Márquez Abella y el ansia sideral
Basada en la vida de José M. Hernández, A millones de kilómetros proyecta la odisea de un migrante mexicano que se convierte en astronauta de la NASA; una historia de perseverancia ante colosales retos
POR JORGE AYALA BLANCO
En A millones de kilómetros/ A Million Miles Away (EU-México, 2023), celebratorio film 4 de la potosina asimismo TVserialista en Barcelona formada de 41 años Alejandra Márquez Abella (documental largo previo: Mal de fondo 11; largos ficcionales: Semana Santa 15, Las niñas bien 18, El norte sobre el vacío 22), con guion suyo y de la berlinesa ya fallecida Bettina Gilois y del también realizador costarricense Héctor Jiménez basado en el libro autobiográfico El cosechador de estrellas: la inspiradora historia de un labrador itinerante convertido en astronauta, de José M. Hernández, el niño campesino michoacano de siete años que tirado en el sembradío pelaba una mazorca como nave espacial, José Hernández (Juan Pablo Nonterrubio) es llevado por su lloroso padre Salvador (Julio César Cedillo) al lado de su numerosa familia para trabajar como jornaleros en EU, resuelve asombrosas operaciones matemáticas mentales ante su profa Miss Young (Michelle Krusiec) pero su mal inglés causa risas, sueña despierto con devenir astronauta mientras su padre deja perder la lejana casa natal para arraigar en aquel lugar foráneo, consigue graduarse de ingeniero electrónico (ahora Michael Peña) pero debe emplearse como intendente en unos laboratorios de investigación con láser, logra ganar un puesto digno corrigiendo errores de cálculo tras hurgar en papeles sacados de la basura, se casa con la bella mexicanita de familia ultrapatriarcal Adela (Rosa Salazar), solicita su ingreso como astronauta a la NASA cada año durante doce sólo para ser sistemáticamente rechazado mientras su sorprendida aunque apoyadora esposita lo hace feliz con cinco hijos al hilo, se somete a duras rutinas como piloto y buzo de altos rendimientos e incluso viaja como voluntario seis meses a Siberia para aprender el ruso y dominar las bajas temperaturas, encara al mismísimo jefe de cosmonautas Sturkow (Garret Dillahunt) para demandar su aceptación sintiéndose supercapacitado, recibe como regalo de cumpleaños su aceptación en el oficioso programa espacial, está a punto de perecer ahogado en uno de tantos severos entrenamientos, recibe íntimos ánimos de la experimentada astronauta Kalpana Chawla (Sarayu Rao que fallecerá en el abortado proyecto Columbia, es elegido para tripular como segundo ayudante el transbordador Discovery que lidera su jefe Sturkow, y es despedido y recibido en triunfo por sus connacionales mexicano-americanos al convertirse en el primer trabajador agrícola migrante en hacer realidad durante 13 días su ansia sideral.
El ansia sideral consuma el prodigio de jamás caer en la chabacanería ni en la ñoñez de una cinta neta y limitadamente ejemplar, chantajista sentimental y edificante, al ilustrar y desbordar una trama de megapelícula sobre titánicos esfuerzos y sacrificios individuales y abnegadas hazañas más espirituales y existencialistas que profesionales o físico-deportivas, a fuerza de rigor estoico ante lo que parecería condenado de antemano al ridículo inspirador, pues aquí se alían las mejores cualidades de la realizadora Márquez Abella, una de las más vigorosas e inventivas del actual nuevo cine femenino mexicano: el azar prefijado de Mal de fondo, la novedad desgarrada de Semana Santa, la ironía social de Las niñas bien, y el férreo combate autoinmolador de El norte sobre el vacío.
El ansia sideral se estructura muy hábil y programáticamente de manera capitular sobre los consejos dados por el recio padre rústico al niño con azadón José para sofocar su rebeldía y enfocarse acertadamente a conseguir un objetivo superior en apariencia inalcanzable, en cinco infalibles pasos cual si fuesen ingredientes para tornar posible lo imposible al igual que la máquina llamada cine: (1) localizar tu objetivo, (2) saber cuánto te falta para llegar, (3) saber cómo llegar, (4) aprender lo que no sabes, y (5) si crees que has llegado, esforzarte aún más; todos ellos cumplidos en forma explícita y cabal, aunque según el plan preestablecido vuelto subyacente y secreto, en términos de libertad y destino a la vez, cumpliendo cada etapa en fechas precisas del 1969/1985/1991/2003/2008 y teniendo cuan sencillo fondo anhelante y almodovarianamente expresivo algunas míticas canciones populares de época, del Sueño de california de Mamas & Papas en versión española a Los Tigres del Norte (Camelia la Texana) y Joan Sebastian (Más allá del sol) que fungen como melancólico excipiente contextual y vigoroso-memorioso, para culminar con El hijo del pueblo de José Alfredo Jiménez elevado a taquera dimensión sublime y reivindicativa, antiacomplejado y triunfalista sentido subrepticio del relato mismo.
El ansia sideral magnifica su escritura fílmica en gran medida gracias a las imágenes destellantes y serenas de la fotógrafa también realizadora Dariela Ludlow que siempre encuentra modos plásticos para volver lírico o entrañable lo que sería simplemente descriptivo o espectacular, incluso con auxilio docuficcional de tomas de archivo, y convertir el amoroso diálogo conyugal a contraluz en un absoluto metafísico, y asimismo gracias a la edición de Hervé Schneid que sabe en qué insinuantes momentos exactos deslizar sin retórica ni demagogia el leitmotiv semifantástico de la mariposa monarca tardando varias generaciones en llegar a su santuario michoacano, y en qué principio de episodio efectuar una recopilación-remembranza paradigmática de henchidas frases clave (“¿Para qué sirven las estrellas?”, “La vida es un misterio“), o intercalar la presencia de personajes entrañables, como los coloquios con el sabio primo jornalero Beto (Bobby Soto) asesinado por el narco o la visita de la maestra de primaria mostrando un premonitorio dibujo infantil atesorado en el locutorio de la prisión-retiro predespegue espacial.
Y el ansia sideral ha logrado que el primer astronauta mexicano se erija en la fuerza de la naturaleza para la que estaba predestinado, pero con una dulzura y una suavidad exquisitas por entero inesperadas.
FOTO: Michael Peña protagoniza esta cinta inspirada en el libro El cosechador de estrellas. Crédito de imagen: Especial
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