¡México llamando al Santo!
POR GUILLERMO VEGA ZARAGOZA
Para el doctor Benjamín Quiroz, académico del pancracio
En su interesante libro Supergods. Héroes, mitos e historias del cómic (Turner, 2012), el historietista Grant Morrison cuenta cómo han evolucionado los superhéroes, desde la aparición de Superman en la editorial DC Comics en 1938. Destaca que estos personajes no son estáticos, evolucionan de acuerdo con los tiempos y se adaptan a las nuevas circunstancias del mundo, aunque mantienen sus elementos esenciales.
A diferencia de los superhéroes del primer mundo, al mexicanísimo Santo, el Enmascarado de Plata, no se le ha hecho justicia con una o varias películas en las que se explique su vida antes de ser superhéroe, sus traumas e ilusiones, sus contradicciones humanas, y mucho menos se le ha actualizado para ponerlo a la altura de un mundo muy diferente al que lo vio nacer, enfrentando nuevos enemigos y dotándolo de nuevos poderes. Quizá por eso sus propias películas han envejecido sin remedio. O peor: a lo mejor nacieron siendo ya decrépitas.
La celebrada trilogía de Batman, dirigida por Christopher Nolan, impuso casi la obligación de que toda película de superhéroes debería incluir profundidad psicológica para darle tridimensionalidad al personaje y sus conflictos. Así, hasta a Superman, quien parecía el más integrado de todos los héroes de cómic, le han sacado sus trapitos al sol en Man of Steel (y no era para menos: resultaba muy sospechoso que un extraterrestre con superpoderes, que se ha quedado solo en el universo porque ha estallado su planeta, no tuviera mayores problemas de adaptación a la sociedad terrícola).
Pero del Santo, nada. Sus filmes no dejan suficientemente explicado quién es en realidad, quienes fueron sus padres, si tenía hermanos, cómo decidió volverse superhéroe, si le gustaba el agua de horchata o de jamaica, detalles que lo volverían más humano y verosímil.
Desde luego, no hay que confundir al hombre con el personaje, aunque en la vida real el segundo haya absorbido tanto al primero que sea casi imposible separar uno de otro. Del hombre sabemos lo poco que hay que saber: se llamaba Rodolfo Guzmán Huerta, nació en Tulancingo, Hidalgo, el 23 de septiembre de 1917; se casó con María de los Ángeles Rodríguez Montaño, con quien procreó 10 hijos. El 26 de abril de 1942 peleó por primera vez con la máscara del Santo. Diez años después José G. Cruz lo convirtió en héroe de historieta y en 1958 filmó Santo contra el cerebro del mal, la primera de 53 películas. El Santo nunca perdió la máscara en combate y nunca aparecía sin ella en público. Solo una vez, en un programa de televisión, Jacobo Zabludovski logró que mostrara la mitad del rostro. Guzmán murió el 5 de febrero de 1984 de un infarto al miocardio luego de una actuación en el Teatro Blanquita.
Pero del personaje sabemos poco, aunque aún en la actualidad sigue representando mucho. El Santo no ha sido desbancado como el superhéroe de ficción más popular de nuestro país. En media centena de cintas tuvo oportunidad suficiente para enfrentarse a todos los archienemigos y amenazas para la humanidad habidos y por haber: mafiosos, monstruos, científicos locos, vampiros, hombres lobo, zombies, espectros, brujas, cazadores de cabezas, extraterrestres… incluidas la Llorona y las momias de Guanajuato. ¡Vamos, se enfrentó hasta a Capulina! Y a todos los enfrentó con su astucia y la fuerza de sus puños, llaves y patadas voladoras. Porque el Santo no tenía ningún superpoder (en eso se parece a Batman, que no tiene poderes sobrenaturales, aunque sea multimillonario) y casi no utilizó ningún arma contra sus contrincantes (recurrió a un lanzallamas contra las momias de Guanajuato, pues se resistían a rendirse las rejegas).
Las tramas y argumentos (por llamarles de alguna manera) de las películas del Santo son repetitivas, inverosímiles y no pocas veces descabelladas, pero siempre efectivas. Desde luego, en todas hay interminables escenas de lucha libre y el respetable sigue aplaudiendo a rabiar desde las butacas.
Creador él mismo de nuevas series de episodios de personajes populares, como All-Star Superman, New X-Men y Fantastic Four, Grant Morrison emparienta a los superhéroes modernos con los héroes trágicos griegos, ya que cumplen una función social y psicológica fundamental: son los protagonistas arquetípicos de los mitos que nos explican como individuos en una época determinada. Sin embargo, para seguir cumpliendo con su cometido, estos seres mitológicos tienen que adaptarse y actualizarse, evolucionar.
Morrison cuenta cómo, después del 11-S, los superhéroes de Marvel se reunieron en la Zona Cero. “Estaban obligados a reconocer aquel suceso como si hubiese tenido lugar en su propio universo simulado pero no habían logrado evitar que sucediese, lo que negaba toda su raison d’être. Que Al Qaeda hubiera logrado hacerle al Nueva York del Universo Marvel lo que el Doctor Muerte, Magneto y Kang el Conquistador no habían podido, no podía sino significar que los héroes de Marvel eran inútiles. El 11-S fue el mayor desafío a la relevancia de los cómics de superhéroes”. Entonces Marvel decidió volver a contar las grandes historias de sus personajes con un enfoque contemporáneo, incluyendo en sus tramas temas políticos y sociales.
Como heredero del legado de su padre, el Hijo del Santo se ha convertido en el principal obstáculo para la evolución del personaje, con una visión sumamente retrógrada y conservadora, enfocada sobre todo al lucro y al merchandising. ¿No sería hora de que un Santo renovado, pero conservando su esencia, viniera a rescatarnos ya no de monstruos sobrenaturales sino de bestias sumamente reales y más mortíferas, como Los Zetas? ¿No sería genial que el Santo encabezara las autodefensas contra los Caballeros Templarios?
Afirma Morrison: “Amamos a nuestros superhéroes porque se niegan a fallarnos. Podemos analizarlos y decir que no existen, podemos matarlos, prohibirlos, mofarnos de ellos, y aun así acabarán volviendo, para recordarnos pacientemente quiénes somos y quiénes desearíamos poder ser”.
¡Mexico llamando al Santo, México llamando al Santo, es urgente, contesta Santo!
*Fotografía: El Santo respondiendo una entrevista, ca. 1970/ARCHIVO GRÁFICO EL NACIONAL/CORTESÍA INEHRM.