El profesor Camnitzer

May 15 • Conexiones, destacamos, principales • 3301 Views • No hay comentarios en El profesor Camnitzer

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Artista y teórico interesado en la educación, la vida de Luis Camnitzer ha transcurrido del aula al museo. En 2015-2016 participó en la exposición colectiva Bajo un mismo sol en el Museo Jumex

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POR GERARDO LAMMERS
Alguna vez le pregunté a Luis Camnitzer (Lübeck, 1937), uno de esos artistas que escriben y enseñan teniendo como horizonte el reordenamiento de las cosas, por las razones que lo llevaron a irle al equipo Nacional de Montevideo.

 

“De niño, seguramente con unos cinco años, me encontré con un partido de fútbol en la calle vecina a mi casa, jugando varios chicos del barrio. Se me acercó uno mucho mayor y me dijo: ‘Vos andá para ese lado y jugás con Nacional’. Desde entonces soy de Nacional”, me contestó Camnitzer vía correo electrónico desde su casa en Great Neck, Nueva Jersey.

 

“La experiencia —prosiguió— me vino a la mente unos 35 años más tarde cuando un amigo bastante mayor que yo un día me llamó muy contento para compartirme la noticia que en el clásico de Peñarol con Nacional había ganado Peñarol. Mi respuesta fue: ‘Pero yo soy de Nacional’. Luego me puse a pensar sobre por qué exactamente le contesté eso (…) Me di cuenta que me habían adoctrinado con lo de Nacional (algo que todavía no logro sacarme de encima) y que si me hubieran dicho: ‘Vos jugás con los nazis’ o ‘vos jugás con los comunistas’ yo probablemente todavía estaría en ésas”.

 

Aunque nacido en Alemania, Siegbert y Florence, sus padres, huyendo del nazismo se establecieron en Montevideo, cuando él, Ludwig Eugene, contaba apenas con un año de edad. Formado como escultor en Uruguay, donde creció, y como grabador en Alemania, emigró en la década de los sesenta a Nueva York. Ahí, junto con Liliana Porter y José Guillermo Castillo, fundó The New York Graphic Workshop, colectivo que terminaría por marcar, luego de una crisis creativa, su transición del expresionismo al conceptualismo. This is a Mirror. You Are a Written Sentence (1966) es su primera obra relevante a la cual le han seguido muchas más, no obstante estar convencido que la educación es más importante que el arte.

 

En su libro Didáctica de la liberación. Arte conceptualista en América Latina (2009, Cendeac), Camnitzer distingue entre el arte conceptual anglosajón y el conceptualismo latinoamericano: “El centro, en este caso identificado como Nueva York, que había ocupado el lugar previamente ocupado por París, creó el término arte conceptual para agrupar aquellas manifestaciones artísticas que usaban el lenguaje y las ideas como su materia prima principal. Hablando en términos de historia del arte, fue este paso el que convirtió al arte conceptual en un estilo formalista, ya que el contenido estaba excluido de la definición. Entretanto, a la periferia no le importaban las cuestiones estilísticas y, por tanto, produjo estrategias conceptualistas que subrayaban la comunicación”.

 

Apelando, como señala el historiador del arte Phillipe Pirotte, a esa vasta gama de obras y prácticas que replantearon las posibilidades de relación entre el arte y la realidad social, política y económica en la cual se producía (muchas veces en contextos antidemocráticos como los de las dictaduras sudamericanas del siglo XX), la vida de Luis Camnitzer ha transcurrido entre aulas y museos. No en vano la frase que resume su filosofía, misma que gusta de instalar en las fachadas de los museos donde se presenta una exposición suya: “EL MUSEO ES UNA ESCUELA: EL ARTISTA APRENDE A COMUNICARSE; EL PÚBLICO APRENDE A HACER CONEXIONES”.

 

En De la Coca-Cola al Arte Boludo (2009, Metales pesados), otro de sus libros, sostiene: “Tenemos como artistas la disyuntiva de ver al arte como una forma de producción de objetos o como un agente de transformación cultural. Claro que una cosa no excluye a la otra, pero la disyuntiva obliga a elegir cuál es la misión que uno se propone como artista”.

 

Entre las obras presentadas en su gran exposición Hospicio de utopías fallidas (Museo Reina Sofía, octubre de 2018-marzo de 2019), había una que lleva por título Lección de historia del arte, lección número 1: una serie de proyectores de transparencias cuyas filminas, todas, están en blanco. Una manera de poner en entredicho la existencia de una historia del arte.

 

En una reciente visita a México, hace un par de años, para un encuentro sobre el filósofo y pedagogo caraqueño Simón Rodríguez (1769-1854), a propósito de la edición de Sociedades americanas en 1828 (2018, UAM), la obra más importante de Rodríguez, entrevisté a Camnitzer. Resaltó el enfoque pedagógico y anticolonial de quien fuera amigo y mentor de Simón Bolívar, así como las atractivas puestas en página de sus textos, mediante el uso de tipografías, variación de puntajes, llaves y diagramas, adelantándose (¡por 70 años!) al poema de los dados de Mallarmé.

 

“Pero mientras que Mallarmé en última instancia fue un formalista al que le interesaba cómo quedaba la página, Rodríguez era un militante al que lo único que le interesaba era: ¿cómo logro llegar con mi idea a otro para que pase algo?’”.

 

Es posible que Rodríguez (“TRATAR CON LAS COSAS”, escribió, “es la primera parte de la Educación i TRATAR CON QUIEN LAS TIENE es la segunda”) no se pensara a sí mismo como artista; sin embargo, Camnitzer vio en su obra méritos suficientes para designarlo como uno de los precursores del conceptualismo y en realidad del pensamiento en América Latina. Lo cual no es poca cosa.

 

FOTO: Luis Camnitzer es un entusiasta de las ideas educativas del pedagogo venezolano Simón Rodríguez./Cortesía Museo Jumex

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