Más que un Rowling mexicano
POR JAVIER MUNGUÍA
Llego al final de la saga de fantasía Mundo Umbrío, de Jaime Alfonso Sandoval, sin perder un ápice del entusiasmo con la que la inicié hace cuatro años (en plena renovación de votos de entusiasmo, más bien) y con la sensación de que luego de aparecidos sus tres tomos algo ha cambiado en el ámbito de la literatura escrita para niños y jóvenes, y para adultos no prejuiciados, en México. Es esta una literatura pujante y diversa en nuestro país. Un síntoma de la buena salud de la que goza es la reciente concesión del Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil a Antonio Malpica, además de un reconocimiento a una obra extensa y de registros diversos, tan divertida como entrañable.
Pero este Malpica no es un caso único: tenemos también al otro Malpica (Javier), a Francisco Hinojosa, a Mónica B. Brozon, a Andrés Acosta, a Juan Carlos Quezadas, a la María Baranda de La risa de los cocodrilos, a la Raquel Castro de Ojos llenos de sombra, al Fidencio González Montes de El ritual de la banda, a Paulina Aguilar Gutiérrez y su El quinto dragón, al propio Sandoval y a otros autores que olvido u omito y que hacen de este espectro de la literatura mexicana un territorio rico y digno de tenerse en cuenta.
Sin embargo, el logro que significa Mundo Umbrío en su contexto es inédito. En ambición, en derroche demencial de imaginación y de humor, en amplitud y profundidad en la construcción del mundo narrado, en instinto certero y conocimiento técnico para no perder el interés del lector a lo largo de 2000 páginas, no tiene igual, hasta donde tengo noticia, entre nuestra ficción para niños y jóvenes. Las equivalencias hay que buscarlas en otras literaturas, entre sagas de fantasía o ciencia ficción emblemáticas: Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin; Mundo de tinta, de Cornelia Funke; Los juegos del hambre, de Suzanne Collins; Memorias de Idhún, de Laura Gallego; sobre todo en Harry Potter, de J. K. Rowling, una de las principales fuentes del Mundo Umbrío.
No es infrecuente leer invectivas fáciles a la serie de Rowling o a cualquier otra saga juvenil exitosa por el mero hecho de serlo o de no entrar en el rubro que los solemnes llaman “literatura seria”. Por su parte, un crítico tan respetado como George Steiner aplaude que los niños apaguen la televisión para leer los gordos tomos de Harry Potter, que poseen “un rico vocabulario y una gramática compleja”. Puede que las impresiones de Steiner sean someras y que no respondan siquiera a una lectura completa, sino a una hojeada, de los libros que comenta. Son muestra, sin embargo, de una postura abierta ante la literatura, que celebro. En todo caso, estas sagas necesitan críticas, por supuesto: alguien tiene que decirnos por qué no es lo mismo Harry Potter que Crepúsculo o Los juegos del hambre que Divergente. Críticas, no prejuicios y bobadas seudoingeniosas con las que se pretende probar, oh paradoja, inteligencia.
Hay varias similitudes argumentales entre Harry Potter y Mundo Umbrío: ambos protagonistas crecen sin saber que además del mundo conocido hay uno oculto, ligado a sus raíces, al que ingresarán y en el que jugarán un papel fundamental. Los dos son atacados junto a su familia por seres oscuros de ese otro mundo (los mortífagos, los depositantes), de lo que resulta la muerte de los padres de Harry y la de la madre de Lina. Cuando están en peligro, ambos se refugian en la casa de parientes antipáticos cuyas casas cuentan con protección sobrenatural: los tíos y el primo, en el caso de Harry, y la tía y el primo, en el caso de Lina. Harry y Lina tiene cierta conexión con sus mayores enemigos, Voldemort y Cerberus, los cuales se comunican con los héroes a través de sueños y de ese modo tratan de arrancarles información y localizarlos. En ambas historias, la máxima autoridad de ese otro mundo paralelo al conocido resulta más un obstáculo que una ayuda en la misión del héroe: el Ministerio de Magia, en el caso de Harry Potter, y el Consejo de los Once Sabios, en el del Mundo Umbrío.
Las semejanzas no solo son argumentales: las dos series tienen como eje una recreación y crítica de los sistemas totalitarios del siglo XX, sobre todo el nazi, con su arrogancia, presunta superioridad y odio al diferente. Ambas sagas se ocupan, además, de lanzar una advertencia, encarnada en una trama sinuosa y apasionante, contra los espejismos de la realidad. Las dos sagas, por último, son de las insoltables: los lectores ansiamos saber qué sigue, qué va a pasar, gracias a una dosificación astuta de lo narrado y a unos personajes con sustancia que se instalan pronto y para siempre en nuestros afectos y animadversiones.
No se entienda de lo anterior que Jaime Alfonso Sandoval es un simple epígono de su colega británica. No: si bien toma elementos de la famosa serie de Rowling, de la ficción vampírica, de otras fuentes (incluso de la primera novela del mismo Sandoval), el Mundo Umbrío tiene personalidad propia y es un despliegue apabullante de imaginación, de cuidadosa cimentación de un mundo fraguado hasta en sus mínimos detalles y desplegado en una historia potente, pletórica de amor, humor, peligro, maldad, sacrificio, rica en emociones y sobresaltos.
Las dos muertes de Lina Posada (2011), La traición de Lina Posada (2013) y La venganza (2015) ponen el listón muy alto a las series de fantasía mexicanas en particular y a la literatura infantil y juvenil del país en general. Leer la trilogía ha sido una experiencia gozosa, relevante en mi ruta lectora, digna de repetirse. La literatura no tiene por qué ser solo Homero, Dante, Cervantes, Austen, Woolf, Proust, Nemirovsky, Vargas Llosa, García Márquez y sus pares. También es King, Rowling, Martin, Murakami, Tolkien, Jaime Alfonso Sandoval.
*FOTO: La venganza. Mundo Umbrío III, Jaime Alfonso Sandoval, México, SM, 2015, 800 pp./Especial.
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