Lydia Davis bajo el volcán
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Considerada como una de las escritoras más originales de la ficción estadounidense contemporánea, Lydia Davis es conocida, sobre todo, por sus relatos ultracortos. Aquí una breve entrevista con la autora de No puedo ni quiero, luego de su última visita a México hace unas semanas
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POR GERARDO LAMMERS
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Como maestra del relato corto que es, y luego de su reciente visita a México (estuvo en Oaxaca donde dio una lectura de su obra y una conferencia), no pude evitar preguntarle a Lydia Davis (Northampton, Massachusetts, 1947) por Augusto Monterroso, del que Italo Calvino aseguró que es el autor del cuento más corto del mundo. Ni por el presidente de su país.
Y es que, aunque tiene publicada una novela, El final de la historia, muchos de los cuentos de esta escritora, traductora y profesora de literatura, buena parte de ellos compilados en Cuentos completos y Ni puedo ni quiero, tienen la extensión de un recado que se escribe en un post-it y la profundidad de un haikú.
Comparada con Beckett, a quien se encontró alguna vez en París (sin que mediara entre ellos palabra alguna), y aún con Proust por Jonathan Franzen (lo que nos lleva a pensar que los extremos se tocan), Davis gusta de escribir de asuntos aparentemente comunes y corrientes (humildes hasta el borde de la mundanidad, ha dicho de ella el Newyorker), aunque sepamos que en el fondo la normalidad sea sólo un efecto de la distancia.
¿Cómo estuvo tu visita a México?
Disfruté mucho mi visita a Oaxaca. Había estado en México con mi familia cuando tenía 17 años, pero eso fue hace mucho. Me impactó lo diferente que es México de mi propia cultura y de otras que he visitado recientemente como Noruega y Holanda. La comida estuvo maravillosa, incluyendo los chapulines y especialmente las aguas frescas. La gente que traté fue amigable; los niños que vi, bien portados (¡siempre me fijo en la conducta de los niños cuando viajo!); las exposiciones, bellamente montadas, sin el embrollo que una a veces encuentra en un museo. ¡Muchas cosas fantásticas para absorber en sólo una semana!
Tú que has escrito cuentos ultracortos, estoy seguro que conoces el del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, considerado como el más corto de todos. ¿Cómo explicas tu tendencia a la brevedad?
Mis cuentos no comenzaron siendo así de cortos, sino que eran más tradicionales. Entonces una influencia y otra tuvieron su efecto en mí y mis cuentos se hicieron muy cortos. Después de eso, estuve de hecho abierta a cualquier tipo de forma, incluyendo el regreso a las muy largas.
Tus textos no encajan con la definición clásica de cuento. Ni con la de poema. ¿Qué son entonces? ¿Importa definirlos?
Pienso que es interesante tratar de definir qué es un poema y qué, un cuento. Pero no creo que sea importante que una pieza de escritura encaje en una u otra forma. Hay de hecho un continuum que va desde el más claramente definido poema hasta la más claramente definida novela. Y un texto puede situarse en cualquier punto de este continuum.
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Tus textos están a la mitad de algo: algunos críticos, dicen que en un extremo está la filosofía y, en el otro, la epifanía, la revelación. De cualquier forma me parece que los temas, los problemas de tu escritura están relacionados con tu propia cotidianeidad. ¿Qué piensas de esto?
Supongo que los cuentos nacen naturalmente de mis propios pensamientos y curiosidad. Con frecuencia estoy pensando en ciertos asuntos centrales como nuestras actitudes hacia nuestras creaturas compañeras —los animales y los insectos— o la pregunta sobre si estamos por naturaleza inclinados a ser pacíficos o violentos, o si una simplemente no puede responderla porque hay demasiadas diferencias. Y así. Esta clase de preguntas son importantes para mí. Yo simplemente disfruto las debilidades humanas y me gusta observar a la gente interactuar. Escribo sobre lo que sea que me interese, y frecuentemente esto es algo muy “ordinario”.
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Por cierto, ¿cómo te diste cuenta que querías ser escritora y que querías dedicar tu vida a la literatura?
Esta opción fue obvia para mí muy tempranamente, considerando que mis padres eran escritores y estaban siempre hablando de escritura y lenguaje (también sobre debilidades humanas). En mi juventud estuve de hecho más interesada en la música, pero no encontré la manera de que tocar y escuchar música se tradujeran en un trabajo.
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Además de ser escritora, eres profesora de escritura creativa. ¿Cómo es una sesión de clase o taller impartida por ti? ¿Hay alguna sugerencia que les des a tus alumnos y que quieras compartir?
Recientemente (el otoño pasado) dejé de dar clases. Pero en una clase típica, el grupo y yo solíamos discutir sobre un texto de alguno de los alumnos. Aunque por lo regular tenía mucho qué decir, dejaba que los estudiantes hablaran primero y con frecuencia sus comentarios eran muy buenos. Anotaba muchos comentarios en los trabajos. Tiendo a ser muy perfeccionista, de manera que me resultaba difícil no corregir cosas fuera de lugar, errores de puntuación, etc. Y como consejo, bueno, frecuentemente les decía que deben ser pacientes y trabajar en un texto hasta estar realmente satisfechos, aún si esto les lleva años. Y, muy importante, que para encontrar las respuestas a sus preguntas sobre cómo hacer ésto o aquéllo tengan en escritores ya publicados a sus mejores modelos.
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Eres también traductora del francés y del holandés. Sé que has traducido nada menos que En busca del tiempo perdido. ¿Qué te da el ejercicio de la traducción a tu práctica como escritora?
Debo corregirte un poco y decir que no he traducido por completo En busca del tiempo perdido (estaría en la tumba ahora), sino sólo el primer libro: En el camino de Swann. Y fue suficiente. He traducido también de otros idiomas, aunque no mucho, como del alemán, del español, del portugués, etc. La traducción es una forma de disciplina que requiere que uno escriba con los límites del texto dado. Pienso que es una excelente práctica para desarrollar la habilidad para manejar vocabularios nativos y puntuaciones. Nunca me cansé de ello.
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La literatura estadounidense es un río largo y caudaloso. La lista de extraordinarios poetas y narradores nativos de tu país es interminable, así que me gustaría preguntarte por al menos un par de escritores que te interesen en este momento de tu vida.
Hay muchos. Y hay también muchos no estadounidenses, claro, así que tu pregunta es difícil. Nombraría a Grace Paley, una excelente cuentista. Y a James Agee, quien es reconocido aunque no como debiera: su novela Una muerte en la familia, por ejemplo, está bellamente escrita. Hace tiempo (cuando estaba en mis veintes) su libro Elogiemos ahora a hombres famosos fue muy importante para mí. En este momento estoy disfrutando mucho el estilo de Malcolm Lowry en Bajo el volcán, que conseguí durante mi viaje a Oaxaca.
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¿Y qué me dice de los escritores mexicanos y latinoamericanos?
Bueno, esa es otra pregunta extensa. Mencionaré algunos de los escritores que me interesan: Virgilio Piñera, Clarice Lispector, Borges, Eduardo Mallea, Ernesto Sábato, Bolaño, Machado de Assis. No me encantó Aura de Fuentes, pero ahora en mi viaje a Oaxaca me encontré con Pedro Páramo y lo estoy disfrutando mucho: el libro es pulcro, sereno, luminoso, misterioso.
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No puedo evitar preguntarte por Donald Trump. ¿Qué piensas del presidente de Estados Unidos?
Bueno, ya te puedes imaginar. La situación en la que estamos ahora en los Estados Unidos cambia cada día y es totalmente impredecible. Esto es probablemente un desarrollo catastrófico, la elección de este hombre. Ha provocado en la gente toda clase de cosas como divisiones sociales, elitismo. Regresando a Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí”.
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FOTO: Algunos de los libros de Lydia Davis que han sido traducidos al español son Samuel Johnson está indignado, El final de la historia y Ni puedo ni quiero/Especial