Los islamistas llegaron ya…

May 16 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 2737 Views • No hay comentarios en Los islamistas llegaron ya…

POR ROBERTO FRÍAS 

 

Michel Houellebecq se repite. Qué alegría. En todos los escritores hay siempre algo que se repite. Y en los buenos escritores, las repeticiones son como los cuentos de hadas, conocemos el final de sus procedimientos pero queremos verlos en acción otra vez. La de Houellebecq es la repetición del látigo de la honestidad. Lo saben los lectores que siguieron con ojos bien abiertos esos pasajes en apariencia escandalosos donde los personajes están muy a gusto frente a un hipotético mundo donde el sexo y la reproducción ya no necesitan del amor, o donde aprueban el turismo sexual y la prostitución, o donde se critica con ferocidad el extremismo islámico. Temas y situaciones donde el hombre occidental contemporáneo, decadente como siempre (ha venido decayendo desde la instauración de la modernidad, carrera hacia el suicidio civilizatorio), sale mal librado. Por supuesto, el marqués de Sade se repite también y, aunque el lector disfrute sus argumentos y sea fustigado, en varios sentidos, y nunca salga ileso, hay en su lectura, como en la de Houellebecq, una clara conciencia del tedio que provoca el eco. Ni hablar, es lo que a veces debemos soportar de escritores que tienen algo que decir y que no son genios. Y en Sumisión, la sexta novela de Michel Houellebecq (Isla de la Reunión, 1956), no faltan ecos de otras obras, vuelve el personaje deprimido que no encuentra propósito en la vida. Vuelve la decadencia social francesa. El problema de Europa como un proyecto en caída. La sexualidad como una fuerza absurda que nos lleva más allá de cualquier principio de igualdad de género. Y un largo etcétera. Incluso vuelve el Islam pero esta vez, a mi entender, de manera mucho más inteligente.

 

El personaje principal de esta novela es François, académico experto en Joris-Karl Huysmans, solitario, quien siente que ya ha dado lo poco que podía dar intelectual y físicamente, situándose en temprana decadencia a sus 45 años, decidiendo incluso que debe alejarse de las mujeres, después de que había llegado al punto de mantener relaciones con sus alumnas. Así Myriam, la chica judía de 22 años con la que está en proceso de ruptura. Sin embargo, estos sólo son síntomas de una crisis más profunda: François ha perdido su propósito en la vida.

 

El escenario es la Francia del año 2022, cuando una alianza entre los socialistas, la derecha y un partido islamista moderado (siendo este último el que lleva mayoría de votos en la primera vuelta) le gana las elecciones al Frente Nacional. Esta alianza tan extravagante como improbable, se da gracias a dos factores que provocan la emergencia: la amenaza de que la ultraderecha gane las elecciones y el surgimiento de un político islámico muy hábil, Mohammed Ben Abbes. Esta figura astuta, que logra conciliar los diversos intereses de los musulmanes, también se desenvuelve como cualquier otro político: buscando el justo medio para no escandalizar a la prensa, haciendo buen marketing de sus ideas, volviéndose deseable para el votante por la cantidad de supuestos privilegios o cambios que le puede aportar, de ser elegido. Evidentemente, la nueva realidad política, cuando el partido de Abbes, la Hermandad Musulmana, gana las elecciones, se traduce en un reordenamiento social, ejercicio de la distopía necesario para esta novela: las universidades se vuelven islámicas y los profesores, de querer continuar, deben convertirse al Islam, las mujeres comienzan a taparse y el gobierno les ofrece sueldos mensuales para que dejen de trabajar, etc. Y cosas paradójicas suceden: disminuyen el desempleo, la violencia, la seguridad y los malos sueldos. Casi el sueño europeo.

 

¿Nos puede extrañar que el personaje comience a tener querencia por un mundo que le promete vivir mejor?

 

Entiendo el nutrido debate que ha suscitado este libro en Francia, donde se ha tildado a Houellebecq (vaya sorpresa) de todo lo que no es. Se ha dicho que la novela es islamofóbica, misógina y su autor irresponsable y provocador (Sumisión tuvo la extraña fortuna de aparecer en medio de los atentados a Charlie Hebdo), cuando en realidad la crítica del autor apunta hacia los sistemas sociopolíticos de occidente y su intención es fustigar la hipocresía de su tiempo. Me refiero a la insostenible y artificial polarización de la izquierda y la derecha de centro, siempre entregándose el poder mutuamente, en un bipartidismo cosmético que no ayuda mucho a sus ciudadanos. Gane quien gane las elecciones francesas, los problemas de fondo continúan. No se suscitan cambios sustanciales y, lo que es peor, los ciudadanos se resignan a seguir viviendo en la supuesta democracia del bienestar mientras sus vidas son cada vez más solitarias, monótonas y pobres, es decir, carentes de bienestar. Lo que Houellebecq está planteando es la progresión lógica de lo que ya sucede en muchas partes del mundo. El Islam crece como religión, como poder fáctico y económico. ¿Por qué no habría de crecer y de imponerse como una opción competitiva en plena Europa occidental si sus instituciones políticas no responden? Y olvidémonos del Islam, en Sumisión podrían ser los finlandeses o los extraterrestres los que toman el poder en Francia, el punto de Houellebecq es demostrar hasta qué grado estamos en decadencia. Si occidente no quiere una realidad así en el mediano plazo, tiene que despertar (no reaccionar). Tiene que haber instituciones políticas que sí respondan a los ciudadanos y ciudadanos que sí se preocupen por su polis.

 

¿Le suena familiar? Ya lo creo, porque esto es lo que ocurre en gran parte del mundo, también aquí, en México (país de partidos políticos inerciales y manchados, de la corrupción, sobre todo mental, de las elecciones donde no se puede elegir, y donde todo está secuestrado, hasta la conciencia). Qué fortuna, en ese contexto, poder leer las admoniciones de Houellebecq, uno de los más sinceros moralistas de nuestro siglo. No diré que el más logrado, con sus novelas de tesis, sus repeticiones y sus esquemas. Pero sí uno de los más divertidos, ingeniosos y, a fin de cuentas, despierto, cuyas obras captan nuestra atención en los episodios de vigilia que nos deja la narcolepsia existencial que llamamos vida contemporánea.

 

 

Michel Houellebecq, Sumisión, Trad. de Joan Riambau, Anagrama, 2015

 

*FOTO: Sumisión es la sexta novela del escritor francés Michel Houellebecq/ Especial

 

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