Morelia, la fiesta de los violonchelos

Ago 27 • Miradas, Música • 3676 Views • No hay comentarios en Morelia, la fiesta de los violonchelos

POR IVÁN MARTÍNEZ

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Hace unos días, en la ciudad de Morelia, se llevó a cabo el Octavo Concurso Internacional de Violonchelo Carlos Prieto. Originalmente un concurso nacional, luego iberoamericano, esta edición de la competencia debió llevarse a cabo el año pasado; la explicación “no oficial” para el retraso es la falta de apoyo de la Secretaría de Cultura federal, así como el desdén burocrático con que la estatal ha tratado a todas las instituciones privadas locales (el escándalo presupuestal en el Conservatorio de las Rosas es uno solo de los casos), mientras que otros rumores de pasillo hacían notar la falta de interés de jurados –aunque todos repitieron de la edición anterior– y participantes –aunque a la convocatoria, dicen los organizadores oficialmente, acudieron ahora el doble de interesados.

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El evento, como lo indica su nombre, es una de las iniciativas que apoya localmente Carlos Prieto, presidente del jurado, músico de mayor reconocimiento como personaje, por su mecenazgo al que se debe un centenar de obras nuevas para su instrumento, que como violonchelista.

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Por sus contactos en el exterior y el impulso al violonchelo de nuestros países y a los violonchelistas jóvenes, se esperaría ya que incluso en un concurso de este nivel, pudiera haber participación de mexicanos, pero los nacionales estuvieron fuera de competencia. Llegué a Morelia para presenciar la etapa final y lo único que logré escuchar de ellos fue un tímido “no tenían oportunidad más allá de la bienvenida buena onda que les permitió entrar a la primera ronda”. No muy diferente a otros ámbitos.

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Lo que sí percibí fue un sentimiento de festival alrededor del violonchelo: la sola presencia de uno solo de los miembros del jurado hubiera enviado ahí a cualquier estudiante de violonchelo o entusiasta de este instrumento, de Phillippe Müller, eminente profesor del Conservatorio de París y la Manhattan School of Music, quien ofreció clases y un recital, al español Asier Polo o el peruano-francés Jesús Castro-Balbi, a quien escuché en un recital junto a Prieto el viernes 12 de agosto.

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Ese programa fue una breve velada dedicada a las dos obras para dos violonchelos que Samuel Zyman ha escrito para Prieto y Yo Yo Ma y que ha estrenado Prieto con Castro-Balbi: la Suite para dos violonchelos y la Suite para dos violonchelos y dos guitarras, que tocaron acompañados de Jaime Márquez y Antonio López. La primera, en cinco movimientos, está más relacionada a la estética neoclásica, medio romántica-medio moderna, de Zyman, con algunos dejos de inspiración en las suites para violonchelo solo de Bach. La segunda, en cuatro partes, con muchísima influencia flamenca en un lenguaje más cercano a lo popular que no le había escuchado al compositor, y mucho color impresionista. En la ejecución de ambas, destacó la pulcritud y expresividad del violonchelo de Castro-Balbi.

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La final del sábado 13 ocurrió con claridad y sin sorpresas con cuatro concursantes, acompañados por la Orquesta Sinfónica de Michoacán y su director titular Miguel Ángel García Ramírez. Dos de ellos tocaron primero el Concierto para violonchelo en la menor, op. 129, de Robert Schumann, el alemán Christoph Croisé y la estadounidense Christine Lamprea, y en seguida los otros dos el Concierto para violonchelo en mi menor, op. 85, de Edward Elgar, el ruso Lev Sivkov y el colombiano Santiago Cañón.

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Croisé, de 22 años, parece ser el que tiene una carrera ya de mayor presencia. De los cuatro, es el que ofreció una interpretación más personal, pero fue una a la que falta madurar: tiene el sonido y la presencia de un solista, como evidenció su inspirado segundo movimiento, pero las ideas aun desordenadas, como se escuchó en el tercero y la pasión juvenil suele desbordársele, como ocurrió en el violento primero; fue también el más descuidado técnicamente. Se llevó el tercer premio en empate.

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Sivkov, el más veterano, de 26 años, fue quizá el más limpio en su ejecución. Pero el más ortodoxo musicalmente, lo que en otro contexto le hubiera ayudado, no en un concurso que pretende ser de profesionales: toca como el mejor alumno de su clase, leyendo cada punto y cada coma como le enseñó su maestro, no como un artista. Obtuvo el segundo lugar.

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De Lamprea, de 25 años, me es difícil emitir todavía un juicio. Está en esa delgada línea que separa a la estudiante de la profesional, domina sin problema su instrumento y conoce cada nota de su obra, tiene además un sonido excepcional; pero si los concursos para jóvenes (éste admite hasta 33 años, pero es adecuado en nivel y premios para los menores de 26) sirven para definir el camino que tomarán futuras carreras, su timidez en sonoridad e interpretación la llevaron con justicia a compartir el tercer premio.

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El más joven de todos, Cañón, de 21 años, es un prodigio de madurez: en sensatez interpretativa, que los años le permitirán llevar muy lejos este difícil concierto que ahora toca con cordura y elegancia, y en presencia sonora. Venía de ganar otros dos concursos y de aquí se lleva los diez mil dólares y la grabación de un disco con Urtext que significan el primer premio.

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FOTO: El violonchelista alemán Christoph Croisé durante su ejecución del Concierto para violonchelo en la menor, op. 129, de Robert Schumann. / Concurso Internacional de Violonchelo Carlos Prieto

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