Milan Kundera en México
La ocasión que el autor de La broma visitó nuestro país fue en 1979, protagonizó dos charlas en la UNAM, pero no asistieron más de 10 personas
POR GERARDO ESTRADA
En abril de 1979, como consecuencia de la renuncia de Hugo Gutiérrez Vega a la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM causada por la polémica desatada por el estreno de la obra La prueba de las promesas, de Juan José Gurrola, fui llamado por el entonces rector, el doctor Guillermo Soberón, a asumir el cargo que quedaba vacante.
Desde antes yo tenía planeado viajar a París para atender una invitación de mi maestro, don Víctor Flores Olea, a la sazón representante de México ante la UNESCO, cuya casa se había convertido en un sitio de encuentro de los intelectuales latinoamericanos que entonces residían en París, como Julio Cortázar y Julio Ramón Riveyro; en el lugar se organizaban cenas de amigos que eran verdaderamente notables por los convidados
En uno de esos encuentros al cual tuve la suerte de asistir fue invitado el que ya para entonces era uno de los escritores más reconocidos y populares de Europa: Milan Kundera, cuya novela La vida está en otra parte había sido todo un éxito literario, y acababa de publicar una nueva, titulada El libro de la risa y el olvido.
Debo confesar que si bien sabía de quien se trataba, no había ponderado cuán importante era. En la charla general obviamente México apareció como un tema central y Kundera expresó su interés en conocerlo, pues hasta entonces no había viajado mucho. Inmediatamente sugirió Flores Olea que se le hiciera la invitación correspondiente a nombre de Difusión Cultural para que conociera nuestro país y diera un par de conferencias ese mismo año en la UNAM.
De regreso a México, me puse en contacto con el entonces director de la Facultad de Filosofía, Ricardo Guerra, y con Julieta Campos, responsable de Difusión Cultural de la recién inaugurada Escuela de Estudios Profesionales de Acatlán. Se fijaron como fechas los días 18 y 19 de noviembre del mismo año.
Una vez que llegaron a México y que los recibí en el aeropuerto, supe que la visita no sería fácil, no tanto por el tema del idioma (hablaban en francés), sino por la inseguridad y la timidez de Kundera y su esposa, quienes al ser originarios de un país socialista no tenían el hábito de la libertad, mucho menos por la persecución política de la que era objeto Kundera luego de la Primavera de Praga y por haber sido expulsado del Partido Comunista Checo en 1970, lo que lo obligó a migrar a Francia en 1975.
El hotel que habíamos reservado para ellos era el Genéve de la Zona Rosa, de estilo muy europeizante, pero que no fue del agrado de Vera Kundera, esposa del escritor, porque afirmaba que ahí era muy fácil ser espiados, y me exigía su traslado al Hotel Camino Real de Polanco, que no sé por qué le parecía más seguro, al tiempo que afirmaba le decían que era el mejor de México.
Se dieron dos charlas, una en la Facultad de Filosofía y Letras y la otra en un pequeño auditorio de la Escuela de Estudios Superiores de Acatlán. El tema de la primera fue un análisis de la obra de Kafka, con una asistencia de no más de ocho personas, entre las que se encontraban Octavio Paz y Enrique González Pedrero.
En Acatlán, en donde no hubo más de 15 personas, habló sobre la ciudad de Praga y de sus valores históricos e intelectuales; por supuesto que además de conferencias eruditas fueron estupendas charlas, y la primera fue un diálogo excepcional entre Kundera y Octavio Paz.
La escasez de público a pesar de un especial esfuerzo de promoción la atribuyo a la carencia de traducciones de su obra al español. Existían, hasta entonces, sólo una versión en español de una editorial argentina de La broma, que era muy mala, y recién empezaba a circular La vida está en otra parte, de la editorial Seix Barral.
Fue una verdadera pena que el público mexicano, el universitario en particular, estuviera tan ajeno a la obra de este gran escritor. No estoy seguro que Kundera hubiese regresado a México en años posteriores, me parece que no porque sus lectores quizá no constituyen multitudes, pero sí un público mucho mayor que el de aquel entonces. Su obra ha dejado una huella profunda en México también.