Los ricos también lloran

Ago 13 • Lecturas, Miradas • 3686 Views • No hay comentarios en Los ricos también lloran

POR JORGE VÁZQUEZ ÁNGELES

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Contemplar la caída de aquellos que detentan algún tipo de poder siempre resulta placentero porque, de golpe, son devueltos a la misma condición en que se hallan todos los demás, como si al evaporarse el halo de su dominio se convirtieran otra vez en seres humanos comunes y corrientes. Debido a que las desgracias de quienes son nuestros iguales no nos parecen cosa del otro mundo, puesto que también podrían sucedernos, es mejor fijar la atención en estrellas de la farándula, del deporte o de esa esfera denominada high society. Joël Dicker (Suiza, 1985) lo sabe: participar en la exhibición de los trapos sucios y ajenos resulta redituable sobre todo cuando éstos son de seda, terciopelo o cachemir. Con su nueva novela El libro de los Baltimore, Dicker nos lleva por los rincones y detalles más íntimos, penosos y dramáticos de esa clase social en la que Luis Buñuel advirtió un discreto encanto.

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La historia es el retrato de un clan partido en dos: los Goldman-de-Baltimore y su contraparte, los parientes pobres, los Goldman-de-Montclair. El jefe del clan rico es Saul Goldman, exitoso abogado que aparece en los titulares de los periódicos, casado con Anita, una eminente médica del prestigioso hospital Johns Hopkins. Su hijo Hillel posee una inteligencia tan extraordinaria que cualquier escuela le queda chica y lo expulsan debido a su bajo rendimiento. Blanco perfecto de los abusadores, Hillel sufrirá humillaciones y golpizas hasta la aparición de Woody, un chico prácticamente sin familia, justiciero al extremo, quien lo defenderá a capa y espada. Su recompensa: formar parte del clan de los Goldman-de-Baltimore. Woody no es pura fuerza salvaje porque en las novelas de Dicker todos los personajes nacen con estrella: su habilidad para los deportes, en especial el futbol americano, lo llevará por el camino del éxito hasta que, debido a su propia naturaleza, se topará contra la pared de la desgracia que en la novela se conoce como el Drama, así, con D mayúscula, que acabará con el clan de las mansiones, de las vacaciones en casas a orillas de lagos o playas de ensueño, de los coches caros, de los sirvientes comedidos. Si la vida era para Calderón de la Barca un frenesí y una ilusión, también lo fue para los Goldman-de-Baltimore que despertaron bruscamente del sueño.

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Sin embargo, el joven Dicker repite un esquema ya explorado y conocido que tan buenos resultados le granjeó en la novela que lo catapultó a la fama y que le hizo vender millones de ejemplares: La verdad sobre el caso Harry Quebert.

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Para empezar echa mano del escritor Marcus Goldman, pariente pobre de los Goldman-de-Baltimore, narrador y protagonista de La verdad sobre el caso Harry Quebert, que en esta nueva novela ha dejado de ser joven promesa de las letras estadounidenses para convertirse en uno de los peces grandes de la literatura anglosajona, ya no le afecta el síndrome de la hoja en blanco y en pleno uso de sus facultades goza de las mieles del éxito: conduce una camioneta Range Rover, detalle que a Dicker parece importarle mucho que sepamos, posee un piso en alguna zona de alta plusvalía de Nueva York; una espaciosa y cómoda casa de descanso en Boca Ratón, Florida, a la que se retira a escribir; vive no sólo de sus regalías sino de la venta de sus novelas a Hollywood, y como participa en la selección del reparto para las películas un buen día se le vincula sentimentalmente con una actriz; en la calle todos lo reconocen como el escritor de la novela famosa y le piden autógrafos. Aunque estas características suenan desmedidas en un contexto como el de México, donde los escritores con muchos trabajos llegan al final de la quincena, si es que gozan del privilegio de un trabajo estable, el universo de Dicker no se ajusta a restricciones ni carestías: el suyo es un ambiente de glamur en el que los escritores se dedican a su oficio al cien por ciento, sin distracciones tan superfluas como pagar la renta o comprar la despensa, al tiempo que sus agentes se las arreglan para conseguir contratos cada vez más jugosos.

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A pesar de todo, la vida de los escritores es, por lo general, muy aburrida, y la de Marcus Goldman no es la excepción. Todo cambia el día que frente a su casa de Boca Ratón, en medio de una tormenta, aparece un perro sin collar, el escritor lo acoge en su casa y para saber de quién es, gracias al consejo de un vecino, deja que el animal regrese solo a su casa. Así ocurre y en una de esas coincidencias que sólo pasan en las novelas, resulta que el animal es de Alexandra Neville. ¿Y quién es ella? En el universo de Dicker no podía ser de otra forma: la cantante pop del momento, con ventas de alrededor de veinte millones de discos, una de las figuras más influyentes del mundo según la revista Time, con una fortuna estimada en más de ciento cincuenta millones de dólares y el amor de juventud de Marcus Goldman, además de testigo clave en los sucesos del Drama.

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Otro recurso que Dicker vuelve a recetar en El libro de los Baltimore es la estructura no lineal. Iniciando en el presente, vuelve a los hechos ocurridos hace veinte o cincuenta años, para contarnos la infancia de Marcus y sus primos Hillel y Woody, sus encuentro con Alexandra, o la vida de sus abuelos y su tío Saul en la década de los sesenta. Mediante el uso de largos y profusos flashbacks logra escamotear los datos indispensables para saber qué fue lo que pasó en la triste vida de los ricos Goldman-de-Baltimore. Para saber qué es el Drama habrá que leer, prácticamente, las 477 páginas del libro.

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Si la novela es el arte de la dilación, Joël Dicker lo hace muy bien, pues sabe dónde cortar el flujo de datos trascendentales como sucede en las telenovelas o en las nuevas series televisivas. En ese sentido, El libro de los Baltimore es como revivir clásicos del tipo Dallas o Dinastía, dicho esto sin ningún ánimo ofensivo. El melodrama, ese género que suele mirarse de soslayo, que exacerba el ánimo de los espectadores mediante la exageración de la realidad, bien manejado garantiza el éxito comercial. Basta recordar que con La verdad sobre el caso Harry Quebert, Dicker vendió mas de tres millones de libros, se tradujo a más de treinta y ocho lenguas y recibió múltiples premios. Mariano Osorio, el famoso locutor de radio, la narró todos los días en su programa.

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“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”, escribió Tolstoi en Ana Karenina. Los dramas familiares son imanes poderosos que atraen nuestra atención por el deseo de saber a fondo todos los detalles, mientras más escabrosos mejor. Quizá ese sea uno de los secretos del éxito de Joël Dicker.

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FOTO: El libro de los Baltimore, Joël Dicker, Alfaguara, México, 2016, 488 págs./ESPECIAL

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