Luciano Concheiro y la celebración del instante

Jun 17 • Conexiones, destacamos, principales • 13044 Views • No hay comentarios en Luciano Concheiro y la celebración del instante

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“La atrocidad que vivimos en México es de una dimensión inconmensurable y eso nos obliga a pensar de manera radical”, dice el joven filósofo mexicano Luciano Concheiro, autor de Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante (Anagrama, 2016). Frente a un mundo que parece no tener futuro, propone resistir “tangencialmente” al capitalismo. Más celebración, más arte y menos acelere son necesarios para abrir un necesario umbral de posibilidad y reconstruir nuestras comunidades

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POR DANIEL SÁNCHEZ POITEVIN

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Luciano Concheiro (Ciudad de México, 1992) fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, en donde reflexiona en torno a la experiencia del tiempo que vivimos en la actualidad, marcada por una vertiginosa aceleración en todos los ámbitos de nuestra vida, derivada del avance desmedido del capitalismo y sus mecanismos que agitan nuestra vida cotidiana a través del consumo y la productividad. Concheiro esboza así un proyecto filosófico práctico que además indaga en las posibles salidas a esta problemática, enfocándose en la comprensión y vivencia del instante, un ejercicio que –en términos del autor–, involucra de manera crucial las experiencias estéticas y artísticas de nuestras vidas.

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Innumerables pensadores y civilizaciones le han dedicado sus reflexiones más profundas al tiempo. Decía San Agustín que si no le preguntan qué es el tiempo sabe lo qué es, pero si le preguntan no sabría explicarlo. Tú a los 25 años ya hablas del tiempo.

Es uno de los temas fundamentales de la tradición filosófica occidental y para mí, en términos personales, también lo es. No es necesariamente un impedimento ser joven para pensar en eso, quizás todo lo contrario: la condición acelerada de mi vida me ha permitido generar una distancia sobre los fenómenos contemporáneos que tienen que ver con la temporalidad. En Contra el tiempo, lo que estoy intentando analizar no es un tiempo abstracto, sino una articulación temporal particular, la aceleración, que represento con la imagen de la rueda de hámster. Es una búsqueda introspectiva sobre cómo uno mismo está delimitado y configurado por esas articulaciones temporales; es decir, cómo las subjetividades, los cuerpos, están marcados por una lógica temporal particular. Lo veo en un sentido heideggeriano o agambeniano, es decir: entender el tiempo como aquéllo en que subyace toda cultura. En un segundo momento del libro plasmo la reconceptualización de los tiempos como una manera para pensar otras formas de vida. En este sentido es que mi trabajo está inscrito en un proyecto filosófico y político que me precede y me supera, evidentemente.

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¿Por qué escribiste Contra el tiempo?

Es extraño. Me han preguntado varias veces: “¿hace cuánto lo empezaste?”, y no logro recordar el momento particular en que lo inicié. Fue hace más de 4 años cuando me puse a escribirlo. Escribo muy lento, para mí es un proceso de decantamiento, de diálogo con otros autores, de reflexión pausada, de conversar con amigos, con colegas. En ese sentido es un libro de teoría crítica que busca la transformación de la realidad contemporánea. Esto es profundamente petulante, ambicioso y naíf, y creo que esos tres rasgos los tiene de manera muy evidente el libro. Desde el título del libro algo está claro: es un libro de combate contra un tiempo particular, contra el tiempo de la aceleración, de la productividad, contra el tiempo del capital. Es un libro que trata de explicar un fenómeno contemporáneo y, a su vez, proponer una salida. Se mantiene siempre en una tensión entre explicación y resistencia o, mejor dicho, de práctica teórica o teoría práctica.

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En este libro pones en el núcleo de la problemática la aceleración: ¿Por qué es un problema la aceleración, este ir deprisa en la vida? Mucha gente no tiene problema con vivir así, lo asumen como consecuencia de vivir en una época más que un conflicto.

Intento ser descriptivo. No obstante, creo que efectivamente no es la mejor vida posible, no es la vida que merece la pena ser vivida. Intento describir las subjetividades que están emanando de esa aceleración, que están marcadas por la ansiedad, la prisa, la incapacidad para generar relaciones que no tengan que ser mediadas por la mercancía con los otros, con la explotación de la naturaleza, con el aislamiento, la enajenación y un largo y terrible etcétera. Es un combate contra ese tiempo de vida que se nos ha impuesto: una vida acelerada. Está claro que la aceleración ejerce una violencia, pero hay que matizar y decir que no es la misma violencia que aquélla que genera las decenas de miles de muertos y desaparecidos en México. Esta última violencia es otra de las violencias ejercidas por la lógica del capitalismo contemporáneo. Son distintos fenómenos que están operando en simultáneo. Yo, en Contra el tiempo, intento analizar tan sólo uno de ellos y establecer un tipo de combate frente a ese tipo de racionalidad, de lógica y ese tipo de vida. Creo que hay otras vidas más plenas, otras vidas más felices, si se quiere retomar esa noción aristotélica.

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Ser más epicureista…

Exacto. Regresar a uno de los grandes temas de la filosofía: ¿Cuál es la vida que merece ser vivida? ¿Qué significa ese tipo de vida? No tengo una respuesta segura, esa respuesta se construye y también se transforma a lo largo del tiempo. Es una pregunta latente no sólo en el pensamiento filosófico sino también en otras esferas que tienen que ver más con una práctica política activa como el zapatismo o el buen vivir en América Latina.

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Un camino para enfrentar la aceleración es asumir un postura marginal, le llamas resistencia tangencial. ¿Podrías explicarnos esta noción?

La pregunta fundamental después de hacer el diagnóstico y el análisis de lo que la aceleración significa en toda su dimensión, la cual transforma no sólo la política y la economía, sino también las subjetividades y los cuerpos, es qué podemos hacer ahora en el presente. Según mi argumento, para erradicar la aceleración no vale nada más desacelerar, porque eso significa seguir pensando en los mismo términos de la lógica de la velocidad. Es necesario transformar de golpe. Eso sólo se logra si se erradica el régimen político económico del cual emana la aceleración: el capitalismo. Aquí se muestra el rasgo pesimista de mi pensamiento porque asumo que en el presente no se puede efectuar la transformación radical que necesitamos. Lo único que nos queda por ahora es escapar. Ahí es donde entra la resistencia tangencial: como una práctica que lo que busca es huir de esa lógica acelerada capitalista y productivista. Sería importante subrayar que esta resistencia es un mientras tanto. No pretendo que sea una práctica político filosófica definitiva. Por ahora es lo que se tiene, pero puede y debe convertirse en algo más. Este libro es una celebración del instante no por lo que es, sino por lo que puede y puede no ser. Lo que se quiere es abrir un umbral de posibilidad frente a un mundo que parece, al menos para mi generación, no tener futuro. Parece que lo único que nos queda es vivir en esta rueda de hámster, en el loop del feed line de Facebook, Twitter o Instagram.

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Se podría pensar que la propuesta de Contra el tiempo está inacabada, ¿no crees? A mí el primer momento donde desarrollas una especie de teoría crítica me entusiasmó. Sin embargo la segunda parte quizá pudo esperar a madurar. ¿La filosofía práctica del instante es un proyecto de largo aliento?

Por supuesto. Todos los libros son siempre un borrador en el sentido de que son parte de un proyecto mayor, pero también en el sentido de que siempre queda algo por decir en potencia. Este libro puede ser y puede no ser. No está suturado. Esto es algo que yo mismo, a propósito, construí: hay que ver cómo está escrito, en términos formales y estructurales. Este libro es un primer lance en un largo diálogo. Por eso es importante para mí tener conversaciones contigo y otras personas, porque es así como el pensamiento puede mantenerse vivo. Este libro es un momento o fase de un proyecto mayor. Realmente espero que se sienta como algo no terminado. Porque, además, creo que cualquier libro precisa de una comunidad de lectores: sólo así se puede ir construyendo una verdadera filosofía en común, horizontal, alejada de los sistemas que avasallan al de enfrente.

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Siento que surge una cuestión ético política en Contra el tiempo. Por un lado las sociedades democratizadas apelan a la comunidad, a la unión como mecanismo para afrontar y resolver los problemas. Internet y las redes sociales engullen fácilmente esta comunidad y la generan, de hecho. ¿Dónde queda el sujeto? Tenemos otro camino, el de la individualidad, la ética personal y la transformación interna. En el libro creo que asumes una postura más individualista basada en un práctica. ¿Dónde queda el sujeto político? ¿Dónde está la comunidad en tu planteamiento?

Esta es una de las pregunta clave. El gran problema de mi planteamiento es que la resistencia es momentánea, sucede y se va. El tema ahora es cómo extenderlo, cómo esa salvación que se generó puede ser prolongada y compartida. Creo que eso está en la comunidad, en la comuna, en la construcción de otro tipo de tiempos, de relaciones y de espacios. La propuesta que hago en Contra el tiempo es una respuesta provisional. Lo que sigue es imaginamos cuáles son las condiciones materiales que tenemos que asegurar para la construcción de estas otras temporalidades. Propongo en el libro escapes momentáneos, efímeros y microscópicos. Ahora, ¿cómo podemos pensarlo en macro y para una mayor duración?

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¿Como una nueva forma de configurar la vida comunal?

Precisamente. En términos de construcción de una temporalidad radical y distinta de la aceleración contemporánea: cierro el libro diciendo que la aparición del instante debe verse como un bisagra no como una ruptura, un umbral entre nuestro tiempo y el que vendrá. Y eso está relacionado con lo que mencionabas acerca de si me parece un libro inacabado. Sí, es parte de un proceso más largo de reflexión, que busca seguir articulando ideas, conectando nodos, tejiendo el colectivo. No me asusta aceptar la modestia de la propuesta política que hice en Contra el tiempo. Hay que pensar más allá, entre todos, tras una larga discusión.

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Encuentras en elementos como la risa, la embriaguez o la fiesta el modo de vivir lo que entiendes por instante. Me recuerda a esta idea dionisíaca de la mundo que interpreta Nietzsche bajo una práctica arraigada a la tierra, donde la danza y el juego, por ejemplo, son los dispositivos del bienestar humano y su posibilidad creativa.

Totalmente. Todas las prácticas que yo enuncio o comparto –porque ni siquiera son ejemplos, ni mucho menos mandamientos o elementos de un posible manual–, tienen que ver con esto: con lo dionisíaco, el juego, la fiesta, el carnaval, la danza, la embriaguez, con lo místico. Esto es, con una serie de principios que escapan de la lógica de la productividad y de la generación de ganancia capitalista. Por eso el arte es tan importante aquí porque en esa esfera de la relación estética y sublime es donde pienso que se genera un resquicio por el cual el instante puede devenir. Y cuidado: eso tiene que ver con el momento presente. Por eso los narro en primera persona del singular, es decir, son situaciones de resistencia que no son siempre o necesariamente de resistencia, no son técnicas universales, tienen que ver más bien con la improvisación y un contexto específico. Son situaciones. Lo interesante para mí es cómo una práctica puede ser y también no ser revolucionaria, radical o subversiva. Esta es una tensión que yo sentía en el libro; la única manera que me quedó de liberarla fue trasladarla a la primera persona del singular, a momentos muy concretos. Así se logra explicar la terrenalidad del instante y su practicidad.

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Hay críticos que creen que la parte de libro donde ejemplificas suena como a manual de autoayuda. Lo que dices ahora quizá explica las cosas mejor.

Esa es una lectura equivocada del libro. Creen que quiero generalizar esas propuestas. Está claro, desde como está estructurado, que son propuestas íntimas y singulares, que además están delimitadas por mis condiciones materiales y sociales. Hay que ver la filosofía práctica del instante como un contenedor vacío buscando ser completado permanentemente. Me apena que no se haya visto o no se haya querido ver el cómo se transforma la narración y la voz en el libro: cómo del discurso teórico transito a la primera persona del singular de golpe. Eso tiene que ver con el desplazamiento del que estamos hablando. La crítica es siempre positiva, más aún cuando se hacen este tipo de ejercicios de experimentación formal y discursiva.

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¿Con qué filósofos o pensadores te gusta dialogar? ¿Quiénes han influido en tu pensamiento?

Dialogo de manera evidente con Agamben con Heidegger, con Nietzsche, pero también con los situacionistas, con Gabriel Orozco y con John Cage. La lectura de Marx fue fundamental, pero también del subcomandante Marcos y Walter Benjamin. Me interesa la construcción de puentes entre disciplinas y problemas. Siempre digo que mi pensamiento es indisciplinario: no solamente salto de una disciplina a otra, también busco pervertir las lógicas y las reglas de cada disciplina, de jugar con ellas y mezclarlas, como una parte irreverente que se siente incómoda en todos lados. Sueño con siempre ser un amateur.

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¿Cómo percibes el panorama filosófico mundial, o desde el punto de vista del pensamiento humanístico? Se percibe que algunos historiadores, filósofos y científicos están teniendo actividad con el público. Pienso en Sloterdijk, Agamben, Zizek, Butler, Gray, Hawking, Onfray, Savater, entre muchos otros. Salen en la televisión, en los periódicos, y discuten.

La mercantilización, el consumo y los principios del beneficio económico y la racionalidad neoliberal ha inundado todas las esferas. La filosofía, el pensamiento crítico, puede dotar de otros sentidos y representaciones; también el arte o estos pensamientos transfronterizos. Eso es a lo que aspiro. La academia tiene una gran ventaja: el poder tener en un espacio y tiempo de reflexión y análisis, pero también es importante la salida: estar interviniendo y buscar generar alianzas y participar en proyectos intelectuales que tengan que ver con distintas esferas de la sociedad. No desdeño el saber académico, es muy importante, pero hay otra parte que también se puede hibridar en esta condición indisciplinaria.

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Leí que afirmas que vivimos momentos que requieren ajustes profundos debido a que muchos mecanismos para abordar la realidad ya son obsoletos, precisamente por la aceleración del tiempo. ¿Podrías platicarnos a qué ajustes te refieres? ¿Qué transformaciones crees pertinentes llevar a cabo?

No acabo de tener una respuesta clara a esas preguntas fundamentales. El momento en que vivimos en el mundo entero, pero en México de manera muy evidente, no necesitamos una reforma simple sino una transformación radical. No solamente debemos querer una transformación del sistema económico y políticos, sino —y aquí regreso con el problema de qué vida merece ser vivida—, de la vida misma, de la temporalidad de nuestras vidas. La atrocidad que vivimos en México es de una dimensión inconmensurable y eso nos obliga a pensar de manera radical. Me parece que las respuestas se van ir construyendo en el diálogo. A mí no me corresponde decir hacia dónde. Hay muchos intentos ya de resistir frente a a lo que sucede. Lo único claro es que tenemos que combatir el abismo: la muerte, la desposesión, la precariedad. Mi visión sobre México es pesimista, pero creo que las artes, las humanidades, la filosofía, la teoría crítica, nos pueden ayudar a entrever la posibilidad de otra vida antes de que nos desaparezcan a todos.

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En cada capítulo de tu libro hay una fotografía de Gabriel Orozco, ¿qué papel juega su obra en Contra el tiempo?

Las fotografías de Gabriel Orozco, desde mi punto de vista, funcionan como mecanismos para la construcción de otros tiempos. No es que sean la ilustración de los instantes. Fomentan una interacción y una relación estética que le permiten a uno desencadenar la experiencia del instante, de una temporalidad distinta a la de la aceleración. En mi libro, las fotos van acompañando al discurso teórico buscando generar un escape. Justamente ahí se reafirma lo que ya discutíamos: no son consejos de un manual para llegar al instante; son ventanas o momentos con los cuales, si uno genera una relación íntima, ayudan a que devenga el instante en nuestras vidas.

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FOTO: La propuesta de Luciano Concheiro dialoga con la obra de autores como Peter Sloterdijk, Giorgio Agamben, Judith Butler y voceros de movimientos sociales como el subcomandante zapatista Galeano (antes Marcos)./Ariel Ojeda/EL UNIVERSAL

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