Los peligros de vivir atados al presente: entrevista con el historiador François Hartog, sobre su libro “Cronos”
En su libro Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy, el catedrático reflexiona sobre la forma en la que nos relacionamos con el tiempo, señalando que hoy en día vivimos dentro del presentismo, una situación en la que el pasado y el futuro quedan anulados, lo que conlleva un gran impacto a nivel social
POR FRIDA JUÁREZ BAUTISTA
François Hartog (Francia, 1946) es un historiador que ha dedicado parte de su tiempo a estudiar el Tiempo. Hartog forma parte del Grupo de Estudios sobre las Historiografías Modernas en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, ubicado en París, y fue miembro fundador de la Asociación de Historiadores de Francia. Fue alumno del historiador y filósofo Jean-Pierre Vernant, un especialista en Grecia y considerado uno de los intelectuales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, y de Reinhart Koselleck, uno de los historiadores alemanes más importantes del siglo pasado.
Hartog se ha especializado en la historia de la Antigua Grecia y la naturaleza de la historia. Es a partir de este último interés que se ha dedicado a reflexionar sobre la percepción que el humano tiene sobre el tiempo y cómo se relaciona en sí con la construcción temporal de la Historia. Este tema ha llevado al francés a escribir libros como Memorias de Ulises (FCE, 1999), El espejo de Heródoto (FCE, 2003), Regímenes de Historicidad (Universidad Iberoamericana, 2007) y ahora Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy (Siglo XXI, 2022), libro que le valió en 2021 el Gran Premio Gobert, con el que la Academia Francesa reconoce a la gran obra de historia.
En Cronos, Hartog presenta un ensayo sobre el orden de los tiempos del mundo Occidental, abordando los conceptos helenísticos Cronos (el tiempo), Crisis (los momentos decisivos), y Kairós (la oportunidad), su evolución y los roles que juegan hoy en día, cuando el humano se encuentra estancado en el presentismo, que es la incapacidad de ver hacia otros tiempos y, de acuerdo a Hartog, es un problema.
Usted explica que Crisis no significa lo mismo hoy que en los tiempos bíblicos. En la actualidad, ¿qué rol ocupan Crisis, Cronos y Kairós?
Pienso que estas tres categorías ocupan un rol muy importante en la formación de lo que llamo régimen cristiano del historicismo. Kairós es la categoría principal y significa encarnación. Crisis se convierte en la definición del fin del tiempo, el juicio final, el apocalipsis. Cronos significa el tiempo ordinario. Estas tres categorías permanecen durante todos los siglos, pero con cambios particulares. Cuando el régimen cristiano fue cuestionado, Cronos adquirió importancia, se convirtió en el tiempo moderno, en el régimen moderno del historicismo. En esta nueva configuración, Crisis seguía presente pero se convirtió en lo que hoy conocemos tal cual como la palabra crisis, ese momento de cuestionamiento que podemos ver, por ejemplo, en la crisis económica. Kairós se mantuvo alrededor, pero como un evento a la expectativa, que puede ser algo bueno o malo. Hoy los tres conceptos se mantienen activos y los seguimos usando aunque no lo sepamos. Desde mi perspectiva, un ejemplo es el que Vladimir Putin iniciara esta guerra contra Ucrania. Esto demostró que él tenía el Kairós, es decir esta oportunidad, este momento decisivo para reducir y conquistar a Ucrania, pero falló. El Kairós no fue lo que él pensó que sería y cambió hacia el tiempo de Cronos, que es el tiempo de la guerra, y la pregunta es: ¿hasta cuándo durará este Cronos? Putin ha de pensar que tiene la capacidad para dominar el tiempo de Cronos, pero se equivoca, porque ya no está dominando la duración de este periodo.
¿Cuál es la diferencia entre presente y presentismo y qué nos llevó a esta posición?
El humano sólo tiene el presente, que es una categoría temporal. El presentismo es esta situación en la que el presente se convierte, por así decir, en la única categoría temporal. Desde mi perspectiva, es algo que sucede en nuestra sociedad. Hace 40 años, en Europa, la primera manifestación del presentismo fue el cuestionamiento sobre el futuro, que estaba perdiendo su potencia. La sociedad moderna del siglo XIX y gran parte del siglo XX se dirigía hacia el futuro. El futuro era lo mejor, a lo que se aspiraba, el lugar al que se debía ir lo más pronto posible, así fue la historia del progreso. Pero el futuro se volvió menos deseable cuando las personas empezaron a pensar que los niños ya no tendrían una mejor vida que sus padres, cuando la promesa de la modernidad empezó a ir en reversa. El futuro empezó a estar más cerca y el presente se convirtió en la única categoría confiable. Por ejemplo, los gobiernos populistas están inclinados a vivir en el presentismo.
Claro que lo que digo es extremadamente esquemático, pero detrás tienes todas las transformaciones de nuestra sociedad. En este mundo digital que ahora es tan prominente y con la revolución de la información, uno sólo tiene la inmediatez, el presente y todo debe resolverse con un click. El presente se volvió la única categoría temporal, lo único que tienen los humanos, pero la manera en la que lo hemos experimentado en los últimos 40 años es distinta.
Este presente “presentista” es un problema. Tiene una configuración impulsada por los medios, que tienden a producir, en periódicos, televisión y redes sociales, el pasado detrás de cada día y segundo y el futuro debajo de cada día y cada segundo. Así que la relación entre estas tres categorías temporales con las que la humanidad ha lidiado por siglos pasado, presente y futuro, parece que se han compactado en una sola categoría: el presente, uno que produce un poquito de pasado y un poquito de futuro cada minuto.
Dado que el futuro se vislumbra desalentador y no podemos controlarlo, ¿cuáles serían las consecuencias de ignorarlo?
Uno tiene que ver hacia el futuro. Uno no puede estar sin un proyecto de ir hacia adelante. Si no se tiene la posibilidad de plantear un proyecto a futuro, uno estaría estancado de forma perpetua, no podría salirse de este presente. Si no se tiene trabajo, uno no puede hacer proyectos. Por ejemplo, los inmigrantes, que hay millones en el mundo, están condenados a vivir sólo en el presente porque no saben cómo será el siguiente día y eso no es vida.
“Si el futuro es oscuro, por qué habríamos de verlo si podemos vivir el presente”, es una idea muy tentadora, pero es una muy egoísta, una muy individualista. Esto es lo que muchos están haciendo. Por ejemplo, hay quienes están pensando en colonizar Marte porque así se solucionaría el problema de sobrevivir al calentamiento global, una postura muy egoísta porque está muy lejana de nosotros y muy pocos seríamos capaces de lograrlo. Los humanos somos animales que no podemos vivir sin las categorías de pasado, presente y futuro, por eso si insistimos en enfocarnos sólo en el presente, sería insostenible. Claro, si también sólo queremos fijarnos en el pasado, sería problemático, porque uno dejaría de entender lo que sucede en su propio tiempo. También si sólo se observa hacia el futuro, uno creería que el presente podría sacrificarse.
¿Las expectativas tienen un espacio en su estudio del tiempo?
Las expectativas sí tienen un rol. Son una construcción abstracta. Las expectativas son algo que los humanos comparten y son la forma de experimentar en la propia vida el futuro y la posibilidad del futuro, de manera en la que uno trata de hacer este futuro más real o llegar a éste en las mejores condiciones.
¿Cree que la pandemia cambió nuestra percepción del tiempo?
El libro lo terminé antes de la pandemia de Covid-19, pero las últimas páginas las dediqué a la pandemia por ser un gran problema en varios aspectos, incluyendo el del tiempo.
No se puede decir si vivimos la misma realidad o no porque todo depende de la situación que cada uno vive, del país en el que uno vive y la posición social, pero creo que de alguna manera la economía funciona como antes. No hubo grandes cambios. Sin embargo, por otra parte están las personas que cambiaron la forma en la que trabajaban: por ejemplo, en Estados Unidos hay muchas personas que trabajan de manera remota, eso es un cambio significativo en la forma en la que organizan su vida. En el caso de los estudiantes, han tenido efectos psicológicos por los dos años de la pandemia, como la ansiedad, lo que podría estar ligado al cambio climático.
Las consecuencias del Covid a estas alturas todavía no son totalmente palpables y creo que perdurarán durante décadas. Aparentemente estamos volviendo a la normalidad, pero creo que sería muy superficial llegar a esta conclusión.
Ahora, aunque quizá no está muy presente para México, la guerra en Ucrania abrió un nuevo tiempo. Esto nos reintroduce al tiempo de la guerra, que en Europa se había olvidado durante 70 años. Este suceso también ha impactado al tiempo, porque uno sabe cuándo inicia una guerra, pero no se sabe cuándo acabará. Así que este es un suceso importante que suma a la incertidumbre, que probablemente eso es lo que ha caracterizado al mundo en los últimos años. Quizás incertidumbre es una de las palabras que más hemos usado en los últimos cinco años. Esta incertidumbre se manifiesta como la desorientación del tiempo, y creo que estamos en una época de desorientación.
En el libro se plantea una serie de preguntas. Desde que se publicó en 2020 (en francés) a la fecha, me preguntaba si ya tiene alguna respuesta a estas alturas. Por ejemplo, se pregunta cómo vivir en el antropoceno (“un tiempo que es a la vez inmensamente antiguo y completamente nuevo”, define Hartog).
Tengo una respuesta, bueno una serie de posibilidades. El antropoceno significa que es una escala inconmensurable para nuestro tiempo ordinario, porque no abarca siglos, sino millones de años. No estamos equipados para dimensionar qué son millones de años, eso no significa nada para nosotros. Debemos considerar estos millones de años en la forma en la que organizamos nuestras vidas y nuestra sociedad. Verás que es extremadamente difícil. Por eso vivimos en medio de contradicciones, como que actualmente tenemos una inflación por el aumento de precios en petróleo y gas, por lo que para abaratarlos tendríamos que alentar su producción contaminante, pero al mismo tiempo queremos controlar nuestras emisiones. Estas contradicciones responden a tiempos con escalas distintas (el pasado de hace millones de años y los problemas del futuro).
FOTO: François Hartog pertenece a la gran escuela de helenistas que fundó el filósofo Jean-Pierre Vernant/ Kolandjian-Florent/Cortesía Francois Hartog- Siglo XXI Editores
« Adolfo Bioy Casares, un genio revitalizado Colette, una escritora libertina: a 150 años de su nacimiento »