Los delirios de la urbe

Abr 15 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 7390 Views • No hay comentarios en Los delirios de la urbe

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Historias comunes de anónimos viajantes hace del transporte público chatarra el espacio donde chocan personajes marginales, protagonistas de historias marcadas por la violencia y la experiencia lúdica

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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Antonio Zúñiga (Parral, Chihuahua, 1965), miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, es un artista que busca en la realidad el sustento de sus propuestas creativas. En su teatro encontramos raíces de la cultura de la frontera, urbana y popular, que conforman universos legibles de la realidad contemporánea.

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Es autor de alrededor de 40 textos dramáticos. Empezó su trayectoria en Chihuahua, para después trasladarse a la Ciudad de México, en donde se convirtió en discípulo de Luis de Tavira, en la Casa del Teatro. Después tomó su propio camino. Desde el 2012 es director de un espacio de creación escénica independiente, ubicado en la colonia Obrera, de la capital del país. En ese foro no sólo se presentan montajes de la Compañía Carretera 45, sino también de agrupaciones independientes con aproximaciones que subvierten la postura conservadora del hecho escénico.

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Entre las obras que ha escrito están: Sol Blanco, El gol de oro, Cóctel Margarita, La Zona del Silencio, Ruleta Rosa, Pancho Villa, Los niños de la bola, Estrellas enterradas, El tiradito, Crónica de un santo pecador y Una luna de pinole. Actualmente dirige su obra Historias comunes de anónimos viajantes, con la Compañía Carretera 45, presentada en el marco del Festival del Centro Histórico.

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La puesta en escena se lleva a cabo en un autobús desvalijado, de esos que abundan en la frontera y conocidos, en la zona conurbada de la capital del país, como “chimecos”, de asientos incómodos, luces de neón y música escandalosa que los conductores reproducen para amenizar su día y el de sus paseantes.

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En ese autobús que los capitalinos conocemos como “pesera” se da una forma de teatro que reduce al máximo la distancia entre el público y los actores. Y aún más: coloca a los espectadores dentro del dispositivo para ser coparticipes del hecho escénico; de esta manera Zúñiga consigue que el observante experimente la vida desde las entrañas del teatro.

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La puesta en escena busca y consigue el contacto con un espectador específico: ese que viaja diariamente por las venas de la urbe y de otras regiones del país, convirtiéndose en protagonista de historias de naturaleza asombrosa.

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Historias comunes de anónimos viajantes es una obra de factura compleja, toda vez que debe descubrir los resquicios de la realidad que dan pie a momentos lúdicos, fantásticos, alucinantes y delirantes; extraer del andar cotidiano lo extraordinario, para devolverlo, trabajado y depurado, a sus protagonistas, quienes vuelven a experimentar el viaje de la vida como una aventura sorprendente, de gran belleza, aún en la más sórdida, vulgar o violenta existencial.

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El espectador, al ser parte del hecho escénico, ve descubiertos sus secretos más íntimos. De ahí la risa nerviosa y francamente divertida, cuando no hay de otra más que aceptar como verdad, individual y colectiva, aquello vivido en el interior de ese autobús de naturaleza fantástica.

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Zúñiga recurre a personajes marginales: el “gritón” del “pesero” o “cobrador”, que ya es una figura célebre de la cultura popular mexicana: de mirada lasciva y lenguaje florido, enamorado de todas y de ninguna, pegado la mayor parte del tiempo a ese autobús que se convierte en su mundo; en ese medio de transporte trabaja, come, duerme, se divierte con la música altisonante, chulea a las mujeres y se inventa una historia legendaria de sí mismo, que nadie cree.

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También está la mujer de curvas sinuosas, quien ha dado rienda suelta a sus apetitos sexuales, cobrándolos o no, sin pudor alguno. O el travesti, cuya elocuencia verbal revela una gran habilidad e inteligencia, para encantar o atemorizar a sus cohabitantes, con su voz ronca y maquillaje grotesco.

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La violencia tiene un lugar particular en la puesta en escena. Todos dentro de ese autobús saben que el viaje representa un riesgo; es pues, el peligro como una forma de vida asumido, con excitación y temor al mismo tiempo, por los personajes, y acentuado con la presencia de “los mendigos”, que merodean por las ventanas del autobús, para hacer la figuración del coro de la Antigüedad griega y que para nosotros no es otra cosa que el pueblo.

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Todos en ese autobús son seres expulsados, provenientes de alguna región de la memoria mítica, inscrita en el ADN de nuestra tradición cultural milenaria y, al mismo tiempo, actual. Seres que ven transcurrir la existencia en aquel espacio vital: instante potente de vida que, con gran maestría, da a luz Antonio Zúñiga y los integrantes de la Compañía Carretera 45.

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FOTO: Historias comunes de anónimos viajantes, escrita y dirigida por Antonio Zúñiga, con la Compañía Carretera 45, integrada por los actores Humberto Yáñez, Abraham Jurado, Christian Cortés, Margarita Lozano, David Bravo y Antonio Becerril, así como el grupo de iniciación al teatro de Carretera 45, diseño de Vestuario de Adriana Ruiz e iluminación y escenografía de Natalia Sedano, se presenta en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, en el marco del Festival del Centro Histórico, el 16 de abril a las 16:30; en el Centro Cultural Carretera 45 (Juan Lucas de Lassaga 122, Obrera), 22, 29 y 30 de abril a las 19:00 y el 23 del mismo mes a las 18:00, y en el Teatro Julio Jiménez Rueda (Paseo de la República 154, Tabacalera), del 8 al 30 de mayo, lunes y martes a las 20 horas./Cortesía Carretera 45

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