Lukas Avendaño, artista muxhe inclasificable

Feb 7 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 12010 Views • No hay comentarios en Lukas Avendaño, artista muxhe inclasificable

 

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

 

A Lukas Avendaño se le puede pensar como actor, bailarín, performancero, o todo eso al mismo tiempo. Difícil de clasificar el producto de su ser escénico, porque no se guía por las normas rígidas de las disciplinas artísticas, y eso lo convierte en un creador genuino y único.

 

Quizá se deba a la defensa de la libertad para crear lo que le viene en gana, que Avendaño es un artista poco conocido. Marginal, como quien dice. Pero eso no le resta importancia a su quehacer, todo lo contrario, lo potencia.

 

Recientemente pudimos ser parte de una de sus propuestas artísticas: Réquiem para un alcaraván, en la Casa del Lago Juan José Arreola, en el Bosque de Chapultepec. Y digo “ser parte” porque los espectadores no son ajenos al fenómeno escénico generado por el histrión, bailarín y provocador escénico; el público es esencial en el hecho: es el invitado sin el cual los rituales, que recuperan la tradición istmeña, re-significados a partir de una propuesta contemporánea y universal, se realizan.

 

En Réquiem para un alcaraván el artista creador y protagonista del suceso escénico se presenta rodeado de un aura particular: la del muxhe que seduce y, como la mítica Medusa, convierte en piedra a quienes lo miran directo a los ojos brillantes y enrojecidos.

 

La muxheidad, como llama Avendaño a la cultura producida por los muxhes istmeños, es una forma única de vida, que no puede ser interpretada desde ojos ajenos, sino apenas contemplada como algo que existe: la otredad en la inconmensurable manera de vivir de los humanos.

 

El morbo, tal vez, de ver a un muxhe artista, es lo que atrae a cierto público a mirar de cerca a Lukas Avendaño. La curiosidad de “lo otro” que resulta exótico y llamativo y, porqué no decirlo, hasta folclórico, es la que en este caso lleva al público a un lugar fuera del tiempo y el espacio profanos.

 

Avendaño asume el riesgo que su propuesta artística e identidad implica. Sin embargo, ése es el anzuelo. Una vez en su reino el artista se encarga de acabar con los prejuicios: su arte no es folclor aunque use ropas de tehuana, estandartes de procesiones católicas y listones de colores, o que la música sea la tradicional oaxaqueña (Medio Xhinga, Diana tradicional istmeña, Bitopa zuu`do, Gube II, Carreta Guie, Fandango tehuano, Berelele y Marcha fúnebre).

 

La obra de Lukas no es entretenimiento para turistas. Es una pieza fuerte, que en su desarrollo desborda una energía vital. La estructura dramática es trágica, dolorosa, pero también es un ritual de vindicación de los sueños que han sido truncados por los autoritarismos y la violencia frente a lo que resulta incomprensible.

 

En Réquiem para un alcaraván Avendaño proyecta imágenes del filme Que viva México (1931), de Serguéi Eisenstein, en el que aparecen escenas de los zapotecas en sus fiestas. La cultura indígena re-significada por el cine, convertida en materia del arte occidental moderno por excelencia. Los fragmentos de la cinta se convierten en uno de los telones contextuales del fenómeno escénico que, en vivo, Avendaño realiza.

 

El artista escénico como intérprete maneja una energía poderosa, atemorizante y provocadora. Se mueve como ave, como jaguar, como la novia virginal etérea y como la fiera herida que, frente a la tragedia, lame sus heridas con la mirada enrarecida. Su voz lanza improperios. Es una voz gruesa que sale de su entraña para expresar ya sea su dolor o su alegría.

 

El trabajo de Lukas es producto de una sensibilidad artística notable, pero también del intelecto que se ha pulido a través del estudio de la política, la ética, la filosofía y la literatura. El pensamiento del artista tiene como referente al recién fallecido literato chileno Pedro Lemebel, de quien ha tomado el manifiesto Hablo por mi diferencia para presentarse como muxhe ante el mundo.

 

Réquiem para un alcaraván es una obra entrañable, producto de un arte que no requiere clasificación sino ser disfrutado. Un trabajo que apunta a tocar la sensibilidad de las personas, a través de rituales istmeños que, en su contexto original, fueron hechos para mujeres tehuanas, pero que Avendaño transgrede para dejar que, al menos en la ficción y no menos verdad de la escena, sean la realización de los sueños de generaciones de muxhes.

 

Esta obra “es un ritual de desagravio a los putos del mundo”, dice Lukas después de la función. Nosotros diríamos que es un ritual de liberación del hombre de las verdades únicas. Una liberación, pues, del deseo.

 

 

*Réquiem para un alcaraván, creación e interpretación de Lukas Avendaño, con los músicos Abraham Rasgado González y Amador Romero, vestuario de Irene Martínez, Mary Cristóbal, Wendy San Blas, Gilberto Martínez y José Ángel Gallegos, estandarte de Mariano Toledo, se presentó en La Casa del Lago del Bosque de Chapultepec el 31 de enero y el 1 de febrero.

*Fotografía: El performancero muxhe Lukas Avendaño apuesta por una resignificación de la cultura indígena y la otredad / Crédito: Eduardo Loza/Casa del Lago

 

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