Los años de aprendizaje
POR ÁNGEL GILBERTO ADAME
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La turbulenta biografía de Elena Garro lleva décadas en suspenso. Desde que la obcecada narradora aseguró que su existencia era una esforzada y continua refutación de Octavio Paz, sus estudiosos y detractores han explicado su vida a partir de su vínculo con el poeta.
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Perteneciente a una familia liberal, recibió de su padre sus primeras lecciones de idiomas y filosofía; por lo que desde pequeña tenía claro que deseaba vincularse a la academia hasta concluir una carrera profesional en artes o humanidades. Cursó la primaria en el Colegio Teresiano, luego en el internado de Sara L. Keen y, por último, en la escuela Manuel López Cotilla, de la que guardó sus recuerdos más vívidos, como el de la imponente Lupe Marín descendiendo por las escaleras de abanico, a quien las niñas contemplaban asombradas cuando acudía a recoger a sus hijas. Ahí afloró también su temperamento insumiso y desafiante, aunque conservó su primer lugar, y la banda amarilla que decía excelente; incluso participó en un concurso nacional de ortografía en el que, según dejó anotado en sus memorias, obtuvo el segundo lugar.
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Su expediente académico de la UNAM revela que continuó su formación en la Secundaria 6, en la que aprobó un total de treinta tres asignaturas para concluir la educación media en 1933. A los dieciocho años se inscribió en la Nacional Preparatoria, entonces ubicada en el Colegio de San Ildefonso, recinto en el que las mujeres todavía no se dejaban ver en gran número: “en el bachillerato mis compañeras eran María Luisa Torregosa, Anita Ortega, Anita Aguilar y Lucinda Saucedo”. Aunque logró su ingreso, lo hizo adeudando trigonometría, por lo que requirió del apoyo de Palma Guillén, quien explicó al rector Gómez Morin que, en las Escuelas de Señoritas, la asignatura era optativa.
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En cuanto tuvo oportunidad eligió la especialización en filosofía y letras, por lo que su carga académica recayó principalmente en el estudio del español, el latín, el francés e historia. Sus calificaciones, aunque irregulares, dejaban entrever su ambición literaria, destacándose en las composiciones escritas y en el dominio de la gramática. Vivió esa etapa de su adolescencia enfrentada a dos concepciones antagónicas sobre del papel de la mujer en la sociedad: la de sus padres, que era progresista y partidaria de la equidad de género, y la de sus tías maternas, mujeres conservadoras regidas por los cánones del matrimonio y la abnegación.
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Para 1935 ya había iniciado su noviazgo con Paz, prueba de ello fue que acudieron como pareja a los recitales de poesía que ofreció Rafael Alberti en su primera visita a la Ciudad de México. En aquel entonces Paz estaba inscrito en la Escuela de Jurisprudencia, ubicada a una cuadra de San Ildefonso, por lo que podían encontrarse casi a toda hora; quizá por ello Garro acumuló gran número de inasistencias, lo que casi la lleva a reprobar el curso. Aunque pudiera pensarse que la influencia de Paz fue perniciosa, quienes los conocieron en ese periodo aseguraron que se compenetraban estética y emocionalmente.
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El 4 de febrero de 1936 Garro solicitó su pase a la Facultad de Filosofía y Letras, cuyo director era el doctor Enrique O. Aragón, impulsor de materias relacionadas con las ciencias de la conducta y de los estudios de posgrado. Eligió la carrera de ‘maestra en letras’. De esas fechas data la H inicial que, en pleno romance, Paz añadió a su nombre y, en los documentos oficiales que datan de la época, consta que ella misma comenzó a firmar y a identificarse como “Helena”.
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Durante su primer año en la universidad tomó clases de latín, inglés, literatura francesa, mexicana y española, así como de psicología del adolescente. Por entonces se convirtió en coreógrafa del teatro universitario y participó en proyectos dirigidos por Xavier Villaurrutia y Rodolfo Usigli, sin importarle los obstáculos que las mujeres debían enfrentar para participar en la vida cultural del país.
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Se inscribió al segundo año en febrero de 1937. Continuó su especialización literaria y docente, con la añadidura del taller de fotografía. A mediados de mayo abandonó sus estudios, contrajo matrimonio con Paz y juntos viajaron a España al Segundo Congreso de Escritores Antifascistas. La experiencia de convivir con los intelectuales más importantes de la primera mitad del siglo XX, en el contexto de la Guerra Civil, fortificó su carácter y la motivó a cultivar su veta narrativa.
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Ya en 1940, habiéndose instalado nuevamente en México, intentó retomar la licenciatura con el apoyo de Paz. En su solicitud, asentó que dependía económicamente de su esposo, quien trabajaba como inspector en la Comisión Nacional Bancaria percibiendo 210 pesos mensuales. Aunque no regresó a las aulas, la subversión ya había echado raíces en su alma, como un atisbo simultáneo de su memoria y de su porvenir.
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FOTO: En la imagen, de izquierda a derecha: Isabela Corona, Elena Garro, Octavio Paz, Victoria Alonso, Rodolfo Echeverría, Julio Bracho y Deva Garro en el Lago de Chapultepec. / Archivo personal de Elena Garro