Los héroes están cansados

Jul 8 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 4120 Views • No hay comentarios en Los héroes están cansados

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La última novela del escritor español cierra el ciclo abierto en Soldados de Salamina y se aventura a contar la vida de sus clásicos familiares, herencia de su propia tradición oral

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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

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Hay en El águila y la serpiente, de Martín Luis Guzmán, un fragmento de iluminadora crueldad donde describe cómo después de la batalla sólo quedan cadáveres putrefactos, ajenos a la fragancia victoriosa. Las zaleas que minutos antes eran arrojados combatientes de los bandos villista y federal quedaban expuestas para la disección visual del joven escritor, quien quedó cautivado por un detalle: las balas que atravesaron esos cuerpos no tenían una dirección lineal, sino una trayectoria marcada por el capricho de la gravedad, las vísceras y la osamenta del soldado.

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Y así, como se diseccionan las ruinas de un ex combatiente, el escritor se puede aventurar a narrar la vida y muerte de los ancestros para descubrir que esto equivale a desentrañan a los clásicos familiares, fantasmas heredados oralmente por su madre y sus tíos. Luego descubrimos que las historias privadas jamás se desentienden de la historia pública, como sucede con la historia de Manuel Mena, tío abuelo de Javier Cercas (Ibahernando, España, 1962), un joven cariñoso con sus sobrinas, aspirante a abogado, apasionado polemista dentro de la minoría letrada del pueblo, y quien jugó en el bando de los vencedores durante la Guerra Civil Española.

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No cabe duda que retratar a los antepasados es la escritura de nuestra propia biografía, el número cero del relato diario. Para narrar ese pasado “escurridizo e inaccesible”, como escribe en El monarca de las sombras, su más reciente novela, Cercas hace toda una expedición para entender parte de su presente y saldar cuentas con la presencia fantasmagórica de Manuel Mena, herido de muerte durante la batalla del Ebro luego de combatir durante un año en el bando falangista.

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En El monarca de las sombras, a medida que Javier Cercas llena las lagunas en la vida de Manuel Mena disecciona también su propio presente: ¿Cómo hacer que los héroes del terruño materno y la historia de un país corran en la misma sintonía? ¿Y qué hay al final de ese camino en que el autor oscila sus empeños entre contar la vida de un personaje poliédrico y esa fascinación por sucumbir a la fantasía literaria? El resultado es un informe detallado de los últimos meses, días y semanas, incluso los últimos minutos de Manuel Mena a partir de la consulta de expedientes, el testimonio de vecinos de Ibahernando, sus familiares y la expedición al pueblo de Bot, donde falleció en un improvisado hospital de campaña. De este modo, Cercas comparte su bitácora personal en este periplo por descubrir la historia de su doppelgänger Manuel Mena.

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El exterminio de las verdades inequívocas y la presencia del autor-personaje que crea sus propios fantasmas es el centro de la apuesta novelística de Cercas, quien busca que cada una de sus novelas sea un modelo de sí misma y responda a la necesidad de descubrir “parcelas de la existencia” hasta entonces desconocidas. Desde Soldados de Salamina Cercas comenzó la elaboración de su propio antimodelo de novela, incordiosa pero alimentada de la paradoja y las oquedades, el veneno de los relatos oficiales. Luego vino Anatomía de un instante, pormenorizado relato del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, en el que concretó su apuesta por la renovación del género por las múltiples lecturas que validaban su narración: como crónica periodística, ensayo, investigación histórica y novela de no ficción.

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En los capítulos iniciales de El monarca…, una de las palabras frecuentes es “intemperie”, con lo que se confiesa la desnudez de la que parte su periplo homérico que lo llevará al Hades familiar. Cercas busca en los clásicos helénicos una respuesta a la incógnita, esa herencia de la que no se puede deshacer, como esa pesada carga que para él representará su casa materna en Ibahernando: desentrañar la historia familiar, y con ella la de un país, resulta similar a un juicio intestamentario. Largo y lleno de calamidades.

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De los sedimentos testimoniales que quedan excluidos de los discursos demagógicos aparecen las contradicciones inefables, las paradojas de la historia. En El monarca…, Cercas busca un nuevo significado de la épica. Retuerce y desecha la heroicidad que parte de la mitificación al poner su pasado familiar en el diván, sin echarse en brazos de la beligerancia ni en la tibieza de los indecisos.

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Mira, Javi: a mí no hay cosa que más me irrite que las interpretaciones equidistantes, las del cincuenta por ciento, esas que dicen que aquello fue una tragedia y que los dos bandos tenían razón”, dice su primo Alejandro, reconocido político local, durante una visita al pueblo. Y precisa después: “Pero también me irrita la interpretación sectaria o religiosa o infantil de la guerra, según la cual la República era el paraíso terrenal y todos los republicanos fueron ángeles que no mataron a nadie y todos los franquistas demonios que no paraban de matar; es otra mentira”.

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Más adelante, uno de sus tíos pone los acentos sobre la vida desgraciada de aquellos muchachos que al igual que Manuel Mena fueron a abonar ese episodio de la vida de España: “Ninguno de los dos [su abuelo y su tío abuelo] fue a la guerra por pasión política, porque quisieran cambiar el mundo o hacer la revolución nacionalsindicalista; eso tienes que entenderlo, Javi. Fueron a la guerra porque sintieron que era su obligación, porque no vieron otra salida. ¿Y sabes qué sacaron en limpio de la guerra? Nada. Otros se pusieron las botas, se lo llevaron todo, ellos no”.

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Esto da una nueva definición de la heroicidad y de lo épico, justo como lo había adelantado Fernando Pessoa en algún fragmento de El libro del desasosiego: “Las arenas engolfan a los que tienen pendones como a los que no los tienen…”

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Por momentos, los testimonios y las historias de las que se vale Cercas nos recuerdan ese ambiente bélico que Ernest Hemingway había abordado de refilón en Adiós a las armas: las guerras están formadas por otras más que quedaron sepultadas: venganzas, reproches, rupturas, rencores ocultas en un “lado b” de las batallas particulares que nos dan una nueva lectura de lo que entendemos como víctima y victimario. No sólo se trata de la barbarie de los bandos involucrados. Es una proyección de frustraciones y rencores individuales en la que no hay otra estrategia que la venganza. Son las historias de los humildes, jamás escritas, y que terminan sepultadas por la arena del tiempo.

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FOTO: El monarca de las sombras, Javier Cercas, México, Alfaguara, 2017, 288 pp.

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