Mirga, Mozart, Mambo: dos documentales
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Las propuestas sonoras más novedosas han conquistado las plataformas de streaming, para extender así la experiencia melómana a escenarios más urbanos y casuales
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POR IVÁN MARTÍNEZ
Mirga en Deutsche Grammophon
La icónica discográfica amarilla lanzó apenas su sitio web DG-Premium.com, una especie de netflix de música clásica. No se trata de un lugar para escuchar su catálogo, sino de un sitio para ver videos de larga duración; sean conciertos o filmes alrededor de sus artistas. Se ha anunciado que será gratuito hasta el final del año. Y con razón lo es: el catálogo de videos es bastante limitado hasta ahora; aunque ha agregado una sección de conciertos en vivo con pago (hace unos días se presentó ahí un recital de canciones con el tenor Rolando Villazón acompañado por el arpista Xavier de Maistre); y se ha anunciado que el ciclo sinfónico beethoveniano ideado para el público quebecois por la Orquesta Metropolitana de Montreal, que se tocará en unos días dirigido por Yannick Nézet-Séguin, estará también ahí para todo el mundo.
De lo poco, sobresale un documental de casi una hora titulado Going for the impossible, de Daniela Schmidth-Langels, y que es un retrato de la directora de orquesta Mirga Grazinyte-Tyla (Lituania, 1986), a quien se le muestra transparentemente en entornos académicos, artísticos y familiares; en la intimidad de una clase, cenando con colegas, e incluso se muestra un breve pietaje de ella, de niña, cantando en un concurso local.
Todo gira en torno al contexto de su llegada en 2016 como directora artística a la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham; una orquesta “mediana” que mantiene alto perfil por haber sido dirigida por directores luego icónicos (Rattle, Nelsons). Mirga no es la primera mujer directora, pero quizá sea la más relevante y a la que se le augura una carrera de mayor proyección y entre los jóvenes, también hombres, es la que reune todas las cualidades que quisiéramos ver en los directores del futuro. Ello se transmite en el filme: como “televidente”, lo primero que quise hacer al terminarlo fue dedicarme a revisitar aquellas grabaciones (las hay pocas, desafortunadamente) donde se distingue esa energía tan directa que le caracteriza.
(Mirga es artista de DG desde 2019 y su primer álbum con esta marca fue el dedicado a Mieczyslaw Weinberg, de quien dirige las sinfonías número 2 y 21 al frente de esta orquesta.)
Su presencia es magnética, su excitación al final del primer concierto que tuvo en Birmingham y que está aquí registrada es casi infantil: literalmente brinca de emoción. Es fascinante verla descubrir momentos en una partitura frente al piano y cómo luego los transmite a sus músicos, haciéndolos maravillarse como ella. La felicidad que transmite al gozar de la música es inocente, pero no ingenua. Su forma de trabajo la sintetiza el legendario Gidon Kremer: “aconseja, en lugar de conquistar”, aunque a través de la pantalla, de un disco o –en mi caso, espero pronto– en la sala de conciertos, nos conquista a todos.
Mozart y Mambo
Si entre los influencers musicales de las redes sociales pudiera mencionar a la más exitosa, sería a la cornista británica Sarah Willis, de la Filarmónica de Berlín, quien en los últimos años se ha vuelto la cara más visible de esta orquesta. No sólo se ha convertido en la principal presentadora de los proyectos audiovisuales y educativos del ensamble, también ha sacado provecho de sus dotes de comunicadora afable y entrevistadora eficaz para sus propios proyectos de video blog.
Sarah tiene desde hace varios años una relación personal con Cuba, isla que ha visitado efusivamente en varias ocasiones como maestra invitada del Mozarteum de La Habana, una escuela de élite ligada al Mozarteum salzburgués y de cuya orquesta ya había hablado aquí hace un par de años con motivo del disco Mozart en La Habana, de la pianista Simone Dinnerstein. Esa relación ya ha quedado manifiesta en varios vlogs de la cornista, donde se apreciaba su interés no solo musical por la ciudad, sino por seguir y descubrir la vida local de sus estudiantes, sus peculiaridades, sus necesidades –musicales y no–, y, evidentemente, esa cosa indescriptible que tiene la ciudad y que, a pesar de todo, a todos nos enamora sólo pisarla.
Ahora se ha presentado Mozart y Mambo, que es por un lado un álbum (Alpha, 2020) en el que se presenta como solista de la misma orquesta del Lyceum, y por otro, un cortometraje documental de media hora de Magdalena Zieba-Schwind para la Deutsche Welle, donde registra la nueva visita, ahora para preparar el disco homónimo. Ambos son pura fiesta y parten de la idea que Mozart debió haber nacido en Cuba: su carácter, sus bromas y sus ocurrencias, conviven en personalidades.
Más que contar una historia, lo central en el documental es la actitud y cómo esa actitud sirve de contexto para que este proyecto sea posible: se respira esta –a veces romantizada– idea en la que, en algunos idiomas, tocar (play) música se traduce en jugar, incluso cuando se toca de la manera más seria un Mozart o un mambo. Y en la igualdad: no importa si eres un músico de la mejor orquesta del mundo, estudias en una escuela menor o tocas en una banda popular: la sensación que produce tocar es la misma y la comparten los músicos de todos lados porque se vive igual.
A pesar de la fiesta, me interesa porque no sólo registra esa alegría, sino que se encarga de no obviar los pasajes difíciles: Cuba es un pueblo musical, pero no es fácil para un músico clásico, a quien se le sigue viendo raro; una diferencia menor cuando de todos modos hay otras dificultades que sortear: ganarse la vida, no poder tomar ni un autobús para ensayar o tener un instrumento mínimamente decente.
El disco incluye el Tercero de los cuatro conciertos que Mozart escribió para el corno, el Rondó K. 371 donde la cornista hace gala de cubanía en su cadenza, y distintas fusiones de ambas tradiciones con resultados muy sabrosos sin desperdicio.
FOTO: La cornista británica Sarah Willis es una de las influencers con mayor presencia en las redes sociales./ Rittershaus