Mecha de enebros
POR CLAYTON ESHLEMAN
En traducción de Hugo García Manríquez está por aparecer, en la Editorial Aldus, el libro de poemas y ensayos Mecha de enebros. La imaginación del Paleolítico superior & la construcción del inframundo, del escritor estadounidense Clayton Eshleman (1935). Presentamos, como material exclusivo para nuestra edición web, tres poemas de este volumen en torno de las cuevas rupestres, los comienzos del arte paleolítico y la poesía.
La manga cargada de Hades
En ti hay alguien
que no se preocupa por nadie,
su cabeza de oso hormiguero aspira en la noche
devorando toda ideología
eleva su nariz laberíntica—
este alguien debe tener más de 100,000 años
porque los Neandertal empezaron a preocuparse
por esparcir flores de aciano sobre sus cabezas y
malva y jacinto.
¿Sabías que las cuevas son depósitos
de los espectros del viento
que rastrearon por vez primera la tierra Pre-Cámbrica,
así que Les Trois Frères,
envuelto por un esplendor tatuado,
lame molecularmente, aun hoy,
su heridas paleolíticas, afectuoso,
exuberante y letal a un tiempo?
Hay, en ti, por ti,
un túnel que se remonta a la discontinuidad total
que buscaste ocultar,
con la inocencia de que asumir el inframundo
no tendría consecuencias.
Das contigo mismo, finalmente,
como si fueras una bendición bloqueada por la naturaleza
como cuando un nuevo plan es bloqueado,
atacado por la cueva
porque te acercaste demasiado al apetito articulado de
Hades-Dionisio.
Como violetas, dijo él
Jacques Marsal (1925-1988) 1 con sus pulcras zapatillas de gamuza, nos conducía a la oscuridad de Lascaux. Fue necesaria su ausencia, en nuestra cuarta visita, para hacer evidente hasta qué punto su presencia determinaba qué es Lascaux. Siendo uno de sus descubridores, Marsal permaneció rodeado por la pasmosa frescura de ese enebro caído y colapsado bajo el cual cuatro niños se retorcían buscando entrar. El hecho de que Marsal continuara, por casi cincuenta años, fue un florecimiento más en el tallo de la cueva, y me conmueve la diferencia que una sola persona puede hacer en la personalidad de un lugar, no por mera declaración o información sino por estar envuelta, oblicuamente, por llevar consigo a Lascaux, haciendo su gracia florecer y permitiéndonos a nosotros, conscientes apenas de sus movimientos, leer a través de su luz.
Los hombres retoñan como violetas
cuando hace falta, dijo Olson
Blackburn, al final de su vida,
lamentaba la desaparición de un mesero
de Barcelona, un hombre viejo
que se movía con tal precisión y gracia
entre la clientela. Paul escribió:
“No hace falta saber
el nombre de alguien para poder amarlo”.
Es por Marsal que conozco Lascaux de memoria
igual a un niño livianísimo
enmarcado por el trueno y el cielo disgregado y lívido,
un niño de pie sobre la sensación de eternidad,
eternidad decible, apenas por debajo del polvo .
[Hotel Cro-Magnon, septiembre,1990]
1 Jacques Marsal (1925-1988) fue uno de los descubridores originales de la cueva de Lascaux, en 1940, y dedicó gran parte de su vida a la preservación del sitio.
A través de los ojos de Breuil2
La tierra plenamente referencial
parece constreñir solo
aspectos de sí misma
grupas de piedra henchida
en la cueva, línea dorsal de sílex, entrañas de bisonte
rehierven con partículas de bestias—
la tierra, horda de olas rompientes,
matadero de bestias incluido el manantial de bestias,
nacimiento y muerte: banda bestial de moebius—
lo humano es reconocible aquí
apenas como esperpento formado por una red
sobrepuesta: tela de bestias
percibiendo en la piedra,
el punto de represión del cual
nace un niño de piedra, belleza de calcita,
danza emocionada del hogar, un hombre con cabeza de bisonte
salta llevando un violín diminuto, el bisonte-caribú
al que da caza vuelve su cabeza
observando el bisonte bípedo que desea
penetrarlo con su música—
atiza y azuza incansable
al masticar recuerda el aroma mismo de su nacimiento
bajo la cintura de la tierra—
nada más suave que la consumación
de la luna es posar una pequeña anguila dentro
de su cámara de astas plateadas, y
ser devorado dentro de otro, ser
coronado con un yelmo de Falopio
haciendo cabriolas como íbice
y percibir las hordas que montan por detrás
mareas de bisontes fantasma, ojos
atravesados en el estro, el pánico de desfallecer ante
el ruido sordo del semen
arrullando al sol en luna,
apaciguar el ardor ahogado en sangre,
el celo por la capucha de su cérvix
llegando al perineo
la vida entrevió el dilatado arcoíris
de ojos bestiales recibiendo
el lithopaedion nacido de la tierra
lithouterina
2 El abad Henri Breuil (1877-1961) es recordado por el trazado, dibujo y acuarelas de la imaginería de las cavernas, especialmente en Combarelles, Altamira y Les Trois Frères. En 1901, descubrió, junto con otros, las imágenes en Combarelles y en Font-de-Gaume, y el siguiente año examinó Altamira.
*Fotografía: Dibujo de Henri Breuil que representa el “El Santuario”, una sección de la cueva de Les Trois Frères