Morir o no morir, comedia negra
POR JUAN HERNÁNDEZ
Morir…
El montaje de la obra Morir o no morir, de Sergi Belbel (Terrassa, España, 1963), dirigido por Antón Araiza, sugiere un estado de emergencia, una situación límite: el instante en el que todo termina. Si bien se aborda el momento de la muerte, no es la finitud del hombre el núcleo reflexivo de la puesta en escena, sino la vida: la oportunidad diaria para cambiar el rumbo de la existencia.
Los personajes de la comedia negra de Belbel son trágicos: un guionista de cine en crisis depresiva (Erwin Veytia), quien además padece bloqueo creativo; un heroinómano destruido física y espiritualmente (Nicolás Mendoza); una niña atormentada por una madre autoritaria y frustrada (Ana Valeria Becerril); un hombre en el hospital (Fernando Villa Proal), sin alguien que lo acompañe, debido a su carácter huraño; una anciana solitaria y perversa (Concepción Márquez), quien toma fármacos con whisky y dedica su tiempo a enloquecer a su prima con llamadas telefónicas soeces, y una policía (Norma Angélica) quien maneja una patrulla con imprudencia y atropella a un motociclista.
La obra tiene una cualidad básica: hacer reír con situaciones trágicas. El compromiso y la calidad de los actores, así como la agilidad y tono de la puesta en escena consiguen dar unidad a las siete escenas que se desarrollan como viñetas y sin relación aparente.
En la primera parte de la obra los personajes se enfrentan al momento de su finitud, a partir de situaciones que expresan crisis emocional y espiritual. La exasperación del guionista de cine le provoca un infarto; el heroinómano sucumbe tras una sobredosis, al verse en una situación sin salida; la niña acosada por su madre, se atraganta con la comida que es obligada a ingerir; el hombre que se recupera de una caída en el hospital se asfixia, pide ayuda, y no es escuchado porque está solo; la anciana se intoxica con el whisky y los fármacos, y la agente es víctima de aburrimiento producto de una vida monótona y sin sentido.
La obra corre el riesgo de volverse moralista, aleccionadora y hasta puritana, sin embargo, cuando roza esa línea da marcha atrás y deja al espectador la tarea de los juicios. El autor expone la situación trágica de los personajes, pero no da moralejas.
No morir…
La segunda parte del montaje de la obra de Belbel ofrece una opción diferente a los personajes. Las siete escenas se vuelven a realizar, pero esta vez con un giro dramático que permite la supervivencia. Supervivencia que depende, de manera azarosa, de las decisiones y acciones que tomen otros, provocando una reacción en cadena.
El motociclista que la policía atropella es hijo de la anciana que molesta a la prima por teléfono. El hijo de la anciana es hospitalizado y ocupa la cama siguiente a la del hombre ermitaño, quien al perder la capacidad para respirar es ayudado por el joven, quien llama a su madre (la anciana que ha acudido al hospital a cuidarlo) para que pida auxilio y salve al enfermo. Y así sucesivamente. De esta manera, el autor revierte el recurso dramático de la muerte.
Morir o no morir, del catalán Sergi Belbel es una obra contemporánea, sin embargo no se inserta en la moda del teatro que pone a la acción por encima de la literatura dramática. El autor es consciente de la importancia del uso del lenguaje para construir un discurso que exprese una visión del mundo. En ese sentido, el dramaturgo abreva de la tradición teatral en la cual la palabra dicha por el actor, en un contexto concreto (el de la puesta en escena), adquiere dimensiones inconmensurables.
La puesta en escena del joven director Antón Araiza —también actor y dramaturgo— es de una agilidad sorprendente. En un escenario relativamente pequeño, íntimo, se desarrolla la historia en la que participan catorce actores, interpretando al mismo número de personajes.
Araiza muestra sus dotes de director prestidigitador, que extiende los hilos sobre la escena, para después tejer nudos complicados sobre la existencia del ser humano y su destino atado, azarosamente, a las acciones de sus congéneres (los conozca o no).
El director cuenta con una pléyade de actores de primera línea, comprometidos con los personajes a los que dan vida. Sin duda una obra que se disfruta, a pesar del elemento negro y trágico expresado sobre la existencia humana. Una puesta en escena en la cual morir o no morir no son opciones para los individuos, pero si la posibilidad de rebelarse a la muerte espiritual en vida.
*Morir o no morir, de Sergei Belbel, dirigida por Antón Araiza, escenografía de Jorge Ballina e iluminación de Matías Gorlero, se presenta en el Foro Lucerna (Lucerna 64, colonia Juárez), lunes y martes a las 20:45 horas, hasta el 5 de mayo.
**Fotografía: Detalle del montaje Morir o no morir, de Sergi Belbel / Crédito: Cortesía