Léonor Serraille y la opción femiliberada
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La mujer joven tiene como protagonista a Paula, una joven parisina, regresa a su ciudad después de una larga estancia en México, para toparse con el desarraigo y el desprecio de su pareja, que la llevarán a redefinir de su propia identidad
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POR JORGE AYALA BLANCO
En La mujer joven (Jeune femme, Francia-Bélgica, 2017), conductual opera prima de la francesa egresada de la Fémis de 31 años Léonor Serraille (mediometraje previo: Body 16, tras escribir numerosos cortos tipo Tang Meng 13 y Lil’Sister 13), con guión suyo y de Bastian Daret y la también editora Clémence Carré al frente de un equipo técnico predominantemente femenino, Cámara de Oro al mejor debut en Cannes 17, la explosiva clasemediera parisina aventurera de 31 años Paula (Laetitia Dosch) regresa de un nebuloso viaje inconfesable a México (acaso inspirada por Florence Cassez) y de súbito se ve en el desarraigo y violentamente repudiada por su amante fotógrafo y maestro etnólogo Joachim (Grégoire Monsaingeon), le decomisa su hermoso gato persa gris perla (Frisson) y, cargándolo por todos lados, debe andar por París a la deriva y sin el celular que estrelló en un arrebato de furia, empezando por el crispado interrogatorio por un psiquiatra africano del sanatorio donde le remiendan la frente, y continuando por un paso frenético por varios antros disco LGBTTTI, errando interminablemente por las calles nocturnas, alojándose en un hotel de donde es expulsada por culpa del minino, aceptando ser confundida como condiscípula por la lyonesa lésbica Yuki (Léonie Simaga), consiguiendo chamba en la sofisticada tienda de ropa de un centro comercial donde medio intima medio se enamorisca del sobrio senegalés que la aconseja Ousmane (Souleymane Seye Ndiaye), logrando además colocarse como niñera de la linda chavita precozmente inaguantable de ella (Lila-Rose Giberti) para permanecer en el cuarto de servicio que le ofrece la severísima madre soltera de ella (Erika Sainte), topándose con su propia madre envejecida que aún así la rechaza visceralmente (Nathalie Richard) y siendo de pronto eróticamente perseguida por el veleidoso intelectual narcisista Joachim que la embaraza, la invita a su nueva triunfal exposición snob y pretende retomar su relación con ella, sólo para verse, ahora él, rechazado por esa restañada aunque endurecida Paula que, hoy sí, ya puede darse el lujo de abrazar una más sana, empoderada e inteligente opción femiliberada.
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La opción femiliberada se estructura narrativa y brillantemente como un cine-retrato que pone al día tanto al realismo balzaciano (allí está Una mujer de treinta años de la Generación X o Y o Z en plena época de los ultratecnológicos millennials) como al naturalismo de un Zola suavizado (con ecos de la provinciana extraviada en la casa de modas parisina de El paraíso de las damas), el retrato de una temperamental hembraza burlona (enseñándole las tetas a la lesbiana despistada desde el balcón para agradecer su hospedaje) a veces energuménicamente horrenda y a veces dulcemente melancólica, el retrato de una mujer víctima del stress o la ansiedad y la depresión alternativamente o al mismo tiempo (lo mismo da), el retrato de una histérica posfreudiana de equilibrio/desequilibrio precario que debe muchísimo a la literatura (Virginia Woolf, Anaïs Nin, Mary Gaitskill) y demasiado al cine de Barbara Logan (Wanda 75) y de John Cassavetes (Neurosis de mujer 75) o de Mike Leigh (Desnudo 92) e incluso más recientemente de Dolan (Mommy 2014) y Guiraudie (Animal vertical 16 con ese gato-bebé de brazos), un retrato pulverizado y plurianecdótico que se desarrolla a base y a la vera de los pequeños encuentros de un itinerario humano, formado por verdaderos microrretratos-microrrelatos que serían lo contrario de viñetas, muy específicamente situados en el barrio de Montparnasse y en torno a la estación Montparnasse-Bienvenue (así se intitula la versión internacional del film: Montparnasse-Bienvenue), cuyo nombre se emplea irónicamente, pues la temible enternecedora Paula es cualquier cosa menos Bienvenida, sino más bien corrida de todas partes, comenzando catastrófica y traumáticamente por el depto de su galán, incluyendo cuartos de hotel, la calle en sí, la morada de la falsa condiscípula que intenta tirársela (como lo fue Chantal Akerman vista por sí misma en Yo tú él ella 74), el refugio del afrocompañero de quien se enamora pero él no coge, o la mona casita de la madre auténtica, y culminando con el jodido cuarto de criados en donde se había al fin aposentado.
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La opción femiliberada no tiene reserva ni dificultad algunas para ampliar al máximo sus recursos expresivos posibles, con fotografía esquizofrénica de Émilie Noblet y mutable música en sístole/diástole o florecer/marchitamiento de Julie Roué, y poder arrancar la trama con los gritoneantes planos fijos apenas sostenidos entre agresivos parpadeos en negro durante la veloz introducción minimalista-hiperrealista shocking (ante la puerta cerrada del amante al pie de la cual Paula amanecerá durmiendo como perrito), poder pasar de allí a los aparentemente tranquilos pero en el fondo pulsionales planos del diálogo clave con el psiquiatra en campo-contracampo (donde la pregunta “¿Es usted una joven libre?” es respondida con un arrebato de furia incontrolable), o bien poder disfrutar los planos con cámara nerviosamente agitada entre las luces estroboscópicas sobre el frenético estrépito de la disco alternativa y poder, o bien poder afrontar los planos de nuevo estáticos paseando a la niña odiosita o cenando con el deleznable galán deleznado, haciendo así la vivisección psicosociológica de una mentalidad femenina en aciaga pero victoriosa búsqueda de su identidad y de sí misma, actualizada, paralela, aunque bastante menos pesimista, a la efectuada hace medio siglo por Godard sobre Una mujer casada (64), ahora sobre una locochona desatada escapando a su entorno.
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Y la opción femiliberada, al unísono de su automarginada heroína jamás antiheroína con maletas listas pero detenida su caída libre y decidida a abortar, cierra la ventana del cuartucho del que ha sido por enésima ocasión expulsada, para abrir puertas hacia algo coesencial e indeterminado: la libertad femenina indefinible.
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FOTO: La mujer joven se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 29 de marzo. En la imagen, Laetitia Dosch en el papel de Paula, en compañía del gato Frisson. / Especial