Mia Hansen-Love y el reencuentro femiconsciente

Oct 21 • Miradas, Pantallas • 4931 Views • No hay comentarios en Mia Hansen-Love y el reencuentro femiconsciente

Nathalie, profesora de filosofía en una escuela parisina decide hacer un cambio en su vida cuando descubre la infidelidad de su marido, a lo que se suma la muerte de su madre, de quien hereda una gata, de nombre Pandora, como un anunció los cambios que habrá en su vida

 

Por  JORGE AYALA BLANCO


En El porvenir (L’avenir, Francia-Alemania, 2016), impecable opus 5 de la francodanesa excrítica de Cahiers du cinéma vuelta autora completa de 35 años Mia Hansen-Love (El padre de mis hijos 09, Edén 14), la superinfluyente profesora de filosofía en un instituto parisino Nathalie Chazeaux (Isabelle Huppert archiconvincente a cada instante) se mantiene firme en su postura de excomunista arrepentida ante las movilizaciones de algunos de sus alumnos rechazando las retrógradas medidas de Sarkozy contra los jubilados y pronto padece la descatalogación editorial de sus presuntamente envejecidos manuales clásicos sobre la Escuela de Frankfurt, dentro de su vida pública, y en su esfera privada, aún en mayor medida sufre y debe apechugar con desgarramiento tras desgarramiento, primero fragilizada y luego más o menos endurecida: el desgarramiento de la senil madre chantajista y ultrademandante con neurosis de abandono congénito Yvette (Edith Scob vuelta pellejo terminal sin dejar de ser la bella leyenda nuevaolera de Los ojos sin rostro) que llama a los bomberos en cada desamparado arrebato autodestructivo hasta que acaba consiguiendo suicidarse en un asilo donde se negaba a probar alimento, el desgarramiento de la separación de sus hijos jóvenes adultos Chloé (Sarah Le Picard) y Johann (Solal Forte) en trance de procurar sus existencias autónomas, el desgarramiento del conservador archiburgués marido también maestro de filosofía Heinz (André Marcon) que un buen día (impelido éticamente por la hija) le confiesa muy civilizado que la bota a la basura por una hembra más joven y le saquea la biblioteca común dejándole como despedida unas hermosas flores que también acabarán en la basura, el desgarramiento de tener que decirle adiós a la cabaña heredada por el esposo en la costa bretona de Chateaubriand que ella había cuidadosamente ayudado a decorar, el desgarramiento que cargar hasta en estuche portátil con la gata simbólicamente llamada Pandora de la madre difunta que le abrió la caja de sus desdichas reflexivas cual su nombre lo indica, el desgarramiento de rechazar visceralmente y de plano tanto la posibilidad de enamorarse de algún viejo como de un jovencito o aceptar amoríos ocasionales con ese compulsivo ligador de sala de arte, y el minidesgarramiento a final de cuentas balsámico que viene a constituir su amistad cariñosa, aunque propensa a una pasión conjurada, con el exalumno rebelde vuelto teórico anarquista a la alemana Fabien (Roman Kolinka), a quien visita dos veces en su paradisiaca tardocomuna posjipi-falansterio en las montañas, sin pretender con él otro nexo ¿erótico? que el de agudizar, ante ese su contrario filosófico, la crisis que la llevará a un verdadero, dichoso y liberador reencuentro femiconsciente.

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El reencuentro femiconsciente reclama el enorme, excepcional y a veces terrible mérito de trazar en sustancia y de manera vivencial, que no en paralelo ni indirectamente ni en filigrana tangencial, la trayectoria del pensamiento y las aventuras íntimas de una personalidad femenina y académica, trátese de las contradicciones democráticas de Rousseau, la lucha por no sucumbir a la pasión de La Nueva Eloísa, la concomitancia con Nietzsche y Kirkegaard vía la Mínima moralia de Adorno, la oración fúnebre eclesial con un párrafo desesperado de Pascal, o la reivindicación por los nuevos radicales del otrora repudiadísimo sociólogo Aron, mucho más que referencias o mero juego de dropping-names o simple resobar ideas, sino señales-guía, puntas del iceberg de experiencias profundamente vividas, una cita filosófica para cada acto decisivo.

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El reencuentro femiconsciente adopta como vehículo para sus ideas superabundantes un estilo fluido, de elaboradísima tersura, que parece espontáneo, sin tropiezos y casi casero familiarista, en las antípodas de las nerviosas turbulencias de cámara del marido también excahierista de la realizadora Olivier Assayas (Carlos 10), dándose no obstante el lujazo de ser impulsiva en ese único atisbo de la galana del marido desde un autobús de regreso del entierro materno o en la barroca imagen doméstica ultrafractal concluyente.
El reencuentro femiconsciente define y propone así un cine feminista intelectual, no sólo intelectualizado o intelectualizable, uniéndose a la vehemencia de Margarethe von Trotta (de Rosa Luxemburgo 81 a Hannah Arendt 12), al plantearse desde perspectivas de género en el aquí y ahora de una mujer deseante, independiente, pensante y sentiente, siempre en estado de hiperconciencia y alerta, para mejor atisbar su desmembramiento interior y su encontronazo con la vida real, ambos expuestos en un sencillo código cancionero esencialista donde la tentación del mundo práctico-alivianado-politizado-hedonista de Fabien está representado por Woody Gurthie (My Daddy Flies a Ship in the Sky) y el mundo azotado pero de súbito dulcemente empoderado de la heroína esta sublimado por un lied de Schubert (Auf dem Wasser zu singen): la Soledad no como castigo, sino como elección, de cara al Porvenir.

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Y el reencuentro femiconsciente acaba elogiando en la forma menos lamentosa posible la soledad, habitada y sobrepoblada por ella misma, de una mujer más allá de la cincuentena que sabe que nunca será presa del autoabandono como su lamentable madre, asumiendo sin pareja amatoria su dimensión trágica, pero también sus dimensiones abiertas a la novedad que ofrecen los estímulos mínimos en los momentos más delicados y solemnes de la vida cotidiana y al aferramiento a todo lo que muta sin cesar y permanece, para ese intransferible ser femenino lleno de sí, aunque abocado a lo más fundamental de su cometido pedagógico: enseñarle a sus alumnos a pensar por sí mismos, y además enseñarse a sí misma a redefinir los goces de su libertad de pensamiento, al infinito recurrente, como la gata que tira para el monte de día y retorna por la noche, hasta desembocar en una lúcida compasión apasionada jamás autocompasiva.

FOTO El Porvenir.Historia de la Renovación vital de una apasionada profesora de filosofía caracariterizada por Isabel Isabelle Hupper, Se exibirá en la Cineteca Nacional hasta el 2 de octubre./ ESPECIAL

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