Manning Walker y la franqueza femiiniciática

Nov 26 • destacamos, Miradas, Pantallas • 3143 Views • No hay comentarios en Manning Walker y la franqueza femiiniciática

 

Ópera prima de la realizadora británica, Cómo tener sexo sigue la historia de tres adolescentes que viajan a isla de Malia para perder la virginidad; el film da cuenta del turismo sexual adolescente

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Cómo tener sexo (How to Have Sex, RU-Grecia para Mubi, 2023), irónico debut desconcertante como autora total de la prolífica cinefotógrafa y videoclipera londinense de 30 años Molly Manning Walker (cortos previos: Las palabras de mi ostra 16, La olvidada C 20, Buenas gracias a ti 20), intempestiva ganadora en la sección “Una cierta mirada” en Cannes 22, la inglesita adolescente de 16 años intolerablemente aún virgen Tara Taz (Mia McKenna-Bruce hipermatizada) y sus dos grandes amigas ya sexualizadas, la opulenta blanca desinhibida Skye (Lara Peake) y la afrobritánica lésbica Em (Enva Lewis), viajan de vacaciones todopagado-todoeuforia a un resort con discotecas promiscuas y piscina congestionada para juegos eróticos en la isla cretense Malia, donde se divierten a rabiar, se embriagan salvajemente de noche y se curan la cruda con más alcohol todo el día, y luego vuelta a comenzar, pero sin llegar a intimar con nadie, aunque siempre con la mejor disposición, hasta que la ansiosa Tara conoce de balón a balcón al acomplejado adolescente de cabello decoloradísimo Badger (Shaun Thomas) que aparenta displicencia e introduce al trío de amigas desmadrosas con pequeño grupo primario análogo al de ellas que integran el riquillo valemadrista Paddy (Samuel Bottomley) y la lesbiana alivianada Paige (Laura Amler), aunque el buen Badger sea un tímido atroz que apenas logra establecer un asomo de relación sentimental con la virginal Tara que, a raíz un jueguito obsceno demasiado explícito al que se presta en público su nuevo amigo, oscila entre los celos y la decepción, huye hacia la playa nocturna y allí en máxima ebriedad es fácil presa del ganón Paddy que toma su virginidad como algo rutinario y sin la menor empatía, para botarla como si nada, provocando que la dulce Tara prefiera desaparecer, hacer nuevas amistades y reaparezca al lado de los amigas y amigos del hotel, para sufrir interpelaciones, curiosidades e incontrolables situaciones ambiguas con el reticente Badger y con el aprovechado Paddy) y la terrible revelación por celular de que ha fallado en su examen preuniversitario, todo lo cual la sume en la confusión pese al supuesto predominio de la franqueza feminiciática.

 

La franqueza feminiciática va descubriendo por sorpresa sobre la atropellada y mutable marcha que el provocador título-señuelo de la fábula pronto se transforma en su exacto contrario: Cómo NO tener sexo, acerca de la decepción existencial en torno a una patética iniciación sexual fallida desde el punto de vista femenino, no exclusivo sino compartido con un varón, entroncando sin dificultad y de manera vehemente con la antimoraleja lírica de la genial tetralogía feminista clásica de Ophüls (La ronda/El placer/Madame D/Lola Montes 50-55) que sensiblemente glosaba el paradigmático poema fantasma de Victor Hugo “Qué tristes días siguientes deja el baile enloquecido”, y lo que podría haber dado lugar a un severo e inhumano film minimalista-hiperrealista del austriaco Seidl (tipo el tríptico Paraíso: Amor/Fe/Esperanza 12-13) sobre las pubertas perdiendo la virginidad en una paradisiaca isla griega exclusiva para grotescos turistas extranjeros se convierte en una bombástica falsa crónica intimista autoconsciente y deliberadamente autosaboteada de mil maneras sobre un tema hasta antier tabú (la mencionada iniciación sexual femenina) que solía engendrar monstruos, como La señorita Julia de Strindberg-Sjöberg 51), entre otras fantasías terrordemenciales a lo Von Trier (Ninfomanía 13) o metafóricas y canibalescas de Julia Ducounau (Voraz 16).

 

La franqueza feminiciática germina y crece con gran seguridad a través de amplios y sacudidores cambios de tono, entre la sensación de un trastornarte caos juvenil autoexcitado perpetuo y la caída/recaída en la interioridad vulnerada, sin nada en medio, a modo de un cine-pulsión en amplificado sístole-diástole, con fotografía superprecisa o inconexa de Nicolas Canniccioni y una astuta edición de Fin Oates entre la stasis y el vértigo, con desbordamientos de la música estridente de James Jacob, para mostrar como descubrimientos inasibles a Tara zampándose un tazón lleno de licores mezclados, Tara brincoteando entre luces desquiciadas, Tara mamando materialmente una cerveza fálica, Tara caminando como zombi en las calles vacías del auténtico pueblaco miserable, Tara dejándose manosear en interruptus por Paddy sobre un lecho de súbito repleto de cuerpos retozones, o Tara incapaz de acariciar o ser acariciada por su ligue impenitente Badger.

 

La franqueza feminiciática pasa de la crónica desde adentro del turismo sexual adolescente internacional (ya estallado-colapsado en Spring Breakers: viviendo al límite de Korine 13), a las crueles tiernas languideces de la primera experiencia idealizada/presentida/fallida, al reino de la melancolía estival (“Lo que sucede en las vacaciones se queda en las vacaciones”, espeta al azar un chavo) y de ahí al verdadero microdrama originalísimo de la obra: el incomunicable estado mental anterior a cualquier drama de una chava incapaz de saber lo que le sucede y mucho menos de poder expresarlo, por afectuosos y banalizadores que sean los intentos de las cariñosas compañeras para sacar de su encapsulamiento a Tara, una insalvable tragicomedia potencial profunda y esencial que duplica la cercanía de un chavo (Badger) con desazón análoga, es el socavamiento de lo inexpresable, lo informulable y lo insustancial que perturba, devasta y aniquila sin que nadie ni la chava misma sea capaz de hacer algo por horas y días, en ese mundo pos#MeToo cuya idea del consentimiento y de la violación extiende también una zona gris de matices incontrolables, indecisos, y maduraciones precipitadas.

 

Y la franqueza feminiciática culmina en la sublime explosión de la crisis personal de la heroína al correr al abordaje del avión del retorno, paralizada, dubitativa y de repente aullando de gusto y afán de lucha por el “Volvemos a casa”.

 

 

 

FOTO: La cinta se estrenó en el Festival de Cannes 2023, donde ganó el Un Certain Regard. /Especial

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