Lo estético en las manías
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El hallazgo póstumo de los apuntes de una afamada diseñadora de modas permite a su madre descubrir sus obsesiones y genealogías de cada pieza artística
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POR DALIA CRISTERNA
El arte surge como respuesta a una obsesión personal. Las pinturas de Edward Hopper, por ejemplo, son la representación de la mirada de un voyeur incansable que congela actividades cotidianas; Yayoi Kusama es la muestra de lo abrumadoras y detallistas que pueden ser las manías; mientras que Marina Abramović persigue algo parecido al hilo negro de la relación entre artista y espectador. Estos artistas son algunos ejemplos de cómo el arte puede convertirse en una válvula de escape para las obsesiones y preocupaciones más recónditas del sujeto.
Esta clase de inquietudes va más allá de las obras de arte terminadas y exhibidas, del producto del artista, su primera aparición está en la genealogía de la pieza artística. Cuando se analiza el proceso artístico contemporáneo no es complicado vislumbrar que las manías son más que una pincelada plasmada sobre el óleo o una mirada sagaz puesta en la impresión fotográfica, muchas veces las obsesiones son el móvil que inicia una peregrinación individual tanto personal como creativa que derivará en arte.
Museo animal (Anagrama, 2017) es la segunda novela del costarricense Carlos Fonseca y narra la historia del recorrido artístico, familiar y político que vive la diseñadora de modas Giovanna Luxembourg para crear una última exhibición póstuma que mostrará al público su vida entera, llena de manías, en retrospectiva.
La historia comienza en 1999 y termina en 2014, año en que se monta la exposición de Luxembourg, sin embargo, para llegar a ese punto final, el libro contiene cinco capítulos en los que tanto familiares, amigos, conocidos y desconocidos de la diseñadora influyen en sus creaciones. De la misma manera que la historia viaja en temporalidades y la narración se coloca sobre diferentes personajes, lo hace en espacios: desde los bares de Nueva York viaja a la selva de Chiapas siguiendo los pasos filosóficos del Subcomanante Marcos; desde Israel llega a Puerto Rico y de California a la Tierra del Fuego.
Las fronteras en Museo animal se vuelven invisibles en pos del arte. La constante de esas travesías es la búsqueda del sur, un guiño explícito a la cantidad de recursos artísticos que colman a las poblaciones de Latinoamérica. Para el núcleo familiar y amistoso en el que se desenvuelve Giovanna Luxembourg, el ser migrante se convierte también en parte del proceso artístico. La búsqueda de nuevas realidades que hacen a los viajeros olvidar su origen, su lenguaje, su tiempo, es un recurso que visto de inicio a fin influye directamente en la vida de los artistas y quedará plasmado en las galerías.
El camino que recorre en este libro para llegar a la creación y curación de la exposición de Luxembourg es igual al que se produce en la vida de los personajes: con desviaciones, cambios de identidad y de perspectivas. En la búsqueda por realizar sus piezas artísticas los participantes juegan con las máscaras de su identidad. En Museo animal el artista es quien observa pero también el que sufre por lo que mira en su entorno, el que busca entender lo ajeno pero nunca podrá hacerlo del todo, el que persigue a sus obsesiones mientras éstas lo persiguen.
“Para un obsesivo no hay nada que tranquilice más que una obsesión compartida” dice una línea del libro, es por eso que además de crear enlaces afectivos con artistas latinoamericanos, Giovanna Luxembourg demuestra que la herencia también participa en las obsesiones. Para los personajes de Museo animal el arte no es espontáneo, es el trabajo derivado de años de influencias e intereses. Años después de la muerte de la diseñadora, tras un periodo de desvíos y travesías, Virginia McCallister, su madre, será juzgada por seguir los pasos de tres artistas argentinos: Eduardo Costa, Raúl Escari y Roberto Jacoby, cuyo trabajo sobre los medios de comunicación no dista mucho de lo que hoy conocemos como fake news. Y su padre Yoav Toledano, por otro lado, demostrará que una decisión tan extraña como lo es establecerse en el lugar más solitario y peligroso del mundo fue inspirada en el fotógrafo Nadar, quien dedicó gran parte de su vida a fotografiar las catacumbas de París.
El momento desencadenante de este libro es después de la muerte de Giovanna, cuando su colaborador recibe inesperadamente tres paquetes que contienen los apuntes que la artista realizó durante décadas y en los cuales asentó el viaje intelectual que explica su exposición póstuma. Los saltos cronológicos en la historia llevan al lector a las raíces de la vida no sólo de Giovanna, sino de quien fuera ella antes de ser Giovanna; a la travesía ideológica que llevaría a su madre a emprender un viaje interminable tras los pasos de un niño vidente asentado en las selvas de Puerto Rico; a la odisea que pasa Yoav Toledano para encontrarse a sí mismo.
Museo animal es un libro de expediciones siempre en pos de la creación artística. Expediciones tanto geográficas como mediáticas. Carlos Fonseca expone también la importancia que tienen los medios de comunicación masiva en las creaciones artísticas actuales y cómo actúa el internet en el papel de una herramienta tanto de investigación como de resolución de intereses personales.
Los pasajes descriptivos de Fonseca en este libro son abrumadores, las imágenes líricas insertas en la prosa del autor costarricense logran que en la narración persista la sensación de estar apreciando arte visual. “Lo que vio entonces lo arropó en una sábana de miedo y frío. Vio un cuarto que parecía una caverna oscura, sobre cuyas paredes se extendía un enorme mural cuyas figuras no logró descifrar inmediatamente pero que en algo le hicieron pensar en una larga noche en medio de un bosque oscuro. Un mural enorme que abrigaba el lugar como envuelven los brazos de las mares abusivas, a la vez con amor a la vez con desprecio, sobre el cual creyó distinguir, en una segunda mirada, una suerte de épica animal, un reino submarino que parecía comenzar con los pequeños organismos y que evolucionaba de a poquito hasta convertirse en un mundo anárquico y violento sobre el cual los humanos, reducidos a pequeñas células serpentinas, parecían batallar en una orgía sagrada. Lo vio todo de golpe y no supo qué hacer.”
Museo animal es un libro que en sí mismo funciona como una enciclopedia de arte moderno, con nombres, fechas y datos históricos intenta explicar el origen de las creaciones contemporáneas. Carlos Fonseca les recuerda a los lectores que a final de cuentas el arte no puede estar desligado de la política y que las voces de la creación pueden alzarse en contra de problemas como la explotación de pueblos indígenas o el mal uso de las técnicas informativas. Esta es una novela que borra fronteras pero también que exhibe problemas y miedos continentales frente a los cuales el arte impone un frente valiente y proclama que seguirá vivo, pase lo que pase.
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FOTO: Museo animal Carlos Fonseca, Anagrama, México, 2017, 448 pp.
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