Martha Pacheco y el arte de la fuga

Nov 6 • destacamos, principales, Reflexiones • 5714 Views • No hay comentarios en Martha Pacheco y el arte de la fuga

 

La obra de Martha Pacheco (1957-2021), extraordinaria dibujante y pintora fallecida en Guadalajara el pasado 1 de noviembre, se caracteriza, no obstante su crudeza, por una mirada compasiva hacia los personajes marginales que retrató con gran maestría

 

POR GERARDO LAMMERS
Murió la pintora Martha Pacheco y poco le ha de haber importado, pues ya había tenido la fortuna de verse muerta.

 

Una multitud de admiradores se ha reunido en el patio del Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara para despedirla como la extraordinaria e incómoda artista que fue, y que sigue siendo.

 

Al frente está el ataúd con sus restos y algunas flores encima. Y junto a éste, uno de los dos magistrales autorretratos que se le conocen, el más célebre, carbón sobre papel, de 1991, hace 30 años, en el que se muestra sufriente, como una visión alucinada y atormentada del hombre extraviado que la acompaña.

 

Hoy es martes 2 de noviembre de 2021 y la comunidad artística está estupefacta y triste. “Que haya dejado de existir”, escribió el presbítero y bibliófilo amigo suyo Tomás de Híjar Ornelas, “y sus exequias fueran el Día de los Fieles Difuntos, es en su caso, una circunstancia singularísima, casi una predestinación”.

 

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“Me encanta Orozco”, dice Martha. “Recuerdo que cuando era niña vi El Hombre de Fuego y esa fue una de las imágenes que me jalaron a pensar en que yo quería ser pintora… esa fuerza de su dibujo, de su color, de todo”.

 

Ahora estamos en 2011, en su modesta casa de la colonia Tabachines, en Zapopan, cerca del periférico tapatío, donde vive con su pareja Rafael Ruiz, el Pavo. Toño García Romero y yo le hacemos una entrevista en video a propósito de Martha Pacheco. Exposición antológica, la más importante muestra que Martha ha tenido hasta el momento, montada por el Museo de Arte de Zapopan, con la curaduría de Alicia Lozano y María del Rayo Díaz. Martha, poseedora de una gruesa figura, viste de negro, playera, pantalones y botas industriales.

 

“Me encantaba el heavy metal, varios tipos de metal, pero de pronto dejaron de llamarme la atención. Sólo quedó Bach”.

 

La locura y la muerte han sido dos de sus temas principales, plasmados en series como Exiliados del imperio de la razón y Los muertos.

 

Autorretrato, 1991

 

“A mí las fugas de Bach me llamaban mucho la atención, porque tienen una claridad de contrapunto que no se da en otro tipo de música. Tengo que escuchar esta obra (El arte de la fuga, BWV 1080), dije, no sabía que era la última de Bach, y que incluso no la terminó”.

 

Otra de sus series, tal vez la más impactante de todas las que pintó, es Siete voces para una autopsia, en donde realiza, durante varios años, un grupo de óleos sobre tela, sin título, a partir de fotografías que ella misma tomó en la morgue de Guadalajara. Algunos años antes Teresa Margolles la había apoyado en su búsqueda metafísica, tomando las fotografías. La mayoría de las pinturas de esta serie son de cadáveres no reclamados, pero hay un par de cuadros donde los protagonistas son vísceras humanas, pintadas en chillantes colores, que reposan sobre una plancha de acero, alcanzando, según el crítico estadounidense Robert Storr, “la intensidad de una floral naturaleza muerta —lo que los franceses llamaban une nature mort— sin traicionar jamás la naturaleza terrible de los objetos retratados”.

 

Cuenta Martha que cuando comenzó a trabajar en Siete voces… al principio iba a pintar sólo un muerto.

 

“Pero después dije: no, tienen que ser varios. Hay un hilo conductor que es un cadáver, pero están otros. Y empecé a relacionarlo con las fugas, con el contrapunto (…) El contrapunto en música es cuando primero empieza una melodía y luego la vuelves a escuchar, pero ya en otro registro y en otro timbre. De repente estás escuchando dos, tres o hasta cuatro voces. Es como si cuatro gentes hablaran y todos tuvieran una cierta armonía y estuvieran hablando lo mismo y diciendo lo mismo. La voz principal está repartida en las siete voces. Van entrando como si fuera una fuga. Por eso también en la museografía unos cuadros están más altos que otros, como simulando notas, sonidos que son más agudos o más graves”.

 

Aunque no forma parte de esta serie, Martha pintó en 1996 un autorretrato de su cuerpo sobre una plancha en la morgue.

 

“Era como tener la esperanza de una pervivencia después de la vida. Tener la fortuna de verme muerta”, dice.

 

“Lo que nos sacude de la obra de Martha es la belleza del trazo”, dijo Alicia Lozano, entonces directora del MAZ, en la inauguración. “La obra de Martha Pacheco no necesita de una presentación. Necesita que ustedes detengan su mirada y vean lo que hay más allá de las imágenes. Su trabajo no es una apología de la violencia”.

 

Para cuando se inauguró la exposición, en septiembre de 2011, hacía tiempo que Martha había dejado de fotografiar cadáveres.

 

Sin título, 1987

 

“Ya no es como antes el semefo”, dice. “Ahora es más violento. No podría ver imágenes así. Son muy fuertes. Cuando voy sólo hablo con los doctores, pero no entro al anfiteatro. No quiero ver”.
La obra de Martha Pacheco quizá no se pueda entender sin la influencia de Javier Campos Cabello, con quien se encontró a principios de los años 80.

 

“Primero conocí su obra y después lo conocí a él. Fue bien chistoso porque estuvimos en el mismo kínder en el Palacio de las Vacas, en la Escuela de Artes Plásticas, y hasta después de que salimos, nos conocimos, en una exposición en la galería de Alejandro Gallo. ‘Invítame al TIV (Taller de Investigación Visual)’, le dije, y me invitó. Ahí fue donde conocí la obra de Francis Bacon, que me atrapó.”

 

De principio a fin, el dibujo, la pintura y, a últimas fechas, la escultura de Martha Pacheco se interesó en personajes marginales.

 

“En cierta forma es como reflejarme yo misma. Me siento un poco apartada… socialmente. No tengo muchos amigos ni amigas. A veces estoy muy aislada. ¡Es como un autorretratote!”, dice con una sonrisa, cerrando los ojos e inclinándose para atrás.

 

FOTO: Sin título, 1997. De la serie Los muertos. Óleo sobre tela/ Crédito: Martha Pacheco. Exposición antológica (2011). Museo de Arte de Zapopan/Taller Ditoria

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