboró en diversas publicaciones del país/Archivo EL UNIVERSAL.