La vanguardia escénica, desafío frenético al autoritarismo
La literatura dramática realista de la primera mitad del siglo XX fue insuficiente para responder a las necesidades expresivas de los años 60, por lo que el surgimiento de apuestas como Poesía en voz alta, el teatro pánico de Alejandro Jodorowsky y los montajes de Juan José Gurrola significaron una ruptura en el canon escénico y una nueva narrativa del desasosiego mundial
/
POR JUAN HERNÁNDEZ
/
Divertido, provocador, ecléctico, rebelde, desafiante, así fue el teatro mexicano de la vanguardia en la segunda mitad del siglo XX, que puso los ojos en Europa y Estados Unidos, para estudiar el Teatro del absurdo, floreciente en aquellos países a partir de 1940 y hasta la década de los años 60.
/
Una apuesta a favor de la descolocación del texto dramático, la puesta en crisis de los modelos tradicionales de la escena y el uso del cuerpo del actor como productor de energía transformadora, frenética y violenta.
/
Es el momento de la confrontación con la tradición, y los dogmas de un Estado autoritario. Es también la época en la que se conoce a Beckett y su emblemática Esperando a Godot o La cantante calva, de Ionesco, obras que reflejan un mundo sin razón, salvaje, incoherente y potencialmente destructivo; luego de la Segunda Guerra Mundial y de la brutal Solución Final de la eliminación judía en la Alemania nazi.
/
Frente a estos problemas humanos, la literatura dramática realista, convencional, y las puestas en escena lógicas, racionales, con decorados escenográficos, que transcurrían en un tiempo-espacio lineal, resultaban insuficientes para reflejar el mundo posapocalíptico. Había la necesidad de cuestionar la ruta de la civilización, se profundizó en el estudio de la condición humana, bajo la luz del posicionamiento radical de los discursos artísticos, enfrentados a las estéticas predominantes en la primera mitad del siglo XX.
/
Varios son los artistas y los momentos que se podrían enlistar aquí para hablar de la vanguardia, que se cocinó a partir de la década de los 50 y que, sin duda, tendría su auge en los 60 y 70 en México. Mencionaremos, como punta de lanza a Poesía en voz alta. Nació en 1956 y agrupó a poetas, literatos, dramaturgos y directores de escena; un hito en la historia de la cultura mexicana.
/
Al amparo de Jaime García Terrés, personaje clave en el desarrollo de las vanguardias artísticas en la década de los años 50, en aquel momento director de Difusión Cultural de la UNAM, Poesía en voz alta tuvo como coordinador a Héctor Mendoza, director y dramaturgo, fundador del movimiento del teatro universitario.
/
En aquel proyecto participaron Octavio Paz, Juan José Arreola, los primeros directores literarios del grupo y, posteriormente, Antonio Alatorre, Margit Frenk, Elena Garro, León Felipe, Carlos Fuentes, Diego de Meza, Sergio Fernández, José de la Colina, José Emilio Pacheco, Juan García Ponce, María Luisa Mendoza y Alfonso Reyes.
/
Lo que nació como una propuesta de lectura de poesía en voz alta se convirtió en la escenificación de la poesía. El objetivo: dar una dimensión poética al teatro. Ahí, Paz escribió La hija de Rappaccini, mientras que Arreola coordinó La Égogla IV, de Juan de la Encina; La farsa de la casta Susana, de Diego Sánchez de Badajoz, así como las obras La doncella, el marinero y el estudiante, El paseo de Buster Keaton, Quimera y El niño y el gato, de Federico García Lorca.
/
El teatro de vanguardia, como vemos, respiró los aires de la poesía de autores cosmopolitas que fundaron cánones para la escritura que, en este caso, se pusieron al servicio de la experiencia teatral.
La escena mexicana “se salió del cuadro”, adoptó una posición contraria a la solemnidad y produjo sentido crítico, no sólo en la manera de asumir los temas, también en la forma de la escritura dramática. La escenografía paso de ser un decorado para convertirse en una conceptualización del espacio, y se enriqueció la narrativa del desasosiego del mundo.
/
José Luis Ibáñez, otro director emblemático de la escena mexicana y del teatro universitario, tomó la batuta que le dejó Héctor Mendoza, en 1957. A él le tocó coordinar el montaje de obras como Asesinato en la catedral, de T. S. Eliot; Las criadas, de Jean Genet, entre otras. Hasta que el proyecto artístico finalizó en 1963, sumando cuatro programas que se volvieron históricos, el primero auspiciado exclusivamente por la UNAM y los tres siguientes también con el apoyo de instancias privadas.
/
La musicalización de las puestas en escena fueron de Joaquín Gutiérrez Heras y Raúl Cosío; mientras que la escenografía y diseño de vestuario fueron de Juan Soriano, Leonora Carrington y Héctor Xavier. Por otra parte, además de La Casa del Lago, las obras tuvieron como escenarios el teatro El Caballito, el Teatro Moderno y la Antigua Escuela de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana.
/
La pléyade de actores que se formaron en esta nueva vertiente del teatro mexicano fueron varios y conocidos: Pina Pellicer, Juan Ibáñez, Ofelia Guilmáin, José Carlos Ruiz, Mercedes Pascual, Rosenda Monteros, Ana Ofelia Murguía, Ulalume González de León, Raúl Dantés y, un joven, el enfant terrible del teatro mexicano, Juan José Gurrola, quien se convertiría en el director más polémico de su generación.
/
La vanguardia en la escena mexicana estaría incompleta sin la participación de Alejandro Jodorowsky, de quien sólo mencionaremos una de sus propuestas de teatro pánico –en referencia al dios Pan, de la mitología griega–: La ópera del orden, con Lilia Carrillo, Vicente Rojo, Manuel Felguérez y Alberto Gironella, entre otros. Una propuesta para reventar las convenciones de la escena; en la que el director pidió a los intérpretes que hicieran lo que les diera la gana, en un escenario dividido en cuatro partes, con música de rock estridente y la escenografía de los artistas plásticos que participaron como intérpretes.
/
El montaje causó tal revuelo que su escenificación fue clausurada la misma noche de estreno, por considerarla ofensiva al dogma católico, en un México de raigambre autoritaria, que veía en las acciones de los artistas de la vanguardia sesentera una amenaza a la estabilidad. Y sin duda alguna, lo eran.
/
FOTO: La ópera del orden, de Alejandro Jodorowsky, fue censurada en su primera presentación en junio de 1962. En el elenco participaron artistas como Lidia Carrillo, Vicente Rojo, Manuel Felguérez y Alberto Gironella, entre otros./ Cenidi Danza José Limón-INBA
« ¡El móndrigo! y otros libelos del 68 De pronto, las imágenes grabadas »