Más allá de los danzones

Sep 21 • Miradas, Música • 4784 Views • No hay comentarios en Más allá de los danzones

POR LUIS PÉREZ SANTOJA


Que la Orquesta Filarmónica de la UNAM haya dedicado su primer programa de la tercera temporada de 2013, en la ciudad de México, a la música de Arturo Márquez, ¿representa una culminación para este genial creador? Sin duda, pero su verdadera cima está en el lugar sorprendente que ha alcanzado.

 

 

Dentro de ese contexto que denominamos música clásica o música de concierto (como si no fueran conciertos lo que ofrecen Luis Miguel o U2) en México no habíamos tenido un ejemplo como el de Márquez, de convertirse en vida en el compositor más popular de nuestra historia musical y sin que sea (aún) el producto de un fenómeno mediático. Esto ha sido en los últimos años, a partir de su ingeniosa serie de danzones sinfónicos y desde la aparición del genial Danzón 2. Ni siquiera José Pablo Moncayo, autor del inefable Huapango, que hasta se menciona como “nuestro segundo himno nacional”, pudo adivinar cuando estrenó la obra con la Sinfónica Nacional la aceptación que tendría su pieza.

 

 

Desde entonces, cualquier concierto que programe una obra de Márquez, del carácter que ésta sea, tendrá una amplia convocatoria de público; las versiones discográficas de su música agotan ediciones y son utilizadas, como el Huapango, por cierto, en los medios de difusión y en actos públicos de toda índole. En muchos ámbitos, Márquez es reconocido por muchos, quienes se acercan a saludarlo.

 

 

Márquez había comenzado su trayectoria como compositor de obras enmarcadas en los conceptos vanguardistas del siglo XX con creaciones como Gestación y Viraje (ambas de 1983) o incursionando con originalidad en la música electrónica —Mutismo (1985), Reencuentros (1991) y el primer y entonces considerado único Danzón ¡para saxofón y sonidos electrónicos!—. Sin embargo, para esa época fue transformando su lenguaje hacia estilos menos radicales y mostró su interés por los ritmos de la música popular, aunque desde niño había estado en contacto con la música de nuestros bailes típicos y regionales y después con el jazz. Comenzó su nuevo concepto de fusionar la música popular mexicana y latinoamericana con la concepción clásica en una síntesis que resultó perfecta.

 

 

Sin embargo, al tiempo que hacía obras bajo esos parámetros y que incluyeron la serie de piezas que hoy suman al menos nueve danzones, Márquez continuó creando obras para diversas dotaciones, dentro de una forma de composición más intelectualizada, para llamarla de algún modo, que nunca abandonó sus momentos melódicos tradicionales y que le servía de cauce para inspirarse en múltiples temas basados, como veremos, en sus inquietudes sociales y políticas así como en los hechos que motivaran su composición.

 

 

Por eso es muy destacable la idea de la OFUNAM de ofrecer un concierto con “la otra música de Arturo Márquez”. Más allá de la cercanía en estilo entre varias de las obras (todas compuestas en los últimos diez años o menos) hubo la debida variedad de conceptos y sobre todo estuvo presente su oficio creativo y sentido estético:

 

 

Conga del Fuego Nuevo, de gran alegría y ritmo afrocubano, celebró en 1999 el cambio de milenio; El Nereidas de Dimas, una fantasía orquestal sobre el más emblemático de los danzones y su autor, Amador Pérez Torres; Marchas de duelo e ira conmemora el Movimiento Estudiantil de 1968 con una trágica marcha y una expresión sensible y fuerte; Leyenda de Miliano expresa la aspiración zapatista, evoca el asesinato del caudillo y con ingeniosa sonoridad imita el canto fúnebre de las cigarras de Morelos; De Juárez a Maximiliano, escrita a los 200 años del nacimiento de Benito Juárez, describe con un ímpetu sarcástico, casi discursivo, la respuesta del héroe oaxaqueño cuando el “emperador” austriaco le pidió unirse a su gobierno; En torno a Frida y Diego reflexiona sobre el tormentoso romance entre esos dos grandes del arte mexicano; y Goyas celebra el centenario de la UNAM en un tono agridulce, pero finalmente exaltado y sí, por supuesto… se escucha el alegre y contagioso goya.

 

 

La orquesta tocó con gran ímpetu y concentración, como sucede siempre que tienen buena música en sus atriles, y fue dirigida con oficio por Enrique Barrios, quien, atento a los detalles, demostró un amoroso y profundo conocimiento de la música de Márquez. Cuando el compositor subió al escenario para la ovación, fue él mismo quien se vio precisado a dirigir como regalo al público el Danzón No. 2.

 

*Fotografía: La OFUNAM dedicó su primer programa de la tercera temporada de 2013, en la ciudad de México, a la música de Arturo Márquez.

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