Morelia, a pesar de todo

Nov 22 • Miradas, Música • 3610 Views • No hay comentarios en Morelia, a pesar de todo

 

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

Siempre he admirado Morelia. A pesar de todo, de las manifestaciones y bloqueos que surgen de manera intempestiva a cualquier hora para mover itinerarios, de la desapacible vida que aún subsiste en algunos de sus alrededores, o del hoyo en que se encuentran sumidas instituciones que deberían ser emblema de su vida musical —la sinfónica local, por ejemplo—, es una ciudad que siempre ha reclamado, desde sus festivales, el lugar inamovible que merece entre nuestras capitales culturales. A pesar de todo: sus públicos.

 

No sólo es el reluciente festival de cine. Están ahí ese oasis entre las instituciones del país que es el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras y su coloquio Visiones Sonoras, que cada vez ocupa un lugar más importante en el circuito académico de la música electroacústica, el Concurso Internacional de Violonchelo Carlos Prieto, que para su próxima convocatoria se debate entre quedarse allí sin los jurados que no quieren regresar o mover su sede a otra ciudad, y el Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez (FMM), uno de los esfuerzos independientes más ambiciosos en materia musical que haya en México; también uno de los más inestables.

 

Porque hablar de esfuerzo no es suficiente. De destellos de genialidad en materia de programación tampoco ni, en este caso, de la hospitalidad generosa que en ocasiones ofrece la Antigua Valladolid. Un festival no sólo es la paleta de artistas que se ofrezca, sino lo que ellos presentan y cómo lo hacen. Y uno que pretende trascender, como se insiste en este, es además lo que vive la ciudad en la que se lleva a cabo: el ánimo y la complicidad o la dejadez.

 

Siempre he pensado que si uno del tamaño del FMM lo logra, la maquinaria humana que se utiliza en su organización permanece invisible. Y ese ha sido el principal problema de su edición actual, que comenzó el viernes 14 de noviembre: la organización. La visibilidad del equipo ha encarnado algunos ejemplos de apatía que, superados en noviembres anteriores, han dejado cierta mella incómoda en los conciertos inaugurales: van de la banalidad del personal al deambular sonoramente durante la ejecución de las obras o la presencia perturbadora de guardaespaldas, al injusto vacío, supe en la calle, de públicos hoy desentendidos de su festival.

 

La primera noche, la batuta de Lanfranco Marceletti protagonizó desde el podio una velada triste, de pesadumbre para quienes otrora conocimos la grandeza de la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Utilizada ese viernes para brindar un programa de hits sinfónicos diseñado así para el aplauso fácil de su director, cada una de las obras fue significando sólo un despropósito para la destartalada descomposición a la que ha llegado cada sección de la orquesta. El asomo a la musicalidad que siempre han caracterizado a algunos de sus solistas, como el violonchelista David Nassidze o el clarinetista Abel Pérez Pitón, o a la brillantez de nuevos integrantes como la arpista Eugenia Espinales, sirven de poco cuando hay al frente una batuta a la que no se puede confiar ni las entradas uniformes de una fila de trompetas.

 

Hubo luego un par de esos destellos geniales que suelen distinguir al FMM y que siempre se dan en su oferta camerística.

 

Primero, el concierto que la Camerata Bern brindó el sábado 15. Ensamble de sonido más bien noble, de poca robustez, ofreció un vasto programa que inició con una lectura a la Sinfonía Salzburgo, K. 136 de Mozart. Habiéndola tocado más desenvuelta y libre que con firmeza ortodoxa, fueron las Variaciones sobre un tema de Frank Bridge que siguieron, en las que se desplazaron las capacidades del grupo, con muchas y todas las sutilezas a las que en esta, una de las partituras con más posibilidades de Britten, podía recurrirse: abundante virtuosismo sonoro en las variaciones rápidas, delicadeza profunda en las de inventiva sutil.

 

Luego ejecutaron una obra de Alfred Zimmerlin (1955), “Tu aliento reposa sobre el cielo de agosto”, cuya estética y forma restó redondez al programa, que fue concluido con la transcripción para cuerdas de la Sonata para violín y piano no. 9, “Kreutzer”, de Beethoven; la líder del ensamble, Antje Weithass, y este, ofrecieron de ella una ejecución vibrante, con mucho peso, matices y sobre todo fuerza y concepción camerística, admirable dentro de la riqueza de recursos provista por la bien lograda transcripción para orquesta.

 

Al mediodía siguiente, la violinista Erika Dobosiewicz ofreció tremendo recital al lado del pianista Alexandr Pashkov, conformado por tres grandes sonatas: la op. 25 de Schubert, tocada con mucha delicadeza; la op. 18 de Richard Strauss, en la que fue evidente un descontrol de balance, pero que brindó el inciso inolvidable del festival, su cuidadosísimo y delicado Andante cantabile; y la poderosa Sonata de Cesar Franck, brindada con mucha madurez y suficiente pasión que, sin haber faltado en las sonatas anteriores, fue traída aquí con una sonoridad más amplia por una intérprete a la que le caracteriza un sonido si no pequeño, sí poco arriesgado y muy cuidado.

 

* Fotografía: La Camerata Bern ofreció un programa con la Sinfonía Salzburgo, K. 136 de Mozart durante su participación en la edición 2014 del Festival de Música de Morelia / Cortesía Ferstival de Música de Morelia

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