Los porqués de Suzanne Lebeau
POR AMARANTA LEYVA
La historia del teatro para niños en México tiene un antes y un después. Ese parteaguas se llama Suzanne Lebeau. Fue en 1999 cuando la dramaturga canadiense impartió el primero de muchos talleres que daría en el país, dando a conocer su poética. Por primera vez en México se habló de la existencia del oficio del escritor de teatro para niños y de sus conceptos artísticos. Enseguida, su visión comenzó a difundirse, entre los autores jóvenes principalmente, quienes la tomaron como bandera. Hoy, lo que vemos en las salas lleva parte de su influencia. Pero, ¿quién es esa mujer de pelo largo y oscuro, de ojos profundos y cuestionadores?
Suzanne
Suzanne tiene dos hijos y tres nietos. Vive en la zona este de Montreal. Maestra y tutora, viajera constante, es la compañera de trabajo y de vida de Gervais Gaudreault. Es una quebequense nacida en 1948 que, según afirma, odia cada vez más el invierno y la nieve y sueña con vivir en México. Compradora compulsiva de antigüedades, de vajillas sobre todo, es fanática de La Merced y Tepito (es chacharera de corazón). Se interesa en el cine y el teatro mexicano, en la obra de Octavio Paz y Jorge Ibargüengoitia, y adora el metro (más que el metrobús), los taxistas mexicanos (a quienes define como hombres sabios y amables), la colonia Roma, el centro de la ciudad y el idioma español, aunque las erres la desesperen tanto y los verbos irregulares (dice) la vuelvan loca.
Sus sueños escapistas siempre se ven truncados frente a las decenas de compromisos de trabajo al año (talleres, pláticas, conferencias, giras con su compañía) que la mantienen viajando. Suzanne (afirma) se cansa cada vez más y, sin embargo, bajo ese cansancio que siempre la aqueja, bajo esa vida tan llena, guarda intacta su curiosidad y la manía fatigante, como lo dice ella misma, de preguntar; preguntar como los niños, sin emitir juicios de valor ni con ánimos de molestar. Eso es lo que, según afirma, la mantiene abierta al mundo.
Suzanne Lebeau
Suzanne Lebeau contribuyó al surgimiento de una nueva dramaturgia para jóvenes públicos en el mundo. Su obra, considerada chef de file en el teatro para niños, le ha valido numerosos premios y distinciones entre los que destacan el grado de Chevalier de l’Ordre de la Pléiade por el conjunto de su obra otorgado por la Asamblea Internacional de Parlamentarios de Lengua Francesa (1998), la Distinción de la Comédie Française (2008), el Premio del Gobernador General de Canadá en la categoría de teatro (2009) y el Premio Athanase David, la distinción más prestigiosa a un escritor por su trayectoria en Quebec (2010). Hoy la dramaturga cuenta con más de 32 obras escritas, 20 libros impresos —y esto por decir solamente en francés— y figura entre los autores quebequenses más llevados a la escena, en el mundo, con más de 140 producciones en los cuatro continentes.
Le Carrousel
Suzanne Lebeau comenzó como actriz. De 1971 a 1973 cursó una especialidad en pantomima en París. Fue en ese tiempo cuando descubrió por azar el teatro para niños. Al regresar a Quebec, escribió su primera obra, Ti-Jean voudrais se marier mais…, la cual no fue aceptada por la compañía en la que trabajaba. Decidió entonces fundar la propia, con el director de teatro Gervais Gaudreault, “mi cómplice fiel, apasionado del teatro, de las artes plásticas, de la arquitectura, un hombre que teniendo todos los talentos decidió acompañarme en el camino oscuro de la infancia”, ha dicho la dramaturga. Juntos, se lanzaron a “hablar libremente del mundo tal cual es, tierno y cruel y nos dimos el derecho de explorar los lenguajes más contemporáneos de la teatralidad”. Le Carrousel ha montado espectáculos en Europa, Asia, África —donde Suzanne pasó una temporada trabajando con niños soldados— y, por supuesto, América Latina.
Fundación de una dramaturgia
En 1974 comenzó a desarrollar su método de trabajo: acercarse a los niños en el teatro y en el salón de clases para “oírlos hablar en sus propias palabras, de sus preocupaciones y su vida”. Sus primeros textos son una continuación en escena de sus diálogos con ellos. Las historias planteaban situaciones y espacios conocidos de los niños a quienes se mostraba además la cultura quebequense y el joual (sociolecto del francés quebequense), es decir, Suzanne buscaba que los pequeños identificaran su entorno para así expresar sus ideas y emociones. “En esa época definí lo mejor para un niño en el teatro como una situación dramática creíble y personajes complejos con una columna vertebral y un lenguaje para hablar del mundo”. Estas tres líneas se mantendrán en su dramaturgia.
En 1979, habiendo dejado ya la actuación, vino un texto que marcó un quiebre en su forma de escritura: Une lune entre deux maisons (Una luna entre dos casas), su primer texto para chicos de 3 a 5 años, que muestra en escena los elementos simbólicos que manejan los niños. De aquí saldría un elemento que se volverá marca en su escritura: la metáfora.
La escritura de Suzanne
En sus palabras, “antes de Une lune… no sabía todavía cómo buscar el punto de vista de los niños sobre el mundo”. Lo fue aprendiendo a través de las “preguntas primarias”, aquellas generadas por los propios niños. Parece simple pero implica todo un acto de humildad, pues el adulto debe bajarse de su pedestal para, de rodillas, aprender de los más pequeños. En su discurso de aceptación del premio Hommage-Rideaux (2013), afirmó: “Los porqués de los niños son dinámicos e inspiradores. No buscan tener razón: exploran e investigan los matices de lo cotidiano. Preguntan sin discriminación sobre el color del cielo, el rostro heredado, el vagabundo en la esquina de la calle, la basura abandonada… Los porqués de los niños no tienen prejuicios. Todo lo aprendí de ellos: comprensión instintiva con la que decodifican las reglas del juego con rigor implacable, su fuerza moral que jamás tiene miedo de ver la vida de frente: aquella que conocen, aquella que suponen o aquella que adivinan. Aprendí su apertura a todas las formas de escritura, incluso las más contemporáneas. Ellos no tienen ningún prejuicio sobre lo que tiene o debe ser el teatro. Y son ellos quienes me han obligado, con los años, a rechazar los límites de lo permitido, de la moral, de lo posible para preguntarme siempre por qué”.
A Une lune entre deux maisons siguieron textos como Les Petits pouvoirs (1981, Los pequeños poderes) y La marelle (1984, Rayuela), donde exploró las tensiones entre padres e hijos en la vida cotidiana. A finales de los ochenta realizó una exploración de la cual surgieron Comme vivre avec les hommes quand on est un geant (1989, Cómo vivir entre los hombres cuando se es un gigante) y Conte du jour et de la nuit (1991, Cuento del día y de la noche). Se trataba de explorar dos formas de contar la misma historia con los mismos elementos dramáticos y con el desafío de la edad a la que cada texto se dirigía. Esto mostró los diferentes simbolismos según la edad de los niños. Seguirían textos como Contes d’enfants réels (1990, Cuentos de niños reales), donde explora una manera de escritura más narrativa, innovación que fue rechazada en ese entonces y que hoy es muy utilizada. Bajo esa exploración se encuentra Salvador: la montagne, l’enfant et la mangue (1994, Salvador: la montaña, el niño y el mango), texto que la comenzó a acercar a México justo antes de la escritura de la obra que marcaría un hito en el teatro para niños y que lanzaría a Suzanne a la escena internacional: L’Ogrelet (1997, El ogrito).
Tres años después de L’Ogrelet Suzanne llegó a México. El ogrito fue montado por Martín Acosta en 2003 en el teatro El Galeón de la ciudad de México y publicado —junto con el texto de Salvador— por Ediciones El Milagro. El que un texto “para niños” fuese visto e interpretado por artistas que normalmente hacían trabajo para adultos fue otro boom. Dice Alejandro Calva, quien interpretó al ogrito en aquella ocasió, q, quin, en una entrevista a La Jornada el 3 de febrero de 2003: “Estoy contento con El ogrito; tiene poesía, es bellísimo, con profundidad. Estamos ante un texto que se volverá un clásico infantil”. No se iba a volver un clásico: ya lo era en el panorama mundial. Para entonces, L’Ogrelet contaba con traducciones al inglés, italiano, alemán, galés, griego, ruso, portugués, español… Hoy hay incluso una versión maya y otra en xhosa (Sudáfrica). En la misma entrevista, Arcelia Ramírez decía: “Este texto es para los niños, pero también para los adultos, por la cantidad de interpretaciones que puede tener. Es como una alcachofa a la que le quitas una capa y luego la otra…” L’Ogrelet fue el texto que terminó por definir la escritura de Lebeau y donde podemos ver los cinco elementos de su obra y que han definido esta nueva dramaturgia para niños.
Los cinco elementos
1)La metáfora, es decir, la imagen escénica que condensa el conflicto del personaje y su resolución, si la hay. En Gretel et Hansel (2011, Gretel y Hansel), la metáfora es el momento en que la hermana mayor tiene la decisión en sus manos de matar a su hermano menor. En Petit Pierre (2001), la metáfora del paso del tiempo es el mismo protagonista, un hombre deforme cuyo oficio es cuidar un carrusel.
2) Las emociones de la infancia. Regreso a L’Ogrelet. Un niño-ogro que se topa con su naturaleza para hacer lo que quiere: ir a la escuela y tener amigos. Para lograrlo debe antes conocerse a sí mismo. Al final de su travesía sabe que nunca dejará su esencia, aquella que no le gusta, pero ya la conoce y sabe de lo que capaz.
3) Personajes complejos, humanos, nada de estereotipos que son los clásicos personajes del teatro para niños. Personajes con capas de emociones y con un nivel de tragedia fincada en el universo de la infancia.
4) Grandes temas. Suzanne Lebeau considera que el hecho de que sus textos sean para niños es un reto, mas no un límite para abordar grandes temas universales. Sus textos nos son fáciles: hablan de la guerra, el incesto, la muerte, los niños de la calle, el bien y el mal, los celos…
5) Escritura poética que deriva de la manera en que los niños juegan con las palabras cuando están asiendo el lenguaje. Esta apuesta estilística significa un apoyo a las imágenes escénicas y los elementos simbólicos, y le da fuerza a sus porqués. A veces la poesía sirve para establecer los tiempos narrativos, tal es el caso de Le Bruit des os qui craquent (2006, El ruido de los huesos que crujen) y Gretel y Hansel.
El teatro para niños hoy
Ya con un mayor auge, el teatro para niños de hoy sigue de todas formas enfrentando retos. Suzanne continúa en su tarea de prender luces como maestra y asesora y siempre con su propia escritura. El ruido de los huesos que crujen significó, así, otro parteaguas en la escena mundial al abordar el tema de los niños soldados, y el texto más reciente de la autora, Gretel y Hansel ya está dando de qué hablar. Lo principal para Suzanne Lebeau es no traicionarse, ser consecuente como creador y con los niños, “escucharlos, seguir su evolución, seguir comprendiendo su relación con el mundo, un mundo en perpetuo cambio”.
*Fotografía: Suzanne Lebeau en la ciudad de México, en noviembre de 2007/ARCHIVO EL UNIVERSAL
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