“Literatura, puente para humanizar el pasado”: entrevista con Abdulrazak Gurnah

Feb 25 • Conexiones, destacamos, principales • 1190 Views • No hay comentarios en “Literatura, puente para humanizar el pasado”: entrevista con Abdulrazak Gurnah

 

El Premio Nobel aborda las brutalidades del colonialismo alemán en África; recuerda cómo el ejercicio de la memoria y la escritura nos libran de una visión reduccionista del terror

 

POR CAMILO HOYOS GÓMEZ
Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948) recibió en diciembre de 2021 el Premio Nobel de Literatura por la manera como su obra ofrece una “penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”. Para entonces, Gurnah era muy poco conocido entre el público hispanoparlante. Un año después, la editorial Salamandra ya ha publicado Paraíso, A orillas del mar y su última novela, La vida, después.

 

Su obra se concentra especialmente en la presencia colonialista de Alemania en África, anterior a la Primera Guerra Mundial y prácticamente hasta 1919, cuando el Tratado de Versalles le arrebata sus colonias africanas.

 

¿Cómo recuerda el día en que entendió que el colonialismo alemán en Europa sería el tema de su obra?

 

No ocurrió un día en especial. Cuando comencé a escribir, supe que quería hacerlo sobre algo relacionado con ese tema, porque crecí con estas historias. Entre todos los imperios colonialistas, los alemanes tenían una reputación terrible por haber sido tan viciosos en su corto tiempo de colonización africana. Cuando me interesé como estudiante de colonialismo europeo, encontré muy poco sobre este conflicto, y esa es una de las razones por las cuales cualquier persona interesada en escribir reconoce que vale la pena mirar con más detalle e imaginar lo que no está allí para hacerlo real. Lo primero que escribí de Paraíso fue el episodio del reclutamiento del ejército alemán, y allí quedó. Cuando años después volví a ello, encontré dos cosas: no sabía lo suficiente para continuar desde donde lo había dejado, y me intrigaba el por qué un joven de 17 años decide convertirse en un mercenario de un ejército colonial. Me interesé en este otro tipo de novela, en la idea de cómo hubiera sido ese momento de encuentro entre el colonialismo europeo y estas sociedades que no estaban bajo ningún criterio unificadas. A lo largo de los años seguí pensando en eso, en la guerra, y en las consecuencias, pero luego tenía otra pregunta: ¿qué le hubiera ocurrido a alguien como él en Paraíso si hubiera continuado así? Cuando llegué al conocimiento necesario, caí en cuenta de que estaba listo para comenzar a escribir La vida, después, y así lo hice.

 

La presencia alemana en África no es tan conocida como la portuguesa o incluso la francesa. ¿Hay un motivo en particular?

 

Hay dos razones: la primera es que fue muy corta, de 1880 a 1918. La administración de estas colonias se realizaba como un ejercicio militar, con gran brutalidad, de tal manera que cualquier tipo de oposición se entendía como rebelión y era castigada. La segunda es porque fue superada por los eventos ocurridos en las décadas de 1930 y 1940. Las brutalidades desarrolladas en esos años opacaron todo lo demás de la historia reciente. Fueron muy pocos los europeos muertos durante esta guerra. Los cientos de miles de muertes fueron muertes africanas, que no le interesan mucho a la imaginación popular. Aparece de nuevo la verdadera razón por la cual escribir sobre esto: existen las llamadas “pequeñas guerras” que no tienen nada de pequeñas, sino que son catastróficas para aquellos que fueron dejados atrás después de que los grandes poderes satisficieran su arrogancia.

 

¿Qué poder o habilidad cree que la literatura encarna o profesa en relación con la historia?

 

La historia no es únicamente eventos del pasado, porque los eventos del pasado tienen sus consecuencias. Ya sea que escribamos sobre lo que está ocurriendo ahora, necesitamos saber y conocer las raíces históricas de lo que ha ocurrido. Pienso en la historia de esta manera dinámica, que no es únicamente una narrativa de un suceso del pasado, sino que es algo que tiene efectos. Tendemos a entender la historia como esos sucesos que ocurrieron y que ahora los vemos hacia atrás, pero esa es una visión reduccionista, y es precisamente la que permite a los opresores reinventarse como si no tuvieran nada que ver con lo que ha ocurrido para que ahora estén en una posición de poder. Si eres lo suficientemente curioso para preguntarte lo que sucedió en tal momento y lugar, encontrarás que hay académicos que lo han estudiado. Pero este tipo de conocimiento no está disponible para la imaginación popular. Esto es lo que hace la literatura: proporciona ese puente entre el trabajo de historiadores y el trabajo de recordar, para humanizarlo por medio de sus narrativas. No requerimos un conocimiento específico sino una mente abierta, una capacidad para la empatía.

 

Esta mención a la empatía ya está en el veredicto del jurado del Nobel frente a su obra, al resaltar la compasión. ¿Cree que la literatura nos permite desarrollar la empatía?

 

Sin lugar a duda. Leemos porque nos proporciona placer, y esto es lo que nos lleva a leer. La compasión no es posible si no estamos complacidos con lo que leemos. No me refiero a que nos alegre, sino que nos comprometemos con la calidad, con lo que nos hace ver o, a veces, sencillamente, con la hermosa manera en que un pensamiento es formulado. También nos ocurre que cuando leemos pensamos: “Sí, estoy de acuerdo con esto, es algo que también he pensado”, y encuentras una aprobación de tu manera de ver las cosas en lo que lees. Nos trae noticias, nos cuenta acerca de hechos que no sabíamos. La compasión y la empatía se desarrollan únicamente si sentimos el placer de la lectura.

 

¿Ese placer está bajo riesgo ahora que vivimos en una época de reivindicación histórica, de cultura de la cancelación y lo que parece ser un inevitable compromiso de lo literario con la identidad, con el pasado, o con la historia?

 

Siempre han existido estas ideas represivas, ya sea porque son un deseo de conformidad o, como ahora, que es un rampante individualismo donde la opinión de todo el mundo es válida. Estas fuerzas que dicen: “No pienses por ti mismo”, “no leas lo que tú quieres”, “no escribas acerca de lo que quieres” buscan llevarnos hacia la conformidad y la obediencia. Incluso en momentos en que se camuflan como un tipo de liberalismo, pero que te dice “no puedes decir esto o pensar así”. Es muy importante que los escritores no sean silenciados, matoneados o forzados a una autocensura. No puedes estar al frente de una injusticia y pensar “no debería decir esto”, o estar presente en algo que es claramente cruel y callar. Esto no es nuevo. Piensa en todos los escritores que han sido exiliados y asesinados. No podemos dejarnos someter a una estandarización e ignorar lo que es desafiante o transgresor.

 

En su última novela, Hemza es un askari, un soldado nativo que se entrega para luchar por las fuerzas colonialistas. No es fácil comprender por qué alguien se ofrece a la fuerza del poder sin caer en el juicio.

 

Una de las preguntas que más me hice fue la de por qué estas personas se volvieron mercenarios colonialistas, es decir africanos matándose entre ellos. Supongo que la idea de ser africano no existía, así que las personas se veían como entidades separadas y podían estar a lo largo de los años confrontados entre ellos. Me imagino que también debió ser el reconocimiento económico. Debió haber sido muy seductora esta fuerza poderosa, tecnológicamente moderna, llena de cosas que nunca habían visto. Por lo general, si te relacionas con el poder ganas estatus porque representas ese poder. También está la coerción: si un oficial alemán le pedía diez personas a un viejo líder de una comunidad, no había mucho campo de acción. Tenía que entregarlos como voluntarios. Además, está el reclutamiento, los cientos de miles de transportistas necesarios, ya que los caminos no eran suficientemente buenos para mover materiales o posesiones y todo debía ser llevado en la cabeza o en las espaldas. A mi abuelo le ocurrió: fue reclutado por los alemanes, como transportista y logró desertar rápido. Pero el hermano de mi madre se unió a las fuerzas inglesas en la Segunda Guerra Mundial, y me pregunté por qué lo hizo. Él no tenía razones, pero aún así lo hizo. En su caso le prometieron que, si sobrevivía a la guerra, lo enviarían a la universidad, lo que resulta una ganancia un poco estúpida porque no sobrevives a la guerra. De todas maneras, es bastante difícil de juzgar, desde la distancia. En el caso de Hemza fue la desesperación por irse de una situación intolerable; era la única forma de huir. Es muy difícil juzgarlos, cuando estamos parados donde estamos, pero también no hacerlo, al pensar lo estúpido que fue tomar esa decisión.

 

¿La literatura poscolonial es una invitación a la lectura literaria con la suspensión del juicio moral?

 

Siempre, y todo tipo de literatura es una invitación así. Si una novela nos propone mirar de nuevo un episodio del que sabemos o no, es para hacer una evaluación fresca. Si quieres responder de manera inteligente y tolerante, tienes que suspender el juicio por lo menos hasta que hayas comprendido lo que se está proponiendo. No tienes que estar de acuerdo, pero sí leer con una mente abierta.

 

Ocho meses antes del premio, el ministro alemán de asuntos extranjeros, Heiko Maas, reconoció la responsabilidad moral de Alemania en el genocidio olvidado en Namibia, por el que se comprometieron a pagar mil millones de euros. ¿Cómo lo entiende usted?

 

En primer lugar, no puedes deshacer las cosas. Lo que hace este gesto es aceptar la responsabilidad por lo hecho: “Nosotros lo hicimos. Fue nuestra culpa, estuvo mal hacerlo”. La importancia es simbólica, al decirlo, pero también es quizá la manera más sensible de ofrecer algo a cambio. Es dinero para hacer colegios, hospitales, educar a la población y, tengo entendido, no se entregará en especie sino en proyectos. Cuando lo comparas con la forma como muchos otros países que fueron imperios se comportan, hay una negación deliberada de la responsabilidad. Incluso si la ayuda se ofrece no es tan neutral como suena, sin sentido de responsabilidad por lo que se hizo en el pasado. Es como si creyeran que no tiene nada que ver con ellos, sino con los otros, con los abuelos. Estamos llegando a esta cuestión que debe ser atendida: de quién es la responsabilidad y qué hacemos con ella. Aplaudo este gesto de los alemanes porque de alguna manera señala a los antiguos imperios colonialistas. Por lo menos uno de ellos ha roto filas y ha dicho: es mi culpa.

 

¿Lograremos curarnos de las atrocidades cometidas sobre nosotros en el pasado?

 

Parece poco probable. Pero lo menos que podemos hacer es comprender lo que ocurrió, más que fabricarlo y fantasear sobre ello. Enfrentar la verdad sobre lo que pasó. Los humanos seguiremos oprimiéndonos, pero también seguiremos resistiendo. Este balance —entre quienes quieren seguir oprimiéndonos y nuestra habilidad para decir “no”— es lo que nos mantendrá a salvo.

 

FOTO: El escritor de origen africano Abdulrazak Gurnah, en su casa en Canterbury, Inglaterra. Crédito de foto: Frank Augstein / AP

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